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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

viernes, 21 de diciembre de 2018

Las tres puertas







LAS TRES PUERTAS

Ayer salió publicada una columna escrita por José B. Carrión, presidente de la Junta de Supervisión Fiscal -a quien no me referiré por el mote que se le conoce, porque no pasaría la prueba de 2 de las puertas- y  por Andrew Biggs, otro miembro de la Junta.  La susodicha fue publicada originalmente en inglés en el periódico The Washington Post, 3 días antes.  Evidentemente la intención era llevar el mensaje a las esferas de poder en Washington.  El mensaje de la columna es que Puerto Rico no ha cambiado sus políticas económicas y eso es lo que tiene al país sumido en un desastre económico y no los huracanes.  De paso, vuelve a defender el asunto de la eliminación de las licencias a los empleados y  el bono de Navidad, que ha sido una empecinada cantaleta de la Junta.  La insistencia es en comparar la isla con las jurisdicciones de E.U., como si les reventara que aquí haya un llamado bono de Navidad y allá no, así como varios beneficios laborales no existentes en otras jurisdicciones de E.U.

Lo que el señor Carrión no acaba de entender es que el bono de Navidad es parte de la compensación del empleado, cuyos salarios son menores que los salarios en E.U.  Para todos los efectos, pudiese incorporarse el llamado bono al salario, pero la realidad es que esa compensación sui generis opera como una especie de Christmas Club –es decir, el empleado no lo recibe mensualmente en cuyo caso se vería tentado a gastarlo, porque no hay una cultura de ahorro en muchos de nuestros hogares.

En cuanto a otros beneficios, sabido es que culturalmente le damos énfasis a la vida familiar.  Tener más días de licencia frecuentemente no es tan sólo para vacacionar, sino también para asistir a actividades de los hijos o acompañar a padres enfermos a citas médicas.  Nuestra población está envejeciendo y con ello vienen más enfermedades, que obligan a los empleados a ausentarse para ir al médico.  Sabido es que un empleado satisfecho produce más.  Yo no sé hasta qué punto los beneficios laborales en Puerto Rico impiden un aumento en los negocios que quieran establecerse cuando han sido muchas las empresas norteamericanas que se han establecido aquí, porque pese a que pagan estos beneficios, reciben grandes ganancias.  Creo recordar comentarios en torno a que la tienda J.C. Penney de Plaza es la más que vende en todo E.U.

En términos de los comercios locales, he estado viendo un auge de jóvenes empresarios que han establecido nuevos locales de comida, ventas  de artículos especializados y hasta un resurgir de la agricultura.  Los beneficios salariales no los han detenido.  Incluso, recientemente escuché que son los negocios locales los que más empleos generan.  Hay algunos, como el caso de los restaurantes de comida rápida El Mesón, que hasta han comenzado a expandir operaciones hacia la Florida.

La columna añade la reciente polémica en torno a la implantación del requisito de que los recipientes de la tarjeta de la Familia trabajen y señala que el gobierno ha tardado en implantar este programa.  Así que el señor Carrión enjareta (o como se dice por ahí, incluyendo a yours truly  “enjereta”) todas estas llamadas razones y se las pone en bandeja de plata al gobierno de Donald Trump para que nos mastique y escupa por malamañosos, vagos, corruptos, que es después de todo, lo que opina de nosotros.  Vergüenza le debe dar a un puertorriqueño que ande por ahí hablando pestes de nosotros.

Y no nos llamemos a engaño.  Hay muchos males que hemos arrastrado por años y nos han traído hasta aquí.  Comencemos por no atender el asunto del estatus.  Lo seguimos posponiendo, posponiendo y esto ya no aguanta más.  Pero a fin de cuentas, ¿no es esto una característica casi genética de la mayoría de nosotros? A ver, piense en cuántas cosas usted sabe que tiene que hacer y no ha hecho.  Lo otro es que aunque los males datan de años, este gobierno botó la bola con la improvisación y lo de tratar de hacer como los gatos con su cajita, que tapan las caquitas, pero si no se limpia, eventualmente sale la pestecita.  Pues son muchas las pestecitas y pestazas que se han ido descubriendo.

El desastre de María se combinó con el desastre administrativo de la actual administración y del propio gobierno federal, ese que supuestamente lo hace todo bien.  Pues en Puerto Rico metieron la pata hasta el ñu y parecía un programa de los 3 Chiflados. ¿Cómo es que un ejército que invade países y construye puentes temporales de un día para otro no podía ni tan siquiera repartir agua eficientemente?  ¿Cómo es que los toldos necesarios para cubrir lo que quedó de las casas tardaron meses?  Y el contratito con el peje blanco con vínculos con altas esferas en Washington?

Procede que hagamos un examen de conciencia colectivo.  Todos somos responsables en mayor o menor grado –unos por acción y otros por omisión.  No queríamos tocar el asunto del estatus, pues ahí van enredadas las leyes de cabotaje.  No quisimos escuchar las advertencias sobre los descuadres en los planes de pensión, pues ahora muchos tenemos pensiones reducidas y otros ni saben qué va a pasar cuando se retiren.  No se atendió adecuadamente al asunto de la financiación de la obra pública, lo que creó la monumental deuda, pues ahí está la Junta de Supervisión Fiscal, con el señor Carrión al mando y Natalie Jaresko de Directora Ejecutiva.  Esta señora ha tenido la desfachatez de decir que todos tenemos que sacrificarnos, pero que ella no está dispuesta a reducir su compensación de $625,000 anuales. No se atendieron tantos y tantos asuntos que están reventando ahora, como el tumorcito minúsculo que no atendimos y ahora amenaza con matarnos.

La pregunta es ¿y ahora qué?  Podemos seguir quejándonos como alma en pena, sin hacer nada para resolver el problema; podemos escapar al ritmo de Bad Bunny y viendo el programa de La Comay, que ya anunciaron regresará; podemos seguir hablando mal del país ante los círculos de poder, como ha hecho el señor Carrión o como lo hacen algunos que se fueron y se distancian de sus raíces, para que no los confundan.  Es lamentable que haya muchos dispuestos a alzar su voz para hablar mal de un país como el nuestro, que con todas sus debilidades, carencias y contradicciones, lucha por salir adelante y se ocupó de sí mismo tras María.  

La columna del señor Carrión es deleznable.  No aporta nada a la solución de nuestros problemas –es una pataleta porque el gobierno no accedió a su capricho de derogar la ley 80 sobre despido injustificado, ni recortó otros beneficios, como el bono de Navidad.  Es un acto mezquino, que no cumple con el análisis de las 3 puertas que vi en una entrada en Facebook y que se le atribuye a Buda.  La primera puerta -¿es verdadero?  Es parcialmente cierto que muchos de los problemas no se deben a los huracanes, pero deja fuera grandes verdades y distorsiona otras.  La segunda - ¿es amable? Obviamente, no lo es.  La tercera: ¿es necesario?  Claro que no.  Luego de fracasar en cumplir con esta prueba, me pregunto qué se logra con esta columna.

Dicen que uno no le da armas al enemigo.  No podemos tapar nuestra realidad, pero tampoco vamos a mostrarle nuestro flanco más débil a un truhán como Trump, acostumbrado a imponer su voluntad.  Señor Carrión, shame on you.

21 de diciembre de 2018


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