INSCRIBIDO
Se ha
armado un revuelo en las redes sociales porque Bad Bunny dijo que se había inscribido (sic) para votar. Un poco más tarde, empezó a instalarse un
pánico en ciertos grupos, por la influencia que este fenómeno podía tener sobre
los votantes jóvenes, ya que él dijo que no votaría por nadie del PPD o el PNP. Y empezaron las peticiones para que se mudara
para Cuba o Venezuela, que es lo que los círculos más conservadores invocan tan
pronto alguien se sale un poco del carril.
Bueno, Bad Bunny se ha salido mucho más de un poco –es más, creó un
carril nuevo. Vamos por partes.
La palabra. A través de los años me he preocupado por
usar lenguaje correcto. Eso no quiere
decir que no me haya equivocado una que otra vez. Un verbo mal conjugado se le escapa a
cualquiera. Eso no me preocupa tanto
como el uso de la palabra ofensiva, violenta, violatoria de la dignidad de las
mujeres y de culto al uso de drogas. Eso
sí me inquieta y me preocupa, sobre todo porque he visto mucha gente que se ha
enganchado en esta ola, tan sólo para no ser acusad@s de no adaptarse a los
tiempos. Yo me adapto a los tiempos; a
lo que no me adapto, es a la ofensa. Inscribido no me ofende. Que a las mujeres se nos llame pu…, sí.
La influencia que pueda tener Bad Bunny sobre los
votantes jóvenes. Esto desató el pánico entre aquellos aferrados al
estilo tradicional de votar - ese que practican los del “corazón del rollo”. Lo que no analizan estos corazonrollistas es
que la influencia ciega que pudiera ejercer Bad Bunny es la misma influencia
ciega que ejercen muchos que llevan a viejit@s tambaleantes a votar en guaguas,
entrando a la caseta a “ayudarlos” o a hacerles las gestiones para que vayan a
tomarles el voto al asilo donde pasan los días sin tener muy claro dónde están,
mucho menos quien es la persona que aparece en la foto o insignia bajo la que
le dicen haga una cruz. Y no son solo
viejit@s.
Durante
las primarias –ahora no recuerdo si fueron las secundarias- vi una entrevista con un joven que había
terminado de dar su voto a Pedro Pierluisi.
El periodista le preguntó: “¿y qué te llevó a favorecer a Pedro
Pierluisi y no a Wanda Vázquez?” El
joven le contestó: “en realidad no te sabría decir”. No sé si fue que entró a la caseta y jugó su
versión de cara o cruz, pero proceso deliberativo evidentemente no hubo. Otra gran ilustración de las influencias no
deseadas en los procesos, que no tienen nada que ver con Bad Bunny, es el hecho
de que William Villafañe resultó triunfante en las primarias. Evidentemente tiene que haber sido el factor
reconocimiento, porque este ex secretario de la Gobernación de Ricky Rosselló
guardó silencio ante los desmanes del chat infame, aunque sí le ofreció
recomendaciones al destituido juez que formaba parte del mismo.
Y la cosa
no queda ahí. El ex representante Juan
Luis Rivera Guerra, quien tuvo que renunciar tras los escándalos relacionados
con la instalación ilegal de las tomas de agua que le permitían tener una
piscina en su casa, se encuentra en una lucha que requerirá recuento por la
alcaldía de Aguadilla con la actual incumbente - que fue la secretaria de la
Familia a quien se le imputó archivar miles de querellas sin que fueran
atendidas. Por lo menos hay esperanza –Tata
Charbonier y Evelyn Vázquez no resultaron favorecidas. No sé si para las elecciones, Tatito Hernández
salga reelecto. Si Bad Bunny influye en
algo para que sea derrotado, me alegraré.
El asunto
no es si Bad Bunny influye o no –es qué se hace para presentar los mejores
candidat@s a las elecciones y cómo se orienta a todo el mundo. Si Bad Bunny influencia a alguien para que
vote por una mala opción, es porque nadie se ocupó -en primer lugar, de impedir
que esa persona fuese candidat@ y en segundo lugar nadie se ocupó de presentar una mejor alternativa. Estamos perdiendo de perspectiva la lección
del verano del ’19. Un número cada vez
mayor de votantes no nos conformamos con lo que puedan ofrecer los partidos
tradicionales. Queremos una oferta más
amplia y variada, que puede incluir entre otras, los ofrecimientos de esos
partidos si de verdad son buenos. Esto
va a requerir una vigorosa campaña educativa de los partidos, los candidatos
independientes, la propia Comisión Estatal de Elecciones – si logra salir del
berenjenal que tiene- y la sociedad civil.
La
influencia que pueda ejercer Bad Bunny no es tan mala en términos electorales como
la influencia que han ejercido hasta ahora el inmovilismo y las campañas de
miedo. ¿Qué estamos haciendo para garantizar que aquéllos que se han inscribido tengan las mejores alternativas
para administrar este país y utilicen su cerebro, libre de influencias, para
elegirles? Bad Bunny no es el
problema. El problema somos nosotros.
23 de
agosto de 2020
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