INSPIRADA
Yo me
crié en un hogar con un fuerte apego al Partido Popular y en cierto sentido, la filosofía que allí imperaba
es cónsona con mi personalidad. Tiendo a
ser de pensamiento liberal, con una fuerte ética personal y profesional y me
disgustan las posturas extremas, que no
ponderan detalladamente las consecuencias de lo que se dice y hace. Mi primer voto a los dieciocho años fue para Hernández
Colón, bajo el régimen en aquél entonces de Luis Ferré que pese a su imagen de
benefactor, permitió el inicio de un descalabro gubernamental que desde entonces
ha ido de mal en peor. Crecí oyendo los
discursos de Don Luis Muñoz Marín y supe de sus luchas para sacar a Puerto Rico
de la miseria, a través de los programas de industrialización, educación y
desarrollo cultural. Fue como la época
de Camelot en Estados Unidos bajo John F. Kennedy.
Sobre el
proceso del establecimiento del Estado Libre Asociado, nunca escuché en mi casa
que fuera un plan deliberado de Muñoz
para engañar al pueblo. No lo creía
entonces y no lo creo ahora. Que el
gobierno de los Estados Unidos tuviera
un interés oculto en que el pacto en
realidad no lo fuera son otros veinte pesos.
El desarrollo de los últimos años ha puesto en evidencia que no hay tal
pacto y que Estados Unidos no tenía intenciones de brindar una mayor autonomía
a Puerto Rico. Pero eso no lo
vislumbraba en mis años de universidad, cuando los grupos independentistas en
la YUPI llamaban momia a Muñoz, lo cual me molestaba y aún me sigue
molestando. Tal vez Muñoz no logró lo
que hubiésemos querido, pero creo que obró de buena fe.
Mi papá
fue servidor público de carrera y llegó a ocupar un puesto de confianza justo
cuando ganó Ferré. En aquél tiempo, los
empleados de confianza renunciaban, no se quedaban atornillados, por lo que
Papi, muy a su pesar, abandonó el servicio público por primera vez, aunque luego
retornó. Gran parte de la ética que
aprendí, la aprendí de él, mucho antes de que existiera una Ley de Ética
Gubernamental y lo puse en práctica durante mis 30 años como servidora pública
de carrera.
Con el
pasar del tiempo, vi cómo el servicio público se deterioraba cada vez más. Trabajé bajo administraciones populares y
penepés y sin lugar a dudas, las experiencias más nefastas fueron bajo las
últimas. Nunca me he podido identificar
con el pensamiento penepé y estadista.
Siempre he tenido una conciencia clara de que Puerto Rico es mi nación,
pero me disgustaron los estilos del Partido Independentista, con unos líderes que
destilaban prepotencia. María de Lourdes
Santiago y Fernando Martín lo ejemplifican.
Con el
paso del tiempo me fui desligando del Partido Popular, aunque nunca fui fanática. Cada vez me desilusionaban más sus posturas y
comencé a votar por candidatos independientes, como Vargas Vidot. Una cosa tenía clara –no quería que bajo
ningún concepto ganara el PNP, aunque soy consciente que hay sus honrosas
excepciones. Para las elecciones del
2012, no me entusiasmaba la candidatura de Alejandro García Padilla, pero era
preferible a que ganaran Fortuño y Pedro Pierluisi. Los resultados ya los sabemos. Lo que no sabíamos es que el 2016 nos traería
algo muchísimo peor. El caso Ricky debe
ser estudiado como un manual sobre cómo no cometer tantos errores en tan corto
tiempo. Y el problema es que el sistema
está tan dañado, porque hay empleados populares y penepés que no llegaron
precisamente por ser los mejores, que lograr reconstruir el aparato gubernamental
fácilmente toma una década o más.
Decidir
entonces a quién favorecer no es tarea fácil.
Pedro Pierluisi –alias Pedro El Breve tras su corta estadía en Fortaleza-
está descartado de plano, así como César Vázquez con su mentalidad ultra
conservadora. En el Partido Popular ninguno
de los candidatos que se presentó a a primarias me complacía del todo. Los últimos traspiés de Charlie Delgado, pese
a que me parece un buen ser humano, me producen vergüenza ajena. Lúgaro es una
mujer brillante, con buenas intenciones, pero su estilo me parece demasiado
impulsivo y un tanto arrogante. Eliezer
Molina es como una pistolita sin inscribir y entonces miro a Dalmau.
No voy a
negar que me trabaja el discurso de “un voto para Dalmau u otros es darle la
victoria al PNP” porque reduce las posibilidades del PPD, pero lo cierto es que
Delgado no me parece el mejor candidato.
Aunque la posibilidad de que Pierluisi gane es real, lo cierto es que si
gana Charlie no me parece que pueda llevar a cabo la transformación que él
vislumbra. Hay demasiados empleados
populares en gobierno con una visión particular que van a tratar de imponer sus
agendas y ni se diga de los grupos de penepés que torpedearán cualquier iniciativa
de cambio. Para lograr mover todo ese
aparato gubernamental se necesita un líder que inspire y lo tristemente cierto
es que Charlie no inspira. Los otros que
comparecieron a primaria tenían sus propios problemas, pero eso ya es
académico.
He estado
observando a Juan Dalmau y lo cierto es que lleva un mensaje coherente. Ha dicho algo que tiene toda la lógica del
mundo –hemos tenido gobernantes estadistas y la estadidad no está ni un ápice
más cerca, así que el ridículo pensar que un voto por Dalmau es un voto por la
independencia. Hace unos días hablaba yo con una amiga sobre cómo me sentía en
torno a las primarias en el Partido Popular, con unos líderes que no inspiran,
mientras que Juan Dalmau sí inspira.
Todas me han dicho que es el mejor candidato, pero que no va a
ganar. Caramba, si toda persona que
piensa que es el mejor no vota por él, ciertamente no va a ganar. Escuché a alguien decir que ya hemos votado por
candidatos en los cuales confiábamos a medias y nos han fallado, así que por
qué no intentar un candidato que a todas luces es el mejor. Si nos falla, ya
tenemos la experiencia del verano pasado.
Mi voto
para la gobernación será para Juan Dalmau, porque no puedo seguir escogiendo el
menos malo, por temor a que gane el candidato PNP. Y si así ocurre, no me
sentiré responsable, porque todo el mundo tiene la misma información que tengo
yo. Cada quien que asuma su propia responsabilidad de si prefieren seguir
votando asidos del miedo, en lugar de asidos de la esperanza, de la ilusión y
el convencimiento de que se selecciona al mejor. Doña Inés decía con vehemencia
¡sin miedo! Yo digo que aun con miedo, tomemos una decisión a conciencia, por
el bien de esta patria tan maltrecha e iniciemos el proceso de hacerla brillar
como nueva.
2 de
octubre de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario