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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

viernes, 1 de diciembre de 2017











UNA GARITA, UNA BANDERA, UN SAXOFÓN

Hace dos semanas estuve en el Viejo San Juan, como parte de una actividad de la asociación Puerto Rico Historic Building Drawings Society. Esto cubrió el  compromiso que hice conmigo misma de visitar el Viejo San Juan al menos una vez a la semana, para patrocinar los negocios que están sufriendo a causa del impacto del Huracán María.  La primera vez que fui al Viejo San Juan luego de María me angustió ver sus calles desiertas –muy limpias, pero sin el movimiento usual de visitantes.  Había muchos comercios cerrados y los pocos que estaban abiertos operaban con generadores o con algo tan básico como una linterna. Me partió el alma cuando entré a una oscura tienda de artesanía que suelo visitar por la calidad de su oferta y la joven que nos recibió me entregó una linterna para poder ver la mercancía.

Se me hace difícil ver el Viejo San Juan en este estado, como se me hace difícil ver vídeos o fotos de las condiciones en que quedaron muchos de nuestros pueblos y sus habitantes: puentes colapsados, casas sin techo, con las pertenencias semejando las casas de muñecas a las que se les podía cambiar los muebles porque se podía desprender el techo o no tenían la pared de fondo.  La gente se muestra resignada, agradeciendo que en medio de todo el desastre, tienen vida, que después de todo, es lo único que no se puede reponer.

Pese al espíritu de lucha, nos va a tomar mucho tiempo curar todas las heridas que nos dejó María.  Estoy segura que muchos de los que han asumido una actitud de aceptación, tienen momentos en los que les arropa la angustia, la incertidumbre, la impotencia, el coraje.  Lo sé, porque aunque María me provocó pocas pérdidas, he tenido otros momentos de grandes pérdidas –de esas que no son reemplazables y me sorprendo, años después, con emociones que creí superadas.

En la visita al Viejo San Juan hubo tres imágenes que me infunden esperanza y la certeza que nos habremos de recuperar –con cicatrices, con tropiezos, con recaídas, pero habremos de levantarnos.  La primera imagen es de una garita que según nos informó Andy, que nos sirvió de guía, es la única que permanece inalterada, sin restauración.  Está en la calle Norzagaray.  He pasado por allí miles de veces y jamás la noté.  Pensar que ha resistido tantos embates, incluyendo el de María, que no fue Cáscara’e coco, me hizo cruzar la calle y tomarle una foto.  Ella está ahí, resistiendo, aunque no la noten, asida tan sólo de su propia fuerza y de la calidad de su creación.

La segunda imagen fue un cartel en la fonda Manolín –un puño pintado con nuestra bandera, que afirma con decisión que nos levantaremos más fuertes que nunca.  Hay quien propone que no nos levantamos, porque siempre hemos estado de pie.  Eso es una manera de verlo, pero pienso que no hay nada malo en admitir que nos hemos caído.  El fuerte no es sólo el que no cae, sino también aquél que cae, toma fuerza desde su interior y se levanta.

La tercera es una imagen auditiva.  Cuando regresaba al estacionamiento que suelo utilizar, el Doña Fela, escuché una melodía interpretada en saxofón por un músico callejero, a la usanza de la ciudad de Nueva Orleans.  La melodía era Preciosa, de nuestro Rafael Hernández.  He escuchado esa canción en innumerables ocasiones, pero ese día me llenó de una emoción particular.  Tras el paso de María, nuestra Isla quedó fea -maltrecha, derrumbada, desnuda, quemada.  Ahí es que entonces la miramos con los ojos del alma –esos ojos que ven la belleza interior–la que vemos porque esta islita es nuestra casa, nuestra cuna; los brazos amorosos que nos arrullaron en la infancia y nos vuelven a recibir cuando volvemos abatidos.

Poco tiempo después del huracán hablaba con una conocida norteamericana que vivió aquí por diez años - dice que quiere mucho a Puerto Rico y le duele verla en estas condiciones porque nunca será lo mismo.  Y lo dijo, no porque pensara que nos recuperaríamos fortalecidos, sino como alguien que lamenta perder algo de forma irremediable.  Me enojé mucho porque esta Isla sigue siendo hermosa –no será igual, pero hay belleza en su transformación.  No quiero que me digan que nada será igual de forma derrotista.  Nada es igual de un día para otro, pero tengo la certeza absoluta que habremos de salir adelante fortalecidos y luciendo con orgullo nuestras cicatrices de batalla. 

Nuestros bosques están diezmados, las estructuras lucen destruidas, los habitantes pasan penurias, pero nuestra esencia, la que vemos con los ojos del alma, está intacta –sigue siendo preciosa, “sin banderas, ni lauros, ni glorias”.  Vivo convencida de que no importa el tiempo que tome, vamos a trabajar para que esta bendita Isla sea tan preciosa a los ojos del rostro, como lo es para los ojos del alma.


1 de diciembre de 2017

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