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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Amistades

 



AMISTADES

Nunca he sido persona de pertenecer a grandes grupos.  Cuando niña tuve una amiguita con quien compartía mis juegos y actividades.  Según crecí, fui ampliando el círculo de amistades, pero siempre he preferido calidad sobre cantidad.  Conservo una amiga de la niñez –Carmencita- a quien veo poco, pero cuando nos encontramos, sentimos esa conexión especial de alguien que hemos conocido durante las distintas etapas de la vida y con quien hemos compartido gozos y tristezas.  Tengo algunas amistades que datan desde el tiempo que estuve casada.  Una de ellas ya no está y su ausencia me causó mucho dolor.

Leila y yo fuimos cómplices de aventuras culinarias, diálogos extensos y disfrute de vinos. Pese a nuestra diferencia de edades, éramos espíritus similares –mujeres independientes, fuertes de carácter y capaces de prodigar afecto y consuelo.  Fueron muchas las veces que me recibió en su acogedora casa, donde siempre me sentí como si estuviese en casa de un familiar cercano.  Ella y su esposo Guillo se convirtieron en parte de mi familia.

De mi época de recién casada, retuve la amistad de Elena y su esposo Tomás.  Elena y yo solíamos involucrarnos en proyectos de hacer pastelillos o bizcochos.  Nuestras vidas han evolucionado de forma distinta, pero siempre hay momentos de intersección, como el desayuno que disfrutamos hoy.  Sentarnos a la mesa es lograr una comunión, un canto a la amistad verdadera.  Con el tiempo, los lazos se afianzan, aunque no nos veamos a menudo.

En el ocaso de mi matrimonio conocía a Flor, sus hijas y su esposo Mario Negroni.  Mi matrimonio no duró, pero la amistad con los Negroni sí.  Son muchas las veces que me he sentado a su mesa, que cambia de lugar, pero no de abundancia de afecto.  El recuerdo de Mario nos acompaña, así como los buenos momentos de disfrute de la conversación amena y por supuesto la buena mesa.  Llegar a casa de Flor es llegar a casa.  Allí me siento como una hija y siempre estoy disponible para recibir y brindar consuelo cuando hace falta.

Hace unos dieciocho años conocí a mi Buddy, alguien que jamás pensé sería una entrañable amiga, dada las diferencias tan sustanciales entre ambas.  Sin embargo, hoy puedo decir que mi Buddy forma parte de esa familia que he escogido.  Hemos enfrentado grandes crisis en nuestras vidas, así que hemos llorado una en el hombro de la otra más veces de las que hubiésemos querido.  Ella logró que yo publicase mi libro dedicado a mi Papito.  A través de mí, ella conoció a ese ser tan especial que abandonó este plano hace 30 años.  No me cabe duda de que Papi habría acogido a mi Buddy como parte de los suyos, así como acogió a Leila.

Más tarde conocí a Ramón, con quien mantengo una amistad que reta todos los pronósticos de cómo dos personas tan disímiles pueden encontrar caminos de convergencia. Ramón no tiene filtros, así que por momentos dice cosas que pueden sentirse como una esponja de Brillo, pero como Cinthia Azul, tiene el corazón blandito y ha sabido ser un amigo constante, siempre presto a ofrecer ayuda y presentarse con un aguacate, una botella de vino o unos platanitos.  Su sentido del humor y el mío van por caminos opuestos. He podido dudar de la pertinencia de sus comentarios, pero nunca de que nacen de maneras distintas de ver la vida o de pensar que es lo mejor para mí.  Edgar y José –el que vive en Washington, no mi ex- son otros dos buenos amigos varones cuya presencia permanece, a pesar de la distancia.  Hablar con ellos aunque pase mucho tiempo, constituye un gozo.

Luego de mi retiro hace casi cinco años -¡tantos!- decidí servir de voluntaria en la Fundación Luis Muñoz Marín.  Lo que menos imaginé es que en corto tiempo desarrollaría una relación de verdadera amistad con algunas de las componentes de ese grupo.  Todas son personas valiosas, pero por supuesto, he desarrollado más afinidad con algunas de ellas, al punto que me han demostrado ese afecto tan especial que sólo se encuentra en una verdadera amiga.

Hoy, como todas las mañanas, leí la Palabra Diaria y me pareció más que apropiada la lectura de hoy: Consuelo.  Dice en parte:

“Siento gratitud por mi familia, mis amistades y mi comunidad espiritual, especialmente en tiempos difíciles.  Las personas que me aman y se interesan por mi bienestar me ayudan a sobrellevar cualquier carga.  No importa lo que enfrente, saber que no estoy solo me consuela.

Así como soy alentado por otros, busco la manera de ser una fuente de solaz para familiares y amigos.”

He sido más que bendecida con una familia de sangre muy especial, que aunque reducida en número, me formó en amor como un ser humano capaz de dar y recibir afecto.  Para mayor bendición, me ha dado amigos y amigas que constituyen esa otra familia. A todos, infinitas gracias.

23 de diciembre de 2020


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