LA PALABRA, LA ACCIÓN Y LAS ENSEÑANZAS
Hablaba
yo ayer de la importancia de que nuestras acciones sostengan lo que decimos, en
medio de una tarde de diálogo sobre las deleznables palabras del gobernador y
sus más allegados colaboradores en el nefasto chat que ya todo el país conoce.
Le relaté a mi interlocutor una experiencia con una conductora de Uber
con quien sostenía un ameno intercambio.
Ella me contaba que había asistido a una actividad en un lujoso complejo
que, pese a múltiples protestas, se construyó en lo que no sólo yo, sino el
entonces Secretario de Justicia Roberto Sánchez Ramos mediante opinión concluye
se ubica al menos parcialmente en zona marítimo terrestre. Por ende, son terrenos de dominio púbico no
sujetos a enajenación. En palabras
simples, los terrenos le pertenecen al pueblo y no pueden pertenecer a una
persona en particular. Pese a lo que
considero una joya de opinión, lo que allí se planteó no prevaleció y el
resultado es que la conductora de Uber y un montón de puertorriqueños van a un
lugar que se considera “in” a disfrutar de lo que parece ser muy buen ambiente.
Cuando le
dije a la conductora que yo no pisaba el lugar por una cuestión de principios
–sigo creyendo que allí no debió construirse nada- me dijo que yo me estaba
perdiendo algo muy bueno. Puede ser,
pero lo que no quiero perder es mi convicción.
No puedo patrocinar algo que creo que va en contra de principios
elementales de bienes que son para el disfrute de todo el pueblo y no de unos
pocos. Esta mañana ocurrió otro suceso de esos en los que debo poner a prueba mis
convicciones. Además, sentí la necesidad
de dejar saber la carga negativa que tienen las palabras, que impiden que a
much@s de nosotr@s algo nos parezca gracioso simplemente porque esté escrito de
manera ingeniosa o lo ridículo de la situación.
Esta
necesidad de expresar mi descontento con los chistes que no son graciosos
porque denigran a seres humanos me ha traído dificultades y sinsabores. Me han dicho que no tengo sentido del humor,
que no hay nada malo en reírse de situaciones serias, porque con ello se libera
estrés (hmmm-¿les suena familiar?), que no ven nada malo en el comentario,
etc. Dediqué poco más de quince años de
mi vida a combatir el discrimen, ofreciendo charlas al personal de la agencia
para la cual trabajaba. Muchas veces, el
mensaje que llevaba caía en oídos sordos, pero nunca dejé de llevarlo. De hecho, a tres años y medio de haberme
retirado, sigo llevando el mensaje, porque es un compromiso de vida.
He
solicitado hablar con gerentes de supermercado para indicar que los vehículos
de la empresa están estacionados en espacios de personas con impedimento. Continúo escribiendo sobre temas de
hostigamiento sexual, hago recomendaciones sobre cómo debe modificarse el
lenguaje para evitar herir sensibilidades.
La semana pasada una persona que
me brindaba un servicio y quería dar un ejemplo en torno a personas que no
estaban capacitadas para llevar a cabo determinado trabajo se refirió a
ciudadanos de cierta nacionalidad en términos de que no poseían las destrezas
necesarias. Con paciencia, le expliqué
que él en realidad no quería decir que los oriundos de ese país no tenía esas
destrezas y le afirmé “usted no dijo lo que dijo". Él entendió y me respondió “es cierto, no lo
dije”. Con eso, llevé el mensaje y creo
que la lección quedó aprendida.
Las
recomendaciones no siempre son bien recibidas.
Cuando trabajaba, había empleados que me decían claramente que no
opinaban lo mismo que yo, a lo que yo respondía que podían opinar lo que
quisiesen, pero que lo importante era que conocieran la ley que prohibía el
hostigamiento sexual. A modo de ejemplo,
les indicaba que una persona podía opinar que rotular determinado tramo de la
carretera para ser transitado a 35 mph era ridículo, pero si infringía la ley,
estaba sujeto a una multa. Ahora que ya
no es mi responsabilidad hacer recomendaciones, me siento compelida a seguir
haciendo las denuncias que creo pertinentes.
Esta
mañana me sentí obligada a reaccionar a una promoción vía redes sociales de un
restaurante que me gusta mucho, en la que usaban parte del chat como si algunos de sus participantes estuviesen discutiendo
asistir al restaurante. Sin lugar a
dudas, es ingenioso –de eso no hay duda.
Pero la podredumbre que se ha develado en el asqueante chat no me permite tomar a broma su
contenido. Manifestada mi incomodidad,
me expresé en privado y el dueño del restaurante me contestó, cortésmente, que
no se sintió obligado a responderme; que otros habían entendido el comentario
(es decir, que yo no lo entendí) y que las redes sociales utilizan medios no
convencionales para llevar un mensaje.
En esto último estamos de acuerdo, pero el problema es que se lleva un
doble mensaje – por un lado se quiere lograr un impacto. El mensaje que hay detrás, sin que el que lo
divulga esté necesariamente consciente, es que toma a broma asuntos que son muy
serios, en aras de la publicidad. Y no
es solamente el que divulga el mensaje quien no se da cuenta; muchos de los que
lo leen tampoco. Por eso estamos como estamos.
Lo que ha
salido a relucir del odioso chat muestra
un combete de macharranes embriagados de
poder que se burlan de las mujeres y las
ofenden, que buscan acallar las voces de los que no comulgan con sus ideas, que
urden tramas para aniquilar reputaciones; en fin, son actos despreciables. Si yo tuviera un negocio, ni de broma querría
que se asocie con lo que allí se dice.
Manifesté mi incomodidad y el dueño del restaurante afirmó no ver nada
incorrecto en su post, por lo que
allí permanecería. Es mi mayor deseo que
en algún momento pueda ver mi punto de vista, pero independientemente de ello, dije
lo que necesitaba decir.
Hace unos
minutos entré a la página del restaurante y no vi el post. Ojalá que el dueño
haya decidido retirarlo. Yo suelo patrocinar los negocios locales y me daría
mucha pena no seguir patrocinando
este. Es mi forma de poner la acción
donde pongo la palabra. Creo firmemente
que poco a poco vamos haciendo camino al andar.
Mi esperanza es que en algún momento, se comprenda el mensaje, pero el
hecho de que no ocurra no quiere decir que vaya a dejar de emitirlo. Los
tiempos exigen que no nos hagamos cómplices con el silencio. Es necesario denunciar lo que está mal. Hay
temas que no deben ser objeto de chistes: la violación, el hostigamiento
sexual, la raza, el origen nacional, la orientación sexual, la muerte de seres
humanos e incluso, de animales. Si usted
no se siente preparado para denunciarlo, por lo menos no se ría de una burla
que como mínimo es discrimen y en última instancia, violenta
algo sagrado – la dignidad del ser humano.
13 de
julio de 2019
Me en canta cuando dices que si usted no se siente preparad@ para denunciarlo, al menos no se ría. Es tan importante no apoyar la violencia invisibilizada, esa violencia que no se ve, pero se siente. Hay que distinguir entre el humor y el Bulling. Si el chiste tiene una víctima, no es gracioso, es bulling.
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