MORIR EN LA VÍSPERA
Hay una
frase que dice que nadie se muere en la víspera. Todo tiene su momento –no es ni antes, ni
después. No sabemos cuándo ese momento va a llegar. Para algunos, ocurre de forma totalmente
inesperada, como las víctimas de un accidente o de un crimen violento. Para los familiares, tiene que ser
desgarrador, con matices de surrealismo, enfrentarse al hecho de que se
despidieron de su ser querido en la mañana y en la tarde ya no está. Para otros, la muerte es algo que se
anticipaba, aunque no se sabía exactamente cuándo iba a ocurrir. Ese es el caso de las enfermedades en etapa
terminal, porque hay una certeza médica de que la persona no va a recuperar.
Para los
familiares de una persona con una enfermedad en esa etapa la angustia es de otra naturaleza. Por el hecho mismo de que se sabe que la
persona no va a recuperar, una se pregunta ¿será hoy? Por otro lado, muchas veces la muerte
sorprende comoquiera, como ocurrió con mi papá, que murió justo en el momento
que yo salí de la habitación a llamar a la doctora. A menudo tenemos una lucha
interna –por momentos nos resignamos; por momentos nos aferramos a cualquier
esperanza, por mínima que parezca -buscamos tratamientos alternativos, hacemos
decenas de consultas, rebuscamos todas las posibilidades. El corazón se niega a aceptar lo que la mente
ya sabe. Y también está la fe.
Por el
hecho de que sabemos de cientos de casos en los que una persona se ha
recuperado de forma milagrosa, nos aferramos a que nuestro ser querido sea uno
de esos casos. Después de todo, es una
persona buena; no merece morir a destiempo –cualesquiera que sea la medida para
determinar cuánto debe durar una persona. El poder de la oración existe, así
que nos aferramos al convencimiento de que todas esas oraciones por este ser
noble van a surtir el efecto deseado, que es detener la muerte, al menos por
cierto tiempo, porque no hay duda de que todos vamos a morir.
En la
madrugada de hoy falleció el periodista Papo Brenes, a quien no conocí, pero
por todo lo que escuché era un excelente ser humano. Su familia y amigos había estado en este sube
y baja de emociones por más de un año.
Tras el diagnóstico inicial de cáncer en el páncreas y un intenso
tratamiento, pareció recuperar y tuvo meses de calidad de vida. Algo similar ocurrió con mi papá. En ese momento sentimos que hemos derrotado
la muerte y nos sentimos seguros del poder de la oración. Luego, una recaída nos golpea tal vez con
mayor fuerza. Puedo identificarme con su
familia en estos momentos y aunque ningún dolor es igual, puedo imaginar su sufrimiento.
Como yo
no estoy vinculada a la farándula, no sé si en medio del dolor haya un grado de
indignación, que es lo que yo siento, al ver que algunos comenzaron a difundir a
través de las redes sociales la “noticia” del fallecimiento antes de que
ocurriera. Papo Brenes falleció en la
madrugada de hoy viernes, pero desde ayer estoy viendo mensajes expresando la
pena por el fallecimiento. Lo más que me
indignó fue ver un periodista o reportero apostado en las inmediaciones del hospital,
mientras indicaba que estaría allí para notificar el fallecimiento una vez
ocurriese. La imagen de un buitre vino a
mi mente. Creo que tuvo un momento de lucidez en que se percató de la magnitud
de lo que había dicho y añadió algo en el sentido de que esperaba su
recuperación, pero ya había incurrido en un horrible faux pas.
¿Dónde
deja un comentario como este la ilusión de un familiar aferrado a ese tenue
hilito de esperanza de que ocurra un milagro? Puedo entender que tratándose de la
previsible muerte de un periodista de farándula muy conocido y querido, hubiese
interés en dar a conocer la noticia lo más pronto posible, pero no veo la
necesidad de transmitir en directo su buítrica
presencia. Con estar allí y hacer el
anuncio en su momento hubiese bastado. Hubo muchos que informaron sobre la
muerte de Papo Brenes en la víspera. Pero
no ocurrió en la víspera; ocurrió cuando tenía que ocurrir, que es algo que
ninguno de nosotros puede determinar.
Como
sociedad, nos hemos contagiado de esta fea práctica, al punto de que seguimos
difundiendo mensajes de muertes que no han ocurrido, sin verificar si la “noticia”
es cierta. Este no es el primer caso que he visto de rumores que se venden como
noticia, del fallecimiento de una persona que en ocasiones ni siquiera está
enferma. Debemos dar a cada situación el
espacio para que los familiares y amigos procesen el impacto que tiene en sus
vidas la pérdida física de un ser amado.
Con el tiempo vendrá la aceptación y el convencimiento de que su
presencia estará con nosotros siempre.
No antes, ni después, sino cuando corresponde.
10 de
marzo de 2017
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