Datos personales

Mi foto
Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

miércoles, 23 de agosto de 2017










$
$           DIFERENCIAL   $
                                                                                                $           $         $
Solía decir -y hoy lo reafirmo, que las oficinas de recursos humanos de las agencias gubernamentales operan como Dios –por caminos misteriosos. Mientras laboré en gobierno, en varias ocasiones tuve que examinar los obscuros documentos que conforman la intrincada madeja de la normativa con repercusiones salariales: plan de clasificación, escalas salariales, aumentos y algo que se usa para de algún modo compensar lo que no está cubierto por otros incisos: el diferencial.  No conozco, ni quiero conocer cómo está estructurado el sistema de administración de personal en la UPR, pero imagino que tiene que seguir unos lineamientos generales similares a los que se utilizan en otros sistemas.

El concepto del diferencial se usa, entre otros, para compensar a una persona por el trabajo adicional que se va a realizar de manera interina.  Lo conozco bien.  Ocupé un puesto de abogada en una oficina legal de una agencia.  Con el pasar del tiempo fui adquiriendo mayores responsabilidades, al punto de llegar a ser la mano derecha de mi supervisor –algo así como la segunda en mando, cuando no existía, como existe ahora, un puesto de sub directora.  Todo el mundo acudía a mi cuando el jefe no estaba.  Se me asignaban tareas altamente confidenciales y mis horarios excedían los del resto de los abogados.  Creo que en aquél entonces tenía un puesto de abogado II y solicité una reclasificación, me parece que a IV.  Bajo ciertas circunstancias es posible avanzar más pasos en la clasificación, pero ya entro en la complejidad de esto.

En aquél tiempo se me denegó la reclasificación, bajo el argumento de que yo no ejercía labores de supervisión, cosa que me pareció absurda tras la realidad de que yo, en efecto, supervisaba el personal en ausencia del jefe –y me refiero no a que estuviera de vacaciones, sino que simplemente estuviera fuera de la oficina en gestiones oficiales.  Ante la evidente injusticia de la conclusión, la Oficina de Recursos Humanos decidió otorgarme un diferencial, para compensarme por el trabajo adicional que reconocían yo hacía.  Pese a que yo entendía que tenía derecho a la reclasificación, opté por aceptar el diferencial, que resultaba un reconocimiento tácito a mi reclamo.

Algunos años después, surgió la plaza de Directora de la Oficina de Derechos Civiles.  Tras un proceso que me resultó altamente irregular, no fui seleccionada para la plaza. No digo que la otra persona no estuviese calificada –lo estaba, pero yo era mejor candidata porque conocía la agencia –ella venía de otra y le iba a tomar bastante tiempo conocer la complejidad de una agencia como la nuestra.  Pero dicen que lo que está para una, eventualmente le llega.  La persona que seleccionaron declinó la oferta y ¿a quién acudieron? – a “yours truly”. El entonces director de Recursos Humanos me llamó a mi casa- cosa que me sorprendió sobremanera.  Me preguntó que si yo todavía interesaba la plaza, a lo que le respondí que yo sí; que al parecer eran ellos los que no estaban interesados.  Finalmente me dijo que el básico de la escala era menor a lo que yo recibía, por lo que eliminado el diferencial, el efecto era que recibiría menos dinero por aún más responsabilidades. Como dije, estas cosas operan como Dios.

Todo tiene su límite.  Me habían negado una reclasificación; el proceso de reclutamiento fue un desastre en términos de publicar los requisitos de la convocatoria (otro de los misterios no gozosos); me habían rechazado y ahora pretendían que ocupara la nueva plaza por menos dinero del que devengaba.  Le dije que no.  Más tarde, me llamó para decirme que lo más que podían ofrecerme era pagarme lo mismo llevándome a una escala equivalente a lo que recibía con el diferencial.  Pese a que eran más responsabilidades acepté, porque de veras quería ocupar la plaza.  El trabajo que se hace en esa oficina es para mí casi sagrado –garantizar a toda persona trato igual ante la ley.  Como gran contradicción, si me hubiesen reclasificado al puesto de abogada que solicité, con el tiempo hubiese ganado más que como Directora de Derechos Civiles.  Pero no se trataba de dinero; se trataba de dignidad.

Hago toda esta historia porque conozco bastante bien el misterio del concepto del diferencial en el servicio público, razón por la cual me llamó la atención la controversia surgida con Rambo, perdón, el presidente interino de la UPR.  Según lo que ha salido a relucir en la prensa, existe una normativa que fija en $105,000 el salario anual del presidente.  Rambo, perdón, el presidente interino, recibía un salario base de  $8,259 mensuales –unos $99,109 anuales como catedrático.  Existe una certificación que aunque  es de 1997 está vigente y establece que el salario del presidente se fija en $105,000.  Pese a esto, al presidente interino se le paga un salario anual que excede por sobre $19,000 esa cantidad.

Y aquí es que las explicaciones son como esta imagen de una persona que está resbalando en un piso mojado y mientras trata de no caer, se sigue enredando más y más.  Por un lado, se dice que lo que ocurre es que el diferencial es el mismo que se le pagó a las anteriores presidentas interinas, lo cual me recuerda un argumento que escuché muchas veces: “es que siempre se ha hecho así”.  Pues como le respondía a los que me esgrimían este argumento, si siempre se hacía de forma que estaba en contra de la norma, siempre se había hecho mal.

Parece ser que el único criterio para considerar el diferencial de Rambo, perdón, del presidente interino, fue aplicar el que se usó anteriormente.  Ese criterio también resultaba, al menos en uno de los casos, en un pago que excedía la normativa sobre el salario del presidente.  El asunto, desde el punto de vista legal, es que existen dos normas que aparentan estar en conflicto –una es la norma de que el trabajo adicional en un interinato se paga a base de un diferencial –el cual había sido aplicado anteriormente en contravención al tope máximo.  Aquí es importante destacar un principio legal básico –los errores no generan derecho. y la otra norma es que en el caso del (de la)  presidente(a), el máximo a pagar es de $105,000.  Evidentemente, aquí alguien incurrió en un faux pas; es decir, una metida de pata. Cuando se dieron cuenta, en lugar de admitir un error, recurrieron a tratar de justificar lo injustificable.  Si hay un tope salarial, hay un tope salarial, independientemente de que el que asume el puesto tuviese un salario base mayor previo a ocuparlo.

¿Cómo se resuelve esto? Es relativamente sencillo.  En primer lugar, se le informa a Rambo, perdón, el presidente interino, que el salario máximo es de $105,000 y queda de su parte si lo acepta o no.  Cabe señalar que eso representaría un aumento de $491 mensuales o $5892 anuales, que no es muchísimo, pero bueno, puede estar acorde con la situación que vivimos.  Yo no sé si esto se le planteó así al presidente interino, pero lo cierto es que le dieron un diferencial que se supone es igual al de las anteriores que ocuparon interinamente el cargo, pero resulta en una cantidad mayor al tope designado.  Si él no aceptaba esto, una posible solución era enmendar la certificación de 1997 para aumentar el tope a pagar al presidente de la universidad.  Tampoco sé si esto no se quiso hacer para no levantar objeciones, pero terminó haciéndose algo peor –un proceso que parece no tener base en ley y muchísimo menos tiene una base moral a base de la situación fiscal que vivimos.  ¿Cuánto compromiso con nuestra Universidad tiene un individuo que ocupa un puesto que debe tener un prestigio y se autodenomina Rambo?

Rambo, digo, el presidente interino declaró en una entrevista que venía a cumplir una misión.  Yo no sé cuál es su misión.  Yo sé cuál era la mía cuando acepté el puesto de Directora de la Oficina de Derechos Civiles con  la misma compensación que recibía como abogada en la Oficina del Asesor Legal: garantizar trato igual ante la ley y ser fiel a los más altos principios éticos en el servicio público que me enseñó mi papá.  Pero Rambo no sabe de eso.


23 de agosto de 2017

sábado, 19 de agosto de 2017








OLOR A INTELECTUAL

Yo no sabía que existía la posibilidad de oler a intelectual.  Me llamó poderosamente la atención una nota en el periódico de hoy, que decía “el olor a biblioteca está de moda”.  De inmediato vino a mi mente el olor de la Biblioteca Lázaro, en la YUPI.  La visité hace como 3 años y olía exactamente igual que el olor que recordaba de mis años de estudiante en la década del ’70. Para mí, es un olor a nostalgia, a entrar en contacto con algo muy básico, muy cercano a mi esencia. No he encontrado ese olor en ningún otro lugar –la biblioteca de la Escuela de Derecho no tiene ese olor -es más, ni siquiera recuerdo a qué huele. 

Pues la nota que vi en el periódico acompañaba a una foto de una biblioteca de una residencia de esas cuyos dueños contratan un decorador –anaqueles en paneles de madera forran las paredes y el plafón tiene un diseño.  Los muebles son aterciopelados, con cojines que deben costar como tres libros carpeta dura cada uno.  Me pregunto si los libros que están en los anaqueles también son parte de la decoración.
Ya dentro de la sección correspondiente del periódico, aparecía un artículo titulado El aroma de biblioteca está “in”, que reseña unas velas aromáticas entre las que se destaca una que supuestamente  resultó ser  la más popular y se llama Bibliothèque. Tan popular resultó, que desarrollaron un eau de parfum para hombres y mujeres, con el mismo nombre.  Lo he dicho varias veces –casi cualquier cosa que usted diga en francés suena chic.  Dice la reseña que “contiene notas de melocotón y ciruelo, su corazón es de violeta y peonía y las notas de fondo se componen de pachulí, cuero y vainilla”.

Estoy segura que a lo único que se le puede acercar el olor de la Biblioteca Lázaro es quizás a una nota de pachulí, porque jamás me olió a melocotón, violetas y ni siquiera sé cómo huelen las peonías.  Me imagino que esos olores son los que emanan las bibliotecas de las residencias decoradas.  Mi papá tenía una biblioteca con un tablillero sencillo y tampoco emitía esos olores.  Yo ni siquiera tengo biblioteca.  Los libros están apiñados en la mesa de noche, otra mesita con ruedas y los que ya he leído y quiero conservar están en una tablilla del armario.  Los que no voy a conservar están en cajas para ser donados.  Ninguno huele a Bibliothèque.

La reseña termina diciendo que ya es posible oler a biblioteca andante y que las estancias de mi hogar pueden quedar impregnadas de una atmósfera intelectual.  La atmósfera intelectual que muchas veces he percibido no es exactamente la que me interesa tener en mi hogar.  Hay mucho intelectual que anda mirando a los demás por encima del hombro.  Uno de ellos, que escribe para El Nuevo Día, en ocasiones lo hace de manera tan rebuscada que honestamente me pierdo.  De hecho, hoy tuve que acudir al diccionario de nuevo, porque encontré una palabra que jamás había escuchado.  En parte es bueno –me ofrece la oportunidad de ampliar mi vocabulario, pero me pregunto a cuántos lectores aleja.  Y evidentemente a este intelectual eso le importa un bledo.  Si quisiera oler a intelectual preferiría oler a Fernando Picó, recientemente fallecido, que rebuscaba en bibliotecas y archivos históricos mirando el pasado para asegurar el futuro.  Andaba sin aires de intelectual, pese a serlo con todas las de la ley.

En cuanto a mi persona, el único olor a biblioteca que recuerdo es el de la Lázaro.  Es un aroma que adoro y su mera evocación trae una sonrisa a mis labios.  No me interesa oler a Bibliothèque, pero con todo lo que la quiero, tampoco quiero oler a la Lázaro.

19 de agosto de 2017


jueves, 17 de agosto de 2017



DOS LADOS Y UNA HISTORIA

No sé si es porque soy pisciana –a los que no hayan visto el símbolo del signo de Piscis, son dos peces en dirección opuesta, pero lo cierto es que me produce fascinación la dualidad en el ser humano.  En mi caso, puedo ser osada para ir de viaje, a conciertos o a cenar  sola e incluso para hablar en público ante decenas o cientos de personas, pero me intimidan las reuniones o fiestas de grupos con quienes no frecuento.  Y todo ser humano tiene una dualidad.  Hoy leí una columna del ex secretario de Hacienda, Juan Zaragoza, sobre la figura de Roberto Clemente -otra dualidad fascinante, pero sería entrar en una de mis digresiones- y pensé en la imagen que suelo tener sobre hombres en el campo de las finanzas –fríos, calculadores, técnicos y al punto. Pues Juan Zaragoza, al igual que muchos otros, rompe con este estereotipo. He leído varias de sus columnas en las que integra elementos de literatura, filosofía, psicología y hasta teología.

Todo ser humano posee características positivas –a veces están muy escondidas.  Pienso en seres como los mafiosos, que tenían un alto concepto de la familia, pero eran capaces de despachar a quien los traicionara sin pestañear; o en un Adolf Hitler, de quien leí tenía interés por la pintura, quiso estudiar bellas artes y se convirtió en una figura que ejemplifica la crueldad.  En época más reciente, nos enfrentamos a la figura de Donald Trump.  Debo confesar que todavía no he visto el lado positivo de este hombre, aunque estoy segura lo tiene.

Desde que resultó nominado candidato por el Partido Republicano quedé más que sorprendida de que un hombre con su personalidad aspirase a ser presidente de los Estados Unidos –una nación que ha producido presidentes de la talla de Lincoln, Kennedy,  Carter y otros.  Cuando fue electo presidente quedé en shock, del que no he salido aún.  Pese a ello, seguí pensando que tal vez nos sorprendía.  Y sí, nos ha sorprendido, pero no para bien.  Parafraseando una línea del famoso poema de Elizabeth Barrett Browning, let me count the ways… Contar la historia reciente de Donald Trump es como contar las muchas maneras que ha ofendido a mujeres, periodistas, inmigrantes, artistas y hasta miembros de su propio partido.  La circunspección no está entre sus cualidades.

Con respecto a los incidentes del fin de  semana pasado en Charlottsville en el estado de Virginia, Trump inicialmente condenó los incidentes por parte de los bandos involucrados, indicando que en ambos grupos había excelentes personas (fine people). Es bien difícil identificar como excelentes personas a aquéllos que desfilan con antorchas, gritando con furia que las calles son suyas –de los blancos; que no dejarán que los judíos los reemplacen; repitiendo con voces ásperas y estridentes: blood and soil. Del otro lado, estaban los que se oponían al desfile de los representantes de los supremacistas blancos –que no se esconden para llamarse así o para admitir que son parte del KKK- coreando su repudio a dicha organización y a los nazis. Tras salir la noticia, vi varios reportajes, pero un video puso ante mí el horror de los incidentes del pasado fin de semana.  Es como volver atrás en el tiempo.

Es innegable que cuando dos grupos con visiones tan opuestas se encuentran, va a haber expresiones de coraje. Estoy segura que el grupo anti nazi no utilizó su más fino lenguaje y que par de puños o piedras fueron lanzados.  Es innegable también que la historia está ahí – en un ejército que luchó por mantener el derecho a poseer esclavos; en una organización como el KKK, que  torturaba y asesinaba negros por el solo hecho del color de su piel; en las leyes absurdas que le negaba a los negros un asiento en autobús; el voto y el derecho a la educación en igualdad de condiciones.  Es una historia que costó muchas vidas y que dio base a uno de los movimientos de resistencia pacífica más hermosos, con figuras como Martin Luther King y Rosa Parks a la cabeza.  Las estatuas a los héroes del lado confederado, como Robert E. Lee son una afrenta diaria a todo ciudadano negro y a todos los que tenemos conciencia  de la dignidad del ser humano.  Trump ahora quiere justificar la existencia de las estatuas como un retrato de la realidad –de un reconocimiento a la historia.  Pero esa historia no se pone en contexto.

En Washington DC hay un museo dedicado al holocausto.  Se pone en contexto la historia – no se erige una estatua a Adolf Hitler porque sea parte de la historia.  Robert E. Lee es parte de la historia.  Lo terrible es que hay un número demasiado grande de simpatizantes con su causa como para no preocuparnos de que la historia se repita.

17 de agosto de 2017



miércoles, 9 de agosto de 2017

Natalie





NATALIE Y YO

La Directora de la Junta de Supervisión Fiscal, Natalie Jaresko, dice en una columna del  Nuevo Día hoy lo siguiente:

Puerto Rico se encuentra en tiempos muy difíciles.  Todos nosotros, la Junta de Supervisión, el Gobierno de Puerto Rico, el sector privado y la gente de esta hermosa isla estamos juntos en esto.

¡Qué coj…! Cuando leí esto, me dio tanto coraje que por poco no sigo leyendo. Es innegable que estamos ante una situación muy difícil, consecuencia de actos irresponsables de varias administraciones. No quisiera estar en los zapatos de los miembros de la Junta, ni de funcionarios de gobierno que tienen que tomar difíciles decisiones, con complicados escenarios.  No me cabe duda de que le dedican largas horas y tal vez – énfasis en el tal vez, algunas noches de desvelo.

Yo sé lo que es tomar decisiones difíciles en medio de restricciones presupuestarias y desconfianza de parte de mi propio grupo de trabajo, de la alta gerencia y de las personas que se afectarían con mis decisiones.  La grandísima diferencia es que jamás recibí un salario de $625,000 anuales más gastos; ni siquiera el del más reciente nombramiento del “Coordinador de revitalización” – whatever that means, de $325,000.  Es más, mi salario nunca alcanzó las seis cifras.

Con los recortes que empezaron mucho antes de que llegara la Junta, una nueva legislación del 2013, aprobada mientras aún era empleada de una corporación pública, redujo la pensión que recibiría de 75% a 44%, pese a que cuando ingresé al servicio público se enfatizaba en que si servía 30 años recibiría 75%.  Creía que eso era un derecho adquirido, pero no -hay derechos adquiridos, como las escoltas de ex gobernadores y otros no tan adquiridos, como mi pensión.

Las reuniones que convocaba para mi grupo de trabajo se hacían en mi oficina –una oficina pequeña, que contenía archivos, mi escritorio heredado del que ocupó el puesto antes que yo y la mesa multi usos- se usaba para las reuniones, para sostener varios expedientes y documentos y para almorzar.  Si iba a recibir más personas, tenía que mendigar un espacio en otras oficinas.  Jamás en la vida me reuní en el Hotel Conquistador.

Me ofende que esta señora diga que estamos juntos en esto –hay unos más juntos que otros.  Ella está junto con los miembros de la Junta y los nuevos miembros de gabinete que reciben sobre $200,000.  Yo estoy junto a los que ven rota la Promesa de una pensión garantizada y ni siquiera me atrevo a decir que estoy junto a los miles que no tienen cómo cubrir sus gastos mensuales; que no compran medicinas porque no las pueden pagar; que viven en condiciones de pobreza disimulada, en medio de los centros comerciales y los restaurantes.  No, Natalie, no estamos juntas en esto.


9 de agosto de 2017

domingo, 6 de agosto de 2017




CONSEJITOS

Yo me imagino que a algunas mujeres les interesará este tipo de consejitos.  Una columnista en el periódico de hoy aborda el tema de la soltería y ofrece consejos a las féminas de cómo salir de ese estado. Cuando yo era más joven, estar soltera era no haberse casado, pero hoy en día esto abarca no tener pareja, más allá  de si no se está casada.  Yo ya no estoy casada, ni tengo pareja, así que estoy inequívocamente soltera.  Hay una parte de mí que quisiera estar en pareja sea casada o no y hay otra parte que valora la independencia de tener todo el espacio para mí; no tener que esperar por el otro para tomar decisiones.  Cuando quiero salir, simplemente agarro mi cartera y me voy.

A través del tiempo me he movido entre momentos de soltería y de emparejamiento y debo confesar que hay muchas cosas que echo de menos de estar en pareja.  Me gusta acurrucarme, sentir que soy especial para un hombre en particular, vestirme con su mirada en mente, preparar exquisitos platillos con su vino, conversar sobre temas de actualidad o asistir en compañía masculina a nuevos restaurantes.  Por el momento, la compañía masculina es un amigo al que me unen muchos intereses, pero no somos pareja.  El por qué sería otro escrito que no creo vaya a hacer.

El asunto es que me detuve a leer los consejitos.  Sin lugar a dudas que hay lugares en los que es poco probable que vaya a encontrar pareja.  La columnista sugiere ir a una barra donde proyecten una pelea de boxeo, asistir a una exhibición de yates o carros antiguos, partidos de fútbol, que me inscriba en un curso de mecánica o que vaya a una ferretería y simule estar buscando algo.  Vamos por partes.

El boxeo.  Estoy totalmente en contra de esto que para mí es un mal llamado deporte.  No concibo hacer un deporte de golpear a otro ser humano hasta lograr que no se pueda levantar. Y mucho menos voy a una barra repleta de hombres que sin lugar a dudas pensarán que estoy ahí buscando un macho.  Esta alternativa queda descartada. Yates o carros antiguos.  Esta alternativa me produce un aburrimiento tan grande que dudo que mi cara inspire a ningún hombre a acercarse.  Partido de fútbol.  Variante del caso anterior.  Inscribirme en un curso de mecánica.  En primer lugar, los hombres creen que lo saben todo, así que ¿quiénes estarían en el curso de mecánica? –otras mujeres, por supuesto.  Creo conveniente adquirir unos conocimientos de mecánica, pero dudo mucho que vaya a ponerme a bregar con esto.  Mejor se lo llevo al mecánico, que parece un tipo simpático, pero no es soltero y dudo que tengamos mucho en común.

La ferretería. Esta última me causa gracia porque me imagino yendo a la ferretería preguntando por los pistoquitos,  los cositos o el desto, como aparece en una campaña publicitaria de una ferretería local.  Cuando tenga que ir a una ferretería a buscar los pistoquitos,  los cositos o el desto, lo haré porque de veras los necesite, no como una pretensión para buscar pareja, aparte de que no quiero andar por ahí simulando ser una boba. En mi caso lo tendría que simular; en el caso de muchas, no tendrían que simularlo.

Yo no quiero una pareja para sentir que ya no estoy sola, ni para atrapar a un hombre del cual estaría aburrida al mes de conocerlo.  Yo quiero una pareja para que nos acompañemos en el viaje de la vida; llenemos  nuestros días y  noches de ilusión; sintamos que nuestra vida en común tiene un propósito.  No, los consejitos de hoy no me sirven, gracias.


6 de agosto de 2017

sábado, 5 de agosto de 2017











IDENTIDAD, EQUIDAD, GÉNERO, SEXUALIDAD Y OTROS ALEGADOS DEMONIOS

Yo no soy psicóloga, socióloga, teóloga, ni otra clase de óloga. Soy una mujer Boricua, que estudió Derecho en la YUPI –a mucho orgullo- y dedicó más de quince años de su vida a trabajar para que a todo ser humano se le garanticen unos derechos básicos.  Estos derechos básicos nacen de nuestra Constitución –esa que ha sido ninguneada en los últimos tiempos, pero que merece nuestro respeto y reconocimiento.  No voy a entrar en esa discusión, porque es otro tema.  Nuestra Constitución establece, en su Artículo II, § 1, lo siguiente:

La dignidad del ser humano es inviolable.  Todos los hombres son iguales ante la ley. No podrá establecerse discrimen alguno por motivo de raza, color, sexo, nacimiento, origen o condición social, ni ideas políticas o religiosas. Tanto las leyes como el sistema de instrucción pública encarnarán estos principios de esencial igualdad humana.  [énfasis suplido]

Mucho antes de ser abogada, mi papá me inculcó los principios básicos del respeto a la dignidad humana.  Nunca vi en mi casa faltas de respeto, mofa o abuso contra personas de apariencia distinta, que pensaran o se comportaran de manera diferente a nosotros.  En ese sentido, tenía los principios de nuestra Constitución, como dicen “de nación”; es decir, que yo los tenía instalados como parte de mi ADN.

A fines del cuatrienio pasado se armó un revuelo por la implantación en el Departamento de Educación de una Carta Circular sobre equidad de género.  Mucha de la oposición venía de parte de personas que ni siquiera habían leído la carta. También estuvo precedida por la reacción visceral de muchos sectores ultra conservadores ante la ley para prohibir el discrimen por identidad de género u orientación sexual, que son términos distintos.  La identidad de género se refiere a cómo la persona se identifica a sí misma con respecto a su género.  En la mayoría de los casos, hay correspondencia en cuanto al género con que nació y la percepción de la persona.  En otros casos, por diversas razones que no me compete discutir, la percepción propia difiere del género con el que se nació.

Recientemente se volvió a abrir la controversia al aprobarse una ley para promover la equidad de género mediante un proyecto piloto en las escuelas. La  ley define la equidad de género básicamente como la imparcialidad y la justicia en la distribución de beneficios y responsabilidades entre hombres y mujeres.  No entra a discutir el aspecto de la orientación sexual.  Algunos sectores, influenciados por mentes extremistas que ven pecado donde no lo hay, se han opuesto a esta ley.  No me cabe en la cabeza que algunas personas puedan oponerse a que sus hijas e hijos sean tratados equitativamente ante la ley –que se le garanticen los mismos derechos.

La orientación sexual se refiere a la preferencia o atracción sexual que tiene una persona hacia personas de su mismo género, del género opuesto o ambos, independientemente de su identidad sexual.  A mí siempre me ha parecido espantosa la obsesión que tiene mucha gente por la vida íntima de los demás.  Solía decir en mis talleres y lo sigo creyendo, que a no ser que yo me quiera acostar con un hombre, su vida íntima no es asunto mío.  Un troglodita que asistió a uno de mis talleres hace muchos años, me preguntó: “y Ricky Martin, es pato?”.  Sin pensar mucho la respuesta –porque de haberlo pensado hubiese comenzado por decirle  que referirse a otro ser humano como pato es ofensivo-, le riposté: ¿y a mi que me importa? Para añadir ironía al asunto, este señor era director de Recursos Humanos.

Los sectores más conservadores de grupos religiosos ven en toda legislación protectora de los derechos de personas que no pertenezcan a su modo de ver el mundo como un intento de imponer una visión o estilo de vida.  Nada más lejos de la verdad.  Nuestra Constitución garantiza los derechos de todas las personas, independientemente de su religión o falta de ella.  Eso significa que el estado tiene que proteger tanto al que cree, como el que no cree.  Alzarse contra esto es precisamente querer imponer un criterio religioso a los demás.  Sea usted fundamentalista, bautista, católico, protestante, musulmán, judío, pentecostal, agnóstico o ateo, el estado le tiene que garantizar los mismos derechos. 

Lo que nos debe importar en nuestro entorno familiar no es cuál es la identidad de género o la orientación sexual de una persona, sino cómo trata a los demás seres humanos, si es honesto, si cumple a cabalidad con sus deberes, si es respetuoso, compasivo y trabaja para hacer de este un mundo mejor.  Me parece una gran contradicción que muchas personas que se aferran a dogmas religiosos estén prestos a señalar a otro ser humano por su identidad de género distinta o su preferencia sexual.  Se llega hasta a decir que con su conducta son instrumentos del demonio, al igual que los que nos esforzamos por lograr que se les trate con dignidad.  La Constitución le garantiza el derecho a no informarse adecuadamente; le da derecho a decir esto y a mí a oponerme.

No todas las religiones o sus representantes son negativas ni faltas de compasión, pero debemos analizar detenidamente en quién ponemos nuestra confianza y el efecto de nuestras palabras condenatorias sobre otros.  ¿Se imaginan cómo se siente un adolescente, en una edad de tanta inseguridad, al que se le señala como instrumento del demonio?  Precisamente por actitudes como esta es que algunos esconden su realidad y terminan hasta casándose, negando su verdadera identidad y terminan siendo infelices ellos y su familia.  ¿Es buen cristiano aquél que pretende engañarse a sí mismo y a su familia, proyectándose como algo que no es?  Algunos hasta han recurrido al suicidio.

Ser compasivos hacia los que no piensan o sienten como nosotros no nos hace instrumento del diablo.  Para mí, nos hace instrumentos de Dios.

5 de agosto de 2017