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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

lunes, 28 de noviembre de 2022

Nevera o computadora

 



¿NEVERA O COMPUTADORA?

Tal vez hayan leído sobre mis aventuras neveriles, motivadas por la explosión que gracias a LUMA sufrió mi nevera, una veterana de 30 años.  Quería una nevera que se asemejara lo más posible a la anterior: que fuera blanca, con el congelador abajo -de puerta, no gaveta- y que no fuera controlada por computadora.  De todos los requisitos, lo único que logré fue que tuviera el congelador abajo.  En cuanto a la marca, la asocio más con tabletas, televisores o teléfonos celulares que con neveras: Samsung.  Mientras iba resignándome a no poder tener lo que quería, iba reajustándome, como un sistema de GPS que re calcula  la nueva ruta cuando me pierdo –que es a menudo.  Hice la compra a principios de octubre y todavía me estoy acostumbrando a la nevera nueva, tratando infructuosamente de no echar de menos la otra.

Luego del almuerzo de Acción de Gracias, hubo, por supuesto –sobras.  Lascas de pechuga de pavo, flancocho, relleno, arroz, gelatina de arándanos y mitad de una lata de calabaza majada que coloqué en una bolsita plástica algo tri-li-lí. Error. En un momento que abro la nevera contemplé con disgusto que parte del líquido se había deslizado fuera de la bolsa y se fue colando entre el cristal y el marco de la tablilla de la nevera que sostiene a su vez las gavetas de vegetales. Sabía que  tendría que dedicar parte de mi relajada mañana dominical a limpiar esa tablilla, porque de lo contrario se convertiría en un pegoste imposible de remover, que desluciría la flamante nevera nueva.  Decidí intentar terminar de leer el periódico antes de enfrentarme a la tarea que todavía no sabía cuán complicada sería, pero algo me decía que no la pospusiera.  Ya lo decía mi mamá: “camino malo se anda ligero”.

Lo primero era sacar las dos gavetas que se sostenían de la pegosteada, o como diríamos emplegostá  tablilla, para lo que se requería también sacar dos tablillas de los laterales que en efecto son las dos puertas.  Ya ahí me lamenté de no tener mi treintañera, que sólo tenía una puerta.  Resignada, comencé a colocar las gavetas y el contenido de la tablilla encima del mostrador, que quedó cubierto por una variedad de productos.  Tremendo revolú y todavía faltaba remover la tablilla, para lo que necesitaría colocarla encima de la mesa del comedor, pues no tenía más espacio en la cocina.





Comencé a intentar sacar la tablilla de cristal, sin sacarla del marco. Nótese que dije intentar.  Aquélla cosa no se movía.  Deduje que iba a tener que sacar todo –marco y tablilla.  Busqué el libro de la nevera y lo único que decía era que se removieran las gavetas y se limpiaran las tablillas con agua tibia y jabón.  Advertía –eso sí- que no usara agua caliente en cristal frío –dah.  De cómo remover el cristal del marco nacarile.  Me empezaba a molestar, por no decir encoj… y tenía que tener cuidado para no romper la tablilla, el marco o todas las anteriores en mi esfuerzo por sacarlos de su gélida prisión.

Como no desconecté la nevera, al tener las puertas abiertas  automáticamente emitía un simpático plin-plin de lo más mono, que después de cierto tiempo no me parecía tan mono ni tan simpático. Decidí acudir al Tío Google, que me llevó a una página de Youtube.  Todo eso para sacar una &!@#% tablilla.  He llegado a la conclusión que los libros que acompañan los equipos -sean televisores, teléfonos celulares o neveras son redactados por la misma persona, que presume que una sabe lo que en verdad no sabe.  Los de IKEA son clase aparte.  Habrá que ser sueco o extraterrestre para entenderlos.  ¡Y tienen el descaro de poner un muñequito sonriente en las ilustraciones!


Pues encontré un vídeo, lo vi  y había que ver las maniobras que tuve que hacer para sacar la &!@#% tablilla y su marco.  Que si moverla hacia al frente –que no fue fácil, luego levantarla de atrás y contorsionarme con la mitad del cuerpo dentro de la nevera para poner la tablilla un poco de lado y así sacarla.  Finalmente lo pude hacer y la coloqué con sumo cuidado encima de la mesa del comedor.  Allí me percaté que a los lados se habían quedado unos pedazos de espuma de hule –o sea foam- que me imagino se usan para proteger la tablilla en el trayecto de la nevera a su destino final.  Eso, entre otras cosas, debe haber contribuido a las dificultades que tuve. Luego de todo ese esfuerzo, tuve que volver al vídeo que había dejado en pausa, para saber cómo sacar la tablilla de cristal del marco.

Pues resulta que la tablilla está agarrada en la parte de atrás por unos cositos- vamos, que no sé cómo llamarle a esos pedazos de plástico que parecen piezas de Lego y recurro al lenguaje que todo puertorriqueño que se respete reconoce.  El vídeo entonces me instruye a usar un destornillador finito e introducirlo -con-mucho- cuidado entre el cosito y el cristal.  ¿Es en serio? ¿Necesito un destornillador para levantar esos dos miserables cositos? Al tipo del vídeo no se le hizo tan fácil y en un momento un cosito brincó y el otro también.  Fui al clóset a buscar el destornillador más finito que tengo y temerosa me enfrenté a la &!@#% tablilla y su marco.  Traté de introducir el destornillador por debajo del cosito, pero no se movía.  Yo tenía miedo de partir el cosito, romper el cristal o que el cosito saliera volando y no lo pudiera encontrar.  Afortunadamente, tras varios intentos, dio un pequeño salto como de coquí y lo atrapé.  Luego removí el otro, pude liberar el cristal y lo coloque con mucho cuidado al lado del marco, para limpiar ambos.



Luego de la limpieza, tenía que volver a colocar todo en su lugar, lo cual no fue tan sencillo.  Hubo otras contorsiones, otros falsos intentos, hasta que finalmente logré instalar la tablilla y volver todas las cosas a su lugar.  Sobre todo, me ocupé de que no hubiese nada que chorreara, porque esta no es una tarea que quiera repetir.  Terminé extenuada y con casi el tiempo justo para salir a disfrutar un almuerzo con una amiga.  Creo que todo ese esfuerzo hizo que el trago a base de lavanda –muy mono, por cierto- que decidí beber en lugar de vino me comenzara a hacer efecto de inmediato, porque hacía tiempo que no me sentía ajumá luego de tres o cuatro sorbos.  Pensándolo bien, tal vez debí dejar toda la maniobra para después que me bebiera dos vinitos, para así enfrentar el trago amargo de lidiar con la limpieza de la &!@#% tablilla de una nevera con tecnología de computadora que me requirió el uso de un destornillador y recurrir a un vídeo. ¡Ay, cómo echo de menos la treintañera!

28 de noviembre de 2022

1 comentario:

  1. Ese relato es una odisea, si me hubiese pasado a mi tal vez ni gaveta, ni Cristal , ni cosito y tal ves ni puertas de nevera existieran porque nunca llegué cuando repartieron paciencia así que eres afortunada de haber resuelto la situación, ....moraleja , no guardes líquidos en las bolsitas plásticas

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