¿DE QUÉ ESTAMOS HECHOS?
La
canción El wanabí, del grupo Fiel a
la Vega tiene un estribillo pegajoso que reza “ dame un momento pa’ probar de
qué estoy hecho…” y lo tengo enredado en la mente hoy. El vocablo inventado
alude a la persona que aspira a ser – en inglés want to be ; en el argot
wanna be y de ahí el wanabí. Ese wanabí quiere ser alguien; aspira a más
de lo que conforma su presente y a veces, como dice la canción, echa todo hacia un lado, el familiar y la
amistad, cambiando el suelo de tantos años por un estudio que paga mas.
En estos
momentos miles de puertorriqueños estamos en una encrucijada que nos
marca. Algunos hace tiempo que sienten
que la isla les queda chiquita –que sus sueños necesitan mayor espacio para que
su talento alce vuelo. De eso dan fe los
Ricky Martin, los Lin Manuel Miranda, los Yadier Molina y Carlos Correa, como
en un momento lo fueron Antonio Paoli, los hermanos Figueroa y nuestro
inolvidable Roberto Clemente. Es algo
casi innato querer aspirar a ser lo mejor que podamos ser. En el caso de los que menciono han alcanzado fama
internacional, pero nunca olvidaron sus raíces y continuaron - a veces al
regreso, a veces desde la distancia- aportando sus energías para el beneficio del
resto de la población.
Tras el
paso del Huracán María muchos han tenido grandes retos de salud y de vivienda
que les obliga a abandonar el país en busca de mejores condiciones de
vida. Otros no han podido continuar
operando sus pequeños negocios que eran el sustento de sus familias y de dos o
tres empleados. La situación les ha forzado a tomar una decisión que tal vez
bajo otras circunstancias no habrían tomado.
Por otro lado, hay muchos que no han sufrido grandes pérdidas, pero su
vida se les ha hecho algo incómoda, aunque tienen la facilidad de tener un
generador eléctrico y cisterna. Les
incomoda, como nos incomoda a todos, que hay más tapones, más filas y menos
opciones en los comercios. Sin embargo,
su nivel de tolerancia es muy bajo para estas incomodidades. En lugar de agradecer todo lo que tienen, se
lamentan de lo que carecen.
Hay otro
grupo de puertorriqueños que salen del país desesperados, sin un plan de vida y
deslumbrados por unas ofertas de asilo temporal en casa de amistades o
familia. No conocen el idioma, no tienen
reservas de dinero y se lanzan en una huída desesperada, sin saber que del otro
lado pueden terminar peor de lo que estaban, al dejar todo lo conocido –la red
de apoyo de la familia y amigos, por perseguir ese sueño de una “vida mejor”. ¿Qué es una “vida mejor”? Como todo, eso es relativo. Lo que sí es una realidad es que ninguna vida
puede ser mejor cuando se reniega de quien se es. No importa a dónde vayamos, ni si lo
admitimos o no, siempre seremos puertorriqueños. En este momento, demostramos de qué estamos
hechos cuando decidimos si incluimos o no el bien colectivo en el propio;
cuando miramos o no la desgracia ajena y hacemos algo para aliviarla; cuando apoyamos
a los que están dando el todo por el todo para recuperar el país, o nos limitamos
a criticar con saña a los que señalan los errores cometidos.
Es el
momento de probar que estamos hechos de una raigambre que luchó en otros
momentos contra la miseria; que se irguió apoyándose los unos en los
otros. No se trata de si te quedas o te
vas; se trata de si buscas tu bienestar –aquí o allá- sin olvidar tu familia y
amigos, o si te vas a la huída, sin
mirar atrás. No le fallemos a los que nos precedieron –que se sepa que somos
hijos orgullosos de esta noble tierra que ahora necesita nuestra ayuda.
12 de
noviembre de 2017
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