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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

viernes, 22 de marzo de 2019

Un nombre singular, para un ser humano singular







El 2005 fue terrible para mi por muchas razones, pero si algo tuvo de hermoso
 fue presenciar al extraordinario músico y ser humano que es Yo Yo Ma.
Como preludio al concierto que 14 años después disfrutaré hoy,
comparto mis reflexiones de entonces.  Luego del tiempo transcurrido,
todo lo que percibí sigue siendo cierto –y mas.
Yo Yo Ma continúa su ascenso como músico y ser humano excepcional.
Namasté


WHAT’S IN A NAME?

Tengo un vago recuerdo de una frase de Shakespeare en la obra Romeo y Julieta, que alude a por qué la importancia de un nombre.  Esto, claro está, porque las familias de los protagonistas -los Montescos y los Capuletos- estaban enfrascados en una lucha de años.  Recuerdo que Romeo decía algo así como “What’s in a name? A rose by any other name will smell as sweet...”  Vino a mi mente esta frase, porque desde hace varios días he estado hablando de alguien con un nombre que para nosotros es un tanto extraño.  Se trata del chelista chino - francés Yo-Yo Ma.

Ciertamente, en nuestro lado del hemisferio asociamos Yo-Yo con un juguete de nuestra infancia.  Yo también tuve uno, aunque nunca fui muy diestra en su manejo.  Hace tiempo que escucho la música de Yo-Yo Ma y tan pronto me enteré de que venía a Puerto Rico, planifiqué para ir a su concierto.  Cuando lo mencionaba a amigos o conocidos, muchos se quedaban con cara de teléfono ocupado al escuchar su nombre.  Probablemente era la misma cara que yo ponía cuando me hablaban de Usher.  De hecho, sé que este último hizo un concierto aquí, vi las fotos, pero no podría reconocer su música aunque probablemente la haya oído. 

Con respecto a Yo-Yo Ma, es posible que alguna gente pensara que era algún rapero o algún grupo de rock.  De todos modos, me parecía extraño que con todo el despliegue que había en la prensa, mucha gente no supiera quién era, aunque no hubiesen escuchado la música.  De hecho, yo no creo haber escuchado la música de Usher, pero después de ver tanto sobre él, al menos sé quien es, como también sé quien es Don Omar, Daddy Yankee, Tego Calderón y otros que no creo que me vaya a dar ahora con convertirme en su fanática.  De hecho, si me ven en un concierto de ellos, llámenme más a menudo, porque quizás no esté muy bien de la mente.  No obstante, creo firmemente que no nos podemos abstraer del mundo que nos rodea y la música es una forma de expresión.  No me gusta la mayor parte de la música de rap, pero reconozco que muchas de sus letras llevan un mensaje -unos positivos y otros negativos.

La brecha social o generacional hace que a veces nos ceguemos totalmente ante aquello que no nos es familiar y lo ignoremos o lo critiquemos de forma absoluta.  En la vida hay pocas cosas absolutas -casi todo tiene matices y depende, como dice la sabiduría popular, “del color del cristal con que se mire”.  Por ende, el rap en sí no es ni malo ni bueno, ni bello ni feo.  Simplemente es una expresión de un sector de la sociedad.  Si nos gusta o no, no tiene mayor relevancia, pero es importante que veamos por qué se hace necesario para alguna gente utilizar esa forma de expresión.  Con criticarla ciegamente, no se va a desaparecer.  Debe recordarse que en un momento la plena era considerada casi un sacrilegio.

Lo importante con el rap y otros géneros que a veces contienen letras soeces o violentas, es que analicemos el porqué, lo discutamos y ciertamente, no se patrocine algo que es denigrante hacia determinado sector de la población.  Pero antes de criticarlo en su totalidad, hay que escuchar letra y ritmo.  De hecho, sé que existe una canción sobre un “gistro”amarillo, pero nunca la he escuchado y la voy a tener que oír porque salió a relucir en una de las querellas que investigo.  Por la mención del artículo de ropa, no creo que se convierta en mi melodía favorita y tengo la leve sospecha de que el resto de la letra me disgustará, pero hasta que no la oiga no sabré.  

Así como ocurre con el rap, ocurre con otros géneros musicales; no podemos hacer una masa de los mismos y juntarlos todos como si fuera la misma cosa.  Tomemos por caso la música clásica.  Disfruto de ella, pero no me gusta toda.  En general, no me gusta la música de cámara, ni los compositores más modernos.  Prefiero a Beethoven, a Mozart, a Tchaicovsky y he ido ampliando según voy conociendo más, pero siempre voy a preferir compositores cuya música sostiene una melodía; piezas que no son disonantes.  La preferencia por un género musical o un compositor en particular es algo que no se puede discutir.  Discutir sobre quién es mejor o sobre quién debo escuchar sería como discutir si el color rojo (uno de mis preferidos) es mejor o peor que los otros.

No puedo recordar las circunstancias en las cuales escuché a Yo-Yo Ma por primera vez, pero sí sé que me cautivó.  Hay algo en él que transmite sensibilidad, ternura, pasión y puro gozo.  A través de los años adquirí varios de sus discos.  Una de las características de Yo-Yo Ma es que no es elitista.  Lo mismo graba con orquestas sinfónicas que con músicos de jazz, de tango y recientemente leí que está explorando con la música africana.  Está en constante búsqueda de cómo lograr acercarse a todo ser humano a través de la música.

Cuando leí que vendría a Puerto Rico compré mi boleto con dos meses de anticipación y me preguntaba cómo sería ver y escuchar en persona a este hombre que lograba despertar en mí tantas emociones.  Hay una melodía en particular, titulada “Butterfly’s Day Out”, que está interpretada por Yo-Yo con tal sutileza, que puedo ver la mariposa volando cuando la escucho.  Teniendo tal expectativa, en cierta medida temía que escucharlo en vivo pudiera desilusionarme, como hasta cierto punto me ocurrió con Andrea Boccelli, a quien encontré frío y distante al escucharlo en persona.

El día del concierto planifiqué irme a hacer una manicura -algo que hacía años no disfrutaba.  Quería pintarme las uñas rojo sangre, para que hicieran juego con mi blusa de organza roja, acompañada de una falda negra y zapatos intensa, brillante e innegablemente rojos.  Para completar, luciría mis pantallas y sortija con rubíes y me pondría lentes de contacto.  Nada, que me preparé como si Yo-Yo hubiese venido a Puerto Rico a verme a mí.

Esa noche llegué bien temprano a Bellas Artes y me encontré con unas amistades en la plazoleta, hasta que se aproximó la hora de comienzo del concierto.  Me dirigí a mi lugar, dispuesta a disfrutar del tan esperado concierto.  Yo-Yo no aparecería hasta la segunda parte, pero la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico estuvo fenomenal y ofreció una primera parte memorable.  Luego del intermedio, apareció Yo-Yo en escena.  Al fin podía verlo en persona.  Transmite una espontaneidad, una frescura que hace sentir a todo el mundo como que él viene a disfrutar de juntarse con otros músicos a tocar la música que le gusta.  La primera pieza estuvo muy hermosa, aunque un tanto sombría, ya que era un homenaje al Director que debió estar a cargo del concierto, Sergiu Comisiona, recientemente fallecido.

Su segunda participación sería un concierto de Dvorak del cual yo quizás había oído parte, pero en realidad no conocía.  Yo-Yo estaba totalmente compenetrado con el Director y con la orquesta.  Por momentos, parecía como un baile -a veces con el Director, a veces con el primer violín y muchas veces, tirado hacia atrás en su silla, con la orquesta completa.  Se notaba que él era parte de un todo, que no se veía a sí mismo como una estrella separada de los demás y precisamente por eso, es que brilla más.  Verlo tocando el violonchelo es un espectáculo en sí mismo.  Por momentos, lo abraza, otros lo acaricia y hay momentos en que juro que parece que lo libera y el violonchelo se toca solo.  Después de verlo en ejecución se me antoja que debe ser tremendo amante.  Durante el segundo movimiento, hubo momentos tan sutiles, tan tiernos y melancólicos, que hicieron brotar lágrimas de mis ojos.  El público, incluyéndome a mí, enloqueció al final.  Tocó dos encores, uno de los cuales está en uno de mis discos.

El concierto de Yo-Yo sobrepasó mis expectativas.  Y ciertamente, se llamase Juan, Bjorn, Kunta Kinte o Franz, su música sonaría igual de dulce, de mágica y poseería la misma cualidad unificadora.  Doy gracias a Dios que me ha permitido ver y oír a este extraordinario ser y ojalá esté mucho tiempo entre nosotros para que continúe su labor de acercarnos más.

19 de marzo de 2005



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