GRANDEZA
Desde
hace años disfruto de la música interpretada por un artista excepcional que
ayer se me reveló como un genio. He sido
fanática de varios artistas a través de los años. Comencé con los Beatles, con una predilección
especial hacia Paul McCartney. Luego le
siguieron Chucho Avellanet, Danny Rivera, Marco Antonio Muñiz, Milton Nascimento
–durante una época con particular afición por la música brasileña. Ednita Nazario llegó más tarde. Irrumpieron a escena músicos del bel canto, precedidos por Luciano
Pavarotti, quien sigue siendo mi favorito y Andrea Boccelli. Como una estrella que se fue insinuando en mi
corazón poco a poco, con la sutileza del instrumento que tan magistralmente
ejecuta, llegó Yo –Yo Ma.
Imagino
que lo escuché por primera vez en la radio y eso me provocó comprar un
disco. Luego de eso he adquirido varios,
que escucho dependiendo de mi estado de ánimo.
Hace 14 años lo escuché en persona por primera vez y quedé prendada no sólo del músico, sino
también del ser humano. Fui conociendo
mas de sus esfuerzos para hacer música de géneros diversos y de acercarse a
personas de distintas culturas. Ejemplo de ello es uno de mis discos favoritos,
con temas festivos, en el que colabora con músicos de varios países e
interpreta ritmos orientales, caribeños, europeos y norteamericanos. Ya me iba formando una idea de que este
hombre es un ser universal, un maestro no sólo por su maestría en la ejecución
del violonchelo, sino porque nos muestra el camino hacia una mejor sociedad.
El pasado
viernes y sábado pude constatar que estuve ante la presencia de un ser cuya
grandeza trasciende su enorme talento musical. Asistí al concierto que ofreció
el viernes en la sala de festivales del Centro de Bellas Artes, en el que
interpretó las seis suites de Bach. Yo
había escuchado tal vez dos y porciones de otras. Yo-Yo Ma estaba solo en el escenario –bueno,
sólo con su chelo. Hubo momentos
verdaderamente sublimes. Hay una magia
especial en ver la simbiosis intérprete/instrumento que se establece entre
ambos. Por momentos, se siente que
estamos ante un suceso íntimo en el que el maestro acaricia el instrumento; en
otros, parece como si hubiese dos o tres chelos en lugar de uno solo.
Para mi, que prefiero los conciertos orquestales
resultó un poco fuerte estar dos horas ante la interpretación de un solo
instrumento, pero no dejé de apreciar momentos sublimes. El maestro –me resisto a llamarlo Yo Yo,
aunque estoy segura que a él no le
molesta –dedicó la quinta suite a Puerto Rico, tras unas interpretaciones
magistrales. Fusionó la quinta y sexta y
el concierto llegó a su fin, pero él anunció que había una sorpresa – y lo dijo
en español. De verdad fue una sorpresa –jamás
lo hubiera imaginado. Pensé que tal vez
interpretaría El Canto de los pájaros, de
Casals, pero no.
Entró a
escena el coro de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Cayey, acompañado de
Alberto Carrión y en compañía del maestro, interpretaron Amanecer Borincano. Al escuchar los primeros acordes las lágrimas
se agolparon en mis ojos y luego fluían libremente por mis mejillas. Me sorprendió la intensidad de la emoción,
como me sorprende cada vez que la asocio con la tragedia que vivimos con el huracán
María y la desnudez no solo de nuestros montes, sino de la realidad colonial
que ha quedado tan patentemente retratada en los últimos tiempos. Y ese dolor está ahí, aunque hayamos superado
mucho, aunque personalmente no hayamos sufrido tanto como los habitantes de
regiones más apartadas. El abrazo cálido
que el maestro le ofreció a Alberto Carrión al finalizar fue como si hubiese
ofrecido un abrazo colectivo al país entero, como queriendo decir “estoy con
ustedes”. Todo me quedó aun más claro
ayer.
Asistí a
un conversatorio que formaba parte del mismo proyecto de la gira de Yo Yo Ma en
el que participarían Luis Miranda –el papá de Lin Manuel- junto al promotor de La Respuesta en Santurce, quienes
analizarían arte y desarrollo económico; el propio Yo Yo Ma y la directora del
Museo de Arte Contemporáneo, para discutir el rol del arte en la revitalización
de la isla y el Chef José Andrés y la dueña de uno de los food trucks que participó en la tarea titánica de alimentar la isla
tras el paso del huracán. Alguien le
preguntó a Luis Miranda cómo hacer sentir en Los Ángeles la presencia de la
cultura Boricua y Luis Miranda le respondió “haciéndolo”, lo cual fue sentando
la tónica del conversatorio.
Siguió Yo
–Yo Ma con Marianne Ramírez y dejó ver una vez más su calidad humana. Saludaba con abrazos a los que tenía
alrededor antes de subir al escenario y mientras lo presentaban, sonreía como un
niño chiquito como queriendo decir “¿y ahora qué vamos a hacer?” Asumió el rol
de entrevistador y le lanzó la siguiente pregunta a Ramírez: “si tuvieras los
recursos para resolver los problemas del país qué harías?” Yo quedé como la computadora cuando está
buscando un archivo y Ramírez abordó el asunto.
De ahí fluyó la conversación y se abrió el foro para preguntas. Una de las participantes recibió un micrófono
que no funcionaba y Yo - Yo Ma se acercó desde el escenario y le dio el
suyo. Ese pequeño acto me reveló que
nunca pierde de vista a los otros seres humanos. El no se siente como un ente aparte, aunque
tendría todo el derecho de hacerlo. Como
dicen por ahí, está fuera de liga. Creo
que él no se da cuenta de cuán grande es.
En un
momento dado Ma afirmó “ustedes tienen una identidad bien fuerte, pero es
necesario que el resto del mundo sepa eso”. También dijo que debemos cambiar el
nombre a Puerto Sí Podemos. Una profesora de música preguntó qué era
lo que había en Bach que apela al sentimiento y Ma contestó que representa
empatía, como un tío lejano, pero que se sienta a escucharte. Creo que por eso es que el maestro puede
interpretar tan magistralmente a este compositor. Él es también ese tío que nos escucha.
Tras su
participación, permaneció un rato escuchando al chef José Andrés, quien también
recalcó en la importancia del convencimiento de que podemos echar adelante el
país nosotros mismos, particularmente tras la ineficiencia demostrada por FEMA
y su empecinamiento en traer comida de afuera cuando aquí había recursos
disponibles que tan sólo era necesario movilizar. Tras el conversatorio, nos movimos a la
plazoleta de Minillas, donde otros músicos, en este caso de música popular,
participaban. Yo-Yo Ma se les uniría,
así que pese al candente sol, el hambre que arreciaba y el cansancio que arrastraba
tras el intenso concierto de la noche anterior, quería volver a verlo. Escuché parte de la música, pero tras un rato
me desesperó, porque es de esa música que lleva una melodía al principio, pero
luego rompe en una descarga que no es exactamente algo que me atrae.
Me despedí
de mi prima Socorrito y su esposo, a quienes vi en el conversatorio y quienes
me acompañaron un rato en la fila desesperante por algo de comer en uno de los food trucks disponibles, di una vuelta
por las carpas con artesanía y me fui.
Hoy leí que Yo-Yo Ma interpretó una canción con PJ sin suela, alguien de quien he escuchado pero no conozco nada de
lo que hace. Según la reseña del
periódico, interpretaron Avemaría, una
composición del joven músico dedicada a Puerto Rico tras el paso del
huracán. La busqué un UTube y honestamente no me gustó, pero
estoy segura que Yo-Yo Ma hizo una interpretación sublime, porque sin duda
escucha algo que yo no escuché. En el
conversatorio aludió a que hay algo de ciencia en la música y que le sorprendió
que ninguno de los integrantes del coro que lo acompañó la noche anterior eran
estudiantes de música. Es evidente que
Yo-Yo Ma no sólo habla con la gente –los escucha. Tiene un cerebro privilegiado, pero mas aún,
tiene un alma privilegiada.
Cuando me
disponía a realizar este escrito, busqué mis discos favoritos de Yo-Yo Ma –sí,
los que aparecen en la foto son solo mis favoritos -hay más. En uno de ellos
hay un folleto con un extracto de una entrevista que le hacen al maestro. Le hacen alusión a una campaña publicitaria de
un producto en el que se dice “I wanna be like Mike”, refiriéndose a Michael
Jordan. El entrevistador le pregunta a
Yo-Yo Ma, que si hubiese una campaña denominada “Quiero ser como Yo-Yo”, cual
producto promocionaría. El respondió que
un uniforme de mesero. Tras una pausa –imagino
que por la sorpresa- el entrevistador preguntó por qué. Yo-Yo Ma respondió: “Porque creo que ser un
buen músico es como ser un buen mesero.
No eres el chef – es al compositor a quien le corresponde ese
uniforme-pero necesitas conocer bien lo que vas a servir para hacer bien tu trabajo. Necesitas ser discreto. Si haces bien tu trabajo, puedes
verdaderamente añadir valor al disfrute de toda la experiencia”.
Este fin
de semana, he descubierto la grandeza de Yo-Yo Ma en todo su esplendor. Me recuerda la oración de San Francisco de
Asís que reza en parte
Oh Señor hazme instrumento de Tu paz….
........
Donde haya desesperación que lleve yo alegría
Donde haya tinieblas que lleve yo la luz
Oh, Maestro haz que yo no busque tanto ser consolado sino
consolar
ser comprendido, sino comprender
ser amado, como amar
Yo-Yo Ma me brindó en dos días lecciones en amor,
humildad, empatía, gozo y constancia predicadas con su ejemplo.
Namasté.
24 de marzo de 2019