MESA DE DESPEDIDA DE AÑO PARA UNA
No sé si
por las restricciones impuestas por la pandemia o si ha sido un impulso
natural, pero este año decidí que pasaría el 31 de diciembre sola. Un amigo y su esposa me enviaron un regalo
exquisito, de condimentos para salmón y carnes, un buen vino y un salmón
ahumado. Decidí que compraría un filete
de salmón que aderezaría con uno de los condimentos y me bebería al menos parte
de la botella de vino. Poco a poco fui
integrando elementos: mantel fino, copas delicadísimas y un atuendo elegante. En el apartamento no habría más nadie-solo
yo.
Nadie se
lamente porque despediré el año sola. Me acompañan los recuerdos de buenos
momentos y el agradecimiento de que tengo la capacidad de indignarme por las
situaciones de muchos que no son tan afortunados como yo. Este ha sido un año muy duro, pese a que
algunos están en ese lugar que raya en la enajenación de pretender ver solo las
cosas positivas, que las hay. Una vez
más, hemos demostrado que somos un pueblo solidario; que nos hemos ayudado unos
a los otros a enfrentar las crisis de este año terrible: terremotos que dejaron
a cientos sin hogar, incompetencia gubernamental para distribuir las ayudas,
más incompetencia, mezclada con ambición desmedida de algunos en proveer las
pruebas para detectar el virus del COVID.
Decisiones
erráticas con respecto a los cierres de actividades comerciales y un caótico
proceso de distribución de beneficios por desempleo fueron y siguen siendo la
pesadilla de miles que quedaron sin empleo. Traspiés a tutiplén en un proceso
electoral que hoy, al filo del nuevo año, aún no termina la fase de escrutinio.
Otorgamiento de beneficios a personas de las altas esferas gubernamentales y
nombramientos apresurados, sin una evaluación concienzuda han puesto un broche
de latón –porque de oro no es- a este año caótico.
Y se preguntarán qué celebro. Celebro que tengo amor –el que me han prodigado a través de los años familia, amistades y parejas. Celebro haber nacido en esta tierra de gente capaz de compartir lo mucho y sobre todo, lo poco. Celebro la abundancia de mi mesa, que hoy está dispuesta para una, pero ha recibido amistades –ahora en número reducido- durante este tiempo y las volverá a recibir. Celebro la conciencia de que hay otros menos afortunados y que hago mi parte para remediar en algo esa situación. Celebro la esperanza de que mañana es una nueva oportunidad para mejorar nuestra realidad. Celebro el amor recibido, el brindado y el que vendrá. Feliz Año Nuevo.
31 de
diciembre de 2020
Celebro contigo Ana que estamos vivas y podemos disfutarnos. Te abrazo, Mari
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