EL "CHAT" DE DORIAN GRAY
Hace años
que se me quedó grabada la historia del retrato de Dorian Gray a través de una
adaptación fílmica de una novela de Oscar Wilde. Es una película de 1945, así que debo haberla visto por
televisión en uno de esos matinés que pasaban de películas viejas, seguramente
doblada al español. No recuerdo detalles, pero el impacto del mensaje ha
permanecido conmigo y hoy se me reveló como una gran lección para nuestros
tiempos. En la historia, un joven muy atractivo comisiona a un pintor para que
le haga un retrato. La obra reflejó todo
el atractivo del joven, dejando plasmada su impresionante y atrayente imagen,
plena de juventud, vigor y sensualidad.
Por razones que no recuerdo, el retrato fue a parar al desván, donde
permanecía oculto a la vista de todos.
El cuadro tenía la particularidad de que mientras su dueño permanecía
joven y hermoso pese al paso de los años, la imagen se iba transformando.
El
retrato que permanecía en el desván no sólo se transformaba para reflejar el
paso de los años, sino tal vez de forma más significativa, reflejaba los malos
comportamientos de su dueño. Casi al final,
Dorian Gray descubre que su retrato reflejaba una imagen grotesca, que denotaba
no solo fealdad, sino también pura maldad. El cuadro en el desván mostraba su
verdadera esencia corrompida, que no se revelaba en el cuerpo que ante todos
permanecía atractivo.
En esta
semana ha salido a relucir que el gobernador de Puerto Rico se comunicaba a
través de un chat con sus más íntimos
colaboradores, entre los que hay “expertos” en comunicaciones, sobre temas
diversos. Lo que revelan las
comunicaciones es que el tono sería tal vez entendible si proviniese de
adolescentes burlones, pero se hace difícil comprender cómo hombres –porque todos
en el chat son hombres- que deberían
estar discutiendo asuntos serios, se intercambian memes, hacen burla a personas por su apariencia, orientación sexual
o por el simple hecho de que son mujeres.
El gobernador y otros denotan su desprecio a los miembros de la Junta de
Supervisión Fiscal, que vamos, no es que hayan ganado un concurso de simpatías,
pero debe haber un respeto mínimo a los cargos, sobre todo si se hace necesaria
la comunicación con sus componentes. Lo que colmó la copa fue ver que el propio
gobernador llamó pu*a a la ex concejala por Nueva York, Melissa Mark- Viverito.
Ya el
pueblo estaba agobiado por los arrestos federales a, entre otros, Julia Keleher, ex secretaria de educación por contrato y de Alberto Velázquez Piñol, personaje de quien se conocía poco, pero que sin
ser funcionario gubernamental, parece ejercía grandes influencias en varias
agencias. Y lo triste es que esto no acaba aquí. Se esperan más arrestos, que pueden ser a
altos funcionarios, como a otros personajes que no ocupan ya puestos, pero que como
muchos mencionan insistentemente, ejercían gran influencia –léase Elías Sánchez. Y por supuesto, el gobernador indica
desconocer de estas influencias, lo cual nos trae el nefasto recuerdo de la administración
de su padre, bajo la cual resultó convicto por corrupción el entonces secretario
del Departamento de Educación, el
tristemente recordado Víctor Fajardo.
El odioso
chat pone de manifiesto la verdadera
naturaleza de los que tienen en sus manos atender los asuntos de este
país. Es como para indignarse primero y
llorar después, o viceversa. El
gobernador pidió perdón, pero el problema es que lo que dijo no se puede
borrar. La herida ya está y no se trata
de que diga, como un niño a quien lo
sorprenden en la travesura, “prometo que no lo vuelvo a hacer”. Lo que dijo refleja un lado demasiado oscuro de su
persona. No es lo mismo “hablar malo”,
que referirse de forma despectiva con respecto a otra persona. Lo que ha dicho con respecto a Mark-Viverito
denota un total desprecio hacia una mujer por el hecho de defender una causa
distinta a la suya. Es igualmente
ilustrativo que la expresión de Erik Rolón, uno de los allegados en Fortaleza
que exigió lealtad al gobernador, seguido por la expresión de Anthony Maceira
de que a los que no siguieran la norma le iban a “volar la cabeza”. Es como si estuvieran en una de aquéllas
películas de Clint Eastwood de la serie “The good, the bad and the ugly”. Puedo pensar en varios que podrían representar
“the bad” y “the ugly”. Sobre quién
representaría “the good”, creo que necesito mucho tiempo para pensar.
La palabra
es muy poderosa. Con ella podemos
expresar lo que sentimos. Cierto es que
a veces no usamos la palabra adecuada, pero cuando no refleja lo que quisimos
decir, buscamos enmendar y encontrar la palabra apropiada. Creo que casi todos nosotros hemos usado “malas
palabras”. De hecho, yo usé una en Facebook
el otro día, pero no era dirigida a una persona, sino un reflejo de mi
coraje y frustración. Ha habido momentos
en mi vida –hace muchos años- en que he hecho chistes inapropiados y lo he
reconocido, sobre todo porque me he dado cuenta que detrás del lenguaje
ingenioso hay algo que le falta a la dignidad de la persona y eso no refleja lo
que yo creo. Y de inmediato enmendé mis acciones, independientemente de que estuviese
en círculos íntimos o no. No sólo no hago chistes que violen la dignidad de una
persona, sino que los rechazo cuando
otros los hacen. Nuestra conducta tiene que reflejar aquello en lo que creemos.
De verdad
me ha parecido que necesitamos un acto de contrición colectivo. A riesgo de
sonar cantaletera (soy digna hija de mi madre), no podemos seguir aceptando que
exponentes del género del trap se
refieran a las mujeres como pu*as, o que ensalcen la violencia y las drogas -
lo excusamos como algo normal, mientras nos horrorizamos por lo que dijo el
gobernador, quien dicho sea de paso, recibió en su casa al máximo exponente del
género a horas inusuales. Muchos, pero
no tantos, se expresaron en contra de esto.
Tenemos que adecentar la manera como nos expresamos a diario en las
redes sociales. Es frecuente ver los ataques
personalistas, bajunos hacia personas que meramente expresan una opinión
distinta
Tenemos
que exigir respuestas coherentes cuando las explicaciones que se ofrecen no nos
convencen. Los empleados públicos no
deben acatar órdenes ciegamente, cuando sospechan que algo no anda bien. Whitefish
y Cobra, el nombramiento de Keleher –que no era empleada, sino contratista -con compensación astronómica,
los desmanes de Héctor Pesquera, el misterio de los vagones , el juego de pies
con Donald Trump, el ridículo del avión de García Marín, los contratos exorbitantes
de BDO y otros ocurre porque lo hemos permitido con nuestro silencio. Parafraseando
al juez Serrano Geyls (Q.E.P.D.), el elector o el empleado público no debe ser
tan ingenuo como para creer lo que nadie creería. Si queremos que el gobernante
represente la dignidad de su cargo, tenemos que empezar por examinar nuestra
conducta. Tristemente, él es reflejo de
un número sustancial de la sociedad que no solamente lo eligió, sino que aún
luego de lo sucedido, lo defiende a capa y espada. Algo similar ocurre con Donald Trump.
Voy a
echarle una miradita a mi retrato en el desván, a ver cómo está. Me encantaría
ver los de los participantes del chat, aunque
luego tenga pesadillas.
12 de julio
de 2019
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