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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 5 de diciembre de 2020

La gran jodienda

 




LA GRAN JODIENDA HUMANA

No soy nada tecnológica.  Me tomó años cambiar el teléfono celular para uno con acceso a internet y del mismo modo, comprar una cámara digital que no requiriese llevar los rollitos a revelar.  Cada vez que tengo que bregar con algo electrónico, me da estrés.  Siento como que algo en mí falla –que yo debería, con esta inteligencia que Dios me dio, ser capaz de manejar cualquier adelanto tecnológico.  Pero no; lo cierto es que me intimidan.  Y en el caso de las alternativas de comunicación a distancia, no solamente me intimidan, sino que siento que me veo ajada, cansada, con una imagen que refleja una mujer mucho mayor de lo que mi espíritu siente.  Anoche mismo me comuniqué con una artesana en una feria virtual y me horroricé de verme como alguien que está pasée. Y vamos, ya no soy una jovencita, pero quiero sentirme como alguien que puede manejar los cambios.

Hace un tiempo mi cd player con capacidad de aceptar 5 discos compactos dijo kaput! El equipo es parte de todo un sistema que no voy a revelar cuántos años tiene, pero estipulo que entre los equipos tiene un plato para tocar discos Lp.  Rara vez lo uso, porque eso de tener que cambiar el disco después de 6 canciones no me entusiasma, pero de mil en cientos, pongo un disco de Silvio Rodríguez que me encanta, sobre todo la canción Días y flores. Puedo buscar la canción en Youtube, pero no es lo mismo que poner el disco, verlo dar vueltas y esperar que llegue esa canción, que está en el lado B, a lo último.  Si la quiero oír de inmediato, tengo que posicionar el brazo del aparato, para colocarlo sobre el surco preciso donde se encuentra la canción, lo cual no siempre logro.  A veces cae sobre el final de otra canción, tras el sonido que  produce la aguja cuando se posiciona sobre el surco.  A veces cae sobre la canción ya comenzada en otra estrofa y tengo que volver a posicionar la aguja.

Hay un cierto deleite en escuchar el sonido anticipatorio de la aguja que se desliza por el surco, sin música, pero con un sonido de algo que se desliza, como algo que raspa y finalmente, los acordes de la guitarra.  En muchas ocasiones, vuelvo a repetir el ejercicio, para escucharla una y otra vez.  Cuando siento la necesidad inmediata de escuchar la canción, la busco en Youtube y ya –algo así como un quickie, pero lo otro es un lujo que se disfruta poco a poco.  Casi no uso el plato, pero me gusta saber que si lo quiero usar, podré hacerlo.

En el caso del cd player, le he dado paleta y tengo cientos de discos compactos.  Hay quien me ha dicho que los puedo bajar de internet, pero es que no es lo mismo.  Aparte de eso, ¿cuánto tiempo me va a tomar eso?  Y si los discos compactos ya no se usan, ¿para qué los siguen haciendo?  Para colmo, mi carro no trajo cd player, así que no los puedo escuchar allí.  Siento que me están presionando para que entre en un mundo para el cual no estoy lista.  No me ajoren, que para esto y otras cositas soy un poco lenta…

Cuando acepté que el cd player ya no tenía remedio, fui a Sears para comprar otro.  El joven que me atendió, casi conteniendo la risa, me dijo que eso ya no se fabrica.  Salí de allí defraudada, pero no vencida.  Me metí en Amazon y tras un tiempo de pensarlo, me decidí a comprar uno usado, porque en efecto, ya no los hacen.  El martes pasado llegó la caja.  Ese mismo día no me sentí con ánimo, así que esperé al otro día para instalarlo, lo cual requería –por supuesto, desinstalar el otro.  Me armé de valor y ¡manos a la obra!

El proceso resultaba complicado, porque el mueble donde está el sistema tiene sus añitos y se escocotó de atrás, razón por la cual se hace difícil moverlo.  No hay modo de instalar nada si no se mueve, porque las conexiones están en la parte de atrás.  Moví el mueble con cuidado, rogando que no se acabara de descoñetear, hasta que pude ver las conexiones.  No parecía ninguna ciencia –era cuestión de fijarme dónde estaban y hacia dónde iban los cables del aparato viejo, para instalar la más reciente –porque no es nueva- versión.  Por suerte el cable dividido tenía los mismos colores –rojo y negro, que debían encajar en los agujeros correspondientes del recibidor.  Ok.  Desconecté los cables viejos y le puse los nuevos al aparato que ordené. Desconecté el viejo del enchufe y conecté el más reciente.  Me había deslizado al suelo entre el mueble y una bocina muy alta, en un espacio reducido.  Cuando me fui a parar, no podía generar suficiente impulso y tenía miedo de agarrarme del mueble no se fuera a caer encima de mi. Tras un momento de pánico, logré ponerme de pie con unas maniobras no muy elegantes que digamos, pero no había nadie que me observara.

Tras el esfuerzo para ponerme en pie, prendí el recibidor, oprimí el botón de prender del “nuevo” aparato y ¡albricias!, se encendió.  Abrí la bandeja donde se colocan los discos y coloqué tres.  Deduje cuáles botones oprimir porque este aparato no es de la misma marca, pero esos equipos son todos más o menos la misma cosa.  Le di al botón que debía ser para tocar; el aparato marcaba que estaba en funciones, pero no oía nada.

Yo me quedaba contemplando como una idiota el aparato y revisaba el enchufe, los cables del aparato y nada,  Pensé que el aparato estaba defectuoso y ya mi mente estaba en el proceso de tener que empacarlo y llevarlo al correo, cuando de momento se me ocurrió volver a mirar el sistema por la parte de atrás.  Había instalado los cables del cd player y lo había  enchufado, pero no había conectado el cable que iba de cd player  al recibidor.  Me reí de mí misma y procedí a hacer la conexión.  Volví a prender el aparato y oprimir el botón para tocar, tras lo cual pude oír la voz diáfana, portentosa y emotiva de Mercedes Sosa.  En ese momento me sentí como la gran jodienda humana.

5 de diciembre de 2020


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