Cuando era
niña escuchaba hablar de las turbas republicanas y no tenía muy claro a qué se
referían. Más tarde escuchaba –y todavía
lo escucho- a varios adultos afirmar que los republicanos son malos. Papi solía decir “son tan malos que se comen
ellos mismos por los rabos”. El partido
Republicano en Puerto Rico se remonta a inicios del siglo 20, cuando se decía
que unos grupos en ese partido se dedicaban a hacer “el trabajo sucio” y
cometían actos vandálicos y de ahí, la referencia a las turbas.
El Partido
Republicano de Puerto Rico pasó a ser el Partido Nuevo Progresista, pero los
que conocieron el origen se siguen refiriendo a los novoprogresistas como
republicanos, con un indiscutible desprecio y rechazo al aspecto más negativo
de su historia. Por supuesto, los republicanos o novoprogresistas no son
personas malas per se, del mismo modo
que en Estados Unidos hay gente honorable en el Partido Republicano de allá,
que no es equivalente al de acá. Que
filosóficamente podamos pensar o actuar distinto es otro cantar. Como cuestión de
realidad, en el Partido Nuevo Progresista hay personas afiliadas al Partido
Republicano de Estados Unidos, mientras otras están aliadas al Partido
Demócrata.
El asunto
es tan complejo que es sorprendente saber que Abraham Lincoln, una figura
asociada a la abolición de la esclavitud, era Republicano. Y claro, ahora mismo resulta más chocante aún,
cuando la figura máxima de ese partido es Donald Trump. Ha exhibido conducta
prejuiciada, machista, prepotente, en fin, lo peor de lo peor. Este ser es lo
más deleznable que se ha visto en mucho tiempo. Con su actitud, aplasta a
cualquiera que se le ponga de frente y tiene la capacidad de convencer a mentes
débiles de que sus opositores están equivocados y él es el que posee la razón. Ha llegado incluso a convencer a predicadores
de poca monta de que él es el elegido de Dios. Utiliza además una técnica que
le sirvió muy bien a Adolf Hitler: repetir a la saciedad una mentira, de forma
tal que muchos la aceptan como la verdad absoluta.
Donald
Trump se aprovechó de una masa crítica ignorante que lo sigue no importa lo que
haga o diga. Además, se rodeó de
personas con intereses económicos y utilizó sus dotes de empresario exitoso
para atraer a personas que no eran ignorantes, pero que atribuían sus
exabruptos a excentricidades de su personalidad. Algunos afirmaban que todo era
un espectáculo, como su programa de televisión, pero que en su fuero interno,
esa no era la realidad. Unjú. Yo
personalmente creo que este hombre está desquiciado. Es un loco astuto, hábil,
manipulador y con dinero. La mezcla
perfecta para el desastre que se creó.
Desde
antes de efectuarse las elecciones, Donald Trump intimó que de no resultar ganador,
las impugnaría. Dicho y hecho. Desde la
noche de las elecciones se ha dedicado a repetir que él es el ganador. Ha impugnado los resultados, con alegaciones
de fraude, en múltiples tribunales, sin éxito.
Ayer rebasó el límite de su conducta enajenada. Arengó a sus seguidores
para que fueran al Capitolio Federal a protestar. No hay más que imaginar a estos seres de poca
escolaridad, lo que conocemos como rednecks
que no pierden tiempo en razonar, escuchando a Donald Trump decir que había
que impedir que les robaran la victoria arrolladora que había proclamado para
sí.
Yo
contemplaba con asombro las imágenes de los noticiarios. Si bien es cierto que estos actos eran
previsibles, no es menos cierto que hay algo que en much@s de nosotr@s se resiste a pensar que en
efecto, el temor se vaya a materializar.
No puedo entender cómo es que estas turbas de salvajes pudieron lograr
acceso al interior del Capitolio Federal.
En toda la transmisión pude ver un solo negro, lo que contrasta con las
imágenes de las protestas tras la matanza de George Floyd, cuando los que
marchaban por las calles eran rodeados por policías anti motines. La pregunta que me bulle en la cabeza es qué
hubiera pasado si la convocatoria hubiese sido hecha por líderes del movimiento
Black Lives Matter. Apuesto que los
hubiese recibido todo un batallón armado hasta los dientes y no hubiesen
llegado ni a la puerta.
La nación
americana es una nación de grandes contradicciones. Es innegable su avance en materia de derechos
para grupos marginados y libertades individuales. Al mismo tiempo, arrastra un pasado de discrimen
contra los negros y personas de otras etnias.
Las libertades originalmente contempladas en la Constitución no
aplicaban a los negros, pues se les consideraba propiedad. Eso no se ha desvanecido del todo. Un hombre como Donald Trump envalentonó a los
grupos racistas, que tomaron el movimiento Black
Lives Matter como una ofensa personal.
Envalentonó a los xenófobos que desprecian a todos los latinos, de forma
tal que los increpaban cuando hablaban en español y les instaban a regresar a
su país. Por eso, el grito de U-S-A;
U-S-A. Make America Great
Again era en
realidad Make America White Again.
Lo que
ocurrió ayer en la capital federal pone de manifiesto que la división en la
sociedad norteamericana es mucho más profunda de lo que se pensaba. Sanar esa nación va a tomar décadas, como
décadas tomó alcanzar los derechos por los que el Dr. Martin Luther King tanto
luchó. Del loco que habita la Casa
Blanca nos podremos librar en dos semanas.
De las turbas republicanas no.
7 de
enero de 2021
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