HISTÉRICAS
El niño
símbolo de la cortesía, decoro, respeto y mesura en el discurso, Thomas Rivera
Schatz, ha catalogado de histérico el debate en torno a la inclusión del feminicidio
como delito en el Código Penal. Ya
estamos acostumbrad@s a sus comentarios destemplados, así que su reacción no me
sorprende. No me sorprende tampoco, que
muchas de las mujeres que alzamos nuestras voces en contra de la violencia de género
y el machismo seamos vistas como unas histéricas que estamos en contra de los
hombres en general. Todavía, en el siglo
21, muchas personas –hombres y mujeres- esperan que respondamos a un modelo de
mujer recatada, que sea siempre conciliadora, que por Dios, no alce la voz, no
refleje coraje ni opine en contra de lo que dice un hombre con autoridad. No en
balde se repite eso de que “calladitas nos vemos más bonitas”.
Las
muertes de Keishla y Andrea la semana pasada, víctimas de dos hombres que
evidenciaron un total desprecio por la dignidad y la humanidad de sus víctimas,
me han dejado un sentimiento de desasosiego que he buscado canalizar de algún
modo y la escritura ha sido excelente vehículo para ello. Estoy muy dolida emocionalmente y por lo
tanto, siento la necesidad de comunicar lo que siento. Siento más que nunca además, la necesidad de
denunciar aquello que refleje una actitud machista. Creo que lo he hecho desde siempre, pero por
momentos dejo de hacerlo, tal vez por cansancio, por no hacer un overkill o porque creo que no es el
momento.
Hace unos
días alguien –un varón- en un grupo de WhatsApp
al que pertenezco hizo un chiste que consideré machista y bien fuera de
lugar dado el momento que como sociedad vivimos. Que conste, que la gente que compone este
grupo es gente educada, buena, que conozco hace muchos años, pese a que ya
tengo poco en común con ell@s. No es el
primer chiste machista que hacen –tanto hombres como mujeres, porque el
machismo no es exclusivo de los hombres.
Para no embarcarme en uno de mis planteamientos sobre el machismo, me
limitaba a guardar silencio, frente a las caritas risueñas que enviaban otr@s.
Como en estos días no estoy como para aguantar chistes machistas ni
discriminatorios en modo alguno, verbalicé que el momento no era el mejor para
este tipo de chistes. Ninguno lo es,
pero quise ser sutil. Recibí por
respuesta que sólo era un poco de humor, porque ya estaba bueno de morbo y
noticias tristes.
Tuve que
contener mi coraje y expliqué que aunque sabía que no había sido su intención,
la entrelinea del “chiste” que no voy a repetir, era que las mujeres éramos unas histéricas”. Expresé que llevaba muchos años callando
cuando algo me incomodaba para no herir sensibilidades, pero dado el momento
que vivimos, no más. Me ahorré el sarcasmo
del comentario que hubiese querido añadir de las “frágiles sensibilidades
masculinas” para no hacer el overkill,
pero ese fue mi impulso original. Por respuesta recibí un escueto “a todos nos
afecta; tengo hijas y hermanas, pero la vida continúa”. Entonces el otro se vio en la obligación de
hacer un ejercicio de mansplaining y
me dijo que el problema precisamente era que yo había callado; que si hubiera
comunicado inicialmente, no tendría esta carga.
Ah, y muy generoso expresó que estaba ahí 7/24 para ayudarme. El otro también dijo que podía contar con él.
¿En
serio? ¿Cuántas mujeres son tildadas de locas, histéricas, que imaginan cosas
cuando confrontan a sus parejas con sus infidelidades, adicciones y maltratos? ¿Cuántas
mujeres han ido a pedir órdenes de protección o presentar denuncias y son
ignoradas? Yo no he tenido que pasar por
ese calvario, gracias a Dios. Tuve un
padre maravilloso, a quien le debo la mayor parte de este carácter que se
resiste a aceptar las injusticias y quien me inculcó que yo podía aspirar a
cualquier carrera profesional. Me enseñó
con sus actos amorosos hacia mi mamá, como debe ser tratada una mujer y con su
trato a mí, que los hombres pueden ser tiernos, sensibles y sí- también lloran.
También me enseñó a ser solidaria y por eso puedo sentir el dolor de las
familias de Keishla y Andrea, aunque yo nunca fui maltratada.
Nunca fui
maltratada como niña, ni lo fui en mis relaciones de pareja. Mi divorcio tras 15 años de matrimonio no se
debió a la violencia, sino al convencimiento de que pese a que era un buen
hombre, no recibí el afecto que yo necesitaba.
En relaciones posteriores tampoco fui maltratada. En todas las relaciones he sido respetada y
las razones para las rupturas no tienen que ver con maltrato. Y por si acaso,
me gustaría volver a tener un compañero sensible y amoroso.
Al igual
que la palabra de las mujeres que denuncian abusos por parte de sus parejas es
puesta en duda y por eso optan por callar, yo también he optado por callar por
momentos, para ahorrarme precisamente la invalidación de lo que digo. En todo el intercambio con estos dos varones,
ninguno aceptó que el chiste era machista; ni tan siquiera dijeron que no lo
consideraban así pero que se disculpaban si de algún modo me había sentido
incómoda. Al que sugirió que yo debí
haber hablado antes, le contesté que ya no estaba dispuesta a callar, que
habían sido muchos años; me respondió que le sonaba que yo todavía tenía “mucha
carga” y que mientras más pronto la manejara, mejor. Y luego se embarcó en este
discurso de que se le da más publicidad al machismo que al “hembrismo” y que él
entendía, sin temor a equivocarse, que lo que el otro publicó no era machista,
porque él incluso lo había compartido con otras mujeres que se habían reído
muchísimo. Finalizó diciendo que todo se reduce al color del cristal con que se
mira.
Doy
infinitas gracias por todos los años de enseñanzas de Unity, clases de yoga,
lecturas de Marianne Williamson y La
Palabra Diaria, porque el nivel de indignación que sentí es indescriptible.
Luego de que este cerebro que Dios me dio y por el que doy gracias logró
organizar mi mente, le escribí con un sarcasmo que él no captó: “Bottom line: el problema soy yo” Y el
tipo me contestó: That is a good start. Más respirar hondo. Todavía debe sentirse satisfecho
de pensar que ayudó a esta pobre mujer histérica a que viera que no hay nada
machista en el chiste. No sé si alguna
vez logrará comprender que precisamente por reacciones como la suya, es que las
mujeres callamos lo que sentimos. Por eso Andrea abandonó la lucha ante la
muralla de indiferencia del sistema. Y todas mis lecturas espirituales me enseñan
que él –al igual que otr@s- no está
listo para ver lo que para mí es evidente, así que es momento de soltar. Me
limité a enviarle copia de mi escrito anterior sobre por qué callamos, pero
sospecho que ni lo leyó.
Hay un
detalle que me resulta aún más doloroso.
En ese grupo hay mujeres. Ninguna se pronunció en torno a esta
controversia. Como dicen los abogados en
foros federales, I rest my case.
8 de mayo
de 2021
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