LUZ
Sin duda
la vida después de María ha cambiado para todos en nuestra querida isla. Opera
la ironía de que los que menos tienen son los que más sufren, pero todos nos
hemos afectado en mayor o menor grado.
Para algunos, el huracán les altera su rutina diaria – tienen que salir
a buscar combustible para alimentar una planta -de metal, no de las
vivientes. Tienen que hacer trámites con
la aseguradora para reclamar daños; ven interrumpido su trabajo, aunque saben
que retornarán a el. Tal vez pasan mucho tiempo buscando un restaurante donde
comer y al principio hacían largas filas para obtener dinero en efectivo.
Al otro
extremo está la mayoría, que no tiene que salir a buscar combustible porque la
única planta que tienen es la que sobrevivió en el patio tras el huracán. Y dentro de esa mayoría hay también
gradaciones. Unos hemos sido afortunados
- tenemos techo, recursos para atender las necesidades básicas y más. Otros están todavía en refugios, en casa de familiares o amigos. La lentitud de la recuperación es alucinante. Todavía hay comunidades apartadas – y no tan
apartadas- que no tiene agua y luz ni se diga.
El asunto de la luz se perfilaba más que complicado por el deterioro del
sistema, producto de años de abandono. Nadie
esperaba que iba a haber una recuperación rápida, así como nadie – ni aun los
que tratan de justificar lo injustificable, esperaba esta comedia chifladesca
de los ejecutivos de la AEE.
La trama
novelesca de la contratación de la empresa Whitefish se desarrolla como una serie
televisiva en la que cada día salen nuevos elementos que nos siguen asombrando. Algunos, que son como el peor ciego, tratan
de justificar los traspiés del director ejecutivo y la Junta de Gobierno (la que
brilló no por su luz, sino por su ausencia dos semanas después del huracán)
alegando que la emergencia justificaba las acciones rápidas. Tratan de convencerse a sí mismos de que la
historia del director ejecutivo de que no podía comunicarse es creíble. Muchos
están convencidos de que no importa el gasto exorbitante, porque FEMA lo va a
pagar. Como dijo el jíbaro: unjú. Lo que no saben o pretenden no
saber, es que si los contratos no están acorde con las normas de FEMA, no van a
pagar y adivinen a quién le toca –a nuestro boyante presupuesto. Otros, los más cínicos, alegan que puede
haber chanchullo, pero que eso siempre se ha hecho, bajo todas las administraciones
y lo que importa es que se haga obra; que llegue la luz y la ayuda salvadora
del gobierno federal.
Frente a
todo esto, nuestro pueblo ha dado cátedra de solidaridad. Miles se tiraron a la
calle a abrir camino, a repartir comida, a salvar vidas humanas y
animales. Miles están haciendo lo
indecible para reconstruir sus casas y restablecer sus negocios, con luz o sin
luz eléctrica. Habremos de echar
adelante este pueblo porque estamos imbuidos de otra luz –la luz que nace de
adentro, del corazón noble de esta tierra y se proyecta hacia afuera, como reflejo
de la brillante estrella que adorna la bandera que tantos nos hemos visto
impulsados a enarbolar con orgullo.
Bendita sea la luz de este noble pueblo.
4 de
noviembre de 2017
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