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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

jueves, 22 de noviembre de 2018

GRACIAS SIN PAVO






GRACIAS SIN PAVO

Crecí en un hogar donde no era tradición comer pavo el Día de Acción de Gracias.  De hecho, a mi papá no le gustaba el pavo, hasta que yo lo empecé a hacer.  Como adoro la cocina, un año quise hacer el pavo- estilo tradicional, con relleno de pan.  A mí me gusta preparar recetas respetando su origen –no es que tenga un afán americano tipo doña Myriam.  Cuando hago recetas italianas,  chinas, mexicanas o de donde sean, quiero que sean lo más auténticas posibles.  Lo que inició como un experimento se convirtió en una tradición.  Ya Papi esperaba el pavo y cuando él ya no estaba, solía prepararlo y llevarlo a casa de su viuda.

Tengo un amigo que detesta el pavo, no sé si por el sabor, por una afirmación de puertorriqueñidad o todas las anteriores.   Algunos años compartí en casa de amistades, incluso aportando el pavo que yo misma horneaba y en otras, hacía la celebración aquí. En ocasiones he invitado a este amigo o a otros que no comen pavo y ofrezco alternativas adicionales.  Para colmo, últimamente tengo varias amistades vegetarianas, así que he tenido que ponerme aun mas creativa.

El gusto y los principios no se discuten, así que no impongo a nadie la obligación de comer pavo, pero a mí me gusta todo el ritual de seleccionar el pavo –chiquito –de unas 9 libras y toda la preparación.  Ponerlo a descongelar dos días antes y adobarlo, frotándolo con cariño con un masaje que preludia el gusto con el que habremos de ingerirlo es una actividad plena de sensualidad. Luego ponerlo al horno, sentir los olores y ver cómo se va dorando poco a poco es una fiesta para los sentidos. Hace unos años encontré una receta espectacular de relleno más criollo y la preparé.  Quedó de show.

Los acompañantes del pavo también han variado. Batata mameya con malvaviscos, gratinado de papa y apio, arroz con cebolla y últimamente horneado de croissant con setas han sido acompañantes del pavo a través de los años.  También ha habido variantes del postre –pastel de calabaza, flan de calabaza, cheesecake de calabaza, bizcocho de arándanos; en fin, que me gusta explorar –en la cocina y en otras actividades.  El año pasado, tras María, ya tenía luz y técnicamente pude haber hecho el pavo, pero decidí no hacerlo por miedo a que luego de pasar todo el trabajo, con el ave en el horno, se fuese a ir la luz.  Vamos, que no hay manera de hacer un pavo, por más pequeño que sea en una estufita de acampar.  Me conformé con un pollo que trajo otro amigo, un arroz con espárragos y no recuerdo qué otra cosa.

Este año quería preparar el pavo y me lancé en una búsqueda casi obsesiva por un pavo petite; conseguí uno de 10 libras y media que rebasa un poco la línea, pero de todos modos siempre sobra.  Y para lo que sobra, sobran las ideas.  Lo que no sobra son los comensales.  De hecho, todo el mundo estaba complicado, vegetariano o patriota a ultranza, así que el pavo permanece en el congelador en espera de otra ocasión, que esta vez será enteramente criollizada, porque vamos, ya estará la Navidad en pleno apogeo.

La experiencia me ha enseñado que no hay que obstinarse con los deseos.  Después de todo, lo importante es sentarnos a la mesa frente a algo que hayamos preparado con amor –ese es el elemento indispensable -el pavo no.  El amor que iba a poner en el pavo lo pongo en otros ingredientes y me sentaré a la mesa con el amigo que detesta el pavo –por las razones que sean- y daré gracias porque vivo en esta isla de belleza insuperable, con todas sus contradicciones, sus carencias, sus excesos.  Daré gracias porque tengo un techo acogedor, porque tengo amigos, familia, porque tengo opciones para colocar en mi mesa, porque este año no tuvimos otro huracán; por la salud; por la música; por los libros y por la esperanza –que incluye disfrutar en un futuro cercano del pavo que reposa en el congelador.

Feliz Día de Acción de Gracias.

22 de noviembre de 2018



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