REINA EL AMOR
No
pensaba ver la boda del Príncipe Harry y Meghan Markle. Hay algo de pompa excesiva, de
convencionalismos restrictivos y sin sentido para nosotros, que no resuena en
mí. Por otro lado, una boda real trae
recuerdos de los cuentos de hadas –de ese sueño de muchas niñas -entre las que
debo confesar me incluyo- de encontrar ese príncipe azul que nos amará, cuidará
y con el que viviremos felices para siempre.
Ya no creo en cuentos de hadas ni en príncipes azules, pero algo queda
de esa ilusión de encontrar, no un príncipe, sino un hombre que me haga sentir
como la reina de su corazón.
Supongo
que la Princesa Diana tuvo al inicio el sueño de haber encontrado su príncipe,
como yo lo tuve en algún momento. Ella y
yo nos casamos demasiado jóvenes, sin haber tenido suficiente experiencia de
vida para identificar las señales de que ese que pensábamos era nuestro
príncipe no era y en el caso de ella, se acercaba más a un sapo. Pese a ello, conservo la ilusión de encontrar
el verdadero amor, porque no me cabe duda de que existe.
Por
alguna razón me motivé a ver la ceremonia real y no me arrepiento. Tras la pompa, los sombreros extravagantes de
las invitadas, los carruajes y la cara impasible de la Reina Isabel, se
traslucía que entre Harry y Meghan hay algo genuino. Hubo muchos ejemplos de que los tiempos han
cambiado en la monarquía inglesa, como han cambiado para el resto del
mundo. Hace años era impensado que una actriz
norteamericana divorciada, de madre negra, pudiese casarse con un príncipe
inglés. También era impensado que un
negro pudiese ser presidente de Estados Unidos, o que Cuba flexibilizara sus
restricciones de viaje a ciudadanos norteamericanos y permitiese el
establecimiento de negocios por cuenta propia.
Lo que a
nosotros nos parece extraño -una monarquía, es totalmente normal para los
británicos y hay un alto nivel de aceptación de esa extraña forma de gobierno
que se combina con la existencia paralela de un primer ministro. La monarquía ha ido modificándose en todas
partes del mundo y las ruedas se mueven poco a poco, pero se mueven. Como dice la canción de Bob Dylan, un
cantante de protesta de los años ’60, The
Times are A-changin’. Para los que no crean que hay cambios verdaderos, la
boda de Meghan y Harry es un excelente ejemplo.
El
vestido de la novia anticipaba que esta pareja está anclada en una visión mucho
más práctica de la vida. Era un vestido
muy sencillo, aunque imagino que su costo era exorbitante. La presencia de invitados del mundo del
espectáculo también anunciaba los cambios, así como un coro de música góspel,
todos negros, que interpretaron la canción Stand
by me. Al recitar los votos, no se
incluyó la retahíla de nombres que tiene Harry, lo cual evitó que Meghan
cometiera el error que cometió Diana al trasponer los nombres de Carlos en su
boda. Al final de la ceremonia, un chelista negro interpretó la pieza Après un rêve (Después de un sueño), de
Gabriel Fauré. Cuando los novios -ya
desposados- salieron de la iglesia, un coro góspel
interpretaba This Little Light of
Mine, que se popularizó durante los años cruciales de la lucha por los
derechos civiles de los negros en Estados Unidos.
Estoy
segura que hay muchos más cambios, pero el que más me conmovió, por la
trascendencia que tiene más allá de una boda entre dos personas de mundos
diversos, fue el sermón del obispo afroamericano Michael Curry, de la Iglesia Episcopal. Con un estilo similar al del Dr. Martin
Luther King, ofreció un sermón dedicado al poder transformador del amor. De hecho, citó al Dr. King, al decir “debemos
descubrir el poder del amor -el poder redentor del amor y cuando hagamos eso,
haremos de este viejo mundo un mundo nuevo. Porque el amor es el único
camino.”
Todo su sermón estuvo anclado
en ese concepto del poder transformador del amor. En un momento me sentí conectada a la canción Imagine, del británico John Lennon, cuando el obispo invitaba a los
asistentes a imaginar hogares y familias donde el amor es el camino; a imaginar
vecindarios y comunidades donde el amor es el camino; gobiernos y naciones
donde el amor es el camino; negocios y comercios donde el amor es el
camino. Nos invitaba a imaginar este
mundo viejo y cansado cuando el amor desinteresado,
capaz de sacrificios y redentor es el camino.
Continúa diciendo que cuando el amor es el camino, hay suficiente lugar
para todos los hijos de Dios, porque cuando el amor es el camino, nos tratamos
unos a otros como familia. Termina su conmovedor sermón, afirmando que el Dr.
King estaba en lo correcto, debemos descubrir el amor, el poder redentor del
amor y le dice a Meghan y a Harry, “mi hermana, mi hermano, Dios te ame y te
bendiga. Y que Dios nos sostenga a todos en esas manos todopoderosas del amor”.
Yo creo
en ese poder redentor del amor, porque lo vi entre mis padres -lo sentí y aún lo siento. Por ello, estas
palabras resuenan en mi y quiero compartirlas con otros, con la esperanza de que
los que aún no lo están, se convenzan del poder del amor, que está en cada uno
de nosotros como esa pequeña lucecita en nuestro interior a la que alude la
canción góspel, que clama porque la dejemos brillar.
19 de
mayo de 2018
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