El 2005 fue terrible
para mi por muchas razones, pero si algo tuvo de hermoso
fue presenciar al extraordinario músico y ser
humano que es Yo Yo Ma.
Como preludio al
concierto que 14 años después disfrutaré hoy,
comparto mis
reflexiones de entonces. Luego del
tiempo transcurrido,
todo lo que percibí
sigue siendo cierto –y mas.
Yo Yo Ma continúa su
ascenso como músico y ser humano excepcional.
Namasté
WHAT’S IN A NAME?
Tengo un vago recuerdo de una frase de Shakespeare en la
obra Romeo y Julieta, que alude a por qué la importancia de un nombre. Esto, claro está, porque las familias de los
protagonistas -los Montescos y los Capuletos- estaban enfrascados en una lucha
de años. Recuerdo que Romeo decía algo
así como “What’s in a name? A rose
by any other name will smell as sweet...”
Vino a mi mente esta frase, porque desde hace varios días he estado
hablando de alguien con un nombre que para nosotros es un tanto extraño. Se trata del chelista chino - francés Yo-Yo Ma.
Ciertamente, en nuestro lado del hemisferio asociamos
Yo-Yo con un juguete de nuestra infancia.
Yo también tuve uno, aunque nunca fui muy diestra en su manejo. Hace tiempo que escucho la música de Yo-Yo Ma
y tan pronto me enteré de que venía a Puerto Rico, planifiqué para ir a su
concierto. Cuando lo mencionaba a amigos
o conocidos, muchos se quedaban con cara de teléfono ocupado al escuchar su
nombre. Probablemente era la misma cara
que yo ponía cuando me hablaban de Usher.
De hecho, sé que este último hizo un concierto aquí, vi las fotos, pero
no podría reconocer su música aunque probablemente la haya oído.
Con respecto a Yo-Yo Ma, es posible que alguna gente
pensara que era algún rapero o algún grupo de rock. De todos modos, me parecía extraño que con
todo el despliegue que había en la prensa, mucha gente no supiera quién era,
aunque no hubiesen escuchado la música.
De hecho, yo no creo haber escuchado la música de Usher, pero después de
ver tanto sobre él, al menos sé quien es, como también sé quien es Don Omar,
Daddy Yankee, Tego Calderón y otros que no creo que me vaya a dar ahora con
convertirme en su fanática. De hecho, si
me ven en un concierto de ellos, llámenme más a menudo, porque quizás no esté
muy bien de la mente. No obstante, creo
firmemente que no nos podemos abstraer del mundo que nos rodea y la música es
una forma de expresión. No me gusta la
mayor parte de la música de rap, pero reconozco que muchas de sus letras llevan
un mensaje -unos positivos y otros negativos.
La brecha social o generacional hace que a veces nos
ceguemos totalmente ante aquello que no nos es familiar y lo ignoremos o lo
critiquemos de forma absoluta. En la vida
hay pocas cosas absolutas -casi todo tiene matices y depende, como dice la
sabiduría popular, “del color del cristal con que se mire”. Por ende, el rap en sí no es ni malo ni
bueno, ni bello ni feo. Simplemente es
una expresión de un sector de la sociedad.
Si nos gusta o no, no tiene mayor relevancia, pero es importante que
veamos por qué se hace necesario para alguna gente utilizar esa forma de
expresión. Con criticarla ciegamente, no
se va a desaparecer. Debe recordarse que
en un momento la plena era considerada casi un sacrilegio.
Lo importante con el rap y otros géneros que a veces
contienen letras soeces o violentas, es que analicemos el porqué, lo discutamos
y ciertamente, no se patrocine algo que es denigrante hacia determinado sector
de la población. Pero antes de
criticarlo en su totalidad, hay que escuchar letra y ritmo. De hecho, sé que existe una canción sobre un
“gistro”amarillo, pero nunca la he escuchado y la voy a tener que oír porque
salió a relucir en una de las querellas que investigo. Por la mención del artículo de ropa, no creo
que se convierta en mi melodía favorita y tengo la leve sospecha de que el
resto de la letra me disgustará, pero hasta que no la oiga no sabré.
Así como ocurre con el rap, ocurre con otros géneros
musicales; no podemos hacer una masa de los mismos y juntarlos todos como si
fuera la misma cosa. Tomemos por caso la
música clásica. Disfruto de ella, pero
no me gusta toda. En general, no me
gusta la música de cámara, ni los compositores más modernos. Prefiero a Beethoven, a Mozart, a Tchaicovsky
y he ido ampliando según voy conociendo más, pero siempre voy a preferir
compositores cuya música sostiene una melodía; piezas que no son
disonantes. La preferencia por un género
musical o un compositor en particular es algo que no se puede discutir. Discutir sobre quién es mejor o sobre quién
debo escuchar sería como discutir si el color rojo (uno de mis preferidos) es
mejor o peor que los otros.
No puedo recordar las circunstancias en las cuales
escuché a Yo-Yo Ma por primera vez, pero sí sé que me cautivó. Hay algo en él que transmite sensibilidad,
ternura, pasión y puro gozo. A través de
los años adquirí varios de sus discos.
Una de las características de Yo-Yo Ma es que no es elitista. Lo mismo graba con orquestas sinfónicas que
con músicos de jazz, de tango y recientemente leí que está explorando con la
música africana. Está en constante búsqueda
de cómo lograr acercarse a todo ser humano a través de la música.
Cuando leí que vendría a Puerto Rico compré mi boleto con
dos meses de anticipación y me preguntaba cómo sería ver y escuchar en persona
a este hombre que lograba despertar en mí tantas emociones. Hay una melodía en particular, titulada
“Butterfly’s Day Out”, que está interpretada por Yo-Yo con tal sutileza, que
puedo ver la mariposa volando cuando la escucho. Teniendo tal expectativa, en cierta medida
temía que escucharlo en vivo pudiera desilusionarme, como hasta cierto punto me
ocurrió con Andrea Boccelli, a quien encontré frío y distante al escucharlo en
persona.
El día del concierto planifiqué irme a hacer una manicura
-algo que hacía años no disfrutaba.
Quería pintarme las uñas rojo sangre, para que hicieran juego con mi
blusa de organza roja, acompañada de una falda negra y zapatos intensa,
brillante e innegablemente rojos. Para
completar, luciría mis pantallas y sortija con rubíes y me pondría lentes de
contacto. Nada, que me preparé como si
Yo-Yo hubiese venido a Puerto Rico a verme a mí.
Esa noche llegué bien temprano a Bellas Artes y me
encontré con unas amistades en la plazoleta, hasta que se aproximó la hora de
comienzo del concierto. Me dirigí a mi
lugar, dispuesta a disfrutar del tan esperado concierto. Yo-Yo no aparecería hasta la segunda parte,
pero la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico estuvo fenomenal y ofreció una
primera parte memorable. Luego del
intermedio, apareció Yo-Yo en escena. Al
fin podía verlo en persona. Transmite
una espontaneidad, una frescura que hace sentir a todo el mundo como que él
viene a disfrutar de juntarse con otros músicos a tocar la música que le
gusta. La primera pieza estuvo muy
hermosa, aunque un tanto sombría, ya que era un homenaje al Director que debió
estar a cargo del concierto, Sergiu Comisiona, recientemente fallecido.
Su segunda participación sería un concierto de Dvorak del
cual yo quizás había oído parte, pero en realidad no conocía. Yo-Yo estaba totalmente compenetrado con el
Director y con la orquesta. Por
momentos, parecía como un baile -a veces con el Director, a veces con el primer
violín y muchas veces, tirado hacia atrás en su silla, con la orquesta
completa. Se notaba que él era parte de
un todo, que no se veía a sí mismo como una estrella separada de los demás y
precisamente por eso, es que brilla más.
Verlo tocando el violonchelo es un espectáculo en sí mismo. Por momentos, lo abraza, otros lo acaricia y
hay momentos en que juro que parece que lo libera y el violonchelo se toca
solo. Después de verlo en ejecución se
me antoja que debe ser tremendo amante.
Durante el segundo movimiento, hubo momentos tan sutiles, tan tiernos y
melancólicos, que hicieron brotar lágrimas de mis ojos. El público, incluyéndome a mí, enloqueció al
final. Tocó dos encores, uno de
los cuales está en uno de mis discos.
El concierto de Yo-Yo sobrepasó mis expectativas. Y ciertamente, se llamase Juan, Bjorn, Kunta
Kinte o Franz, su música sonaría igual de dulce, de mágica y poseería la misma
cualidad unificadora. Doy gracias a Dios
que me ha permitido ver y oír a este extraordinario ser y ojalá esté mucho
tiempo entre nosotros para que continúe su labor de acercarnos más.
19 de marzo de
2005
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