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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

viernes, 10 de marzo de 2017

Morir en la víspera


MORIR EN LA VÍSPERA

Hay una frase que dice que nadie se muere en la víspera.  Todo tiene su momento –no es ni antes, ni después. No sabemos cuándo ese momento va a llegar.  Para algunos, ocurre de forma totalmente inesperada, como las víctimas de un accidente o de un crimen violento.  Para los familiares, tiene que ser desgarrador, con matices de surrealismo, enfrentarse al hecho de que se despidieron de su ser querido en la mañana y en la tarde ya no está.  Para otros, la muerte es algo que se anticipaba, aunque no se sabía exactamente cuándo iba a ocurrir.  Ese es el caso de las enfermedades en etapa terminal, porque hay una certeza médica de  que la persona no va a recuperar.

Para los familiares de una persona con una enfermedad en esa etapa  la angustia es de otra naturaleza.  Por el hecho mismo de que se sabe que la persona no va a recuperar, una se pregunta ¿será hoy?  Por otro lado, muchas veces la muerte sorprende comoquiera, como ocurrió con mi papá, que murió justo en el momento que yo salí de la habitación a llamar a la doctora. A menudo tenemos una lucha interna –por momentos nos resignamos; por momentos nos aferramos a cualquier esperanza, por mínima que parezca -buscamos tratamientos alternativos, hacemos decenas de consultas, rebuscamos todas las posibilidades.  El corazón se niega a aceptar lo que la mente ya sabe. Y también está la fe.

Por el hecho de que sabemos de cientos de casos en los que una persona se ha recuperado de forma milagrosa, nos aferramos a que nuestro ser querido sea uno de esos casos.  Después de todo, es una persona buena; no merece morir a destiempo –cualesquiera que sea la medida para determinar cuánto debe durar una persona. El poder de la oración existe, así que nos aferramos al convencimiento de que todas esas oraciones por este ser noble van a surtir el efecto deseado, que es detener la muerte, al menos por cierto tiempo, porque no hay duda de que todos vamos a morir.

En la madrugada de hoy falleció el periodista Papo Brenes, a quien no conocí, pero por todo lo que escuché era un excelente ser humano.  Su familia y amigos había estado en este sube y baja de emociones por más de un año.  Tras el diagnóstico inicial de cáncer en el páncreas y un intenso tratamiento, pareció recuperar y tuvo meses de calidad de vida.  Algo similar ocurrió con mi papá.  En ese momento sentimos que hemos derrotado la muerte y nos sentimos seguros del poder de la oración.  Luego, una recaída nos golpea tal vez con mayor fuerza.  Puedo identificarme con su familia en estos momentos y aunque ningún dolor es igual, puedo imaginar su sufrimiento.

Como yo no estoy vinculada a la farándula, no sé si en medio del dolor haya un grado de indignación, que es lo que yo siento, al ver que algunos comenzaron a difundir a través de las redes sociales la “noticia” del fallecimiento antes de que ocurriera.  Papo Brenes falleció en la madrugada de hoy viernes, pero desde ayer estoy viendo mensajes expresando la pena por el fallecimiento.  Lo más que me indignó fue ver un periodista o reportero apostado en las inmediaciones del hospital, mientras indicaba que estaría allí para notificar el fallecimiento una vez ocurriese.  La imagen de un buitre vino a mi mente. Creo que tuvo un momento de lucidez en que se percató de la magnitud de lo que había dicho y añadió algo en el sentido de que esperaba su recuperación, pero ya había incurrido en un horrible faux pas.

¿Dónde deja un comentario como este la ilusión de un familiar aferrado a ese tenue hilito de esperanza de que ocurra un milagro? Puedo entender que tratándose de la previsible muerte de un periodista de farándula muy conocido y querido, hubiese interés en dar a conocer la noticia lo más pronto posible, pero no veo la necesidad de transmitir en directo su buítrica presencia.  Con estar allí y hacer el anuncio en su momento hubiese bastado. Hubo muchos que informaron sobre la muerte de Papo Brenes en la víspera.  Pero no ocurrió en la víspera; ocurrió cuando tenía que ocurrir, que es algo que ninguno de nosotros puede determinar.

Como sociedad, nos hemos contagiado de esta fea práctica, al punto de que seguimos difundiendo mensajes de muertes que no han ocurrido, sin verificar si la “noticia” es cierta. Este no es el primer caso que he visto de rumores que se venden como noticia, del fallecimiento de una persona que en ocasiones ni siquiera está enferma.  Debemos dar a cada situación el espacio para que los familiares y amigos procesen el impacto que tiene en sus vidas la pérdida física de un ser amado.  Con el tiempo vendrá la aceptación y el convencimiento de que su presencia estará con nosotros siempre.  No antes, ni después, sino cuando corresponde.

10 de marzo de 2017




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