¿VOLVER?
El
domingo pasado estuve en un concierto de Pro Arte Lírico que disfruté plenamente. Es una entidad sin fines de lucro que fomenta
la buena música, mediante la celebración de conciertos con intérpretes de gran
calibre. La música de ópera, operetas,
zarzuelas y clásicos de la música popular internacional integran su
repertorio. En esta ocasión, entre
otros, interpretaron el tango Volver.
El presentador aportaba interesantes comentarios con respecto a cada
canción. En el caso de Volver, comentó que la tan trillada
frase de que “20 años no es nada” es relativo, ya que no es lo mismo 20 años
para una persona de 30, que para una de 50 o más. No le dí mayor pensamiento a esto, hasta un
intercambio que tuve con una amiga a raíz de relatar mis experiencias en torno a
mi último cumpleaños.
Como
plasmé en un escrito anterior, quise tener una celebración especial para de algún
modo paliar el golpe al ego que representaba este cumpleaños. Decía mi amiga –y estoy de acuerdo, que
llegar a cierta edad es un privilegio.
Si alguien está consciente de eso soy yo – tuve una hermanita que murió
de año y medio; mi mamá murió de 49 años y mi papá de 61. No miento sobre mi edad, pero tampoco ando
anunciándola. Para mí es un gran
misterio el porqué un mero número me afecta.
La mayor parte de la gente me asegura que no represento la edad que
tengo y de hecho, a mí misma me cuesta trabajo pensar que tengo esa edad.
Como
poseo una mente analítica, la reflexión sobre el tango Volver del pasado domingo me hizo pensar si como le ocurre a
muchos, hay un deseo oculto de volver atrás en el tiempo, cuando era más
joven. Hay gente que añora tiempos
pasados. Yo no. Por alguna razón, los que añoran ese pasado
tienen una memoria selectiva. Incluso,
hay quienes quieren escudriñar vidas pasadas, pensando que en otro tiempo
serían reinas, faraones o ricos hacendados,
sin querer pensar que pudieran haber sido esclavos, mendigos o víctimas de
crímenes horribles.
No quiero
volver al pasado, sea este cercano o remoto.
Dice Gardel en el famoso tango: volver,
con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien; sentir que es
un soplo la vida, que veinte años no es nada…Y termina Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que llora otra vez. Sí, el tango es tal vez el género mas
cortavenas que existe. Por mi parte,
afortunadamente no tengo aún la frente marchita, aunque las nieves del tiempo
platearían mi sien si no fuese por el tinte que aplico de vez en cuando. Lo que ciertamente no hago es aferrar mi alma
a un recuerdo. Rebusco en mi mente y no
quiero volver al pasado.
Cierto es
que tengo hermosísimos recuerdos. Pero
también los tengo muy dolorosos: mi divorcio, la muerte de gente muy querida,
las angustias del entorno laboral. Sin
lugar a dudas no tengo ansias de retornar al pasado. A raíz de la muerte de mis padres tuve
pesadillas muy similares, aunque en momentos distintos. Volvían a la vida, pero pensaba que se
morirían de nuevo y no podría soportar ese dolor nuevamente.
Pensé también
en la canción Volver a los 17, de
Violeta Parra. He escuchado a mucha gente decir que quisiera volver a tener 15
años o incluso, regresar a la niñez.
Cuando era niña, no tenía mayores responsabilidades ni me tenía que
preocupar de dónde provendría mi sustento, pero tampoco tenía libre
albedrío. A los diecisiete, esa edad de
la que hablaba la Parra, yo asumí parte del cuidado de mi mamá ya enferma y me
enfrentaba al comienzo de una vida universitaria que añadía más ansiedad a mi
vida. No, no quisiera tener diecisiete años.
No obstante, hay algo en la letra de la canción que me hizo pensar en
las posibles razones para esta desazón provocada por el último cumpleaños, aunque
debo decir que ya estoy mas reconciliada con la idea.
No le
había prestado tanta atención a la letra de la canción, que habla sobre la fragilidad
de tener diecisiete; de sentir profundo, pero más que todo, la transformación
que opera el amor, que con sus esmeros al
viejo lo vuelve niño y que convierte sus años en diecisiete. Creo que a esto es a lo que aspiran los que
dicen querer volver a su juventud. No es
a la edad en sí –es a sentirnos llenos de ilusión, a sentir plenamente la
experiencia de vivir. Para eso no
tenemos que volver a los 17.
Mi
celebración de este último cumpleaños iba en esa onda – disfrutar plenamente,
no como si tuviera diecisiete, porque con las experiencias que he vivido creo que lo disfruté aún
más. El tiempo pasado jamás regresará,
pero sí podemos usar las experiencias como peldaños, añadiendo más gozo, más
sabiduría, sin olvidar el elemento indispensable, a mi modo de ver, para
disfrutar plenamente y que se me había perdido y ando en su busca: la ilusión.
13 de
marzo de 2019
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