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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 29 de abril de 2023

Algo de eterno

 


ALGO DE ETERNO

En estos días he experimentado emociones intensas provocadas por algo que para l@s obsesionad@s con las aventuras de Madison Anderson, no debe provocar emoción alguna y probablemente ni siquiera saben de qué se trata. La Universidad de Puerto Rico decidió celebrar durante varios días el “Fiestón de la Lengua” y este año lo dedicó a Luis Rafael Sánchez.  Juntar en una misma oración Universidad de Puerto Rico y Luis Rafael Sánchez es algo que para mí es reflejo de lo inseparable que es para mí la una del otro.  Él fue mi profesor en la Facultad de Humanidades y dejó una huella tan profunda que más de 40 años después leerle me causa una alegría inmensa.  Si logro verle, la alegría se convierte en fiesta.

No les abrumo con los relatos de los encuentros inesperados y no tan inesperados que he tenido a través de todos estos años.  El lunes pasado anticipé que siendo esa la sesión inaugural, tal vez lo vería.  Llegué temprano al Teatro – con mayúscula porque es el Teatro de la UPR- lugar mágico, como son los espacios circundantes a ese cuadrángulo histórico por el que tantas veces me desplacé en mis tiempos de estudiante.  Cada vez que regreso es como si el tiempo se detuviera y los viejos edificios me recibieran con el cariño reservado para alguien muy querido.  Por eso entendí a cabalidad –con la mente y más que todo con el corazón- la carta que mi admirado profesor le dedicó a la Universidad.

En el vestíbulo del Teatro había una mesa con unas pequeñas bolsitas que contenían un lápiz y un cordón para colgar una identificación de la División de Educación Continua.  Me resultó enternecedor y muy característico de nuestra cultura eso de ofrecer a l@s visitantes algún obsequio, por modesto que fuera. Mientras esperaba por el comienzo de la actividad inaugural noté que no había tanta gente como esperaba para esa sesión inaugural.  Me situé como en la sexta fila en el pasillo central y de inmediato busqué al profesor con la mirada, pensando que tal vez ya había arribado.  Más tarde, poco antes del comienzo oficial, lo vi llegar acompañado de Luce López Baralt, quien como su hermana Mercedes, que ofrecería la Lección Magistral, ha sido amiga de muchos años.

Se le acercaron varias personas y a pasos de donde yo estaba hablaban tal vez de cómo fluiría la actividad, por lo que no me atreví interrumpir.  Una vez inició la marcha me atreví a llamarlo: Profesor, le dije y me prodigó una de esas sonrisas espectaculares que reparte cuando está a gusto.  Se detuvo y mencionó la foto a la que aludí en otro escrito y me ofreció un cumplido, el cual le devolví diciendo “soy espejo”.  “Cuentera”, me dijo intentando quitarle validez a la posibilidad de que él pudiese ser objeto de admiración por su aspecto.  “Aquí el que escribe cuentos soy yo, no usted”.  Nos reímos y prosiguió su marcha.  Ciertamente no escribo cuentos, pero si los escribiera, él sería inspiración para muchos, como lo ha sido para los ensayos que sí escribo.

Luego de los saludos protocolares de rigor, Luis Rafael Sánchez se dirigió al podio y leyó una carta que le escribió a la Universidad que le hizo gente, según él mismo dijo.  Se me formó un taco en la garganta, porque yo también pienso que la Universidad me hizo gente.  Aludió a los profesores con admiración evidente.  Casi al final se refiere al homenaje que le rinden y menciona   el cartel que realizó Antonio Martorell, intentando quitar el elogio a su apariencia con un comentario de que transformó  “el mulato feongo que soy en galán otoñal de novela turca”.  Por supuesto, difiero.  Ha sido y sigue siendo un hombre que avasalla, porque reúne una imponente presencia, un porte envidiable, una voz de ensueño, una elegancia natural y una mente privilegiada. En un giro hermoso al final, utilizando como imagen al coronel de  García Márquez y estableciendo la diferencia, dijo, que la Universidad sí tiene quien le escriba.  Nadie como él para escribirle, pero son much@s l@s que tienen motivos para escribirle, aunque no tantos como deberían lo hacen.

Yo tuve el privilegio de recibir una educación de excelencia y tener entre mis profesores a este ícono de nuestra literatura.  La Universidad me convirtió en una persona con conocimientos sobre música, arte, filosofía, francés, teatro.  Más tarde, la facultad de Derecho me formó como una profesional en ese campo con sensibilidad hacia los que menos tienen, por lo que más tarde me dediqué a combatir el discrimen en todas sus manifestaciones.  Yo vivo orgullosa de ser producto de la Universidad de Puerto Rico y de que Luis Rafael Sánchez haya sido mi profesor.  Ambos forman parte de la persona que soy y vivirán por siempre en mí.

Luego de la hermosa carta, se dio paso a la Lección Magistral ofrecida por Mercedes López Baralt, titulada “la poesía encubierta de Luis Rafael Sánchez”.  Hizo un recorrido por sus publicaciones, describiendo con gusto diversos pasajes de su vasta producción literaria y poniendo de manifiesto la musicalidad, sutileza, arrojo o sensualidad en sus obras.  Hasta hubo confesiones de la alegría que le causaba leer alguna dedicatoria del autor en la que la denominaba “ninfa”, al punto de que la enmarcó.  Vamos, que no soy la única que se emociona con la galantería sincera de este hombre sin par. 

Tras la lección, hubo una presentación del Conjunto Típico del Departamento de Música de la Universidad de Puerto Rico: cuatro guitarras, cinco cuatros, percusión y dos voces, acompañados por su profesor.  La primera pieza fue la danza Impromptu, lo cual según analicé más tarde, resultó significativo para mí.  Cuando era estudiante estuve en la Librería La Tertulia, si mal no recuerdo y contemplaba discos LP – que era lo que había en esa época aparte de aquéllos cassettes 8 track cuando de repente se apareció Luis Rafael Sánchez y me sorprendió conversando con mi amiga Leticia.  Me puse nerviosa y comencé a hablar rapidito. Él, que solo conocía la alumna callada que se sentaba al frente sin perderle palabra ni gesto, se sorprendió y me dijo: “¡Señorita Olivencia, pero que parlanchina es usted!”  Imagino que yo tendría un sonrojo descomunal.  Más tarde, al hacer una pregunta sobre la lectura durante la clase, me llamó refiriéndose a mí como “la señorita que le gustan las danzas”.

Escuchar la danza interpretada por los estudiantes le añadía un elemento especial a la actividad a la que había decidido asistir y unificaba mis experiencias del pasado con las del presente.  Tras dos o tres interpretaciones adicionales, los jóvenes interpretaron unas décimas: “Versos a Luis Rafael”, con las que pusieron fin a la presentación.  Todo encajaba: la poesía en la prosa del autor, la poesía en el tributo musical y una poesía que era solo mía.  Hacía unos días había tenido un sueño en el que aparecía Luis Rafael Sánchez en un escenario y me hablaba. Yo no podía escuchar nada, pero una amiga sentada a mi lado me dijo: “Yo anoté todo lo que él dijo y es un poema”.  No recuerdo las palabras, pero no importa. Siempre ha habido poesía en la persona de Luis Rafael Sánchez.

Para finalizar la actividad, se nos pidió que entonáramos el Himno de la Universidad.  Tengo unas cuantas habilidades, pero cantar no es una de ellas.  Pese a ello, me puse de pie y junto a los que estaban en el Teatro entoné con mi desafinada, pero orgullosa voz, el Himno a mi Alma Máter.  Salí flotando y contemplé emocionada la pequeña plaza y la parte de atrás de la Torre, como tantas veces he hecho y espero seguir haciendo.  Ese espacio tiene para mí algo de sagrado y me angustia pensar que hay muchas mentes pensando que no tiene validez ni pertinencia.  La Universidad de Puerto Rico le ha brindado profesionales en diversos campos a nuestro país y merece que se le respete  y se trabaje para que siga su noble tradición.

En la tarde leí un reportaje digital sobre la actividad y una amiga me mencionó que yo aparecí en un breve vídeo que se incluyó.  En el vídeo se observa al homenajeado conversando con el que presumo le hace una entrevista y dice que él se siente algo incómodo con los homenajes; que prefiere que el reconocimiento sea para su obra, que después de todo es a lo que aspira cada persona: que se le reconozca por su trabajo.  Es cierto.  No hay mayor satisfacción para mí que se reconozca el trabajo que realicé.  Por otro lado, no puede separarse la persona del fruto de su esfuerzo.  Lo que se hace, se hace porque se puso el alma en ello.  Luis Rafael Sánchez refleja en su obra una pasión, un gozo, una sensualidad, un compromiso con lo auténtico, un orgullo por su raza y su puertorriqueñidad, porque él mismo es todo eso.  No puede separarse la una del otro.  De paso, me vi en el vídeo y es evidente la contentura que tengo de estar en presencia del profesor.  Si él está presente, también lo estará mi contentura.  No puede separarse el uno de la otra.

El jueves pasado se celebraría otra edición del fiestón que dura hasta la semana que viene, en Humacao y en esa ocasión se ofrecería otra Lección Magistral de la Dra. Carmen Arce Vázquez, esta vez dedicada a la obra Quíntuples, con la participación de Idalia Pérez Garay, quien dicho sea de paso fue mi profesora de teatro  y José Félix Gómez.  Decidí ir, pese a que no sabía dónde estaba ubicado el Recinto de Humacao, por lo que me sobrepuse a esta habilidad suprema que tengo para perderme.  Me armé con Google Maps y llegué sin contratiempos.  Divisé al Profesor y esperé un tiempo prudente para saludarle.  Me dijo que hacía unos minutos me había mencionado y al ver mi cara me dijo: “no es broma”, a lo que le respondí que sabía que no era broma.  Un estudiante de apellido Olivencia se había acercado a saludarle y de ahí la mención.  Charlamos amenamente un instante, hasta que anunciaron el comienzo de la actividad.

El análisis sobre la obra estuvo exquisito, aderezado por las lecturas brillantes de los actores que protagonizaron la obra el año pasado.  Desde donde estaba sentada podía observar al profesor, que contemplaba atento cuanto ocurría.  Terminada la lección, el público se aprestaba a salir, algunos acercándose al profesor para saludarlo.  Un hombre se acercó y le entregó algo.  “¡Granos!”, exclamó el profesor contento.  “¡Me han regalado granos!”, con evidente alegría.  El regalo es algo típico de Humacao –una fritura a base de arroz triturado con queso a la que le dan forma de un grano de arroz agrandado.  No las he probado, así que tal vez tenga que regresar a Humacao o buscar la receta para hacerlos.

Este sencillo obsequio al homenajeado es otra versión de una costumbre muy nuestra de sentir que tenemos que obsequiar algo a quien nos visita.  Es parte de lo que somos; tan parte nuestra como la música que nos habita y que forma parte de casi todas las obras de Luis Rafael Sánchez.  Salí feliz de la actividad y decidí ir a in restaurante de mariscos en el área para celebrar.  Revisé el menú y dudé si pedir langosta a la parrilla, pero me decidí.  La ocasión ameritaba celebrar en grande.  Para completar, tostones de pana y el vinito, luego de haber pedido un pastelillo de chapín.  De postre, dulce de coco en almíbar con queso del país.  Banquete para el alma y el cuerpo.

Luego de la sesión inaugural había hablado con una amiga para relatarle la experiencia.  Mientras le hablaba, vino a mi mente una frase, que reconocí como parte de una canción de Sylvia Rexach: “un instante que tuvo algo de eterno”, que luego identifiqué como parte de la canción Matiz de amor.  Sin lugar a dudas, estos instantes en los que me encuentro con mi admirado Profesor o visito mi Alma Máter tienen algo de eterno. Permanecen en mi memoria y le añaden brillantez a mi vida. No puede negarse la musicalidad en la obra de Luis Rafael Sánchez a la que alude uno de sus estudiosos.  No sólo está contenida en su obra, sino que es inspiración para otr@s que le leen y han tenido el privilegio de conocerle.  Como dijo Sylvia Rexach:

Canta mi corazón

Abrazado a la luz de un recuerdo

Evocando dulcemente

Un instante que tuvo algo de eterno

Y luego de estas experiencias termina

Quedándose en el alma

Un suave matiz de amor

29 de abril de 2023

 

2 comentarios:

  1. Saludos Anita , esa reflexión te quedó espectacular, muy tuya , también es un agradecimiento a la UPR por como dices hacerte gente , yo también siento igual pero no tengo la habilidad tuya de poder plasmarlo en un escrito, sin esa educación recibida Y sin profesores de altura como tu amado Dr.Luis Rafael Sánchez la vida hubiera sido muy diferente, lo lamentable es que este gobierno corrupto quiera llevar nuestra institución a menos y poco a poco a ser una de las tantas mediocres que hay por ahí , pero mientras eso ocurre personas como tú harán lo propio para crear consciencia de la importancia de la UPR y yo me uno a esa tarea ,

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