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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 15 de septiembre de 2020

Homenaje

 





HOMENAJE A MI CAFETERA

No sé exactamente desde cuándo la tengo, pero ha estado conmigo por más de 30 años.  La adquirí en una ferretería de esas que venden un poco de todo, sobre todo artículos de los que ya no se usan.  Es más, ya casi no existen esas ferreterías.  Cuando mi mamá falleció hace 47 años, yo permanecí viviendo en la modesta casa de clase media en la urbanización Country Club, primero con mi papá y luego con el que fue mi esposo.  Gran parte de los objetos que pertenecían a ella pasaron a ser míos, incluyendo una cafetera de aluminio que eventualmente se estropeó y dio paso a la que tengo ahora, que es idéntica a la original.

La imagen de esa cafetera me ha acompañado desde la niñez, cuando observaba a mi mamá colar el café que disfrutábamos los tres –un café fuerte, oloroso.  Papi solía tomarlo negro, casi siempre en las noches, acompañado de un cigarrillo. Mami y yo lo tomábamos con leche.  También solía prepararlo para llevar en un termo cuando íbamos a los juegos de pelota en el parque Hiram Bithorn y los espectadores que estaban sentados cerca a nosotros suspiraban cuando Mami abría aquel termo largo con diseño a cuadros rojos y negros, para servir aquel café que olía exquisito y podía escuchar las exclamaciones: ¡Ave María, que rico huele ese café!, o un simple ¡ummmm!

La cafetera original viajó con nosotros a todas las casas que vivimos y sospecho que ya había viajado antes de yo conocerla.  De Country Club nos mudamos a Vega Baja, a Manatí y luego de vuelta a Country Club, debido a los trabajos que Papi tuvo por un tiempo. Tras la muerte de Mami, la cafetera se quedó conmigo allí y luego me acompañó a la casa de Dos Pinos que compramos mi ex y yo, tras la venta de la casa de Country Club.  Me arrepiento de muy poco, pero vender la casa de Country Club es de esos pocos arrepentimientos, pero esa es otra historia.

Luego de  mi divorcio la cafetera -de marca Comet- me acompañó al pequeño apartamento que alquilé, porque no podía costear la casa de Dos Pinos ni mi ex tampoco, así que la casa se vendió sin que sobrara nada, porque todavía se debía gran parte de la hipoteca.  Mi papá decía que mi matrimonio no lo constituía una sociedad legal de gananciales, sino de “perdiciales”, pero esa también es otra historia.  Tras su muerte, me mudé al apartamento que vivo ahora.  No puedo recordar si ya tenía la versión sustituta de la original –creo que sí.

Lo cierto del caso es que la cafetera sustituta es exactamente igual a la original.  Hasta tiene el mismo sonido cuando choca con otros trastes y la tapa tiene un tornillo un poco suelto, por lo que hace un sonido como de maraca cada vez que la coloco o la remuevo de la porción donde se le echa el agua y ni hablar del alboroto que hace cualquiera de sus partes cuando cae al suelo y termina con las abolladuras que exhibe, evidencia de su tránsito por mi vida.  Esta cafetera demuestra que se ha usado consistentemente, a diario, para producir el café que tomo en las mañanas y a veces en las tardes.  Es una cafetera tan sencilla que me produce gracia cuando he tenido que explicar cómo se usa a quienes he abordado en busca de otra para reemplazarla.

Que conste, que no la reemplazo porque esté buscando una moderna.  Yo quería una igual, pero lamentablemente, ya no existen, al menos en los lugares que he buscado.  Me lancé en esta aventura en busca de la sustituta, por lo que acudí a amistades en las redes, para lo cual tenía que explicar cómo funciona la cafetera, que en  realidad, es cómo funciono yo con la cafetera, porque ella en esencia permite que el agua que se pone a hervir aparte, pase a través de la porción superior, se deslice sobre la porción del medio que contiene la harina de café y termine en la porción inferior.  Salvo el concepto de gravedad, no tiene nada de ciencia.  Lo que tiene es  ese toque de magia que le pongo yo, al echar una cantidad de café que es algo indeterminada en la porción del medio y al hacerlo ignoro por completo las marcas de medida que tiene.  Es algo así como más de la mitad, pero menos de ¾.  Lo mismo ocurre con el agua.  Es llegar  casi, pero no del todo, a la mitad de la primera línea que aparece como medida.  Con el paso del tiempo, el interior del envase ha creado su propia marca, que es una sombra –no una línea- que evidencia hasta donde debe llegar el agua para hacer el café como me gusta.

Todo este detalle no es una regla fija.  Hay harinas de café cuyo molido es más grueso, por lo que si uso las mismas medidas sui generis puedo terminar con un café aguado, que no es mi gusto, así que eso me obliga a reajustar la técnica.  Vamos, que dominar este artefacto me ha tomado años y en el proceso llegué a tomarle afecto. Una mañana noté un charco debajo de la cafetera, como si se estuviera desangrando.  La cafetera dio su último suspiro a través de las perforaciones en la parte inferior.  Intenté salvarla, pero no tenía remedio.  Su vida útil llegó a su fin y ahora le toca descansar.

Tengo una cafetera nueva que me regaló mi prima Socorrito.  Es italiana y roja, lo que me hace pensar que necesito color en mi vida, que se estaba tornando un poco como mi amada cafetera –valiosa, con experiencia, pero predecible. Ahora tengo que aprender el punto exacto de esta nueva cafetera -dónde es que resulta suficiente café; hasta donde debo echar el agua que ahora no baja, sino que sube.  Hay algo más de ciencia, pero todavía es un artefacto que no requiere electricidad y que me ofrece un cierto grado de intervención en el proceso.  La otra cafetera -mi viejo y fiel cometa- estará disfrutando del merecido retiro en la parte de arriba del gabinete, observando que la nueva cafetera complazca a su dueña actual.



15 de septiembre de 2020

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