LA GRAN JODIENDA HUMANA
No soy
nada tecnológica. Me tomó años cambiar
el teléfono celular para uno con acceso a internet y del mismo modo, comprar
una cámara digital que no requiriese llevar los rollitos a revelar. Cada vez que tengo que bregar con algo
electrónico, me da estrés. Siento como
que algo en mí falla –que yo debería, con esta inteligencia que Dios me dio,
ser capaz de manejar cualquier adelanto tecnológico. Pero no; lo cierto es que me intimidan. Y en el caso de las alternativas de
comunicación a distancia, no solamente me intimidan, sino que siento que me veo
ajada, cansada, con una imagen que refleja una mujer mucho mayor de lo que mi
espíritu siente. Anoche mismo me comuniqué
con una artesana en una feria virtual y me horroricé de verme como alguien que
está pasée. Y vamos, ya no soy una
jovencita, pero quiero sentirme como alguien que puede manejar los cambios.
Hace un
tiempo mi cd player con capacidad de aceptar 5 discos compactos dijo kaput! El equipo es parte de todo un
sistema que no voy a revelar cuántos años tiene, pero estipulo que entre los
equipos tiene un plato para tocar discos Lp. Rara vez lo uso, porque eso de tener que
cambiar el disco después de 6 canciones no me entusiasma, pero de mil en
cientos, pongo un disco de Silvio Rodríguez que me encanta, sobre todo la
canción Días y flores. Puedo buscar
la canción en Youtube, pero no es lo
mismo que poner el disco, verlo dar vueltas y esperar que llegue esa canción,
que está en el lado B, a lo último. Si
la quiero oír de inmediato, tengo que posicionar el brazo del aparato, para
colocarlo sobre el surco preciso donde se encuentra la canción, lo cual no
siempre logro. A veces cae sobre el
final de otra canción, tras el sonido que produce la aguja cuando se posiciona sobre el
surco. A veces cae sobre la canción ya
comenzada en otra estrofa y tengo que volver a posicionar la aguja.
Hay un
cierto deleite en escuchar el sonido anticipatorio de la aguja que se desliza
por el surco, sin música, pero con un sonido de algo que se desliza, como algo
que raspa y finalmente, los acordes de la guitarra. En muchas ocasiones, vuelvo a repetir el
ejercicio, para escucharla una y otra vez.
Cuando siento la necesidad inmediata de escuchar la canción, la busco en
Youtube y ya –algo así como un quickie, pero lo otro es un lujo que se
disfruta poco a poco. Casi no uso el
plato, pero me gusta saber que si lo quiero usar, podré hacerlo.
En el
caso del cd player, le he dado paleta
y tengo cientos de discos compactos. Hay
quien me ha dicho que los puedo bajar de internet, pero es que no es lo
mismo. Aparte de eso, ¿cuánto tiempo me
va a tomar eso? Y si los discos
compactos ya no se usan, ¿para qué los siguen haciendo? Para colmo, mi carro no trajo cd player, así que no los puedo escuchar
allí. Siento que me están presionando
para que entre en un mundo para el cual no estoy lista. No me ajoren, que para esto y otras cositas
soy un poco lenta…
Cuando acepté
que el cd player ya no tenía remedio,
fui a Sears para comprar otro. El joven
que me atendió, casi conteniendo la risa, me dijo que eso ya no se
fabrica. Salí de allí defraudada, pero
no vencida. Me metí en Amazon y tras un
tiempo de pensarlo, me decidí a comprar uno usado, porque en efecto, ya no los
hacen. El martes pasado llegó la caja. Ese mismo día no me sentí con ánimo, así que esperé
al otro día para instalarlo, lo cual requería –por supuesto, desinstalar el
otro. Me armé de valor y ¡manos a la
obra!
El
proceso resultaba complicado, porque el mueble donde está el sistema tiene sus
añitos y se escocotó de atrás, razón
por la cual se hace difícil moverlo. No
hay modo de instalar nada si no se mueve, porque las conexiones están en la
parte de atrás. Moví el mueble con
cuidado, rogando que no se acabara de descoñetear,
hasta que pude ver las conexiones. No
parecía ninguna ciencia –era cuestión de fijarme dónde estaban y hacia dónde
iban los cables del aparato viejo, para instalar la más reciente –porque no es
nueva- versión. Por suerte el cable dividido
tenía los mismos colores –rojo y negro, que debían encajar en los agujeros
correspondientes del recibidor. Ok. Desconecté los cables viejos y le puse los
nuevos al aparato que ordené. Desconecté el viejo del enchufe y conecté el más
reciente. Me había deslizado al suelo
entre el mueble y una bocina muy alta, en un espacio reducido. Cuando me fui a parar, no podía generar suficiente
impulso y tenía miedo de agarrarme del mueble no se fuera a caer encima de mi. Tras
un momento de pánico, logré ponerme de pie con unas maniobras no muy elegantes
que digamos, pero no había nadie que me observara.
Tras el
esfuerzo para ponerme en pie, prendí el recibidor, oprimí el botón de prender del
“nuevo” aparato y ¡albricias!, se encendió.
Abrí la bandeja donde se colocan los discos y coloqué tres. Deduje cuáles botones oprimir porque este
aparato no es de la misma marca, pero esos equipos son todos más o menos la
misma cosa. Le di al botón que debía ser
para tocar; el aparato marcaba que estaba en funciones, pero no oía nada.
Yo me
quedaba contemplando como una idiota el aparato y revisaba el enchufe, los
cables del aparato y nada, Pensé que el
aparato estaba defectuoso y ya mi mente estaba en el proceso de tener que
empacarlo y llevarlo al correo, cuando de momento se me ocurrió volver a mirar
el sistema por la parte de atrás. Había
instalado los cables del cd player y
lo había enchufado, pero no había
conectado el cable que iba de cd player
al recibidor. Me reí de mí misma y procedí a hacer la
conexión. Volví a prender el aparato y
oprimir el botón para tocar, tras lo cual pude oír la voz diáfana, portentosa y
emotiva de Mercedes Sosa. En ese momento
me sentí como la gran jodienda humana.
5 de
diciembre de 2020