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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 20 de junio de 2020

En alerta






EN ALERTA

Creo que en cierto modo, todos y todas tenemos o hemos tenido prejuicios o hemos sido víctimas de ellos en algún momento.  No se apresure a negarlo, que hay instancias aparentemente inocuas que reflejan un prejuicio subyacente.  Hasta hace dos años, yo conducía un Mazda Protegè al que le di mucha paleta – de hecho, 19 años de paleta.  Ya lucía opaco y obviamente no era el modelo más caro y mucho menos un modelo reciente.  Pues en un momento decidí ir a Plaza las Américas, me topé con una congestión enorme y no conseguía estacionamiento, por lo que opté por usar el valet parking. Me acerqué al puesto para ese propósito y un empleado me dijo: “señora, tiene que mover el carro”.  Le tuve que aclarar que yo quería usar el servicio.

La premisa que estaba detrás del comentario del empleado era que una persona que anduviese en un Mazda entrado en años –me resisto a llamarlo viejo- no podía pagar por el servicio de valet parking. Es preciso ver, además, la pleitesía que le rinden a un hombre que se baje de un BMW, un Mercedes Benz o un Jaguar.  Esto es ilustrativo de un prejuicio por condición social.  Interesantemente, ese mismo empleado que me trataba con desdén por andar en un vehículo económico, muy probablemente use un vehículo más viejo que el mío.

El racismo es una modalidad de prejuicio que ha estado bajo el ojo público tras el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de policías blancos el mes pasado.  Esto sacó a la luz una realidad que había estado oculta, al menos para una gran parte de la población.  El racismo que parecía haberse disminuido asomó su horrible cara.  Comenzaron a revelarse decenas de incidentes de violencia contra negros.  La rabia acumulada estalló en varios incidentes de vandalismo que no superaban las manifestaciones pacíficas, pero acapararon la atención.  El movimiento Black Lives Matter comenzó a ser atacado y grupos de manifestantes insistían furiosamente en que all lives matter, sin cobrar conciencia de que lo que se había develado en términos de la violencia contra los negros en Estados Unidos desmentía esta aseveración.  Es evidente que para muchos americanos blancos, no todas las vidas importan.

El prejuicio existe hasta en personas que se cantan como no racistas, porque son hij@s de negr@s, o tienen amig@s negr@s. En Puerto Rico esta ha sido una realidad que no se quiere mirar. Hay incluso una resistencia a clasificarse como negr@ y se usan eufemismos como indi@, trigueñ@, quemaít@. Se ha señalado que la porción de la población que se identifica a sí misma como blanca en el censo, no guarda proporción con la realidad.  Y el racismo que es tal vez más patético es el de aquéllos que siendo visiblemente negr@s, discriminan contra otras personas negras, como es el caso de Antulio “Kobbo” Santarosa, un personaje que se ha ganado la vida burlándose de los demás.

En su más reciente barrabasada, pretendió pasar como un chiste su caracterización como esclava de la licenciada Ana Irma Rivera Lassén, reconocida jurista puertorriqueña, quien llegó a ser presidenta del Colegio de Abogados y Abogadas, ante su “ama”, la candidata blanca a gobernadora por el Movimiento Victoria Ciudadana.  Como tantos otros, intentó hacer pasar esto como un chiste.  Para una mujer negra, conocedora de la historia de opresión contra los miembros de su raza, muchos de los cuales fueron en efecto esclavos, no es ningún chiste.

Hace  unos días, vi un reportaje en la sección de deportes de un ex pelotero puertorriqueño negro  a quien le rendían homenaje.  Al abordar el tema racial, quiso tomar el asunto a broma y aludió a que sabía que un pelotero norteamericano blanco no era racista.  ¿Cómo lo sabe?, le preguntaron, a lo que él respondió: “porque yo le ofrecí cambiar dos mujeres negras por una blanca y lo aceptó”.  Los que estaban alrededor –todos hombres- se rieron del “chiste”.  Yo no podía creer lo que acababa de escuchar, que es tan insultante a varios niveles.  En primer lugar, perpetúa la imagen del macharrán que tiene varias mujeres a su disposición.  En segundo lugar, desvaloriza a la mujer negra, al indicar que dos equivalen a una sola mujer blanca.  En tercer lugar, resulta patético que sea precisamente un hombre negro quien sienta la necesidad de hacer este “chiste” para sentirse aceptado y que los demás sientan que el chiste es aceptable porque viene de un hombre negro.

Hace años que comencé a tomar conciencia de que por más ingenioso que sea un chiste, no es gracioso si consiste en una burla a una persona por su raza, su género, su orientación sexual, su color u origen nacional.  Eso me ha hecho objeto de que algunos me cataloguen como que carezco de sentido del humor, pero no me ha detenido en mi empeño en crear conciencia de que todos y todas merecemos el mismo respeto.  Detrás de muchos de estos chistes hay una desvalorización de otro ser humano y soy consciente de que quien hace el chiste muchas veces no se da cuenta.  Hay otros, como el presidente Trump, por ejemplo, que no les importa en lo más mínimo. 

El último episodio de su campaña desenfrenada de ofender con su humor grotesco, ocurrió esta semana, cuando re-envió un vídeo manipulado del original de dos infantes –uno negro y uno blanco, que corrían felices a encontrarse en un abrazo.  El vídeo fue alterado, de forma tal que parece como si el infante negro estuviese huyendo del blanco y le colocaron un cintillo como si fuera de la cadena de noticias CNN, que leía Terrified toddler runs from racist baby.  La secretaria de prensa de Casa Blanca respondió cuando se le preguntó al respecto que ella creía que esto era quite funny. Yo no soy psiquiatra ni psicóloga, pero algo no anda bien en las cabezas de estos dos seres.  Hay aspectos que son como grandes no-no.  ¿A quién se le ocurre manipular un vídeo de dos niños inocentes, en plena demostración de la igualdad entre razas, para usarlo a costa de enviar un mensaje torcido de que los medios quieren mostrar una realidad que no existe?  El racismo sí existe y no es un chiste.

Como corolario a todo esto, las empresas con un grado de conciencia social han estado revisando cómo se mercadean sus productos.  Así, la dueña del producto Aunt Jemima, Uncle Ben’s y otros pretenden re nombrar las marcas.  En el caso de Aunt Jemima, ya lo había hecho anteriormente, retirando el turbante de la mujer negra que aparecía en la etiqueta, pero consideran que esa figura es reminiscente de las esclavas negras relegadas, en el mejor de los casos, a la cocina.  En el caso del arroz Uncle Ben’s, yo no entendí la necesidad, ya que mi recuerdo era el de un hombre negro vestido elegantemente.  Lo que yo no sabía es que la imagen es de un mayordomo y que el término Uncle se ha usado en Estados Unidos para designar hombres negros, despojándolos de su identidad.  Entendí.

Más tarde, supe que los productores de la película Gone With the Wind, una de mis favoritas, la retiraron de las plataformas hasta colocar la misma en contexto.  De momento me dije –pero ¿no es esto exagerar?  Me detuve y pensé en la famosa esclava Mammy, un papel que le ganó el Oscar a la actriz Hattie McDaniel, quien no pudo sentarse en la sala con sus compañeros de filmación debido a la segregación imperante en 1940.  Aunque entiendo que la película es reflejo de una época, considero oportuno que miremos detenidamente los estereotipos y examinemos si es un retrato idealizado de una época.  Nos toca, al menos, mirar esto y analizarlo, discutirlo y siempre, estar en alerta para eliminar todo vestigio de racismo y prejuicio.


20 de junio de 2020


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