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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 11 de mayo de 2021

Dechado

 

                                                   Dechado Colección Teodoro Vidal Fundación Luis Muñoz Marín. Foto José Orlando Sued


DECHADO DE VIRTUDES

He escuchado esta expresión en varias ocasiones, refiriéndose a una persona con excelentes cualidades.  He sido afortunada en haber conocido varias personas que pueden ser calificadas de este modo.  Hacía tiempo que no escuchaba la expresión y hoy me topé con la palabra dechado en un contexto totalmente inesperado.  Asistí a la dedicatoria de la sala de visitantes de la Fundación Luis Muñoz Marín con el nombre de Don Teodoro Vidal, a quien no tuve el gusto de conocer, pero ya sabía de su inmensa contribución a nuestra historia.  Como voluntaria de la Fundación, he estado expuesta a los documentos con los que trabajamos para su preservación y he tenido el privilegio de ver otros aspectos de nuestra cultura que se custodian allí.

Mi primera exposición a los predios de la Fundación se remonta a mucho antes de que existiera como tal, cuando acompañé a Papi a visitar la casa de Muñoz en Trujillo Alto. En ese entonces, salvo saber que él era el gobernador, no tenía idea de todo lo que implicaba su persona.  Eso lo supe después, como adulta y he visitado los predios en innumerables ocasiones.  Siempre me conmueve ver lo apretado de los espacios de la modesta casa de un solo baño, los objetos de madera y loza que evidentemente tenían mucho significado para sus moradores, los dibujos de los nietos forrando las paredes del minúsculo baño y la pegatina de la pava en un recuadro de cristal en la puerta de la cocina.  Si una no supiera que allí vivió un ex gobernador, pensaría que era la modesta casa de una familia clase media en cualquier pueblo de la isla.

De Muñoz se ha dicho mucho, no siempre en términos favorables.  Particularmente en los últimos tiempos, tras la creación de la Junta de Control Fiscal y el caso Sánchez Valle, se le acusa de haber perpetrado un colosal engaño al pueblo.  Yo no lo veo así, pero cada cual interpreta la realidad de acuerdo a su visión del mundo.  Perfecto no era; después de todo, nadie lo es. Lo que nadie puede discutir –o al menos no debería- es su afán por establecer nuestra identidad cultural a través de organismos como el Instituto de Cultura, el Festival Casals, la División de Educación a la Comunidad y tantos otros esfuerzos a los que se unieron intelectuales de Puerto Rico y del extranjero.

Cuando me retiré del servicio público, quise unirme como voluntaria a la Fundación, para de cierta forma retribuir todo lo que he recibido como puertorriqueña producto del legado de Muñoz.  Como me ha ocurrido en otras instancias de mi vida, al dar de mí he recibido mucho más de lo que di. Al dedicar tres horas semanales a la Fundación ayudando a catalogar documentos y algún tiempo adicional en otras actividades, he ganado en experiencia y conocimiento sobre nuestra historia y cultura, además de rodearme de gente muy especial, con profundo amor por nuestra Patria.  Fruto de esa experiencia fue tener el privilegio de ver la colección de objetos que Don Teodoro Vidal puso a disposición de la Fundación y que están siendo catalogados para exhibirlos en un futuro. Hay vasijas, tallas, instrumentos musicales, implementos de uso personal; en fin todo tipo de artículos vinculados a décadas de la vida de los puertorriqueños y puertorriqueñas.

Al dedicar la sala de visitantes hoy, la Fundación creó un panel de lujo, conformado por las Doctoras María de los Ángeles Castro, Teresa Tió y Soraya Serra, moderado por Carmen Dolores Hernández.  Lo que allí se dijo de Don Teodoro Vidal (q.e.p.d.) me confirmó lo que ya había escuchado de él – se trataba de un ser noble, comprometido no sólo con preservar nuestra cultura más allá de hacer aportaciones intelectuales, sino también haciendo aportaciones materiales, ya que muchos de los objetos eran pagados por él.  La ponencia de la Doctora Castro reveló la dedicación de Don Tedy, como le llamaban cariñosamente durante su trabajo en Fortaleza como ayudante y su colaboración con Doña Inés para impartirle el carácter puertorriqueño al mobiliario de la Fortaleza y la localización de la antigua cocina.  En mi caso, oír cocina siempre capta mi atención.  También se aludió a la proyección de películas para evaluar su adecuacidad en actividades, lo que ciertamente y para quienes la conocemos sabemos, llamó la atención de la moderadora. 

La presentación de la Dra. Serra, a quien no conocía, aportó a conocer la calidad humana de Don Teodoro, quien la recibía en su casa con un vaso de maví cuando se reunían para catalogar objetos y los esfuerzos para exhibirlos en actividades locales.  A mí no me gusta el maví, pero sospecho que hubiese aprendido a saborearlo si un ser tan especial como Don Teodoro me lo hubiese ofrecido.  Fue la Dra.  Serra quien culminó el panel con un retrato tierno de Don Teodoro y me produjo un dejo de tristeza  no haberlo podido conocer, pero fue la presentación de la Dra. Tió la que inspiró este escrito.

Aludió a los diversos objetos que Don Teodoro logró rescatar, como por ejemplo la Virgen de los Reyes, razón por la cual quise mirar las páginas la publicación que se nos obsequió, con exquisitas fotografías de los objetos, que incluyen pinturas de Campeche.  Las fotos y el relato despertaron en mí el deseo de conocer más sobre estas pinturas, particularmente porque en el caso de una de ellas la Dra Tió alude a  una historia de amor de la mujer que aparece en uno de los óleos.  Mi lado romántico quiere conocer esa historia.  Pero fue un objeto mucho más sencillo el que inspiró este escrito y cuya foto lo adorna.

Hoy descubrí que esa muestra de bordado en punto de cruz que se usaba para enseñar a las jóvenes a bordar, se llama dechado.  Al ver la foto, me acordé de mis tiempos en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Manatí, donde cursé el séptimo y octavo grado. El Colegio -administrado por monjas españolas- era sólo para niñas en ese entonces y se ofrecían, además de los cursos usuales, clases de cocina y bordado.  La clase de cocina me encantaba, pero debo decir que odié el bordado.  Me entregaron un paño para practicar diversas puntadas, que debía finalizar con el abecedario completo realizado en punto de cruz.  Yo veía los hermosos paños de mis compañeras, quienes en poco tiempo comenzaron y hasta terminaron el abecedario.  Yo no llegué ni a la A.  Mi paño era como uno de cocina, con manchas y todo.

Y el recuerdo del paño de bordado me llevó a tantas memorias de lo que significaba en mi niñez prepararme para ser mujer y tener un hogar, lo cual según las monjas incluía saber cocinar y bordar.  Recordé también aquélla canción de

Arroz con leche se quiere casar,

 con una viudita de la capital;

que sepa tejer, que sepa bordar,

que ponga la aguja en su campanal…

 

Pues con esos requisitos no me hubiese casado, porque odio tejer, bordar y coser.  Ah, pero la cocina es otra cosa, que hago porque quiero, porque lo disfruto, no porque considere mi obligación.   Y a fin de cuentas, hay millones de mujeres que no saben cocinar y son felices.  Pensé entonces en la importancia de los objetos, que cuentan una historia de las personas que los poseyeron.  Así un bastón no es meramente un bastón –fue el apoyo de alguien que enfermó o sufrió una caída mientras hacía su vida.  Una peineta no es sólo una peineta, sino que fue adorno para una mujer con lustrosa cabellera que tal vez vio deslucir con el pasar de los años. Un paño de bordar no es meramente un paño de bordar -es la pieza que una joven tuvo una vez en sus manos, pensando en que se preparaba para lo que consideraba propio de su género o de otra, que a menudo se resistió a lo que era impuesto y prefirió dedicarse a lo que le hiciera feliz.

Los objetos que Don Teodoro logró preservar para futuras generaciones nos hacen reflexionar sobre lo que hemos sido, pero más que todo, nos inspiran a ser como Don Teodoro, un dechado de virtudes.

11 de mayo de 2021

 

 

 

 

 

 


domingo, 9 de mayo de 2021

Falta una

 



FALTA UNA

Hoy celebramos el Día de las Madres.  La mía murió hace 48 años, sin que yo tuviese la oportunidad de tener largas conversaciones con ella sobre lo que había sido su vida y cómo se convirtió en la mujer que era.  Pienso que esas conversaciones me hubiesen ayudado mucho a entenderla y apreciarla más de lo que hago.  Con el pasar de los años, he ido formando un rompecabezas –un pedacito aquí, otro allá, para visualizar quien era esta extraordinaria mujer a quien no alcancé a conocer plenamente.

Mi mamá respondía al patrón tradicional de lo que debía ser una mujer según su época y tristemente,  para much@s – todavía.  Era ama de casa, cosía, cocinaba divino y mantenía una casa impecable, de esas que se dice que se podría comer en el piso.  Su lema favorito era “las cosas se hacen bien o no se hacen”.  Mantenía una férrea disciplina, que muchas veces resentí, pero con lo que ya me he reconciliado y hasta he aceptado gran parte del lado positivo.  Por otro lado, no era una mujer pasiva y su rol en el matrimonio con Papi no era uno de mujer subyugada.  Papi valoraba sus opiniones y muchas veces sus decisiones estuvieron basadas en éstas.

Como parte del rompecabezas de Mami que empecé a armar, he pensado mucho sobre cuánto influyó en su carácter el fallecimiento de mi hermanita Ileana a la edad de un año, cuando yo tendría tres.  De eso no se hablaba, así que tras la muerte de mi papá, con quien no abordé el tema, me he quedado con grandes interrogantes.  La foto que acompaña este escrito presumo que es de nosotras dos en el corralito, con un asomo de la falda de mi mamá.  No tengo a quien preguntarle, pero para el caso no importa.  Tras la muerte de Ileana, a mi mamá le faltó una.

En estos días he pensado mucho en las madres a quienes les falta un@.  En un día como hoy, deben sentir aún más ese vacío.  Las imágenes de rostros sonrientes, cargados de regalos y flores para mamá despertarán un sentido de ausencia, de esperar ese abrazo que no podrá llegar.  Hoy yo quisiera tener a mi mamá para abrazarla y quisiera que ella no hubiese perdido a Ileana, para tenerla durante todos los días que vivió teniendo sólo una.

Feliz Día de las Madres, Mami, de tus dos hijitas.

9 de mayo de 2021


sábado, 8 de mayo de 2021

HISTÉRICAS

 




HISTÉRICAS

El niño símbolo de la cortesía, decoro, respeto y mesura en el discurso, Thomas Rivera Schatz, ha catalogado de histérico el debate en torno a la inclusión del feminicidio como delito en el Código Penal.  Ya estamos acostumbrad@s a sus comentarios destemplados, así que su reacción no me sorprende.  No me sorprende tampoco, que muchas de las mujeres que alzamos nuestras voces en contra de la violencia de género y el machismo seamos vistas como unas histéricas que estamos en contra de los hombres en general.  Todavía, en el siglo 21, muchas personas –hombres y mujeres- esperan que respondamos a un modelo de mujer recatada, que sea siempre conciliadora, que por Dios, no alce la voz, no refleje coraje ni opine en contra de lo que dice un hombre con autoridad. No en balde se repite eso de que “calladitas nos vemos más bonitas”.

Las muertes de Keishla y Andrea la semana pasada, víctimas de dos hombres que evidenciaron un total desprecio por la dignidad y la humanidad de sus víctimas, me han dejado un sentimiento de desasosiego que he buscado canalizar de algún modo y la escritura ha sido excelente vehículo para ello.  Estoy muy dolida emocionalmente y por lo tanto, siento la necesidad de comunicar lo que siento.  Siento más que nunca además, la necesidad de denunciar aquello que refleje una actitud machista.  Creo que lo he hecho desde siempre, pero por momentos dejo de hacerlo, tal vez por cansancio, por no hacer un overkill o porque creo que no es el momento.

Hace unos días alguien –un varón- en un grupo de WhatsApp al que pertenezco hizo un chiste que consideré machista y bien fuera de lugar dado el momento que como sociedad vivimos.  Que conste, que la gente que compone este grupo es gente educada, buena, que conozco hace muchos años, pese a que ya tengo poco en común con ell@s.  No es el primer chiste machista que hacen –tanto hombres como mujeres, porque el machismo no es exclusivo de los hombres.  Para no embarcarme en uno de mis planteamientos sobre el machismo, me limitaba a guardar silencio, frente a las caritas risueñas que enviaban otr@s. Como en estos días no estoy como para aguantar chistes machistas ni discriminatorios en modo alguno, verbalicé que el momento no era el mejor para este tipo de chistes.  Ninguno lo es, pero quise ser sutil.  Recibí por respuesta que sólo era un poco de humor, porque ya estaba bueno de morbo y noticias tristes.

Tuve que contener mi coraje y expliqué que aunque sabía que no había sido su intención, la entrelinea del “chiste” que no voy a repetir,  era que las mujeres éramos unas histéricas”.  Expresé que llevaba muchos años callando cuando algo me incomodaba para no herir sensibilidades, pero dado el momento que vivimos, no más.  Me ahorré el sarcasmo del comentario que hubiese querido añadir de las “frágiles sensibilidades masculinas” para no hacer el overkill, pero ese fue mi impulso original. Por respuesta recibí un escueto “a todos nos afecta; tengo hijas y hermanas, pero la vida continúa”.  Entonces el otro se vio en la obligación de hacer un ejercicio de mansplaining y me dijo que el problema precisamente era que yo había callado; que si hubiera comunicado inicialmente, no tendría esta carga.  Ah, y muy generoso expresó que estaba ahí 7/24 para ayudarme.  El otro también dijo que podía contar con él.

¿En serio? ¿Cuántas mujeres son tildadas de locas, histéricas, que imaginan cosas cuando confrontan a sus parejas con sus infidelidades, adicciones y maltratos? ¿Cuántas mujeres han ido a pedir órdenes de protección o presentar denuncias y son ignoradas?  Yo no he tenido que pasar por ese calvario, gracias a Dios.  Tuve un padre maravilloso, a quien le debo la mayor parte de este carácter que se resiste a aceptar las injusticias y quien me inculcó que yo podía aspirar a cualquier carrera profesional.  Me enseñó con sus actos amorosos hacia mi mamá, como debe ser tratada una mujer y con su trato a mí, que los hombres pueden ser tiernos, sensibles y sí- también lloran. También me enseñó a ser solidaria y por eso puedo sentir el dolor de las familias de Keishla y Andrea, aunque yo nunca fui maltratada.

Nunca fui maltratada como niña, ni lo fui en mis relaciones de pareja.  Mi divorcio tras 15 años de matrimonio no se debió a la violencia, sino al convencimiento de que pese a que era un buen hombre, no recibí el afecto que yo necesitaba.  En relaciones posteriores tampoco fui maltratada.  En todas las relaciones he sido respetada y las razones para las rupturas no tienen que ver con maltrato. Y por si acaso, me gustaría volver a tener un compañero sensible y amoroso.

Al igual que la palabra de las mujeres que denuncian abusos por parte de sus parejas es puesta en duda y por eso optan por callar, yo también he optado por callar por momentos, para ahorrarme precisamente la invalidación de lo que digo.  En todo el intercambio con estos dos varones, ninguno aceptó que el chiste era machista; ni tan siquiera dijeron que no lo consideraban así pero que se disculpaban si de algún modo me había sentido incómoda.  Al que sugirió que yo debí haber hablado antes, le contesté que ya no estaba dispuesta a callar, que habían sido muchos años; me respondió que le sonaba que yo todavía tenía “mucha carga” y que mientras más pronto la manejara, mejor. Y luego se embarcó en este discurso de que se le da más publicidad al machismo que al “hembrismo” y que él entendía, sin temor a equivocarse, que lo que el otro publicó no era machista, porque él incluso lo había compartido con otras mujeres que se habían reído muchísimo. Finalizó diciendo que todo se reduce al color del cristal con que se mira.

Doy infinitas gracias por todos los años de enseñanzas de Unity, clases de yoga, lecturas de Marianne Williamson y La Palabra Diaria, porque el nivel de indignación que sentí es indescriptible. Luego de que este cerebro que Dios me dio y por el que doy gracias logró organizar mi mente, le escribí con un sarcasmo que él no captó: “Bottom line: el problema soy yo” Y el tipo me contestó: That is a good start.  Más respirar hondo. Todavía debe sentirse satisfecho de pensar que ayudó a esta pobre mujer histérica a que viera que no hay nada machista en el chiste.  No sé si alguna vez logrará comprender que precisamente por reacciones como la suya, es que las mujeres callamos lo que sentimos. Por eso Andrea abandonó la lucha ante la muralla de indiferencia del sistema. Y todas mis lecturas espirituales me enseñan que él –al igual que otr@s-  no está listo para ver lo que para mí es evidente, así que es momento de soltar. Me limité a enviarle copia de mi escrito anterior sobre por qué callamos, pero sospecho que ni lo leyó.

Hay un detalle que me resulta aún más doloroso.  En ese grupo hay mujeres. Ninguna se pronunció en torno a esta controversia.  Como dicen los abogados en foros federales, I rest my case.

8 de mayo de 2021

 

jueves, 6 de mayo de 2021

Callar

 





¿POR QUÉ CALLAMOS?

Por Keishla, por Andrea,

por todas las mujeres maltratadas

 

Antes que todo, quiero dejar establecido que no pretendo en modo alguno comparar mi situación con la de las más recientes víctimas de violencia de género.  Cualquier dificultad que yo haya podido enfrentar palidece ante el horror que vivieron estas mujeres.  A partir del sábado, cuando apareció el cadáver de Keishla arrojado como basura en la laguna San José, se me fue acumulando un sentido de indignación.  Indignación por ella, por Andrea, víctima no sólo de su verdugo, sino también del sistema y por todas las mujeres que de algún modo han sido víctimas de violencia de género.  Los hombres también han sido víctimas, pero en menor grado.  La diferencia en vulnerabilidad de uno y otro género es abismal.

Son muchas las mujeres en situaciones de violencia que callan y las causas son variadas.  Por sobre todo, está el miedo.  Su victimario las amenaza con matarlas si hablan, o hacerle daño a sus hijos.  Otras callan por vergüenza, porque no pueden comprender cómo alguien con su educación pudo caer en la trampa de su agresor.  Otras callan porque prefieren la certeza del maltrato en una casa, a enfrentarse a la incertidumbre de lanzarse a un mundo desconocido para ellas.  Ninguna se mantiene en esa situación por gusto.

Nunca fui víctima de violencia, pero ayudé a dos amigas que sí lo fueron.  Ambas eran mujeres con grados universitarios.  La violencia fue escalando poco a poco, así que presumo cayeron en ese ciclo en el que el agresor se muestra arrepentido, pide perdón y luego vuelve a caer en el mismo patrón.  Una de ellas estuvo refugiada en mi casa por varios días.  En el caso de la otra, me limité a buscarla y llevarla a otro lugar.  Me consta que una de ellas pudo superar todo ese horror, ha formado un verdadero hogar y contribuye a la sociedad ayudando a otr@s.  En el caso de la otra, hace años que no sé de ella.  Espero que esté bien.

Por más de 15 años dirigí una oficina dedicada a combatir el discrimen en sus diversas manifestaciones, incluyendo el hostigamiento sexual.  Muchas de las mujeres se resistían a presentar querellas, precisamente por el temor a que no creyeran su versión.  Lo más triste era conocer los casos donde otras mujeres en la misma área de trabajo alegaban desconocer o peor aún, responsabilizaban a la víctima de lo que ocurría, alegando que ella “lo había provocado”.  Nunca responsabilicé a una mujer por no presentar una querella, porque no hay garantías de que vaya a prosperar.  Casi nadie quiere correrse el riesgo de exponerse, declarar contra alguien que incluso puede ser su supervisor, para que luego todo quede en nada.  Eso sin contar la difícil situación de enfrentarse a las críticas mientras la querella se resuelve.

Aparte de atender las querellas, ofrecía talleres para orientar al personal.  Tengo recuerdos de talleres muy positivos y otros terribles.  Hubo uno que ofrecí a empleados de un proyecto de construcción, en el que percibía un ambiente totalmente hostil.  De hecho, ese fue el único con ese nivel de hostilidad.  Uno de ellos hablaba de que qué se podía esperar, si las mujeres se acostaban en la playa con las piernas abiertas - cosa que evidentemente no tenía nada que ver en el ámbito de trabajo.  Otro comentó que el problema se resolvía si las mujeres se vestían como en los países árabes, cubiertas de pies a cabeza.  En un taller que no fue hostil, uno comentó cuando abordamos el tema de los piropos o las miradas lujuriosas, que él no se podía contener.  Obviamente, le sugerí que buscara ayuda.

Y esto me trae al recuerdo de incidentes menores que sufrí, como creo que el 99% de las mujeres hemos sufrido.  Yo me desarrollé físicamente como desde los diez años, así que desde muy jovencita mi condición femenina se hizo evidente.  Odiaba pasar por aceras en las que dos o tres hombres se recostaban de la pared como flamencos, porque invariablemente me hacían comentarios o me tiraban besos.  En una ocasión llegué a casa a preguntarle a mi mamá que querría decir uno de ellos cuando me dijo que estaba como la langosta, a lo que ella me respondió, “nena, que tienes toda la carne atrás”. 

En dos ocasiones distintas, mientras era estudiante de escuela superior y de primer año de universidad, dos hombres se acercaron a mí con disimulo mientras caminaba por la acera y simulando querer hacer una pregunta, se sacaron el pene.  Hacía años que no recordaba estos incidentes que no me marcaron, pero en estos días los he recordado y se juntan con otros.  En otra ocasión, estaba en una fiesta en casa de una amiga, donde conocí a este hombre que me invitó a bailar.  Tras un rato, me propinó una nalgada.  Cuando lo reclamé airada, me respondió “es que no me pude contener”.  Le conté a mi amiga lo ocurrido y me fui de la fiesta.

A través de los años he escuchado comentarios que a veces dejo pasar, como cuando alguien que no me conocía en el trabajo me llamaba “mi amor”.  Pocos entendían que en el ámbito de trabajo esto no es correcto, pero muchas veces lo pasé por alto, por no parecer anti social, muy chavona, difícil, etc. En otra ocasión un jefe que tuve -en su primer día de trabajo- cuando nos presentaron, me miró de arriba abajo, con una de esas miradas que conocemos muy bien y me preguntó: “licenciada, usted es casada?”  Por años he recibido este tipo de mirada.  No solamente con respecto a mí, sino que lo observo cuando van dirigidas a otras mujeres.  Son miradas llenas de lascivia, que están totalmente fuera de lugar en el ámbito de trabajo o entre personas que no se conocen ni están interesadas en sostener una relación de pareja.

Y luego entramos en el asunto de los chistes –algunos de contenido sexual y otros evidentemente machistas.  Y el chiste o el comentario machista no necesariamente tiene que provenir de hombres.  El pensamiento machista está tan entronizado que hasta las mujeres hacen comentarios machistas.  De hecho, muchas mujeres crían hijos machistas.  Con frecuencia me he pronunciado en contra de este tipo de  chistes y casi siempre recibo por respuesta que es solo un chiste; que yo no tengo sentido del humor y que ell@s no ven ningún problema con el chiste.  Esto es de esperarse, precisamente en una sociedad machista.

Para abonar al problema, tenemos ahora un nuevo género musical, conocido como trap, que contiene letras violentas o que resultan ofensivas a la mujer, en las que se les llama pu… con todas las letras.  Son varias las veces que me he pronunciado en contra de esta lírica y me miran como si yo viniera de otro planeta.  Para mí, es evidente que no hay un respeto al ser humano cuando se habla de una persona de manera despectiva o se alude a una violencia descontrolada, simulando tener metralletas. Eso es lo que oye mucha gente, como si oyeran llover.

Y muchas veces me callo.  Todo ser humano quiere sentirse aceptado, comprendido.  Es duro sentir un rechazo, por señalar eso que me inquieta.  Y entonces matan a Andrea y a Keishla, por el simple hecho de que sus parejas se sintieron con derecho sobre sus vidas.  No todo hombre machista es un hombre violento, pero hay unas circunstancias que propician que ese machismo evolucione hacia otra cosa.  Nuestra sociedad necesita cobrar conciencia de la dignidad de todo ser humano.  Esa dignidad no es cónsona con el machismo escondido tras el chistecito o la canción de moda.  Tras estas muertes, he recordado todos los incidentes que he experimentado simplemente por el hecho de ser mujer y que van en contra de mi dignidad. Y no me da la gana de callarme.

6 de mayo de 2021


lunes, 3 de mayo de 2021

Una más ; una menos

 




UNA MÁS; UNA MENOS

El sábado regresé de unos días de ensueño en Rincón. Escuchaba uno que otro detalle de la desaparición de una mujer.  Por el hecho de estar fuera de mi entorno y enfocada en el disfrute de la belleza que me rodeaba, no estuve pendiente de todos los detalles.  Ya al llegar el sábado en la tarde, me entero de que había aparecido el cuerpo de una mujer en la laguna San José.  Vi un reportaje por televisión, transmitido en vivo, que me resultó espantoso.  En él seguían las lanchas sacando el cuerpo del agua; siguieron el vehículo del Instituto de Ciencias Forenses en el tránsito hasta sus instalaciones y la cámara enfocaba a los técnicos sacando algo enfundado en una de esas bolsas que se utilizan para manejar cadáveres.

Otra cámara se mantenía enfocada en los familiares y amigos que esperaban en las inmediaciones del Instituto.  Se les veía abrazarse, llorar; una fémina peinaba allí, en medio de ese espacio a la que entendí era la madre de la mujer desaparecida y a la que ya intuían era el cadáver que acababa de llegar.  Y yo me preguntaba para qué yo tenía que ver eso.  ¿Qué aporta a la necesidad que yo tengo de información el ver cómo sacan una bolsa que no se sabe qué contiene? ¿Qué necesidad tengo yo de ver el más mínimo movimiento de los familiares y cómo reaccionan en medio de su dolor? A mí me parece una invasión a un mínimo de decoro que se debe al dolor de familiares y amigos.

Yo pensaba llegar de Rincón a relatar la hermosa experiencia que tuve, pero en vista de lo ocurrido me parecía fuera de lugar, casi obsceno. Me duele el dolor de esa madre que desde el principio intuyó que algo andaba mal; esa madre que estaba en Orlando, tomó un avión y llegó aquí, a esperar a su hija a la entrada del residencial donde vivía.  Esa madre y esos hermanos que se abrazaron en el dolor. Esa madre que se comunicaba a diario con su hija.  Poco a poco se fueron sabiendo más detalles.  Mientras más sale, más me horrorizo.

Hoy hay una hija, una hermana, una amiga, una empleada, una vecina menos.  Hay una madre más que llora desde sus entrañas la ausencia de una hija.  Hay una hija menos que llegará a abrazar a su madre.  Hoy hay una madre más para quien este Día de las Madres que estamos a punto de celebrar se sentirá como un puñal en el centro del pecho, porque habrá una hija menos.  Nos toca a tod@s trabajar para que cese esta violencia contra las mujeres.  Esta no es una violencia como cualquier otra.  Es una violencia del hombre que se siente con todo el derecho del mundo a disponer del cuerpo de una mujer como le venga en gana.  Ahora sabemos que Keishla estuvo en esta relación por más de diez años, por lo que comenzó cuando apenas era una adolescente.

Este hombre -que por todo lo revelado y las acusaciones presentadas- disfrutó de este cuerpo como quiso, al punto que mantuvo la relación aun después de estar con otra, finalmente realizó el acto supremo de quien se siente dueño de un objeto: la desechó de la forma más vil e inhumana porque le entorpecía sus planes.  Hoy hay una mujer menos -joven, productiva, amorosa, a punto de ser madre.  Hay una menos.  Hagamos nuestra parte para que no haya ni una  más.

3 de mayo de 2021