DISTRACCIÓN
Se fue,
cuando lo debieron haber ido, el que ocasionó la madre de las
distracciones. El personaje de Ricardo
Ramos, hasta ayer Director Ejecutivo de la Autoridad de Energía Eléctrica es,
por si solo, como un circo de esos que ofrecen espectáculos simultáneos –lo que
se conoce en ingles como un three ring
circus. Por varias semanas, nos mantuvimos como espectadores horrorizados –con
una mezcla de incredulidad, vergüenza e indignación- ante este circo de
múltiples pistas que protagonizó Ricardo Ramos.
En una de
las pistas, apareció el cuento de que no pudo contactar a la entidad que agrupa
organizaciones estatales de energía eléctrica, conocida por sus siglas en inglés
APPA, porque no tenía comunicación telefónica ni de internet, mientras que en
el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), a los dos o tres días tenían toda
una operación montada y luego se descubre que los contactos con la firma
privada se establecieron en algún momento entre Irma y María. Y esa operación privada es la pista principal
del circo donde Ricardo Ramos es el maestro de ceremonias, con chistera, frac y
ademanes rimbombantes.
En la
pista central – la firma Whitefish Energy Solutions, una oscura compañía del
lejano estado de Montana, que antes de ser contratada por la AEE, tenía solo
dos empleados. Su operación, pues,
estaría montada sobre subcontratación, lo cual encarece sustancialmente la
operación –al son de nada más ni nada menos que de (redoble de tambores) ¡300
millones! – los mismos que no tenemos y que FEMA no va a pagar. Según lo
informado por la prensa, hubo un contrato inicial, por una cuantía menor, que
luego fue enmendado. Surge también que
el contrato tenía cláusulas que resultan inoficiosas por ser contrarias a la
ley, como disponer que el mismo no podía ser auditado y que de tener que pagar
impuestos, sería aumentado para compensar por lo que tuviese que pagar por ese
concepto.
Tras
posponer una función, el circo trasladó su espectáculo principal al Congreso
federal, ante el cual compareció Ricardo Ramos a dar las explicaciones que ni
el mismo creyó. El público observa el espectáculo con muestras de una vergüenza
cósmica, sabiendo que no es sólo que el espectáculo es un fracaso a nivel de
esa función, sino que habrá de costar en el futuro porque pone en entredicho
nuestra capacidad de administrar los fondos que pudiesen asignarse.
Esta
semana se incorporó otra pista al circo, al divulgarse que Ricardo Ramos
contrató a su amigo como asesor, al son de $99,000 anuales. El problema no es que lo contratara, es que
esa contratación no tuvo el aval de la anterior Junta de Directores cuando
Ramos intentó nombrarlo subdirector, por cuestionamientos debido a la
participación del amigo en los líos de otro circo –el de De Castro Font.
Mientras
todo este circo está en funciones, hay pueblos enteros que todavía no tienen
luz. Los comercios languidecen –algunos jamás
podrán recuperarse de esta. En la zona
metro, las interrupciones del servicio son frecuentes. Yo todos los días recito mi oda a la nevera,
para que resista esta intermitencia y no tener que acudir a comprar otra,
porque no tengo el beneficio, a mucha honra, de trabajar en uno de estos
circos. También me apresuro a escribir,
porque en cualquier momento -¡puf!, se va la luz.
Los puertorriqueños
usamos el humor como válvula de escape. Esto es como un circo, pero es un
asunto muy serio. Una distracción es,
obviamente, según el Diccionario de la
Real Academia, el efecto de distraer, que en sus primeras dos acepciones significa desviar, divertir o entretener. Ricardo Ramos no nos está desviando de la
atención que tenemos a todos estos asuntos. Más bien, está incurriendo en actos
contenidos en una acepción que no conocía de la palabra distraer: “apartar a
alguien de la vida virtuosa y honesta”.
Se apartó él mismo y parece ser que al dueño del circo también, si no es
que ya estaba apartado.
18 de
noviembre de 2017
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