LOS FRÍOS NÚMEROS
Mis muertos
son pocos, pero son los míos, como son los de los que perdieron a un familiar,
a un amigo, a su compañero de vida. De
mis muertos sé con bastante certeza a qué se debió su muerte –cáncer, trauma en
la cabeza, derrame cerebral –en fin, lo esperado tras una enfermedad o un
accidente fatal. Aún cuando en algunos
casos esperamos el deceso, no deja de sacudirnos su inevitabilidad –algo de un
anhelo de un milagro siempre nos queda.
Distinto es el caso de las muertes que no esperábamos, que nos revuelcan
la vida. Peor aún, es el caso de las
muertes que se derivan de una vida ya trastocada.
María nos
trastocó la vida a todos –sus vientos y sus aguas nos sacudieron, nos
arrancaron pedazos del hogar –a veces el hogar completo y en algunos casos,
arrancó un pedazo del alma al llevarse un ser querido. Llegó cuando ya nos había sacudido la certeza
de estar inmersos en una deuda de proporciones que mi cerebro es incapaz de
comprender a plenitud. Se habla de $300
millones, de $3000 millones; $30,000 millones y yo soy incapaz de alcanzar a entender
cómo se calcula eso, particularmente cuando hay cifras más pequeñas, como la de
los $625,000 anuales que recibe Natalie Jaresko, o los $225,000 de Julia
Keleher, que no parecen ajustarse a la realidad que tienen los que no reciben
ni una décima parte de eso.
Los
números de la deuda y los salarios o pagos por contrato se refieren a dinero –algo
que se considera frío, con un valor relativo.
Con $400 alguien -imagino que Natalie- puede pagar unos zapatos; mientras
que otro paga la mensualidad de su auto, la renta o la compra para uno o varios
meses, dependiendo de la composición familiar o sus hábitos de consumo. Hay otros números –los de los muertos, que
pueden reflejarse en una fría tabla –tan fría como el cadáver, pero que tienen una
connotación significativa para sus dolientes.
Recuerdo
haber leído el caso de unas hermanas
ancianas que fueron sepultadas por un derrumbe.
No sé si finalmente fueron sepultadas como corresponde, o si sus cuerpos
permanecen en el lugar en que las sorprendió una muerte que tiene que haber
sido horrorosa. Leí sobre varios casos
de muertos que permanecieron en el hogar y hasta de uno que lo movieron a un
auto, porque no había forma de trasladarlo a una funeraria, muchas de las
cuales ni siquiera podían aceptar muertos por falta de energía eléctrica. Tras números que fueron variando, el gobierno
fijó el número de muertos asociados a María en 64.
Como es
de suponer, el número fue variando y la razón para mantenerlo así, según el secretario
de seguridad pública, Héctor Pesquera, es que estas son las muertes que han
sido debidamente certificadas. No tengo
claro si eso aparece literalmente así en el certificado de defunción. Es decir, si la persona se ahogó en una inundación durante el huracán, presumo que
aparecería muerte por ahogamiento y en causa secundaría, como resultado de
inundación. Recuerdo haber escuchado a
Pesquera en una entrevista hace varios meses, aludiendo a la necesidad de
modificar los protocolos para poder reflejar con certeza lo que ocasionó la
muerte de una persona.
Puedo
entender claramente que haya unos formularios que sean demasiado restrictivos y
no permitan afirmar categóricamente que una persona murió por causa del
huracán. Lo que no puedo entender, es
que el gobierno no haya hecho el más mínimo intento de un ejercicio de
sensibilidad y decir: sólo podemos atribuir 64 muertes al huracán según los
certificados de defunción, pero a base de los datos recibidos de familiares,
funerarias y otros, podemos decir que hay x número de muertes que entendemos
fueron causa indirecta del huracán.
Son
demasiadas personas que no recibieron terapias; que no recibieron atención
médica para sus heridas; que no pudieron recibir diálisis, quimioterapia; que
no pudieron comprar sus medicamentos ya bien fuera porque el paso estaba obstruido
o porque no tuvieron acceso a los médicos para obtener las recetas. Hace poco fui a una cita con mi oftalmólogo y
me dijo que todos los pacientes que vio ese día estaban descontrolados en su
terapia diaria de gotas. Una de las
pacientes a mi lado me dijo que no había podido obtener la receta, porque el
médico no estaba trabajando debido a la falta de energía eléctrica. Y estos no son pacientes de la reforma de
salud. Son pacientes privados o bajo el programa Medicare. No quiero ni imaginar la situación en las
sínsoras; en esos montes a los que nunca he ido, pero que son mis montes,
porque este es nuestro país y todos merecemos un trato digno.
Antier se
revolcó el avispero con la divulgación de un estudio de la Universidad de Harvard,
que no es una universidad de esas de cursos por correspondencia y diplomas de
dudosa validez, publicado por el New England Journal of Medicine, una identidad
más que reconocida en su campo, que concluye que a base de las encuestas científicamente
realizadas y cuya metodología aparece claramente divulgada, hubo un total aproximado
de 4,645 muertes atribuibles al huracán.
Sorprende cómo muchos en las redes sociales y hasta Pesquera, intentaron
restarle validez al estudio sin tan siquiera haberlo leído. Por lo menos Pesquera luego se expresó en un
tono más conciliatorio. Representantes
del gobierno y la propia Universidad George Washington, a quien el gobierno
encomendó otros estudio tras el reclamo de que se ofreciesen números que
reflejasen una realidad que se intuye mucho mas de 64, se vieron en la
necesidad de hacer distinciones entre el estudio publicado y el que está aun en
proceso.
No
entiendo los números de la deuda; tampoco los cómputos que hace la Junta y que
el gobierno los desprecia por momentos y por otros los acepta, sin que haya
justificación para unos u otros. En
cuanto a los números de los muertos, nadie da por bueno 64 –todo el mundo
entiende que debe ser mayor. Cuán mayor va a depender de muchos factores. Tan frío es 64 como 4,645; como fríos están
los cuerpos de los que todo apunta a que sean mas cercanos a 4,645; como fría
es la actitud de los que se enfrascan en un cruel juego de escatimarle a las
familias el derecho a sentir que sus muertos forman parte de un número mayor y
que su llanto tiene más compañía en tantas familias que lloran no solo la
angustia del horror vivido, sino también la ausencia de quienes ya no están.
31 de
mayo de 2018
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