DESAPARECIDA 🔎
Mientras estuve empleada rehuí entrar a la red Facebook porque me causaba ansiedad que
aspectos de mi vida estuviesen disponibles para gente que no tenía una
verdadera relación conmigo. En el
entorno laboral vi lo mejor y lo peor del ser humano, por lo que no quería
sentirme expuesta a lo último. Tras mi
jubilación comencé a incursionar en la red poco a poco, ya que entendí que son
muchos los beneficios de estar en contacto con más personas. Los que incluyo como amigos tienen una
mentalidad similar a la mía, por lo que por regla general las ideas que se
comparten son positivas y no van dirigidas a dañar a otros. Claro está, siempre hay comentarios de
terceras personas que llegan por rebote –algunos positivos –los cuales recibo
con agrado y otros que me disgustan o me causan inquietud porque son reflejo
del pensamiento de un sector más amplio del que quisiera en nuestra sociedad.
Hace como dos o tres semanas vi unos mensajes relacionados con la
desaparición de una jovencita a quien no conozco. Muchas personas re enviaban el mensaje con la
esperanza de que apareciera, como en efecto finalmente hizo. Creo que estuvo como un mes
desaparecida. No me puedo imaginar la
desesperación de su familia. Son muchos
los casos de personas desaparecidas que han sido secuestradas y posteriormente
asesinadas. Tiene que ser un dolor
indescriptible despertar cada día sin saber si ese hijo o hija está viva, si
sufre, si alguna vez volverán a verle.
Es un dolor que se revive, como una herida abierta a la que todos los
días se le echa sal y se estruja, haciendo del dolor una tortura diaria de la
que no se puede escapar.
A base de lo que he leído –no puedo saber si lo que se
dice es o no cierto- aparenta ser que la chica se fue con el novio sin avisar a
sus padres. Según lo que aparece en la
red, los padres dejaron saber que había aparecido, sin dar detalles, con una foto
en la que se les ve jubilosos. Hasta
ahí, nada me incomodó y sinceramente me alegré de que la chica estuviese sana y
salva. Lo que sucedió después me ha
dejado un mal sabor que me acompaña hace varios días y provoca esta reflexión.
Unas cuantas personas comenzaron a pedir que los
padres dijeran qué fue lo que sucedió y hasta algunos exigían que así lo
hiciesen, con una disculpa por haberles tenido varios días haciendo esfuerzos
para localizar a la joven. Encima de
esto, se comenzaron a hacer bromas de un mal gusto espantoso sobre lo que
imaginaban estaba haciendo la joven.
Hasta el caso del pobre Rolandito salió a relucir en este concurso de
mal gusto que muestra lo peor de nuestra sociedad. ¿Dónde está la compasión, la solidaridad, la
empatía? Esa misma gente que hace bromas
de este asunto o que quieren averiguar más de lo que les incumbe probablemente
acuden a templos e iglesias donde tienen que haber leído sobre la parábola del
hijo pródigo. Yo no soy religiosa y de
hecho, rara vez leo la Biblia, pero este pasaje me parece hermoso, porque
refleja lo que es el verdadero amor.
Creo que muchos deben repasarlo o buscarlo si no lo conocen.
Si lo que ocurrió es cierto, la joven merece algún
tipo de reprimenda – debe entender que su actuación fue incorrecta y debe
acarrear consecuencias. En caso de que
la policía hubiese destinado recursos en la búsqueda, debe reclamarse algún
tipo de retribución por los gastos incurridos, ya que no se trataba de una
situación en la que se hubiese cometido un crimen, pero no es un asunto que nos
incumba a ninguno de nosotros. Es una
situación a atenderse en el seno de ese hogar. Estos padres han sufrido
demasiado y no debe añadírsele a ese sufrimiento con comentarios ofensivos o
insultantes de parte de gente que no tiene ningún derecho a inmiscuirse en la
intimidad de esa familia que tan sólo pidió le ayudaran a localizar a su hija,
no a humillarles. La joven ya no está
desparecida, pero la compasión, para muchos, aún lo está.
31 de mayo de 2017
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