Datos personales

Mi foto
Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 30 de noviembre de 2019

Mesa para una









MESA DE ACCIÓN DE GRACIAS PARA UNA

Desde hace más de 35 años, cuando mi vida era muy distinta, he disfrutado de preparar un almuerzo de Acción de Gracias para mi entorno más íntimo, que en la mayoría de los casos se componía de tres personas.  Esta celebración se inició tras la muerte de mi mamá –nunca fue parte de nuestros ritos familiares.  Papi decía que no le gustaba el pavo.  Luego que me casé, como suelo experimentar en la cocina, decidí hacer un pavo e invitar a mi papá, quien disfrutó el almuerzo.  De ahí en adelante seguí confeccionándolo casi  todos los años.  Tras la muerte de Papi y mi divorcio, llegué incluso a transportar el pavo y todos sus acompañamientos a casa de su viuda, para que ella pudiera disfrutar  de esta tradición.  Algo en mí me impulsa a querer preparar este almuerzo especial.  Es el mismo impulso que me requiere preparar el pescado en escabeche para Semana Santa; el coquito y el majarete en Navidad.

Este impulso es tan fuerte, que aún cuando me repito que es demasiado esfuerzo para mi menguado grupo familiar, lo sigo haciendo, salvo cuando me invitan al almuerzo de Acción de Gracias a casa de alguna amistad y decido ir.  Cuando no preparo el pavo, siento que me falta algo.  De hecho, el año pasado ya lo había comprado, pero celebré en otro lugar y lo preparé  luego para compartir con unas amigas en fecha más cercana a la Navidad.  Y por supuesto, soy consciente que no es el pavo- es la sensación de que estoy conectada a otras personas, aunque no me unan lazos de sangre.  Para alguien cuya familia se ha reducido sustancialmente y que vive sola, esto es esencial.

Este año decidí modificar el plan y comprar sólo una pechuga, porque tengo varias amigas vegetarianas y un amigo que no come  pavo porque insiste que esta es una tradición impuesta y propiciarla es el equivalente a una traición a la Patria.  Mis amigas estaban indecisas y el amigo atrincherado en su oposición pavística –que incluye un ataque verbal a lo que considera ataduras en términos de horarios y fechas para celebrar, así que tras una complicada planificación mental para incluir platos vegetarianos, al final terminé sabiendo que el almuerzo sería sólo para mí.  Debo confesar que el jueves en la mañana me sentí triste, cuestionando todas mis decisiones en torno a la celebración.  No obstante, continué los preparativos.  Decidí que yo iba a celebrar mi almuerzo de agradecimiento.

Este almuerzo no es la única demostración de agradecimiento a Dios/Universo.  Tengo un diario en el que todos los días, en un ritual matutino,  plasmo palabras de agradecimiento por lo grande o lo pequeño que me haya ocurrido el día anterior. Celebrar el Día de Acción de Gracias es algo especial –como el día del cumpleaños o Navidad.  Me encanta hacer un alto en la rutina y celebrar de manera singular. Me involucré en los preparativos.  Puse mantel, una copa de las que saco una o dos veces al año y un plato de la vajilla de mi mamá.  Una vela que me regaló una amiga completaba la sencilla mesa.

Puse la pechuga de pavo que había adobado el día anterior al horno, preparé un relleno que es una denominación incorrecta, ya que no iba a rellenar nada, pero en fin, es una receta que encontré hace unos años y me encanta por su sencillez y sabor: relleno de croissants y setas -por supuesto, usé setas del país.  Preparé unas batatas mameyas con malvavisco, lo cual provocó risa en mi Buddy cuando le conté, porque claro, solemos llamarlos marshmallows, pero ciertamente la palabra en español es más linda.  De postre, serviría un pastel de calabaza que preparé el día anterior, variando la receta para utilizar una corteza de nueces pecanas que descubrí hace un tiempo en el supermercado.  Era un acto de fe, porque después de todo no sabía cómo iba a resultar, pero decidí arriesgarme.  Total, no habría nadie más a la mesa. Una vez me enganché en los preparativos, me entusiasmé y hasta me sentí contenta.  Me arreglé con colores de los llamados otoñales y seleccioné la música para acompañar el almuerzo.


Una vez estuvo todo listo, me senté a disfrutar, en primer lugar, lo hermoso que resultaba el plato que se ofrecía a mi vista.  Los colores se veían en armonía – hasta el vino francés que seleccioné aportó a la hermosa composición visual.  La música era un festín en sí misma, comenzando con Mercedes Sosa en un disco que incluye –mais bien sur Gracias a la vida.  El grupo Chambao aportó dos canciones que contienen frases que me han hecho reflexionar a través de los años. La primera, Pokito a poko le da nombre al disco y dice algo que nos debemos grabar en la mente: poquito a poco entendiendo, que no vale la pena andar por andar, que es mejor caminar pa’ ir creciendo… La segunda, Te la creí’o tú, es como un bofetón de realidad para todos aquell@s con un espíritu controlador:                                                       
 Tú y tú, sí tú lo tendrás to’ pensa’o
la familia y el trabajo
 el plan de jubilación [ouch!]
lo tienes to’ controla’o  
te la creí’o tú
que sí, te la creí’o tú

Dos discos de Yo-Yo Ma me han acompañado por años: el primero Classic Yo-Yo, incluye una canción que se llama Butterfly’s Day Out, sobre la que he dicho que casi puedo ver la mariposa volando.  El segundo, Yo-Yo Ma & Friends – Songs of Joy and Peace, es un disco que compré hará tal vez 12 años para Navidad y que disfruté tanto que regalé varias copias.  Yo-Yo Ma se reúne con amigos de diversas partes del mundo a celebrar la vida.  Hay una canción que me encanta –This Little Light of Mine, de las denominadas Afro-american spiritual, que repite: this little light of mine, I’m gonna let it shine…Completaba el concierto el eterno Pavarotti, con su magistral Nessun dorma y con un aria que me hizo dejar salir una lagrimita –por supuesto, Una furtiva lagrima.

El almuerzo resultó exquisito.  La carne de pavo quedó tan jugosa que la salsa resultó innecesaria.  El relleno mmmmmm exquisito y las batatas hicieron su trabajo, todo acompañado con el vinito que le iba de show. El pastel de calabaza con corteza de nueces me hizo decidir que de ahora en adelante, esa es la corteza que voy a utilizar. 




Mi pancita estaba feliz y  también mi espíritu.  Mientras comía, reflexionaba que después de todo, paso la mayor parte del tiempo sola, pero no en soledad.  Esa tarde me acompañaba el recuerdo de tantas experiencias maravillosas y el disfrute de una música extraordinaria.  Me acompañaba también la conciencia de que mi soledad era momentánea, porque afortunadamente tengo familia y amistades a quienes puedo acudir en otros momentos.  Esa no es la realidad de muchos, que no sólo viven solos, sino que están solos, porque no tiene a quien acudir.  En algunos casos, ni siquiera tienen alimentos y cada día representa despertar a una triste realidad.

Este jueves me recordé algo que siempre he sabido, pero que a veces olvido: que la vida me ha dado tanto; que es muy poco lo que puedo controlar; que mi imaginación puede evocar lo que no veo; que hay belleza en las lágrimas y que siempre debo dejar que mi luz brille, aunque otros no estén ahí para verla.  Después de todo, siempre habrá otros.  Este jueves, sola en mi casa, me sentí bendecida y una vez más, dí gracias por ello.

30 de noviembre de 2019