LA CULPA ES
DEL
GUACAMOLE
Ayer
recibí una respuesta de esas que logran sacarme de balance y perder un poco de
mi paz, porque parece un asunto tonto, pero no lo es. Ejemplifica una tendencia
cada vez más generalizada a transferir la culpa a otra persona y no asumir
responsabilidad por nada. Es peor que la
frase de la culpa es huérfana, porque se identifica como culpable a un ente
separado de nosotros que a veces ni sabe que se le achaca una culpa realenga.
Yo había
decidido acudir a la meca del consumismo, en un arranque de banalidad, porque
sentía que últimamente me estaba privando de algunos pequeños lujos. Tras dar vueltas y no toparme con nada que
llamase poderosamente mi atención, me detuve a almorzar, anticipando una fría
copita de vino para acompañar un plato con mariscos. El joven que me atendió parecía no estar muy
familiarizado con el menú, pero finalmente me decidí por unos tacos de
langosta. El vinito tardó bastante en
llegar y los tacos, ni se diga. Cuando
finalmente llegaron, estaban fríos. Como
ese día estaba en plan de complacerme, me quejé, porque me gusta mi comida bien
caliente.
Tras otra
espera, regresó el plato igualmente frío.
En este punto estaba molesta y peor aún, hambrienta, lo que me hace
candidata ideal para el anuncio de Snickers
(no eres tu cuando tienes hambre). Lo que colmó la copa fue que el mozo, al
recibir mi queja por la comida fría, me dijo que eso se debía al guacamole -o
sea, que la culpa es del guacamole. Ese
cuento se lo pudieron haber hecho a una persona que no cocine. El asunto es sencillo: usted mantiene las
tortillas y la carne calientes, hasta el momento preciso de servir, cuando
añade todos los elementos y los sirve pronto, de forma tal que la temperatura
de unos no afecte la de otros.
Como
tenía tanta hambre, me comí un poco más de la mitad del plato, pero en un punto
no seguí porque dejó de ser una experiencia agradable. Por fortuna, el gerente
acudió a la mesa y no estaba en plan escapista.
Me dijo que le informaron que la comida no me gustó, lo cual es
inexacto. No es lo mismo que la comida
tenga mal sabor a que esté fría. Se
disculpó y me descontó el plato de la cuenta, lo cual al menos, resulta algo
positivo.
Me parece
que esta experiencia debe servir de lección a muchas empresas, incluyendo el
gobierno, que últimamente no pega una.
La lista de culpas ajenas es interminable. En el caso de Whitefish, el gobernador dijo
que no sabía que Ricardo Ramos se había disparado solito la maroma de contratar
a una firma sin experiencia por tan sólo unos 300 milloncitos –vamos, una
ganga. Con los miles de semáforos que no
funcionan, el secretario del DTOP ha dicho que esperan por la AEE y estos dicen
que el DTOP no les informa para coordinar energizarlos. Tengo uno a pasos de mi casa que no requiere
coordinación con AEE porque ni siquiera hay semáforo –se lo llevó María.
Y ya que
menciono a María, esta es la culpable ideal para todo. En abril de este año planteé ante la Oficina
de Ética que una carta mía de febrero de 2017, es decir, hace más de un año,
permanecía sin contestar, mientras que por otro lado me requerían unos informes
que alegaban yo no había rendido. La
respuesta de la empleada fue que debido a María todo se había retrasado. ¡Pero si María fue en septiembre y mi carta
es de febrero del 2017! Menos mal que en
ese momento no tenía hambre.
Hace unos
días acudí a las oficinas de la AEE porque pese a que facturaron en diciembre y
enero, es decir, después de María, desde esa fecha no recibo factura y tengo
temor de recibir una de cantidades astronómicas. Tras esperar casi dos horas, la joven que me
atendió me preguntó si le llevé foto del contador. Me gusta tomar fotos extrañas, pero la verdad
nunca me he visto motivada a retratar el contador de luz –un aparato bastante
feo, por cierto. Me dijo que no podía
hacer nada, porque no había lectura del contador. Si le hubiese llevado la foto, habrían podido
hacer el cálculo y facturar. No me lo
dijo, pero el razonamiento era que yo tenía la culpa por no haber llevado la
foto del contador.
Esta
repartición de culpas no es exclusiva de esta administración, aunque parecen
haber perfeccionado el arte. Hace unos
años, creo que bajo la administración de Aníbal Acevedo Vilá, debía localizar
un expediente de un caso que mi oficina había trabajado y referido a otra
división para el trámite conducente a aplicar medidas disciplinarias por una
situación de hostigamiento sexual. El
empleado de la oficina que debía realizar el trámite me dijo que no había
podido localizar el expediente. La
culpa, claro, es del expediente que no se deja localizar. Al mostrar mi
molestia porque el expediente se había perdido, me dijo Licenciada, el expediente no está perdido, es que no ha podido ser
localizado. Me imagino esos cubículos destinados a objetos perdidos, que
bajo esta teoría ahora serían cubículos de objetos que no han podido ser
localizados. La serie Perdidos en el espacio se llamaría Sin poder ser localizados en el espacio.
Ayer vi
una entrevista con el director del
Centro Comprensivo de Cáncer, designado por García Padilla, en la que le
preguntaron por qué se inauguró dicho centro si todavía no estaba listo. El
respondió que era el director, pero el gobernador le dijo que quería
inaugurarlo y si el gobernador le dijo eso, ¿qué
usted quería que yo hiciera? O sea, la culpa es del ex gobernador y él como
médico y profesional que se debiera respetar a sí mismo, no podía hacer nada.
Y todos
los días se señalan nuevos culpables, pero hasta ahora no he oído decir a
representantes del gobierno que la culpa es del guacamole. Deberían intentar esta nueva excusa, a ver
quién se la traga.
18 de
mayo de 2018
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