Datos personales

Mi foto
Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 20 de octubre de 2020

Dulce

 





EL MEJOR DULCE

Imagine que usted acostumbra visitar una repostería y ha probado casi todos los dulces.  Entre todos, usted –como la mayoría- tiene dos favoritos.  Con el tiempo, les han cambiado algunos ingredientes y el sabor ya no es el mismo. También han traído  algunos nuevos que no han sido tan buenos, pero este año, hay un dulce que aunque no es nuevo, ofrece una versión mejorada que permite apreciar la calidad de sus ingredientes que antes pasaban desapercibidos.  Toda persona que lo prueba dice que es el mejor y tiene fascinad@s tanto a partidari@s de los dos tradicionales como a l@s que declaran el nuevo dulce como su favorito.

Por supuesto, hay quienes ni siquiera quieren probar el dulce mejorado, porque prefieren comer lo que ya conocen, aunque el sabor haya variado y los ingredientes sean de menor calidad, pero tod@s l@s que prueban este dulce mejorado lo declaran el mejor.  Cuando el dueño de la repostería les pregunta si quieren que el nuevo dulce mejorado se convierta en el emblemático de la repostería, much@s de l@s que estaban encantad@s dicen que no debe hacerlo, porque la gente está acostumbrada a los dulces tradicionales, aunque sean de inferior calidad.  No tiene lógica ¿verdad? Pues lo mismo ocurre con todas las personas que me han dicho que Juan Dalmau es el mejor candidato a la gobernación, pero que no van a votar por él, porque no va a ganar.

Si yo tuviera una repostería, querría que todo el mundo la recordara por ofrecer el mejor dulce del mercado.  No tengo repostería, pero reconozco algo de calidad cuando lo veo; por eso mi voto es para Juan Dalmau.  Y la referencia al dulce interprétela como usted quiera.

20 de octubre de 2020

lunes, 19 de octubre de 2020

A las millas

 




A LAS MILLAS

A mí me gusta disfrutar de las actividades de temporada –eso a lo que nos acostumbramos por tradición: coquito y pasteles en Navidad; ensaladas frescas y vinito blanco bien frío en verano, pavo y postres a base de calabaza en noviembre.  No quiere decir que no los coma en otra época, pero en temporada es como algo que me hace sentir cómoda.  Después de todo, soy bastante predecible y le encuentro su encanto a la rutina, a lo esperado, pese a que he hecho cosas que algunas personas nunca han hecho, como por ejemplo, viajar sola.  Pero esa es otra historia.

Hoy había decidido que desayunaría en un restaurante familiar de esos de cadena norteamericana y tenía antojo de panqueques de calabaza.  Después de todo, estamos a 19 de octubre y puedo recordar aquélla canción de primaria cuando llega el mes de octubre, corro al huerto de mi casa y busco con alegría, tres o cuatro calabazas… En mi casa nunca hubo un huerto ni mucho menos había calabazas sembradas.  Sí había pimientos de cocinar, recao, limones y acerolas.  Mi mamá no hacía postres con calabaza, pero compraba pedazos que usaba para añadir a las habichuelas o la hacía en tortitas.  Yo sí comencé a experimentar con ese vegetal y he hecho pan, cheesecake, arroz con calabaza, sopa de calabaza y vamos, no sigo porque me pongo como el amigo de Forrest Gump y su lista de platos con camarones.  Por fortuna, aquí no tenemos que esperar una temporada para encontrar calabaza.

Llegué al restaurante y al entrar, me topé con un árbol de Navidad completamente decorado.  Ese árbol allí era como estar en uno de esos ejercicios de identificar algo que no cuadra.  Yo hubiera imaginado que tal vez tendrían adornos de calabazas, gatos negros, brujas voladoras, hasta pavos, pero ¿qué hacía un árbol de Navidad en la entrada del restaurante un 19 de octubre? ¿Y dónde estaban las calabazas, que es lo que yo hubiese esperado ver?  Cuando me trajeron el menú, no había ni rastro de algo con calabaza, así que pedí unos panqueques de harina integral con canela, que no estuvieron nada mal.  Mientras esperaba por el desayuno, me fijé que más arriba, frente a mí, habían colocado un gigantesco Santa Claus inflable, que parecía burlarse de esta mujer que osaba cuestionar su presencia cuando esperaba ver calabazas y no su rechoncha figura.



Desde hace tiempo me inquieta este afán de apresurar los acontecimientos, sin que nos detengamos a disfrutar del presente.  ¿Cómo que ponemos árbol de Navidad y un Santa Claus el 19 de octubre –sabe Dios desde cuándo está puesto y yo no lo sabía- si todavía no nos hemos comido los maicitos de dulce, esos tan empalagosos y mucho menos el pavo en noviembre? La vida se nos escapa y no nos damos cuenta, ni siquiera en estos tiempos de pandemia, cuando hemos estado encerrados y poco a poco vamos saliendo.  ¿Será que han cancelado épocas y yo no me enteré? ¿Será que ahora es solo verano en la playa o Navidad?  Vamos a las millas y me siento como Mafalda con su petición de que paren el mundo para poderse bajar.

Una vez terminé el desayuno, le pregunté a la mesera por qué no había nada en el menú a base de calabaza y me respondió que la temporada no había llegado.  True story – no miento. Es como si fuera un chiste.  La temporada de las calabazas no ha llegado, pero Navidad sí.  Anden list@s, que nos desparecen el Día de Reyes, San Valentín, las madres, los padres y si se enteran, hasta el día del cumpleaños.

19 de octubre de 2020


martes, 13 de octubre de 2020

Santa Claus

 




SANTA CLAUS

Últimamente tengo mucho tema sobre qué escribir, gracias a las actuaciones de las ramas ejecutiva y legislativa de la actual administración. Lamentablemente, no ha sido para bien.  Lo más reciente son los salarios de empleados de legisladores que terminan ganando más que ellos.  Ya dos cayeron bajo la investigación del FBI que culminó en el arresto de Tata Charbonier y Nelson del Valle.  Es un esquema que refleja el grado de esmayamiento de estos dos seres, una de las cuales se hace llamar cristiana.  El esquema consiste en que el legislador le paga un salario que resulta ser  por encima de lo que gana el propio legislador y de ese salario, el empleado le paga una tajada al legislador.  Es el colmo de la bajeza, que alguien con poder, prestigio y un salario que supera lo que la mayoría de los asalariados en este país reciben, se preste para esto.

Ahora están saliendo como cucarachas los contratos de personas que los legisladores seleccionan para hacer ciertas tareas.  El problema no es la contratación; es la falta de justificación para las tareas que las personas van a realizar y la tarifa que se les pagará.  De lo que ha trascendido, el más reciente caso es el de un tal Manuel Matos Pacheco, que sin tener un bachillerato, contrató con dos legisladores a razón de $100 la hora por unos servicios que parecen algo así como los de un soplapote - es decir, para aquéllos que recuerden el personaje de Don Remigio Rodríguez que hacía Don Cholito, un Moralito de la vida.  Para el último año, indica el reportaje del periódico que el contratista suscribió contratos con un tope de 51 horas mensuales por cada legislador. Saque cuenta para que vea lo que el contratista recibiría si facturara el tope de horas, que con los ejemplos que se ofrecen, no dudo que así fuese.

Según el reportaje, facturó $800 en un día por acompañar al legislador en un mensaje del entonces gobernador, la misma cantidad por asistir a una actividad en dos escuelas y $900 por actividades de repartición de cajas de juegos a niños y ancianos.  Otra factura de $900 involucra reportar cuántos focos no estaban funcionando en Orocovis. Hay otros ejemplos de actividades en Navidad y San Valentíín que hacen a una calcular cuántos soplapotes presentes en las actividades de repartición de you name it que vemos, estarán cobrando cantidades similares y es como para que la cabeza nos gire como a la de la película del Exorcista.

El contratista pretende justificar este recuento de tareas simples, que no requieren de una especialidad que respalde que se le pague a razón de $100 la hora, con la afirmación de que es un fajón, que tiene que facturar por lo que hace.  Esto es un insulto a todas las madres solteras fajonas, que lo que tienen es un trabajito de salario mínimo en Burger King,  en Walmart, en una cafetería, que se tienen que fajar de verdad levantándose al amanecer, haciendo malabares para llevar sus niños a cuidar y a veces tienen que suplementar sus ingresos vendiendo Avon, o haciendo bizcochos, pastelillos, limbers o lo que sea para sobrevivir.  Esas sí que son fajonas y me quito el sombrero ante ellas.

En mi caso, yo también fui fajona en mi trabajo, aunque reconozco que es otra manera de fajarse, hasta cierto punto más cómoda, usualmente en oficina.  Yo trabajé como abogada, tras culminar mis estudios y pasar una reválida.  Me enfrenté a situaciones difíciles de discrimen velado –de ese que no se puede demostrar.  Tuve que lidiar con las tensiones que produce supervisar un personal que no siempre entiende la importancia de cumplir con los reglamentos y los jefes que en muchas ocasiones no les importaba o ni siquiera sabían lo que se hacía en mi oficina.  Hace más de 4 años me retiré.  Al leer el reportaje de este que cree ser merecedor de recibir $100 la hora, fui a buscar mis talonarios de pago, para ver cuál era la tarifa por hora que se me pagaba.  Dice el talonario $32.97, que no está mal, pero es un tercio de lo que le pagan a este señor que no tiene ni bachillerato y cuyas tareas puede hacer casi cualquiera que piense.

Sin embargo, hay una justificación que él ofrece cuando se le cuestiona sobre la factura por repartición de dulces.  Dijo que él a veces no detalla las facturas, así que omitió especificar que en esa ocasión se vistió de Santa Claus.  Ah, bueno, siendo así…

13 de octubre de 2020

 

 


lunes, 12 de octubre de 2020

Basura

 


BASURA

La primera acepción de la palabra basura en el diccionario de la Real Academia alude a suciedad.  Me parece muy apropiado para la suciedad que nos arropa, a veces sin que de veras nos percatemos de ello. En fecha reciente salió a la luz una basura, que resulta ser un reciclaje para producir un nivel más asqueroso de basura.  El personaje de La Comay fue obligado a salir del aire hace unos años tras haber aludido al asesinato de un hombre de manera malsana haciendo alusiones sexuales y arrojando dudas sobre sus relaciones y reputación.  Tras un receso, el programa se recicló y apareció en otro canal de televisión que honestamente ni siquiera sé cómo se consigue.

Este oscuro personaje interpretado por un hombre que a todas luces no está bien cobró muchísima fama al hacer énfasis en el bochinche – ese perverso placer que provoca en algún@s escudriñar en la vida privada de la gente para averiguar indiscreciones, pecadillos y pecadotes, amoríos, desgracias financieras, debilidades y fealdades que nadie quiere sean expuestas.  Todas estas revelaciones iban acompañadas de risas burlonas y la fracesita de ¡qué bochinche! o de una indignada censura de actos que alguien con techo de cristal finitito no debía señalar.  El programa atraía a personas de toda extracción social, particularmente cuando anunciaba que haría una divulgación de algo impactante.  Hasta yo llegué a ver porciones del programa, intrigada por la revelación de algún escándalo de determinada figura pública, pero no soportaba ver el programa completo.  Siempre pensé que yo podía ser víctima de ese ser nefasto, porque no se conformaba con señalar figuras públicas, sino que también se mofaba de cualquiera que fuese blanco de críticas de algún vecino.  El dúo Santarosa-Travieso era un verdadero asco, como lo es la versión reciclada.

Previo a que el programa reciclado saliera al aire, en una movida que pienso era de utilidad para ambos bandos, el trapero Bad Bunny utilizó la figura de La Comay para promocionar su nuevo disco, dando la impresión de que el personaje retornaría, como en efecto lo hizo.  No puedo dejar de comentar sobre el mote de trapero que utilizo  para Bad Bunny, que acabo de descubrir tiene más significado de lo que yo creía. Me refiero a él de ese modo, porque es exponente del género trap, que se deriva del reguetón, pero tiene letras mucho más fuertes, ofensivas hacia las mujeres y violentas.  Pues resulta que la primera acepción de la palabra trapero en la definición, es “Persona que tiene por oficio recoger trapos para comerciar con ellos”.  Pues sí, me parece muy apropiado pensar que Bad Bunny acumula todos estos trapos de conductas antisociales para comerciar con ellos.

Retorno al nefasto programa.  En fecha reciente, el ser despreciable usó la foto de la hija de la licenciada Alexandra Lúgaro, candidata a la gobernación,  para hacer una crítica enérgica a la colocación de la foto que muestra a su compañero Manuel Natal sujetándola por una de sus piernas y brazos, en un evidente juego.  Como resultado del juego, la niña queda en una pose como de estrella, igual que cualquier persona que hiciese este ejercicio quedaría. Nadie, salvo una mente enferma, vería algo sexual en esto y menos se le ocurriría poner un parcho sobre el área genital en la foto, cuando evidentemente no estaba expuesta, como tampoco lo está en el caso de gimnastas y bailarinas que pueden exhibir la misma imagen en el instante que se toma la foto.  Al parecer,  no sólo puso la foto, sino que despotricó contra Lúgaro y Natal, acusándolos de exponer a la niña y hasta insinuando actos turbios con respecto a éste.

 El asuntó desató una ola de críticas en las redes por parte de otros candidatos, figuras de la farándula y ciudadanos en general.  Algunos cayeron en la trampa de criticar a la madre, como queriendo decir que ella tenía la culpa de que se usara la imagen de la niña y que falló en su deber de protegerla.  Es el mismo argumento de que las mujeres son víctimas de hostigamiento sexual por la forma en que se visten o de ser asesinadas o violadas por andar solas de noche.  El argumento de la alegada provocación lo escuché decenas de veces en mis talleres sobre hostigamiento sexual y siempre respondí de la misma manera.  La provocación es algo muy subjetivo – lo que provoca a una persona no necesariamente provoca a otra.  No es lo que yo tenga puesto, que dicho sea de paso siempre fue vestimenta profesional, sino lo que usted pueda tener en su mente cochina y refleje en palabras o gestos.

Entre los que salieron a criticar, se destacó Bad Bunny, quien de inmediato quiso desligarse de la figura de La Comay, diciendo que él no trajo al personaje de vuelta y que no lo asociaran con la basura que diga en su programa.  Sí, claro.  Bajo esa premisa, yo podría utilizar un vídeo de Donald Trump o de Adolfo Hitler para promocionar mi próximo blog y después decir que no tengo nada que ver con las ideas de estos individuos, por no decir una palabra que Bad Bunny diría sin rubor.  Todo se entrelaza, de un modo u otro.  No podemos ir por ahí exigiendo que salga el programa de La Comay y al mismo tiempo haciéndonos de la vista larga con las asquerosas letras de las canciones de Bad Bunny.  Las redes sociales tienen un alcance que la televisión y la radio no tienen y nuestr@s niñ@s están expuestos a eso todo el tiempo.

Hace unos días escuché una de esas canciones que provenía de una pequeña área de juegos contigua a mi apartamento.  Eran dos niñ@s de no más de 10 años, escuchando unas letras espantosas en sus celulares.  Y no me vengan conque en toda época han existido esas letras, que yo jamás escuché que a una mujer se le dijera pu** en una canción, ni que se amenazara con volarle la cabeza al contrario, ni vi vídeos en una cancha de un residencial repleta de niños, observando a sus ídolos simulando disparar con metralletas.  Que no me cabe en la cabeza que los padres le compren mochilas con el logo de Bad Bunny a sus hij@s, o que suelten a sus hij@s adolescentes en el Choliseo a escuchar la bazofia que sale de la boca de este joven.

Tenemos que adecentar nuestros mensajes si queremos una mejor sociedad.  Patrocinar el programa de La Comay es patrocinar faltarle a la dignidad de los seres humanos, del mismo modo que lo es callar ante las letras de las canciones de Bad Bunny y otros, por no parecer anticuad@s o tal vez por no tomarnos el tiempo de entrar a los canales de video para constatar que esas letras no son meramente algo risqué, sino que son reflejo de lo más podrido de nuestra sociedad.  ¿Cómo pretendemos reducir la violencia, enseñar respeto a toda persona y combatir el tráfico de drogas, si al mismo tiempo patrocinamos o miramos para otro lado ante lo que se muestra en las canciones de Bad Bunny o lo que dice La Comay?

Lo que se ha destapado con el último programa de La Comay puede resultar en algo positivo.  Debe provocar un proceso de introspección en cada un@ de nosotr@s.  ¿En qué medida este programa o las canciones de trap contribuyen a la sociedad que yo digo aspirar? ¿Por qué me tengo que quedar callada ante algo que no conduce a hacer de este un mundo mejor? Tanto Bad Bunny como Santarosa tienen la capacidad de transformar lo que hacen y mantenerlo dentro de los límites de lo que es aceptable.  ¿Por qué permitimos que sigan produciendo lo que no lo es? En la medida en que no somos capaces de cambiar esta realidad, somos responsables de lo que tenemos.

12 de octubre de 2020

 


viernes, 2 de octubre de 2020

Inspirada

 




INSPIRADA

Yo me crié en un hogar con un fuerte apego al Partido Popular y  en cierto sentido, la filosofía que allí imperaba es cónsona con mi personalidad.  Tiendo a ser de pensamiento liberal, con una fuerte ética personal y profesional y me disgustan las posturas  extremas, que no ponderan detalladamente las consecuencias de lo que se dice y hace.  Mi primer voto a los dieciocho años fue para Hernández Colón, bajo el régimen en aquél entonces de Luis Ferré que pese a su imagen de benefactor, permitió el inicio de un descalabro gubernamental que desde entonces ha ido de mal en peor.  Crecí oyendo los discursos de Don Luis Muñoz Marín y supe de sus luchas para sacar a Puerto Rico de la miseria, a través de los programas de industrialización, educación y desarrollo cultural.  Fue como la época de Camelot en Estados Unidos bajo John F. Kennedy.

Sobre el proceso del establecimiento del Estado Libre Asociado, nunca escuché en mi casa que fuera un  plan deliberado de Muñoz para engañar al pueblo.  No lo creía entonces y no lo creo ahora.  Que el gobierno de los Estados Unidos  tuviera un  interés oculto en que el pacto en realidad no lo fuera son otros veinte pesos.  El desarrollo de los últimos años ha puesto en evidencia que no hay tal pacto y que Estados Unidos no tenía intenciones de brindar una mayor autonomía a Puerto Rico.  Pero eso no lo vislumbraba en mis años de universidad, cuando los grupos independentistas en la YUPI llamaban momia a Muñoz, lo cual me molestaba y aún me sigue molestando.  Tal vez Muñoz no logró lo que hubiésemos querido, pero creo que obró de buena fe.

Mi papá fue servidor público de carrera y llegó a ocupar un puesto de confianza justo cuando ganó Ferré.  En aquél tiempo, los empleados de confianza renunciaban, no se quedaban atornillados, por lo que Papi, muy a su pesar, abandonó el servicio público por primera vez, aunque luego retornó.  Gran parte de la ética que aprendí, la aprendí de él, mucho antes de que existiera una Ley de Ética Gubernamental y lo puse en práctica durante mis 30 años como servidora pública de carrera.

Con el pasar del tiempo, vi cómo el servicio público se deterioraba cada vez más.  Trabajé bajo administraciones populares y penepés y sin lugar a dudas, las experiencias más nefastas fueron bajo las últimas.  Nunca me he podido identificar con el pensamiento penepé y estadista.  Siempre he tenido una conciencia clara de que Puerto Rico es mi nación, pero me disgustaron los estilos del Partido Independentista, con unos líderes que destilaban prepotencia.  María de Lourdes Santiago y Fernando Martín lo ejemplifican.

Con el paso del tiempo me fui desligando del Partido Popular, aunque nunca fui fanática.  Cada vez me desilusionaban más sus posturas y comencé a votar por candidatos independientes, como Vargas Vidot.  Una cosa tenía clara –no quería que bajo ningún concepto ganara el PNP, aunque soy consciente que hay sus honrosas excepciones.  Para las elecciones del 2012, no me entusiasmaba la candidatura de Alejandro García Padilla, pero era preferible a que ganaran Fortuño y Pedro Pierluisi.  Los resultados ya los sabemos.  Lo que no sabíamos es que el 2016 nos traería algo muchísimo peor.  El caso Ricky debe ser estudiado como un manual sobre cómo no cometer tantos errores en tan corto tiempo.  Y el problema es que el sistema está tan dañado, porque hay empleados populares y penepés que no llegaron precisamente por ser los mejores, que lograr reconstruir el aparato gubernamental fácilmente toma una década o más.

Decidir entonces a quién favorecer no es tarea fácil.  Pedro Pierluisi –alias Pedro El Breve tras su corta estadía en Fortaleza- está descartado de plano, así como César Vázquez con su mentalidad ultra conservadora.  En el Partido Popular ninguno de los candidatos que se presentó a a primarias me complacía del todo.  Los últimos traspiés de Charlie Delgado, pese a que me parece un buen ser humano, me producen vergüenza ajena. Lúgaro es una mujer brillante, con buenas intenciones, pero su estilo me parece demasiado impulsivo y un tanto arrogante.  Eliezer Molina es como una pistolita sin inscribir y entonces miro a Dalmau.

No voy a negar que me trabaja el discurso de “un voto para Dalmau u otros es darle la victoria al PNP” porque reduce las posibilidades del PPD, pero lo cierto es que Delgado no me parece el mejor candidato.  Aunque la posibilidad de que Pierluisi gane es real, lo cierto es que si gana Charlie no me parece que pueda llevar a cabo la transformación que él vislumbra.  Hay demasiados empleados populares en gobierno con una visión particular que van a tratar de imponer sus agendas y ni se diga de los grupos de penepés que torpedearán cualquier iniciativa de cambio.  Para lograr mover todo ese aparato gubernamental se necesita un líder que inspire y lo tristemente cierto es que Charlie no inspira.  Los otros que comparecieron a primaria tenían sus propios problemas, pero eso ya es académico.

He estado observando a Juan Dalmau y lo cierto es que lleva un mensaje coherente.  Ha dicho algo que tiene toda la lógica del mundo –hemos tenido gobernantes estadistas y la estadidad no está ni un ápice más cerca, así que el ridículo pensar que un voto por Dalmau es un voto por la independencia. Hace unos días hablaba yo con una amiga sobre cómo me sentía en torno a las primarias en el Partido Popular, con unos líderes que no inspiran, mientras que Juan Dalmau sí inspira.  Todas me han dicho que es el mejor candidato, pero que no va a ganar.  Caramba, si toda persona que piensa que es el mejor no vota por él, ciertamente no va a ganar.  Escuché a alguien decir que ya hemos votado por candidatos en los cuales confiábamos a medias y nos han fallado, así que por qué no intentar un candidato que a todas luces es el mejor. Si nos falla, ya tenemos la experiencia del verano pasado.

Mi voto para la gobernación será para Juan Dalmau, porque no puedo seguir escogiendo el menos malo, por temor a que gane el candidato PNP. Y si así ocurre, no me sentiré responsable, porque todo el mundo tiene la misma información que tengo yo. Cada quien que asuma su propia responsabilidad de si prefieren seguir votando asidos del miedo, en lugar de asidos de la esperanza, de la ilusión y el convencimiento de que se selecciona al mejor. Doña Inés decía con vehemencia ¡sin miedo! Yo digo que aun con miedo, tomemos una decisión a conciencia, por el bien de esta patria tan maltrecha e iniciemos el proceso de hacerla brillar como nueva.

2 de octubre de 2020