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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 9 de julio de 2019

Pesadilla









PESADILLA

Yo no tengo hijos.  Pese a ello, puedo aproximarme –nunca  comprender del todo- a contemplar el horror que debe representar la pérdida de su criatura para una madre o padre.  Me parecen particularmente dolorosos esos casos de una muerte totalmente inesperada –esos en que la persona ha visto en la mañana a ese ser que engendró y por la tarde ya no está.  Es doloroso siempre, pero en el caso de los hijos se multiplica, porque entra en función todo lo que pudo haber sido y a destiempo ya no será. Y resulta que el más reciente caso me angustia, me persigue y me deja pensando varias veces al día en el dolor inconmensurable de una familia cuyas vacaciones se convirtieron en una pesadilla.

Un crucero -la fantasía de muchos  para escapar del trajín diario, hacer o no hacer lo que les venga en gana.  Flotar en el mar, dejándose llevar de un destino a otro por alguien que asume todas las tareas y nos alimenta, en compañía de nuestros seres más queridos.  Hay quien ahorra por años para tomar unas vacaciones como éstas. Para muchos norteamericanos que nunca han visto el mar, nuestra isla y las circundantes es algo que se le parece mucho a su idea del paraíso.  Yo me imagino que la familia que llegó a San Juan en un enorme crucero el pasado domingo tenía grandes expectativas en torno a ese viaje.  A base de lo que leído, se trata de un matrimonio con dos hijos –un niño de unos 10 años y una niñita de año y medio –la edad de la hermanita que perdí- que viajaban con los abuelos maternos y paternos.

Dice el espeluznante relato que el abuelo se asomaba con la niña en brazos por una ventana en un piso muy alto de esa mole que puede ser un mega crucero de esos en los que fácilmente me puedo perder, cuando ella se le resbaló y cayó sobre el muelle de cemento. Yo, que no conozco  a esta familia, me angustio.  Esos segundos en los que el abuelo siente como pierde el agarre, tal vez piensa lo puede recobrar y luego se percata que ya la niña ha caído.  La angustia de la madre y del padre; del resto de la familia, es algo que me estruja el corazón.  La tragedia tendrá varios capítulos – el sentido de culpa, las recriminaciones, la soledad del hermano que sobrevive, ese cuestionarse por qué el abuelo cometió esa torpeza, por qué le permitieron cargar la niña, por qué hicieron el viaje, por qué se movieron a ese piso, por qué, por qué…

Yo he tenido varias pesadillas, pero tras unos momentos de angustia, sé que fue solo eso y puedo continuar con mi vida.  Para esta familia, la pesadilla apenas comienza.  Desde lo más profundo, lo más humano, lo más espiritual de mi corazón, elevo una oración para  que la luz de Dios les rodee, el amor  de Dios  les envuelva, el poder de Dios les proteja y la presencia de Dios vele por ellos durante todo el triste camino que les toca recorrer.

9 de julio de 2019

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