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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

viernes, 15 de marzo de 2024

Celebrar







CELEBRAR

Este año celebro una nueva década. Comencé a festejar con mi Buddy tres días antes, con esos detalles que ella se esmera en preparar -tarjetitas con mensajes, velas de estrellitas y un libro que resultó muy apropiado para la siguiente etapa de la celebración.  De hecho, el libro - muy adecuadamente titulado Gift From The Sea, de Anne Morrow Lindbergh, me acompañó en mi estadía en Rincón/Añasco.  Disfruté de una estadía de tres días y dos noches para mí solita en Rincón Beach Resort, lugar en que había estado antes y este año escogí para celebrarme a mí misma en esta nueva vuelta al sol.  Pedí específicamente que la habitación tuviera vista al mar y así fue.



Salí el sábado antes de mi cumpleaños rumbo a Rincón, porque no quería guiar el día de mi cumpleaños, que era al día siguiente.  Conducir por dos horas y media, si no me pierdo, me resulta agotador, sin contar el estrés de los locos en la carretera y la ansiedad que me produce ir a un lugar que no recuerdo cómo llegar, lo que me hace depender del dichoso Google Maps. Como voy manejando sola, dependo de esa voz de mujer que me dice que en 300 metros debo tomar la salida tal, que no siempre está rotulada o que en 400 metros debo doblar a la derecha y no sé cuál de las varias entradas corresponde a los benditos 400 metros. Había decidido partir por el norte y regresar por el sur.

Antes de mi aventura quise tomar la clase de natación, así que terminé saliendo a eso de la 1:10 de la tarde.  Me cogió un tapón de madre por Vega Alta y no veía la hora de llegar al menos a Arecibo, para sentir que ya estaba encaminada.  Finalmente llegué a Quebradillas, a esa cuesta desde la que se vislumbra el acantilado con nuestro mar de un intenso azul coronado por las olas que semejan crema batida y nuestra bandera ondeando majestuosa.  




Me detuve a contemplar el mar y sentir que mi hermosa bandera me cobijaba.  No tuve contratiempos, sin perderme y finalmente – a eso de las 4:30 llegué al hotel que, pese a su nombre, está en Añasco y no en Rincón.  Solté los motetes, me puse cómoda y salí a contemplar el paisaje.  Ya el sol comenzaba a arrojar luz plateada sobre el agua.



Tenía mucha hambre, porque con el desespero de llegar no me había detenido a almorzar, así que regresé a la habitación a bañarme y prepararme para cenar en el restaurante del hotel, que es muy bueno.  Comí dorado con salsa tropical y una copa de Chardonnay.  Al salir me detuve un momento a escuchar a una pareja de músicos cantar suaves melodías, pero el cansancio me venció así que regresé a dormir.  Luché con el sueño porque eran como las 8:30, pero finalmente me rendí y dormí muy bien.

Al otro día -el del cumpleaños- bajé con el traje de baño bajo una batita, mis chancletitas de estrellitas, el libro regalo de mi Buddy con la libreta donde anoto mis pensamientos del día en compañía de Estrellita y Perli -mis compañeras inanimadas de viaje- a tomar el desayuno, con intención de luego tenderme sobre un chaise lounge a contemplar el mar. 




Estuve un buen rato leyendo, escribiendo y la mayor parte del tiempo, eslembada -que dice Luis Rafael Sánchez que es una deformación de la palabra embelesar- mirando el mar.  También recibí llamadas cariñosas de amistades, que me confirman lo bendecida que soy de recibir tanto amor. Por momentos caminaba por la orilla, por otros leía o escribía, pero la más de las veces estaba en ese trance de eslembamiento. Tomé varias fotos y luego al revisarlas decidí que regresaría a tomar otro ángulo de una de ellas, pero debía darme una ducha para ir a Kaplash a comerme unas empanadillas de marisco.

Kaplash es parada obligada cuando voy por esos lares, por mi afición -como buena pisciana- a todo lo que provenga del mar.  El sitio es muy informal, con mesas, sillas, vasos y platos de plástico, así que pedí un mojito, porque el vino quedaba descartado.  Pedí una empanadilla de langosta y otra mixta, sin decidirme a pedir otra, porque quería cenar bien en la noche para celebrar mi cumpleaños como Dios manda.  Mientras esperaba por las susodichas le eché un vistazo a mi celular y para mi total deleite, descubrí una columna de Luis Rafael Sánchez en la versión digital en El Nuevo Día, que devoré con fruición, sobre todo por el título: Besar.  Suspiré. Lo tomé como otro regalo de cumpleaños y en ese escrito fue que encontré la alusión a la palabra eslembar, que es precisamente lo que hago cuando escucho a este escritor.  Me eslembaba desde que fui su estudiante en bachillerato y varias décadas después, me sigo eslembando. Ojalá todo estudiante tuviera un profesor(a) ante quien eslembarse con el embrujo de su voz, su dominio del lenguaje y su imponente presencia.  Pero retorno a las empanadillas.



 Las dos frituras estaban muy buenas y me debatí si debía pedir otra.  Finalmente me decidí a pedir una de pulpo, porque después de todo, no sé cuánto tardaré en regresar por esa área.  De regreso me detuve en una torre de observación, con la ilusión de divisar una ballena que se presentara a desearme feliz cumpleaños, pero no tuve tanta suerte.  Al menos pude divisar el hotel y sus alrededores a distancia.



Regresé al hotel en busca de un lugar donde leer tranquilamente y me fui a una terraza en un área común del piso donde estaba mi habitación, pero había bastante ruido porque da a la piscina, así que me moví.  Estuve en unos butacones en un pasillo cercano al vestíbulo.  Allí me puse a ver un vídeo que me envió una amiga, cuando entró una llamada de mi amigo José, que vive en el estado de Washington.  Me felicitó y me expresó tantas palabras hermosas sobre nuestra amistad de más de veinte años, que me sentí aún más privilegiada, como con la llamada de Thalía y Alba, con quien hacía mucho tiempo no conversaba.  Luego de ese baño de amor, era momento de otro baño para prepararme para la cena.

Bajé al comienzo del atardecer, con intención de tomar unas fotos del espectacular atardecer rincoeño.  Al acercarme al lugar se me adelantó un entourage de novios con fotógrafo armado de cámara, filtros, flashes y toda la parafernalia de los fotógrafos profesionales, así que me moví a otro lugar.  Al rato, vino el entourage a entorpecer mi labor aficionada, pero pude tomar lo que creo son bastantes buenas fotos con mi teléfono celular. 














Total, tengo grabados en mi mente esos espectaculares atardeceres de mi patria.
   No me canso de alabar su hermosura y de dar gracias porque este es mi hogar, al que vienen muchos a pasar unas breves vacaciones, mientras yo puedo disfrutar de esa belleza cuando quiera.  Finalizada mi sesión fotográfica, me dirigí al restaurante.

Me decidí por pedir carne de bisonte.  Después de todo, este no es un cumpleaños cualquiera.  Resultó con algunos pedazos un poco chiclosos, pero de muy buen sabor y la acompañé con un Chianti.  Al finalizar, pedí un brownie caliente y pedí otra copa, porque el chocolate con vino tinto es un verdadero deleite, que casi llega al pecado, como diría mi admirado profesor.  Pedí fósforos para prender la velita que llevé conmigo y el mozo la prendió con uno de esos Magi clicks que se usan para encender las estufas de gas.  En silencio pedí me deseo y la apagué.









Al otro día fui a desayunar y regresé al área donde estuve contemplando el mar y quise volver a tomar una foto de una porción de un árbol con una rama cuya forma semejaba una serpiente.  La marea estaba más alta que el día anterior y caminaba con dificultad.  El mar golpeaba mis pantorrillas, así que me apresuré a tomar la foto.  Vino una ola fuerte y llegué a temer que otra me arrastrara, así que desistí de caminar más allá y me regresé al chaise lounge.  Contemplando el mar sentí como si estuviera molesto, probablemente porque sí lo estaba, así que en mi mente le hablé.  Los seres humanos hemos abusado de su abundancia y belleza; invadimos su reino cada vez más y le arrebatamos sus hijos con avaricia, sin mesura y muchas veces cruelmente.  No sé si me entendió, pero lo sentí más calmado.












La hora de salida debía ser a las 11 am, pero me permitieron una hora adicional.  Consideré quedarme un día más, pero al día siguiente tenía compromisos y de hecho, tenía una semana complicada, así que hice una nota mental para quedarme cuatro días en lugar de tres la próxima vez.  El plan era regresar por el sur y detenerme en Salinas para encontrarme con un amigo a almorzar en un restaurante de mariscos que me encanta.  El trayecto se me hizo interminable, pero no me perdí.  Almorcé muy bien y ya en ruta familiar llegué a casa cansada, pero feliz.  Fueron tres días en contacto con mi ser interior, en contemplación del mar que me seduce e hipnotiza.  Recibí el amor de mis amistades a través de sus llamadas y mensajes.

Estaba sola conmigo misma, pero no me sentía sola.  Me celebré a mí misma, que es algo que mucha gente no entiende, como la mesera de un restaurante al que fui una semana después con unas amistades, que insistió en que, si mi amiga y yo estábamos celebrando, había que cantar.  Y yo insistía en que no y ella que sí, por lo que trajo como 4 mozos más y comenzaron a cantar, para mi total disgusto, Happy birthday to you…O sea, que no sólo me cantaron porque a ellos y no a mí les dio la gana, sino que encima cantaron en inglés, aunque luego lo hicieron en español.  Cuando nos marchábamos, me imagino que ella sentía que había hecho una gran obra por esta pobre mujer que necesitaba que le cantaran Happy birthday para celebrar su cumpleaños. Para añadir, comentó: “¿lo ve?; hay que celebrar”.  Jamás entendió.  Cada cual celebra como le parezca.  En ocasiones puedo celebrar escuchando Feliz cumpleaños, pero hay momentos en que quiero celebrar de forma callada, como si los ruidos que no provienen de la naturaleza puedan estropear ese momento mágico en que me adentro en mí misma para pensar en mis bendiciones, escribir sobre lo vivido, leer textos con alma, disfrutar de los sonidos del mar o simplemente, eslembarme ante su majestuosa presencia. Celebrar así es un privilegio.

15 de marzo de 2024

 




lunes, 5 de febrero de 2024

¿DORMIRÁN BIEN?

 



¿DORMIRÁN BIEN?

Recuerdo varias instancias durante mi tiempo como servidora pública en las que se me alteraba el sueño ya bien fuera porque me preocupaba por los trámites pendientes o porque me sentía intranquila con alguna decisión que había tomado.  ¿Hice lo correcto? ¿Qué consecuencias tendría mi decisión? ¿Miré todos los ángulos?  Gestionar fondos para la pequeña oficina que dirigía me causaba gran desazón, sobre todo cuando hacía grandes esfuerzos para justificar cada partida del presupuesto y terminaba con nada.  Hubo un momento en que tras el bofetón de la notificación rechazando los más que necesarios aumentos en ciertas partidas, me encerré a llorar de rabia y frustración. En ocasiones tuve que tomar decisiones que afectaban pequeños negocios o involucraban el personal asignado a mi oficina, que no siempre acogía de buen grado mis determinaciones.  En esos momentos podía pasar largas horas desvelada, o con sueño interrumpido, que me hacía recordar lo que me causaba desazón y me hacía sobresaltar en mi cama, con los ojos bien abiertos y sin asomo alguno de que Morfeo les rondara.  

En fechas recientes hemos escuchado de varias mujeres que han muerto o han sido agredidas a manos de sus parejas y las acciones de los diversos componentes del sistema -policía, fiscales, jueces- así como la comunidad.  Es una situación que se repite con demasiada frecuencia y ya no sabemos cuál fue el último caso.  El asesinato de una mujer, su madre y hermano cobró gran notoriedad por la colección de errores u omisiones de todo el aparato gubernamental involucrado, los que se embarcaron en un ejercicio de apuntar el dedo acusador hacia otro lado, con poca evidencia de haber hecho un esfuerzo genuino de introspección.  Los hechos se han analizado a la saciedad en cuanto medio noticioso hay.

Pese a las angustias que sufrí por decisiones que tomé, doy gracias a Dios que nunca tuve que tomar una decisión en la que estuviese en juego la vida de una persona.  Si mi sueño se alteraba por aspectos presupuestarios de una oficina que la más de las veces pasaba desapercibida, por una decisión que afectaba un negocio o que generaba reclamaciones de emplead@s, no quiero imaginar cómo se afectaría no digo yo mi sueño, sino mi sanidad mental, si una persona hubiese muerto como resultado de los actos de otr@ que yo hubiese podido evitar.  No tengo duda de que ninguna de las personas que intervinieron en el caso jamás pensaron en que el hombre que estuvo ante ell@s hubiese actuado como actuó.  De hecho, la víctima misma tampoco lo imaginó, porque el horror, como la ilegalidad no se presume.  Pero las señales de peligrosidad estaban ahí.

Tengo la impresión de que en este caso se juntaron varias omisiones de todos los actores de este drama.  Tal vez, si uno de los componentes hubiese dado el máximo, pensado en lo impensable, actuado con mayor previsión, el resultado hubiese sido otro.  Que si los policías hubiesen atendido la querella con más diligencia; que si la jueza hubiese tomado otras medidas; que si la fiscal hubiese examinado el historial previo y hecho las observaciones a la juez oportunamente…Hay situaciones de criminales que han logrado burlar la vigilancia del grillete electrónico; no sabemos si el asesino en este caso lo habría hecho, pero al menos queda la tranquilidad de haber hecho todo lo que estaba en manos de los involucrados, que aparentemente no se hizo.

Me pregunto cómo dormirán los tres actores en este drama.

5 de febrero de 2024


lunes, 1 de enero de 2024

Estrenando año

 


ESTRENANDO AÑO

Hoy estrenamos año.  En un momento pensé en los comienzos de año escolar, cuando estrenaba zapatos, uniforme y libros nuevos para el inicio de un nuevo curso y grado, con la emoción de sentir el olor de los libros nuevos, del cuero del bulto en el que habría de echarlos y hasta el de los forros de papel que tenían una textura especial que al inicio era tiesa, con el uso se gastaba, se hacía maleable y adquiría una tonalidad ceniza.  Todo se sentía nuevo, incluyendo la experiencia, sin tener aún conciencia de que en realidad, lo nuevo siempre viene acompañado de vivencias pasadas.

Y comencé a pasar revista de las vivencias del año que hace apenas unas horas terminó.  Ha sido un año de mucho crecimiento y experiencias extraordinarias.  Pude culminar un ciclo para darle cierre al proceso de venta del apartamento de Papi, que me resultó estresante al tener que lidiar con circunstancias inesperadas debido a que no dependía solo de mí, sino también de otras partes involucradas.  Aprendí a soltar, a hacerme cargo de lo que podía controlar y dejar ir lo que no.  En el proceso gané nuevas amistades que ahora ocupan ese espacio que tantas veces visité para compartir con Papi y me siento en paz.

Pensé en las experiencias trascendentales por la magnitud, como el viaje a Sudáfrica, que representó la culminación de un sueño que fue interrumpido en varias ocasiones y que finalmente pude concretar.  Las experiencias fueron extraordinarias –el contacto con especies en su hábitat natural, la conciencia de que pisaba el suelo que una vez pisó Mandela en su larga y tortuosa lucha en busca de la libertad personal y colectiva y conocer  gentes que son tan distantes en términos geográficos, pero que sentí muy cercanos a nuestra esencia.  Presenciar la majestuosidad de las cataratas Victoria fue espectacular.  A nivel más personal, la experiencia de viajar con otra persona resultó mucho más agradable de lo que pensé, dada mi tendencia a viajar sola.  La vivencia le añadió una nueva dimensión a mi amistad con Isabel, que se fortalece con el tiempo.

Hablando de amistades, no puedo dejar de dar gracias a Dios/Universo por las extraordinarias amistades que tengo –las de hace décadas y las más recientes.  Con ellas comparto las penas –las de ell@s y las propias, así como las alegrías –las simples y las más grandes.  Algunas enfrentan retos de salud o pérdidas y quiero servirles de apoyo.  Con todas comparto mis dudas, mis angustias existenciales relacionadas con el inexorable paso del tiempo, al igual que los grandes y pequeños gozos, casi siempre acompañadas del vinito que tanto disfruto.  Mi amiga Wilma me regaló un calendario al que pueden desprenderse hojas semanales y me encanta porque aunque uso el calendario en el celular, tenerlo en la puerta de la nevera me lo hace más visible. Hoy lo estreno. Fue precisamente ella quien me invitó a unirme a las clases de acuaeróbicos, lo cual eventualmente me llevó a tomar las clases de natación.

Nadar era una asignatura pendiente y tomé la decisión de enfrentar mis miedos.  Todavía no puedo decir que nado propiamente, pero estoy en camino.  Como todo, es un proceso y debo decir que me siento orgullosa de mí misma, que a los 69 años decidí enfrentarme a este miedo, haciendo a un lado la vocecita que me desalentaba diciendo que para qué iba a aprender a estas alturas, que no necesito saber nadar.  Y esa vocecita se mete en mi cabeza cada vez que saco la cara para coger aire y lo que cojo es agua, cada vez que entro en pánico cuando vamos a la parte honda de la piscina, agarrados del borde para nadar hacia la parte más llana y que responde con coraje cada vez que no logro ejecutar los movimientos como se debe.

Esa vocecita insidiosa es la misma que me repite que ya los años me delatan, que me instala el miedo a lo tecnológico, la resistencia a los cambios y me pinta un futuro sin un compañero de vida.  Es la misma vocecita que me instala el miedo al cáncer cada vez que veo una manchita en alguna parte del cuerpo o un síntoma de esos que me impulsa a buscar en WebMD qué podría ser esa manchita o esa molestia.  Y casi sin atreverme a decirlo, la que instala el pánico y el temor al Alzheimer cada vez que no encuentro el teléfono, las llaves o el bolígrafo que hacía unos minutos tenía en las manos. Me habla cuando voy a un sitio desconocido de esta habilidad suprema que tengo para perderme y últimamente lo combina con el miedo a manejar de noche por sitios oscuros, desconocidos o todas las anteriores.  Sospecho que tod@s tienen una vocecita similar. En este nuevo año estaré más consciente de agradecerle que se preocupe por mí, pero una vez atienda lo que es necesario atender, la mandaré a callar.

Entre las grandes alegrías cuento los tres -¡Tres!- encuentros fugaces con Luis Rafael Sánchez, con motivo del homenaje que le rindiera la Universidad de Puerto Rico, fuente de mi otro enorme agradecimiento.  Gran parte de lo que soy, después de mis padres, se lo debo a mi amada IUPI.  No puedo pensar en uno sin pensar en la otra, inseparablemente unidos en mi corazón. Me angustia ver la precaria situación de nuestra –sí, porque pertenece a todos y todas- debido a la incompetencia de la dichosa Junta y el gobierno de turno para lograr que nuestro primer centro docente siga ofreciendo una educación de calidad a las futuras generaciones.

No puedo sustraerme del coraje y la frustración que me provocan las estupideces de los que se supone sean líderes, pero que en realidad son personajes que persiguen agendas propias y al pueblo que sufra las consecuencias.  Cada vez que se va la luz me entra este coraje, esta rebeldía, porque es un reflejo palpable de lo mal que nos ha ido.  Y eso es lo de menos.  Lo más terrible son las familias que están aún sin techo tras el paso de María –¡María, María, que fue hace seis años! Y los trámites que deben hacer los afectados para lograr conseguir una casa –bien sea para adquirir o alquilar, con un vale que al fin de cuentas no sirve de nada, como las órdenes de protección para algunas mujeres a las que los tribunales, la policía y el sistema en general les ha fallado.  Y mientras, el gobierno nos atosiga con los anuncios de “haciendo que las cosas pasen”; añádase el último asqueroso ejercicio de usar la canción de Tony Croatto: “Yo habito una tierra luz”, justo ahora que a tantos les hace falta luz en sus hogares y a estos incompetentes en su alma.

Mi alma se conmueve con los horrores de la guerra Ruso-Ucraniana y Gaza - Israel. En esta última, el horror del ataque terrorista inicial ha dado paso al horror de la respuesta encarnizada de la víctima convertida en victimario.  No puedo imaginar la angustia de esa pobre gente que fue obligada a movilizarse al sur de Gaza, tan sólo para que allí les persigan los bombardeos.  Mientras aquí nos estremecen petardos, cuartos de dinamita y toda clase de pirotecnia lanzada al aire, allá son bombas que arrasan edificios, barrios enteros y destruyen las vidas de quienes celebraban la Navidad anterior en la calidez de sus hogares, rodeados de sus seres queridos.  Hoy no tiene hogar, no tienen ciudad, no tienen algunos seres queridos y muchos, brazos, piernas, ni siquiera vida.

La vida se compone de penas y alegrías.  Durante el año que acaba de concluir he tenido más alegrías que penas.  Miro este nuevo año con esperanza: nuestro pueblo ha ido comprendiendo que hay que buscar una nueva forma de elegir nuestr@s líderes.  He ganado sabiduría para lidiar con los retos y deshacerme de costumbres que ya no me producen alegría.  Les deseo a tod@s que este año les sea propicio y tengan, sobre todo, paz.

1 de enero de 2024

martes, 26 de diciembre de 2023

Amor en una receta

 



AMOR EN UNA RECETA

Durante esta época he  disfrutado de la lectura del folleto de la temporada de Adviento de Unity, que han titulado “La más dulce Navidad”. Lo he incorporado a mi rutina de  La Palabra Diaria, la cual no me puede faltar.  Hace dos domingos un escrito capturó mi atención en la primera línea: “Cocinar y hornear es una de mis actividades favoritas.” El artículo se titula Amor y sin duda, cocinar y hornear es una de las maneras en que suelo manifestar amor.  La autora, la Rvda. Teresa Burton relató una anécdota personal sobre una receta que había compartido hacía años con una amiga que hacía tiempo no veía.  La amiga la llamó porque perdió la receta de unas bolas de Navidad que le había copiado en una tarjeta.

La autora ofreció enviarle la receta por correo electrónico y la amiga le dijo que prefería que le copiara la receta y le manifestó: “Me gustaba tener tu letra.  Todos los años veía esa tarjeta, hacía esa receta y pensaba en ti”.  Se me aguaron los ojos en ese momento, y aún ahora, escribiendo estas líneas, se me vuelven a aguar.  He guardado recetas que me han compartido otras amigas.  Una de ellas, me la dictó por teléfono y no tiene su letra, sino mi propia y  casi imposible letra, que a veces hasta a mí me da trabajo descifrar.  Cada vez que veo la receta, pienso en mi amiga Leila, que lamentablemente falleció hace varios años y a quien recuerdo a menudo, particularmente cuando preparo la receta que me dictó.  Pero hay otra receta que tiene una relevancia aún mayor con respecto a la publicación que leí y por ello adorna este escrito.

Elena y yo somos amigas hace más de 40 años.  Su esposo y mi ex estudiaron juntos en escuela superior. Nuestra amistad ha sobrevivido a cambios, mudanzas, retos de salud y hasta mi propio matrimonio.  Solíamos embarcarnos en proyectos culinarios y compartir recetas.  Una de esas recetas es lo que ella llama mantecaditos de nueces y yo les digo bolitas de nueces.  Por alguna razón, las hago solo en Navidad.  Curiosamente, hace unos años encontré una receta, creo que en un paquete de margarina, para lo que llamaron “snowball cookies”, que resultó muy similar a la receta que Elena me compartió.  ¡No en balde las hago solo en Navidad!  Y no me extrañaría que fuera precisamente esta receta o una variante de ella la que se identifica en la publicación de Adviento como “bolas de Navidad”, la que ahora me inspira a escribir, recordando a mi amiga Elena.

Elena no habla mucho.  De hecho, tal vez hablamos cinco o seis veces al año, pero siempre nos encontramos para Navidad y nuestros respectivos cumpleaños en marzo.  Hay algo en la entonación de su voz cuando me dice “Anita” que me transmite un amor y ternura infinita.  No nos vemos a menudo y nuestras vidas son muy distintas, pero hay un vínculo inquebrantable que se estableció hace décadas y aún perdura.  Cada vez que hago la receta de estas esferas polvoreadas de azúcar puedo sentir su amor.  Ver su letra en esa tarjeta me la trae al pensamiento y me hace conectar con esa esencia pura, que por alguna razón ha decidido mantener una amistad con esta mujer con quien parece tener poco en común, pero que reconoce el valor de la amistad.

Soy afortunada al tener amigas como Elena, reflejo de una dulzura que va más allá de las galletas que horneo en Navidad.  Les deseo a todos que disfruten del dulce sabor de la amistad durante esta temporada y siempre.

26 de diciembre de 2023

 

lunes, 25 de diciembre de 2023

Luminosa Navidad

 




LUMINOSA NAVIDAD

Un año más para reflexionar sobre lo que ha sido nuestra vida –los logros, los tropiezos, los errores, las risas, las lágrimas, las ilusiones, los desengaños, las frustraciones los triunfos, en fin, la vida misma.  Por mi parte, he tenido mis momentos de grandes satisfacciones –como el viaje a Sudáfrica y la decisión de aprender a nadar. Compartí con amistades –las más recientes y las de mucho tiempo, pero también he experimentado lo que yo llamo los ataques de soledad.  Siempre trato de enfocarme en las bendiciones –que son muchas, pero si soy honesta conmigo misma, por momentos me he sentido triste, sin entusiasmo, sin una motivación clara que me impulse a seguir adelante.  Son esos momentos los que llamo grises, sin brillo y que he captado en una foto que me llamó la atención al mirar la sombra en mi árbol de Navidad en miniatura.

El árbol en miniatura ha sido mi compañía hace varios años.  Siento que ya no tengo la energía o el interés en embarcarme en un mega proyecto de comprar el árbol natural, subirlo hasta el segundo piso por las escaleras y bajarlo cuando llega enero.  Adorno esta miniatura con el símbolo de ilusión que son las estrellas.  Me da alegría ver las estrellas blancas que guardo desde los tiempos que adornaba un árbol natural y añadir otras estrellas, que por supuesto, tienen que tener las dimensiones correctas para poder descansar en un árbol de apenas dos pies de alto.  Me gusta contemplarlo cuando prendo las luces en miniatura o cuando está apagado y el sol proyecta sombras en la pared. Y pienso que después de todo, de eso se trata la vida – a veces tenemos sombras y a veces luz brillante, que arroja destellos a su alrededor.

Lo sorprendente de todo esto es que a veces, cuando vemos las sombras, olvidamos los momentos luminosos – los que han estado y los que pueden venir.  La época de Navidad puede distorsionar nuestro enfoque y no dejar que apreciemos la belleza de la sombra, que nos permite reflexionar y tener momentos de introspección.  Hace unos días aprecié la sombra y confieso que en cierta medida me dejé arropar por ella.  Ahora aguardo la luz de la ilusión, mientras les deseo a todos que en sus vidas siempre tengan más luz que sombra, aunque apreciemos su belleza.  Feliz Navidad.

25 de diciembre de 2023

lunes, 11 de diciembre de 2023

Aprender a nadar

 




APRENDER A NADAR A LOS 69

A principios de este año comencé a tomar clases de acuaeróbicos, a sugerencias de una amiga.  Nunca he sido persona de hacer ejercicios; no aprendí a correr bicicleta, ni patines.  Hice varios intentos de practicar algún deporte en la clase de educación física, que resultaron un desastre –veía venir la bola y me cubría la cara.  Tomé unas clases de natación en escuela superior y no pasé más allá de flotar boca abajo y ni remotamente me aventuraba al lado profundo de la piscina, que no estaba muy distante, ya que solo mido 5 pies. 

Al llegar a la adultez tomé conciencia de que era necesario hacer algún tipo de ejercicio, así que periódicamente caminaba o trotaba, tomé unas clases de tenis que resultaron un desastre debido al carácter dictatorial de la maestra, clases de yoga, las cuales disfruté mucho, pero por alguna razón abandoné después de un tiempo. De vez en cuando vuelvo a hacer algunas posturas, pero perdí el ritmo de hacerlo de forma consistente.  Y hablando de ritmo, intenté varias veces tomar lecciones de baile: bomba y plena, salsa y hasta tango, pero carecer de sentido de orientación es un reto.  Mientras  todo el mundo va para la derecha, yo voy para la izquierda y viceversa.

Cuando mi amiga me sugirió los acuaeróbicos pensé que era una buena opción para mantenerme más o menos en forma y resultó fantástico.  Hacer ejercicios en el agua es beneficioso por muchas razones y previene lesiones.  La maestra es excelente; está pendiente de que hagamos los ejercicios correctamente y tiene un entusiasmo envidiable.  Cuando supe que ofrecería clases de natación pensé que podía ser mi oportunidad de por fin aprender a nadar. Okey - tengo 69 años y parte de mí piensa que ya para qué voy a aprender a nadar, pero otra parte siente esta vergüenza de que vivo en una isla, para colmo soy pisciana y nunca aprendí a nadar.

En agosto comencé las clases y a principio me fue muy bien –hasta que llegué a la parte en la que hay que nadar con la cara dentro del agua y sacarla –de lado- para tomar aire.  No tienen idea de la cantidad de veces que no saco la cara porque no es el timing perfecto o peor aún, saco la cara, pero inhalo agua en lugar de aire.  Confieso que varias veces he estado a punto de darme por vencida.  Después de todo, he vivido 69 años sin nadar –es más, hay una piscina frente al apartamento y no la uso, así que no pasa nada si no aprendo.  Pero algo en mí me impulsa a seguir intentándolo, no porque lo necesite, sino porque me reta a vencer mis miedos.  No estoy acostumbrada a que las cosas me salgan mal –por eso he abandonado tantos otros proyectos, porque no salgo adelante.

Y ayer domingo sale esta columna de Luis Rafael Sánchez titulada –nada más ni nada menos que- Nadar.  Contrario a otras veces, en las que suelo leer el periódico en orden, anticipando el placer de llegar a la lectura de un escrito que habré de saborear con fruición, fui directo al texto –algo así como un quicky. La columna se inspira en la más reciente publicación de Manolo Núñez Negrón – Mandamás, a quien colma de elogios, por entre otros, gozar de una “impresionante acrobacia lexical”.  Claro, le reconoce al colega autor aquello de lo que mi admirado profesor ha dado sobradas muestras.  Curiosamente, tuve el libro de Núñez en mis manos y no lo adquirí, porque la temática me pareció muy escabrosa para mi gusto, pero mi antiguo profesor me ha dado otra lección: detrás de temas que parezcan ajenos a nuestra naturaleza puede haber tesoros ocultos, como algo que cautivó al profesor y ahora me compele a buscar el libro.

Luis Rafael Sánchez comienza la columna con una referencia al libro citado: “En la vida cada cual tiene que dar con su playa”.  Tras varios párrafos de elogios al citado escritor –que dicho sea de paso me parece un hermoso gesto-, procede a hacer una confesión: ¡No sabe nadar!  No solo eso, sino que también dice que eso le “abochorna, irrita, saca de onda no saber bracear por entre las sensualidades con que el mar agasaja, apenas se roza la humedad calenturienta de sus orillas”.  Vamos, que nunca nadie ha dicho de forma tan magistral que no sabe nadar. Sé lo que se siente.  Y me hago la misma pregunta que se hace mi profesor: “Si en la vida todos hemos de dar con la playa, en tanto que la vida alegoriza una embarcación que igual atraca que zozobra, me interrogo sopetonamente: ¿He dado yo con la mía?”.

A los 69 años, en el umbral de los 70 que en casi tres meses he de alcanzar, decidí aprender a nadar, tal vez en busca de esa playa, porque como dice mi admirado profesor que sin saberlo me sigue ofreciendo lecciones, “¡No hay playa más gloriosa que aquella cuyo nado remata en el destino procurado!”.

11 de diciembre de 2023

martes, 3 de octubre de 2023

CUIDAR A ALOE

 




CUIDAR A ALOE O LOS RETOS DE UNA AMANTE DE LOS GATOS

Soy amante de los gatos, admisión que en la mayoría de los casos trae una reacción inmediata de “uy no, a mí no me gustan los gatos” o una defensa férrea de los perros, aludiendo a lo cariñosos y leales que son, en contraposición a los gatos, a quienes injustamente se les acusa de indiferentes, en el mejor de los casos y hasta traicioneros, en el peor.  Tuve un gato cuando era adolescente –yo, no el gatito, que era una bolita peluda encantadora, al menos para mí, pero el que luego fue mi esposo no opinaba lo mismo.  Después tuve una gata muy singular, que murió antes del proceso de divorcio y  me entendía a la perfección.  Solía quedarse mirándome cuando lloraba y en esas ocasiones –solo en esas- se subía a mi falda, como entendiendo que necesitaba consuelo.

Tras la muerte de esa gata especial llamada Lavinia, no tuve más gatos porque me mudé a un apartamento, aunque sí cuidé a Gatito el gato de Buddy, otra bolita amarilla –el gato, no mi Buddy- con quien tuve un bonding inmediato –con Gatito, no con mi Buddy, pero esa es otra historia.  Lo cuidé varias veces y lo cargaba cuando visitaba a mi amiga.  Estuve acompañándolos cuando Gatito enfermó de forma irreversible y fue necesario asistirlo en el proceso de partir a otro plano.  Fue un día triste, pero me alegro haber estado en ese momento tan difícil para mi Buddy


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La experiencia con la gata de su hija no fue tan mágica –era un torbellino que se trepaba por todos lados, incluyendo al tela metálica en las ventanas, la mesa de la sala, en fin que le dije que para la próxima mejor le pagaba el cuido que hacerlo yo misma.  Vamos, que soy cat lover, no mártir.

Pues tengo otra amiga que tiene una perrita, Aloe, que como dice mi amiga, es casi gato.  Lo cierto es que Aloe y yo nos llevamos muy bien y cuando visito su enorme apartamento me recibe, primero tímida, pero luego su muestra contenta, me lame las piernas y se acuesta cerca o se sube al espaldar del sofá.  Como hay afinidad –con ambas- mi amiga me preguntó si podía cuidar a Aloe durante un viaje que tenía por motivos de trabajo y accedí.  Después de todo, Aloe había sido declarada casi gato.  A modo de prueba, trajo un día a Aloe, quien se mostró tranquila y a gusto, pero claro, su mamá estaba presente, por lo que la verdadera prueba sería cuando Aloe se percatara que su mamá no estaría.  Mi amiga me explicó los procesos, trajo la comida, una camita, los medicamentos y los pads para que hiciera sus necesidades, por lo que según me dijo, no sería necesario sacarla a pasear, porque ella no salía del apartamento.  Perfecto.

El día de su llegada oficial, mi amiga y yo compartimos un rato y luego se fue.  Aloe parecía estar tranquila y luego de un rato la vi subirse al sofá, de lo más confiada. 



No me dio estrés verla en el sofá, porque contrario a los gatos, no lo deja  cubierto de pelos que luego se le pegan a la ropa y una no se da cuenta pero los demás sí,  ni se afila las uñas en los muebles. ¡Uy, que recuerdos no tan agradables de la gatita de la hija de mi Buddy!  Por la noche, como había anticipado mi amiga, se subió a mi cama.  Nunca había dormido con perros, pero bueno, Aloe es casi gato, así que no me causó ansiedad.

El día siguiente fueron otros 20 pesos.  Aloe a duras penas se comió la bolita que contenía un conocido calmante para gente que también se usa para perros, envuelto en una pasta que hacía que pareciera una bolita de caramelo, pero huele a carne.  Se metió en la jaulita que se usa para transportarla y casi no salía de allí. 


 










No comía y casi no tomaba agua.  También debía darle otro medicamento sobre un pedazo de pan, que la ayudaba con sus vías urinarias.  Le dejaba el pedazo de pan frente a la jaulita y eventualmente se lo comía. Después tuve que hacer un invento, porque no quería el pan.  También le daba unos palitos o unos huesitos con sabor que vienen para perros y eso era lo único que  comía.  El primer día no orinó y en los subsiguientes no había hecho el número dos. Al segundo día no aguanté la ansiedad y le envié un mensaje a la hija de mi amiga, que es veterinaria, porque no quería preocupar a mi amiga.

Me contestó diciendo que eso suele ocurrir como un proceso de ansiedad por la separación y me preguntó si le estaba dando el medicamento para la ansiedad y le dije que sí y que estaba a punto de comerme uno yo.  Con respecto a lo de hacer el número dos, me explicó era resultado de que no estaba comiendo, por lo que me recomendaba la sacara a pasear.  Ahí fue que por poco me como la bolita del medicamento para la ansiedad.  Mi amiga me había dicho que no la tenía que llevar a pasear, cosa que me tranquilizaba, por las circunstancias que rodean mi entorno.

Vivo en un complejo de walk-ups, en un segundo piso.  A la parte de atrás de mi edificio establecieron un “parquecito” para perros, sin consultar a nadie, para que los dueños trajeran sus perros y entre otras cosas, hicieran sus necesidades –los perros, no los dueños.  El dichoso, por no decir otra cosa, parquecito queda justo detrás de mi apartamento y el del vecino que tiene una perra muy buena –Lola.  Lola no ladra por capricho y cuando se le va la mano-bueno, la pata, le digo desde mi ventana: ¡Lola, ya! Y se calla.  Claro está, al establecer el dichoso parquecito comenzaron a desfilar perros y sus dueños que Lola no había visto, por lo que incrementaron los ladridos.  Eso sin contar que para llegar al parquecito de los perros tienen que pasar por el parquecito de niños y hay un dueño en particular que tiene uno de esos perritos chiquitos, de ladrido agudo y penetrante.  Solía amarrar al sangrigordo perrito de la pata de una chorrera que queda justo al lado de la ventana del cuarto donde veo televisión.  Ese perrito no es como Lola –ese ladra de forma constante, insistente y desesperante, que saca de quicio a alguien como yo, gatuna.  Pero bueno, me desvío del tema.

Para añadir a la ansiedad, al pie de la escalera suele apostarse un gato enorme, que es un encanto y se deja acariciar.  Claro, eso soy yo, que soy cat lover, pero hubo protestas de dueños de perros que alegaron que el gato les había atacado y yo no podía creer que este gato enorme, que se tira al piso para que lo acaricie y ronronea a gusto, fuese capaz de atacar a nadie.  No sé si necesite una pastillita para la ansiedad o tal vez sean los dueños de perros los que la necesiten.  Así que en mi mente me veía descendiendo la escalera con Aloe, siendo atacadas por el gato que es del tamaño de ella, o por otros perros que visitaran el jo, digo, dichoso parquecito.  Nada, me armé de valor y primero salí a inspeccionar el área para asegurarme que no había perros o el gato en la costa.  Subí a buscar a Aloe, pero primero tenía que descifrar cómo ponerle el arnés que debía conectar a la correa.  Tuve que acudir a YouTube para poder entender cómo ponerle aquello.

Tan pronto Aloe vio que saqué el arnés y la correa salió de la jaulita y daba saltitos emocionada.  Yo intentaba calmarla mientras le ponía, bueno, trataba de ponerle el arnés.  Menos mal que ella es taaaaan buena y tuvo paciencia conmigo.  Finalizado el proceso, bajamos, ella temblando y yo tratando de  disimular mi ansiedad.  No había gatos ni perros.  Orinó pegado a la verja, antes de llegar a la escalera que conduce al jo, digo, dichoso parquecito, al cual llegué y vi una cantidad de cacas en el piso, aparte del zafacón desfondado que se supone se use para echar las bolsitas con las respectivas cacas, que evidentemente no se podía usar.  Cualquiera diría que es una obra de esas que el gobierno construye y luego no le da mantenimiento.

Caminamos las inmediaciones del jo, digo, dichoso parquecito, yo tratando de evitar pisar las cacas y Aloe tratando de olerlas.  Regresé al apartamento exhausta.  Aloe se veía contenta, aunque no comía.  Me daba pena comer frente a ella, que se me quedaba mirando con esos ojitos del gato de Shrek, pero no hacía ademán de pedir comida.  Al otro día no resistí y fui a comprarle unas comidas que parecen pollo guisado, para mezclarlas con la comida seca que mi amiga me dejó.  Decidí echarle poco sobre los granitos secos, porque por experiencia con los gatos sé que después que prueban comida con salsita, no quieren volver a la comida seca y no quería crearle un problema a mi amiga.  El truco resultó.  Yes!

Al otro día debía asistir a mi labor de voluntariado y suelo almorzar al mediodía y luego me arreglo para salir.  Almorcé, terminé de vestirme y cuando me disponía a salir me topé con este camino de cacas en dirección a la puerta de entrada.  Por alguna razón Aloe decidió que ella iba a orinar en el pad y hacer la caca en el piso.  Como no había hecho caca en varios días, había una cantidad considerable y no voy a entrar en detalles.  Pese a ello, nunca me sentí tan contenta de ver caca, porque ya estaba verdaderamente preocupada. Recogí las susodichas, limpié el piso, me lavé bien las manos y salí por la ruta de la caca.

El resto de los días transcurrió con la observación de las conductas de Aloe, quien definitivamente estableció la ruta de la caca, así que me resigné al ritual del recogido y limpieza del área, al mezclado de la comida, asegurarme que tomara los medicamentos y acostumbrarme a dormir en ocasiones semejando una S, porque Aloe se acomodaba justo en mi lado, aunque había espacio al otro lado, que desafortunadamente permanece sin usar, pero esa también es otra historia.  Me seguía por todos lados, cosa que por momentos me incomodaba, sobre todo si iba al baño.  ¿Es necesario? , le preguntaba retóricamente y cerraba la puerta.  Dejó de usar la jaulita y se veía contenta, sobre todo el día que su mamá la vendría a buscar.  Pienso que ella de algún modo presintió su llegada.  Mi amiga me había dicho que podíamos dejarla en su apartamento y hacer algo de comer para compartir, pero le dije que yo estaba exhausta.



El cansancio no tenía que ver con que pasara demasiado trabajo con Aloe, que después de todo es casi gato –destaco el casi, sino con el estrés de no conocer sus costumbres y la ansiedad que me producía saber que me habían confiado esta criaturita tan dulce y yo era responsable de cuidarla.  Tengo otra amiga que ama los perros y piensa que después de compartir con Aloe, me voy a cambiar al bando de los perros.  Nonines.  Aloe es un amor y de ser necesario, la cuidaría de nuevo, pero sigo siendo ¡Team gatos!

3 de octubre de 2023