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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

domingo, 21 de junio de 2020

Otro hogar









OTRO HOGAR

Hace 30 años que mi papá se mudó. Solía vivir en un condominio de Hato Rey con su esposa, a donde yo les visitaba con frecuencia.  Para ese tiempo, yo estaba recién divorciada y vivía en un apartamentito modesto que alquilé, en el segundo piso de una casa de urbanización.  Papi se preocupaba por mí y yo hacía todos los esfuerzos posibles por demostrar que era fuerte y podía afrontar sola las dificultades que esta nueva vida me presentara.  En parte era cierto, pero no niego que tuve momentos de duda y angustia, particularmente cuando fue diagnosticado con cáncer.  Afronté mi nuevo estatus civil con aplomo y hasta disfruté una sensación de alivio al no tener que cargar con el peso de un matrimonio que hacía tiempo había dejado de ser una vida en compañía para convertirse en una vida de casada en soledad.  La posibilidad de perder a mi papito era otra cosa, para lo cual pensé jamás estaría lista.

El proceso del tratamiento contra el cáncer fue uno que afrontamos juntos, haciendo acopio de todas las herramientas disponibles: quimioterapia, sesiones con una psiquiatra, libros de autoayuda, programas de comedia y siempre, siempre, una comunicación que se afianzaba y adquiría nuevas dimensiones ante la posibilidad de una separación física definitiva.  Siempre hablamos con honestidad y apertura, pero durante su tratamiento llegamos a hablar de temas que jamás pensé que abordaría con mi papá.  Nunca me he sentido tan conectada con otro ser humano.

Hace 30 años mi papá se mudó y ahora habita en mi corazón, en el infinito, en mi piel, en cada átomo de mi ser. Él no me acompaña; él y yo somos ahora la misma cosa y es imposible que yo me conciba como alguien separada de su esencia.  En este Día de los Padres te celebro, Papito y doy gracias por la bendición de tenerte.

21 de junio de 2020

sábado, 20 de junio de 2020

En alerta






EN ALERTA

Creo que en cierto modo, todos y todas tenemos o hemos tenido prejuicios o hemos sido víctimas de ellos en algún momento.  No se apresure a negarlo, que hay instancias aparentemente inocuas que reflejan un prejuicio subyacente.  Hasta hace dos años, yo conducía un Mazda Protegè al que le di mucha paleta – de hecho, 19 años de paleta.  Ya lucía opaco y obviamente no era el modelo más caro y mucho menos un modelo reciente.  Pues en un momento decidí ir a Plaza las Américas, me topé con una congestión enorme y no conseguía estacionamiento, por lo que opté por usar el valet parking. Me acerqué al puesto para ese propósito y un empleado me dijo: “señora, tiene que mover el carro”.  Le tuve que aclarar que yo quería usar el servicio.

La premisa que estaba detrás del comentario del empleado era que una persona que anduviese en un Mazda entrado en años –me resisto a llamarlo viejo- no podía pagar por el servicio de valet parking. Es preciso ver, además, la pleitesía que le rinden a un hombre que se baje de un BMW, un Mercedes Benz o un Jaguar.  Esto es ilustrativo de un prejuicio por condición social.  Interesantemente, ese mismo empleado que me trataba con desdén por andar en un vehículo económico, muy probablemente use un vehículo más viejo que el mío.

El racismo es una modalidad de prejuicio que ha estado bajo el ojo público tras el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de policías blancos el mes pasado.  Esto sacó a la luz una realidad que había estado oculta, al menos para una gran parte de la población.  El racismo que parecía haberse disminuido asomó su horrible cara.  Comenzaron a revelarse decenas de incidentes de violencia contra negros.  La rabia acumulada estalló en varios incidentes de vandalismo que no superaban las manifestaciones pacíficas, pero acapararon la atención.  El movimiento Black Lives Matter comenzó a ser atacado y grupos de manifestantes insistían furiosamente en que all lives matter, sin cobrar conciencia de que lo que se había develado en términos de la violencia contra los negros en Estados Unidos desmentía esta aseveración.  Es evidente que para muchos americanos blancos, no todas las vidas importan.

El prejuicio existe hasta en personas que se cantan como no racistas, porque son hij@s de negr@s, o tienen amig@s negr@s. En Puerto Rico esta ha sido una realidad que no se quiere mirar. Hay incluso una resistencia a clasificarse como negr@ y se usan eufemismos como indi@, trigueñ@, quemaít@. Se ha señalado que la porción de la población que se identifica a sí misma como blanca en el censo, no guarda proporción con la realidad.  Y el racismo que es tal vez más patético es el de aquéllos que siendo visiblemente negr@s, discriminan contra otras personas negras, como es el caso de Antulio “Kobbo” Santarosa, un personaje que se ha ganado la vida burlándose de los demás.

En su más reciente barrabasada, pretendió pasar como un chiste su caracterización como esclava de la licenciada Ana Irma Rivera Lassén, reconocida jurista puertorriqueña, quien llegó a ser presidenta del Colegio de Abogados y Abogadas, ante su “ama”, la candidata blanca a gobernadora por el Movimiento Victoria Ciudadana.  Como tantos otros, intentó hacer pasar esto como un chiste.  Para una mujer negra, conocedora de la historia de opresión contra los miembros de su raza, muchos de los cuales fueron en efecto esclavos, no es ningún chiste.

Hace  unos días, vi un reportaje en la sección de deportes de un ex pelotero puertorriqueño negro  a quien le rendían homenaje.  Al abordar el tema racial, quiso tomar el asunto a broma y aludió a que sabía que un pelotero norteamericano blanco no era racista.  ¿Cómo lo sabe?, le preguntaron, a lo que él respondió: “porque yo le ofrecí cambiar dos mujeres negras por una blanca y lo aceptó”.  Los que estaban alrededor –todos hombres- se rieron del “chiste”.  Yo no podía creer lo que acababa de escuchar, que es tan insultante a varios niveles.  En primer lugar, perpetúa la imagen del macharrán que tiene varias mujeres a su disposición.  En segundo lugar, desvaloriza a la mujer negra, al indicar que dos equivalen a una sola mujer blanca.  En tercer lugar, resulta patético que sea precisamente un hombre negro quien sienta la necesidad de hacer este “chiste” para sentirse aceptado y que los demás sientan que el chiste es aceptable porque viene de un hombre negro.

Hace años que comencé a tomar conciencia de que por más ingenioso que sea un chiste, no es gracioso si consiste en una burla a una persona por su raza, su género, su orientación sexual, su color u origen nacional.  Eso me ha hecho objeto de que algunos me cataloguen como que carezco de sentido del humor, pero no me ha detenido en mi empeño en crear conciencia de que todos y todas merecemos el mismo respeto.  Detrás de muchos de estos chistes hay una desvalorización de otro ser humano y soy consciente de que quien hace el chiste muchas veces no se da cuenta.  Hay otros, como el presidente Trump, por ejemplo, que no les importa en lo más mínimo. 

El último episodio de su campaña desenfrenada de ofender con su humor grotesco, ocurrió esta semana, cuando re-envió un vídeo manipulado del original de dos infantes –uno negro y uno blanco, que corrían felices a encontrarse en un abrazo.  El vídeo fue alterado, de forma tal que parece como si el infante negro estuviese huyendo del blanco y le colocaron un cintillo como si fuera de la cadena de noticias CNN, que leía Terrified toddler runs from racist baby.  La secretaria de prensa de Casa Blanca respondió cuando se le preguntó al respecto que ella creía que esto era quite funny. Yo no soy psiquiatra ni psicóloga, pero algo no anda bien en las cabezas de estos dos seres.  Hay aspectos que son como grandes no-no.  ¿A quién se le ocurre manipular un vídeo de dos niños inocentes, en plena demostración de la igualdad entre razas, para usarlo a costa de enviar un mensaje torcido de que los medios quieren mostrar una realidad que no existe?  El racismo sí existe y no es un chiste.

Como corolario a todo esto, las empresas con un grado de conciencia social han estado revisando cómo se mercadean sus productos.  Así, la dueña del producto Aunt Jemima, Uncle Ben’s y otros pretenden re nombrar las marcas.  En el caso de Aunt Jemima, ya lo había hecho anteriormente, retirando el turbante de la mujer negra que aparecía en la etiqueta, pero consideran que esa figura es reminiscente de las esclavas negras relegadas, en el mejor de los casos, a la cocina.  En el caso del arroz Uncle Ben’s, yo no entendí la necesidad, ya que mi recuerdo era el de un hombre negro vestido elegantemente.  Lo que yo no sabía es que la imagen es de un mayordomo y que el término Uncle se ha usado en Estados Unidos para designar hombres negros, despojándolos de su identidad.  Entendí.

Más tarde, supe que los productores de la película Gone With the Wind, una de mis favoritas, la retiraron de las plataformas hasta colocar la misma en contexto.  De momento me dije –pero ¿no es esto exagerar?  Me detuve y pensé en la famosa esclava Mammy, un papel que le ganó el Oscar a la actriz Hattie McDaniel, quien no pudo sentarse en la sala con sus compañeros de filmación debido a la segregación imperante en 1940.  Aunque entiendo que la película es reflejo de una época, considero oportuno que miremos detenidamente los estereotipos y examinemos si es un retrato idealizado de una época.  Nos toca, al menos, mirar esto y analizarlo, discutirlo y siempre, estar en alerta para eliminar todo vestigio de racismo y prejuicio.


20 de junio de 2020


miércoles, 3 de junio de 2020

Otra, otra vez











OTRA


Creo que siempre me he sentido distinta.  Tal vez tiene que ver con el hecho de que me crié como hija única, ya que mi hermanita menor falleció cundo tenía tan sólo un año y yo tres.  No tengo recuerdos de ella y su existencia se mencionaba poco, ya que aludir a ella provocaba lágrimas en mi mamá.  Con el tiempo, mis padres aludían a que yo era hija única, sin explicar aquélla realidad dormida.

Esa realidad salía a relucir muy pocas veces.  Cuando mi mamá murió, encontré una cajita de plástico nacarado, con unas diminutas mediecitas, una tarjeta de las exequias fúnebres de Ileana (mi hermanita) y un imperdible de esos que se usaban antes de los “Pampers”, para asir los pañales de tela.  Deduje que todo pertenecía a Ileana.

También sabía que un peluche de tigrecito, en posición de dormir y con carita de pasta, a quien nos referíamos como “el dormilón”, le pertenecía a ella.  Creo que no se me permitía jugar con él, pero sabía que estaba allí.  Aún lo conservo.

Mi papá llevaba siempre en su cartera una foto de dos niñitas en un triciclo doble.  A su muerte, encontré la foto en su cartera.  A pesar de que la presencia de Ileana en este mundo fue tan breve, sé que su presencia espiritual le acompañaba tanto a él, como a mi mamá.  Quién sabe si también me acompaña a mí, particularmente un día como hoy, en el cual me siento muy sola.

Este asunto de la soledad es un tema recurrente.  Tiene, presumo, sus raíces en esa crianza solitaria, rodeada de adultos.  Durante la niñez y adolescencia disfrutaba de la compañía de amistades, pero siempre había algo que me mantenía apartada.  Me casé muy joven con un adicto al trabajo, así que de nuevo pasaba sola mucho tiempo.  Por decisión propia no tuve hijos, ya que soy muy fiel a mi verdad y no me sentía preparada para afrontar sola una responsabilidad tan grande como la maternidad.

Tras mi divorcio, he permanecido sin una pareja estable por más años de los que estuve casada.  Por momentos, como hoy, esta soledad me abruma, a pesar de que he sido bendecida con numerosas amistades y que estoy consciente que soy parte de un Universo.  Ser parte de ese Universo era a lo que iba a aludir cuando empecé este escrito, pero como me ocurre tantas veces una vez empiezo a escribir, esta pantalla adquiere vida propia y es como si mis manos, emulando los zapatitos rojos de un cuento de Hans Christian Andersen, adquiriesen vida independiente y escribiesen lo que les viene en gana.

Pues bueno, a lo que vine –al asunto de ser o no ser parte de un Universo.  Ayer estuve en una presentación de varios escritores y salió a relucir la ya para nosotros en Puerto Rico, famosa pregunta número nueve del Censo.  Para los que no estén tan conscientes, la susodicha se refiere a la raza.  Hay ahora varias alternativas; no recuerdo que para el anterior hubiese tantas, pero busqué ligeramente en Internet y resulta que sí había varias alternativas.  Honestamente no recuerdo qué marqué hace diez años.

Para este año hay catorce categorías, en ninguna de las cuales encajo totalmente.  Doce de ellas quedan descartadas de plano (o al menos eso creo), que son las la de india americana, nativa de Alaska y otras variantes de las asiáticas.  Es como los exámenes de escoger –se descarta primero la que es (o se cree que es) totalmente inaplicable.  Las otras dos son un poquito más complicadas en el caso de alguien como yo. 

Blanca.  Bueno, por apariencia, mucha gente me dice que soy bien blanca, pero yo no me veo a mí misma taaaaan blanca.  Además, mi nariz, mi pelo ensortijado y mis nalgas (tenía un novio que decía que yo tengo nalgas de negra –y yo digo que a mucho orgullo) apuntan a una característica racial que no se relaciona mucho con los blancos.  Negra.  Bueno, ya aludí a los rasgos del cuerpo que apuntan a esa raza, pero el colorcito no es muy oscurito que digamos.  A ver, si un señor que entrevistaron, con ese colorcito de la gente de Fajardo o Vieques dice que él no es negro, ¿dónde me deja eso a mí, que soy unas cuantas tonalidades más clarita?

El asunto de negar la negritud ha sido objeto de muchos estudios y de refraneo popular (¿y tu abuela, a ‘onde etá?).  Sueño con visitar África a conocer parte de mis ancestros y hubo alguien que pensó que bromeaba, porque no podía relacionarme con negros, sospecho que más por ella que por mí. Es interesante cómo mucha gente está más inclinada a marcar “blanca”, que “negra”, a pesar de la gran cantidad de personas que varían en sus tonalidades de “café con leche”, “quemaíto”, indio, trigueño u otras variantes que se alejan de “blanco” y se aproximan, pero no llegan  a “negro”.

Cierto es que el formulario provee para marcar una o más.  Siempre puedo marcar blanca y negra, pero se me está quedando algo.  Si algo ha sido más que reforzado en nuestra educación, es que somos una mezcla de tres razas.  El formulario provee para marcar alguna otra raza.  Pues ahí podré aludir a ese origen taíno que no puedo ver, pero que tiene que estar ahí. 

Eso me trae (y juro que todo esto se relaciona, ya verán) a un programa que vi hace poco, que traza el origen de los ancestros y puede llevar a extraordinarios descubrimientos.  El Profesor de Harvard Henry Louis Gates, visiblemente negro, ganó notoriedad al ser arrestado el año pasado en su propia casa cuando se le quedaron las llaves y una vecina llamó a la policía porque vio un hombre negro tratando de forzar la puerta de la casa contigua.  El incidente trascendió hasta culminar en una reunión entre el oficial que realizó el arresto y el arrestado, en nada más ni nada menos que Casa Blanca, con un Presidente que podrá marcar más de un encasillado en el formulario del censo.

Opran Winfrey (que presumo marcará negra en el formulario, pero no sé si tiene otra ascendencia conocida) entrevistó al Profesor Gates hace poco en su programa.  Resulta que él hace estudios genéticos y logró establecer fascinantes vínculos entre personas que aparentemente no tienen conexión alguna.  A base de esto, descubrió que él y el oficial que lo arrestó son primos lejanos; Eva Longoria, actriz de ascendencia mejicana tiene vínculos con Yo Yo Ma, quien ya de por sí es una mezcla francesa-china.

Hace tiempo que se dice que todos somos descendientes del África.  Yo no tengo problema alguno con eso, pero sospecho que a algunos  no le hará mucha gracia.  Si de algo vivo agradecida es que fui criada en un hogar con respeto a todas las personas.  Me crié en la época idealista de los grandes cambios sociales, cuando Martin Luther King habló de su sueño, John Lennon cantaba “Imagine” y había un movimiento llamado “Up with People”, que aquí se conoció como “Viva la gente”.  Popularizaron una canción que decía: ¿De qué color es la piel de Dios, de qué color es la piel de Dios?  Dije negra, amarilla, roja, blanca es, todos son iguales a los ojos de Dios.

Como no hay casualidades en el mundo, trabajo en una oficina cuya misión es combatir el discrimen.  Lo puedo hacer, porque vivo convencida de que no hay razón para pensar que haya distinción entre las personas por razones de raza o color, así como por otras tantas protegidas por nuestra Constitución y otras leyes.  Vivo totalmente convencida de que el prejuicio racial dejará de existir, al menos de la forma que lo conocemos (aunque tal vez yo no esté para verlo).  Mientras ocurra eso, será necesario tener formularios como éste para identificar las razas, porque de otro modo pudiese ser difícil determinar que ocurrió un acto discriminatorio.

Con respecto a mí misma, marcaré blanca, negra y “otra”, para aludir a esa otra parte de mí que no está plenamente visible, pero que en algún lugar escondidita debe estar, probablemente evidenciada por mi particular afición a comer cualquier cosa que se confeccione con yuca.  Y quién sabe, si me hiciesen un estudio genético, tal vez resulte que estoy emparentada con Luis Rafael Sánchez, Yo Yo Ma, Paul McCartney o Barack Obama.  De lo que no me cabe la menor duda es que fui criada por unos seres humanos muy especiales, que me tocó vivir en una época de luz en medio de sombras y que estoy conectada, aunque no siempre lo sienta, con otros seres.

21 de marzo de 2010


Nota: Publico este ensayo 10 años después, en momentos en que se recrudecen los conflictos raciales y el sueño del Dr. King parece haber retrocedido.  Además, el presidente actual de Estados Unidos -Donald Trump-es la antítesis de lo que debe ser un líder.  Habría justicia poética si un análisis genético revelase su vínculo con una tribu africana.

3 de junio de 2020



lunes, 1 de junio de 2020

COHETES








NO ESTOY PARA COHETES

La semana pasada –no sé ni qué día- la NASA lanzó un cohete al espacio.  No sé cómo se llama el cohete,  lo que iba a hacer, ni cuánto durará la misión.  Lo cierto es que no me importa. Esa misma semana, en Minnesota, un policía blanco mató a un hombre negro que previamente había esposado y lo tenía en el suelo, mientras presionaba su rodilla contra su cuello.  Otros tres policías contemplaban la escena o participaban del acto de inmovilizar al detenido.  Había personas filmando la escena –es por eso que tenemos los detalles.  El hombre imploraba:  please, I can’t breathe, my back hurts, my whole body hurts; pleeease; sollozaba; pleeeease, mama… Las personas alrededor le pedían al policía que lo soltara.  Eventualmente, el silencio.

Ahora sabemos detalles.  El hombre se llamaba George Floyd y antes de establecerse la cuarentena trabajaba como guardia de seguridad en un restaurante-club hacía cuatro años. Lo describen como un hombre gentil.  Aparenta ser que la policía había recibido una querella de que alguien había pagado con un billete falso y deciden intervenir con este hombre.  Independientemente de la posibilidad de la comisión de un delito, no hay evidencia de resistencia al arresto y si así hubiese sido, es evidente que el hombre estaba inmovilizado y esposado, por lo que no representaba peligro.

Ver cómo se desenvuelve esta escena horroriza a tod@s l@s que tenemos un grado de sensibilidad por varias razones.  La primera, que parece inconcebible que un ser humano utilice su autoridad y la fuerza para matar a otro que está indefenso y suplica que lo dejen respirar y hasta clama por su mamá. La segunda, porque este ha sido la culminación de una serie de incidentes en distintas partes de la nación norteamericana, en los que personas blancas amenazan a personas negras.  Los más recientes ocurrieron en el estado de Georgia, donde unos hombres armados en una guagua persiguen y matan un hombre negro que corría.  En otro incidente, esta vez en la ciudad de Nueva York, una mujer blanca llama a la policía para denunciar que un afroamericano la amenazaba a ella y a su perro, cuando él tan sólo le había pedido que le colocara la correa al animal.

Todos estos incidentes fueron grabados y es por eso que sabemos lo que ocurrió, lo que nos lleva a la tercera razón por la cual estamos horrorizad@s: si esto se grabó, nos preguntamos ¿cuántos casos hay similares de los que no sabemos nada porque no fueron grabados?  Nos podemos poner en el lugar de cualquier hombre negro en Estados Unidos que siente temor de aventurarse más allá de su vecindario, ante la posibilidad de ser arrestado y tratado como un animal.  La cuarta razón es desalentadora.  Es ver cómo tanta gente se insensibiliza, pendiente del dichoso cohete, y se obsesiona con las tiendas vandalizadas; con los carros quemados, pero no han sido capaces de indignarse lo suficiente con la situación de inequidad en el mundo.  Esa inequidad es la de los puertorriqueños que llevan casi tres meses sin cobrar porque están desempleados, mientras el gobierno arrastra los pies para pagar un dinero que está disponible.

La quinta razón para horrorizarnos es observar la conducta de un hombre al mando de la que se supone sea la nación más poderosa del mundo comportarse como chusma.  Claro, que no es de ahora –se comportaba como chusma desde antes, pero hay momentos en la historia que exigen que un gobernante se crezca; que sea ejemplo, que guíe a la nación hacia el camino correcto.  Pero este señor nunca ha sabido cuál es ese camino.  En un momento como este, que recuerda los duros enfrentamientos de los que luchaban por los derechos civiles en los años 60, particularmente en Birmingham, Alabama, a este energúmeno se le ocurre decir que a los manifestantes que están provocando disturbios les echará los perros rabiosos – most vicious dogs dijo.  Si usted no conoce la historia de ese tiempo, busque las fotos de la época en las que aparecen estos policías blanquísimos con sus perros feroces enfrentando los manifestantes negros.  El fuego no se combate con más fuego.  Un líder tiene que ser capaz de inspirar respeto y sosiego, lo cual no se ha asomado en todo el tiempo de esta nefasta presidencia.

La sexta razón para la indignación la provoca saber que hay miles apoyando la política del actual presidente de los Estados Unidos, incluyendo a la comisionada residente de Puerto Rico.  Much@s justifican las acciones de la policía contra los manifestantes, criticando los actos violentos, pero no miran qué fue lo que nos trajo hasta aquí.  Han sido siglos de opresión.  Es como un cáncer que estuvo en remisión.  Ya cuando creíamos que el tratamiento estaba surtiendo efecto, el mal vuelve, destroza el cuerpo de quien lo padece y los médicos aplican la medicina equivocada.

Cuando comencemos a resolver el problema de inequidad –sea por raza, por género, por orientación sexual, por origen nacional o condición social y se trate a todo ser humano con respeto, veremos que se reducen los disturbios.  Mientras tanto, seguirán ocurriendo y nos van a interrumpir la transmisión del lanzamiento del próximo cohete.

1 de junio de 2020