BASURA
La
primera acepción de la palabra basura en el diccionario de la Real Academia
alude a suciedad. Me parece muy
apropiado para la suciedad que nos arropa, a veces sin que de veras nos
percatemos de ello. En fecha reciente salió a la luz una basura, que resulta
ser un reciclaje para producir un nivel más asqueroso de basura. El personaje de La Comay fue obligado a salir del aire hace unos años tras haber
aludido al asesinato de un hombre de manera malsana haciendo alusiones sexuales
y arrojando dudas sobre sus relaciones y reputación. Tras un receso, el programa se recicló y
apareció en otro canal de televisión que honestamente ni siquiera sé cómo se
consigue.
Este
oscuro personaje interpretado por un hombre que a todas luces no está bien
cobró muchísima fama al hacer énfasis en el bochinche
– ese perverso placer que provoca en algún@s escudriñar en la vida privada
de la gente para averiguar indiscreciones, pecadillos y pecadotes, amoríos,
desgracias financieras, debilidades y fealdades que nadie quiere sean
expuestas. Todas estas revelaciones iban
acompañadas de risas burlonas y la fracesita de ¡qué bochinche! o de una indignada censura de actos que alguien con
techo de cristal finitito no debía señalar.
El programa atraía a personas de toda extracción social, particularmente
cuando anunciaba que haría una divulgación de algo impactante. Hasta yo llegué a ver porciones del programa,
intrigada por la revelación de algún escándalo de determinada figura pública,
pero no soportaba ver el programa completo.
Siempre pensé que yo podía ser víctima de ese ser nefasto, porque no se
conformaba con señalar figuras públicas, sino que también se mofaba de
cualquiera que fuese blanco de críticas de algún vecino. El dúo Santarosa-Travieso era un verdadero
asco, como lo es la versión reciclada.
Previo a
que el programa reciclado saliera al aire, en una movida que pienso era de
utilidad para ambos bandos, el trapero Bad Bunny utilizó la figura de La Comay para promocionar su nuevo
disco, dando la impresión de que el personaje retornaría, como en efecto lo
hizo. No puedo dejar de comentar sobre el
mote de trapero que utilizo para Bad
Bunny, que acabo de descubrir tiene más significado de lo que yo creía. Me
refiero a él de ese modo, porque es exponente del género trap, que se deriva del reguetón, pero tiene letras mucho más
fuertes, ofensivas hacia las mujeres y violentas. Pues resulta que la primera acepción de la palabra
trapero en la definición, es “Persona que tiene por oficio recoger trapos para
comerciar con ellos”. Pues sí, me parece
muy apropiado pensar que Bad Bunny acumula todos estos trapos de conductas antisociales
para comerciar con ellos.
Retorno
al nefasto programa. En fecha reciente, el
ser despreciable usó la foto de la hija de la licenciada Alexandra Lúgaro,
candidata a la gobernación, para hacer
una crítica enérgica a la colocación de la foto que muestra a su compañero Manuel
Natal sujetándola por una de sus piernas y brazos, en un evidente juego. Como resultado del juego, la niña queda en
una pose como de estrella, igual que cualquier persona que hiciese este
ejercicio quedaría. Nadie, salvo una mente enferma, vería algo sexual en esto y
menos se le ocurriría poner un parcho sobre el área genital en la foto, cuando
evidentemente no estaba expuesta, como tampoco lo está en el caso de gimnastas
y bailarinas que pueden exhibir la misma imagen en el instante que se toma la
foto. Al parecer, no sólo puso la foto, sino que despotricó
contra Lúgaro y Natal, acusándolos de exponer a la niña y hasta insinuando
actos turbios con respecto a éste.
El asuntó desató una ola de críticas en las redes por parte de otros candidatos, figuras de la farándula y ciudadanos en general. Algunos cayeron en la trampa de criticar a la madre, como queriendo decir que ella tenía la culpa de que se usara la imagen de la niña y que falló en su deber de protegerla. Es el mismo argumento de que las mujeres son víctimas de hostigamiento sexual por la forma en que se visten o de ser asesinadas o violadas por andar solas de noche. El argumento de la alegada provocación lo escuché decenas de veces en mis talleres sobre hostigamiento sexual y siempre respondí de la misma manera. La provocación es algo muy subjetivo – lo que provoca a una persona no necesariamente provoca a otra. No es lo que yo tenga puesto, que dicho sea de paso siempre fue vestimenta profesional, sino lo que usted pueda tener en su mente cochina y refleje en palabras o gestos.
Entre los
que salieron a criticar, se destacó Bad Bunny, quien de inmediato quiso
desligarse de la figura de La Comay,
diciendo que él no trajo al personaje de vuelta y que no lo asociaran con la
basura que diga en su programa. Sí,
claro. Bajo esa premisa, yo podría
utilizar un vídeo de Donald Trump o de Adolfo Hitler para promocionar mi
próximo blog y después decir que no tengo nada que ver con las ideas de estos
individuos, por no decir una palabra que Bad Bunny diría sin rubor. Todo se entrelaza, de un modo u otro. No podemos ir por ahí exigiendo que salga el
programa de La Comay y al mismo
tiempo haciéndonos de la vista larga con las asquerosas letras de las canciones
de Bad Bunny. Las redes sociales tienen
un alcance que la televisión y la radio no tienen y nuestr@s niñ@s están
expuestos a eso todo el tiempo.
Hace unos
días escuché una de esas canciones que provenía de una pequeña área de juegos
contigua a mi apartamento. Eran dos niñ@s
de no más de 10 años, escuchando unas letras espantosas en sus celulares. Y no me vengan conque en toda época han
existido esas letras, que yo jamás escuché que a una mujer se le dijera pu** en
una canción, ni que se amenazara con volarle la cabeza al contrario, ni vi
vídeos en una cancha de un residencial repleta de niños, observando a sus
ídolos simulando disparar con metralletas.
Que no me cabe en la cabeza que los padres le compren mochilas con el
logo de Bad Bunny a sus hij@s, o que suelten a sus hij@s adolescentes en el
Choliseo a escuchar la bazofia que sale de la boca de este joven.
Tenemos
que adecentar nuestros mensajes si queremos una mejor sociedad. Patrocinar el programa de La Comay es patrocinar faltarle a la
dignidad de los seres humanos, del mismo modo que lo es callar ante las letras
de las canciones de Bad Bunny y otros, por no parecer anticuad@s o tal vez por
no tomarnos el tiempo de entrar a los canales de video para constatar que esas
letras no son meramente algo risqué,
sino que son reflejo de lo más podrido de nuestra sociedad. ¿Cómo pretendemos reducir la violencia, enseñar
respeto a toda persona y combatir el tráfico de drogas, si al mismo tiempo patrocinamos
o miramos para otro lado ante lo que se muestra en las canciones de Bad Bunny o
lo que dice La Comay?
Lo que se
ha destapado con el último programa de La
Comay puede resultar en algo positivo. Debe provocar un proceso de introspección en
cada un@ de nosotr@s. ¿En qué medida
este programa o las canciones de trap
contribuyen a la sociedad que yo digo aspirar? ¿Por qué me tengo que quedar
callada ante algo que no conduce a hacer de este un mundo mejor? Tanto Bad
Bunny como Santarosa tienen la capacidad de transformar lo que hacen y
mantenerlo dentro de los límites de lo que es aceptable. ¿Por qué permitimos que sigan produciendo lo
que no lo es? En la medida en que no somos capaces de cambiar esta realidad,
somos responsables de lo que tenemos.
12 de
octubre de 2020
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