Datos personales

Mi foto
Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

jueves, 6 de mayo de 2021

Callar

 





¿POR QUÉ CALLAMOS?

Por Keishla, por Andrea,

por todas las mujeres maltratadas

 

Antes que todo, quiero dejar establecido que no pretendo en modo alguno comparar mi situación con la de las más recientes víctimas de violencia de género.  Cualquier dificultad que yo haya podido enfrentar palidece ante el horror que vivieron estas mujeres.  A partir del sábado, cuando apareció el cadáver de Keishla arrojado como basura en la laguna San José, se me fue acumulando un sentido de indignación.  Indignación por ella, por Andrea, víctima no sólo de su verdugo, sino también del sistema y por todas las mujeres que de algún modo han sido víctimas de violencia de género.  Los hombres también han sido víctimas, pero en menor grado.  La diferencia en vulnerabilidad de uno y otro género es abismal.

Son muchas las mujeres en situaciones de violencia que callan y las causas son variadas.  Por sobre todo, está el miedo.  Su victimario las amenaza con matarlas si hablan, o hacerle daño a sus hijos.  Otras callan por vergüenza, porque no pueden comprender cómo alguien con su educación pudo caer en la trampa de su agresor.  Otras callan porque prefieren la certeza del maltrato en una casa, a enfrentarse a la incertidumbre de lanzarse a un mundo desconocido para ellas.  Ninguna se mantiene en esa situación por gusto.

Nunca fui víctima de violencia, pero ayudé a dos amigas que sí lo fueron.  Ambas eran mujeres con grados universitarios.  La violencia fue escalando poco a poco, así que presumo cayeron en ese ciclo en el que el agresor se muestra arrepentido, pide perdón y luego vuelve a caer en el mismo patrón.  Una de ellas estuvo refugiada en mi casa por varios días.  En el caso de la otra, me limité a buscarla y llevarla a otro lugar.  Me consta que una de ellas pudo superar todo ese horror, ha formado un verdadero hogar y contribuye a la sociedad ayudando a otr@s.  En el caso de la otra, hace años que no sé de ella.  Espero que esté bien.

Por más de 15 años dirigí una oficina dedicada a combatir el discrimen en sus diversas manifestaciones, incluyendo el hostigamiento sexual.  Muchas de las mujeres se resistían a presentar querellas, precisamente por el temor a que no creyeran su versión.  Lo más triste era conocer los casos donde otras mujeres en la misma área de trabajo alegaban desconocer o peor aún, responsabilizaban a la víctima de lo que ocurría, alegando que ella “lo había provocado”.  Nunca responsabilicé a una mujer por no presentar una querella, porque no hay garantías de que vaya a prosperar.  Casi nadie quiere correrse el riesgo de exponerse, declarar contra alguien que incluso puede ser su supervisor, para que luego todo quede en nada.  Eso sin contar la difícil situación de enfrentarse a las críticas mientras la querella se resuelve.

Aparte de atender las querellas, ofrecía talleres para orientar al personal.  Tengo recuerdos de talleres muy positivos y otros terribles.  Hubo uno que ofrecí a empleados de un proyecto de construcción, en el que percibía un ambiente totalmente hostil.  De hecho, ese fue el único con ese nivel de hostilidad.  Uno de ellos hablaba de que qué se podía esperar, si las mujeres se acostaban en la playa con las piernas abiertas - cosa que evidentemente no tenía nada que ver en el ámbito de trabajo.  Otro comentó que el problema se resolvía si las mujeres se vestían como en los países árabes, cubiertas de pies a cabeza.  En un taller que no fue hostil, uno comentó cuando abordamos el tema de los piropos o las miradas lujuriosas, que él no se podía contener.  Obviamente, le sugerí que buscara ayuda.

Y esto me trae al recuerdo de incidentes menores que sufrí, como creo que el 99% de las mujeres hemos sufrido.  Yo me desarrollé físicamente como desde los diez años, así que desde muy jovencita mi condición femenina se hizo evidente.  Odiaba pasar por aceras en las que dos o tres hombres se recostaban de la pared como flamencos, porque invariablemente me hacían comentarios o me tiraban besos.  En una ocasión llegué a casa a preguntarle a mi mamá que querría decir uno de ellos cuando me dijo que estaba como la langosta, a lo que ella me respondió, “nena, que tienes toda la carne atrás”. 

En dos ocasiones distintas, mientras era estudiante de escuela superior y de primer año de universidad, dos hombres se acercaron a mí con disimulo mientras caminaba por la acera y simulando querer hacer una pregunta, se sacaron el pene.  Hacía años que no recordaba estos incidentes que no me marcaron, pero en estos días los he recordado y se juntan con otros.  En otra ocasión, estaba en una fiesta en casa de una amiga, donde conocí a este hombre que me invitó a bailar.  Tras un rato, me propinó una nalgada.  Cuando lo reclamé airada, me respondió “es que no me pude contener”.  Le conté a mi amiga lo ocurrido y me fui de la fiesta.

A través de los años he escuchado comentarios que a veces dejo pasar, como cuando alguien que no me conocía en el trabajo me llamaba “mi amor”.  Pocos entendían que en el ámbito de trabajo esto no es correcto, pero muchas veces lo pasé por alto, por no parecer anti social, muy chavona, difícil, etc. En otra ocasión un jefe que tuve -en su primer día de trabajo- cuando nos presentaron, me miró de arriba abajo, con una de esas miradas que conocemos muy bien y me preguntó: “licenciada, usted es casada?”  Por años he recibido este tipo de mirada.  No solamente con respecto a mí, sino que lo observo cuando van dirigidas a otras mujeres.  Son miradas llenas de lascivia, que están totalmente fuera de lugar en el ámbito de trabajo o entre personas que no se conocen ni están interesadas en sostener una relación de pareja.

Y luego entramos en el asunto de los chistes –algunos de contenido sexual y otros evidentemente machistas.  Y el chiste o el comentario machista no necesariamente tiene que provenir de hombres.  El pensamiento machista está tan entronizado que hasta las mujeres hacen comentarios machistas.  De hecho, muchas mujeres crían hijos machistas.  Con frecuencia me he pronunciado en contra de este tipo de  chistes y casi siempre recibo por respuesta que es solo un chiste; que yo no tengo sentido del humor y que ell@s no ven ningún problema con el chiste.  Esto es de esperarse, precisamente en una sociedad machista.

Para abonar al problema, tenemos ahora un nuevo género musical, conocido como trap, que contiene letras violentas o que resultan ofensivas a la mujer, en las que se les llama pu… con todas las letras.  Son varias las veces que me he pronunciado en contra de esta lírica y me miran como si yo viniera de otro planeta.  Para mí, es evidente que no hay un respeto al ser humano cuando se habla de una persona de manera despectiva o se alude a una violencia descontrolada, simulando tener metralletas. Eso es lo que oye mucha gente, como si oyeran llover.

Y muchas veces me callo.  Todo ser humano quiere sentirse aceptado, comprendido.  Es duro sentir un rechazo, por señalar eso que me inquieta.  Y entonces matan a Andrea y a Keishla, por el simple hecho de que sus parejas se sintieron con derecho sobre sus vidas.  No todo hombre machista es un hombre violento, pero hay unas circunstancias que propician que ese machismo evolucione hacia otra cosa.  Nuestra sociedad necesita cobrar conciencia de la dignidad de todo ser humano.  Esa dignidad no es cónsona con el machismo escondido tras el chistecito o la canción de moda.  Tras estas muertes, he recordado todos los incidentes que he experimentado simplemente por el hecho de ser mujer y que van en contra de mi dignidad. Y no me da la gana de callarme.

6 de mayo de 2021


No hay comentarios:

Publicar un comentario