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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 14 de enero de 2020

Lo que vemos







LO QUE VEMOS Y LO QUE NO

Yo tiendo a ser una persona positiva, fiel creyente de que el bien supera al mal y que hay más de una forma de mirar una misma realidad.  Los últimos días así me lo demuestran.  Con todo mi positivismo y mi proceder ecuánime, debo admitir que el terremoto del 7 de enero, justo al comienzo de este año, jamaqueó mucho más que las paredes de mi apartamento –jamaqueó mi espíritu, mi paz, mi sentido de seguridad. El temblor del día anterior me asustó, pero el del día 7 me tomó por sorpresa porque estaba profundamente dormida y el terremoto me despertó. Me levanté totalmente desorientada, a oscuras y temblando al cuadrado –por el terremoto y porque mi cuerpo temblaba por derecho propio. El número de réplicas, que varían en frecuencia e intensidad añade a mi nerviosismo.

La cantidad de información que se recibe es al mismo tiempo ilustradora y fuente de angustia.  Con el tiempo, he tenido que activar los filtros que mi mente analítica afortunadamente posee.  Hay información útil para lograr entender lo que está pasando a nivel geológico y psicológico, pero también hay información distorsionada en el mejor de los casos y totalmente falso en el peor, que añade a la ansiedad. Nuestra mente procesa todo esto dependiendo de nuestras creencias más arraigadas.  Hay quien ve el mundo como algo amenazante, peligroso; hay quien lo ve como algo en constante evolución; hay quien lo ve como algo armonioso.  Además, hay quien ve a los seres humanos como gente malvada, prestos a aprovecharse de tod@s y hay quien los ve como seres nobles.  Yo pienso que hay un poco de todo.  La maldad, la bondad, el oportunismo coexisten en todos nosotros – es cuestión de proporción.  Y claro, todo lo relacionado al terremoto ha sacado lo mejor y lo peor en nosotr@s.  Afortunadamente, lo mejor ha triunfado.

La evidencia de que la bondad se impuso la vimos este fin de semana, con cientos de personas dando la mano a los residentes del sur.  Sí; están los aprovechados, que buscan cualquier ocasión para ventajería política o incluso para beneficio personal, pero son los menos.  En medio de todo esto, batallamos con las reacciones que nos provocan los ruidos y los temblores frecuentes.  Yo confieso que me tengo que repetir que es normal y que no puedo anticiparlo todo.  Lo cierto es que por años, a pesar de las advertencias de los geomorfólogos,  hemos vivido  de espaldas a la realidad  de que un terremoto nos podía sorprender en cualquier momento.  Y el lobo llegó por el sur.

Mientras yo escribo en la nueva tranquilidad de mi apartamento –sí porque esta tranquilidad es relativa- hay miles de personas durmiendo fuera de sus casas, por temor a un colapso, o porque sencillamente no tienen casa.  No pueden echar mano de lo que les pertenecía y en esencia, sólo se tienen a sí mism@s. No puedo ni imaginar cómo se siente eso.  La casa, por más modesta que sea es el lugar donde nos sentimos protegid@s.  Esta nueva realidad es enfrentarse a que a fin de cuentas, lo más valioso es la vida propia y la de quienes amamos.

Y como ocurre cuando se nos muere alguien querido y sentimos que todo se paraliza, la realidad es que la vida sigue.  Quedarnos arrinconados e inmóviles no es una verdadera opción de vida para aquéll@s que nos quedamos.  Nuestra conciencia de lo que es seguro ha cambiado y seguirá cambiando. Aparte de observar lo que leemos, lo que escuchamos y lo que vemos, hace falta mirar a nuestro interior, para entender de dónde provienen nuestras reacciones y modificar aquellas creencias que no nos sirven y por el contrario nos hacen daño.  ¿De qué me sirve pensar que un terremoto mayor puede ocurrir, si no hay nada que yo pueda hacer para protegerme?  Peor aún, ¿qué sentido tiene enviar fotos de alegados desastres que generarán más ansiedad, o aludir a los riesgos que hay y que de todos modos no podemos evadir?

Lo que decimos proviene de cómo vemos la realidad.  Por eso coloqué una foto de un collar que compré  en un viaje a Canadá.  Hasta hace unos días, yo veía una media luna y una estrella.  Fui al cine y la joven que me atendió en el quiosco del popcorn se quedó mirando el collar y me dijo que le encantaba –que ella veía como una ola, de esas sobre las que cabalgan los surfers.  Es verdad; al llegar a casa me detuve a mirar el collar y en efecto, puede ser una ola y también la luna.  Y claro, ahora mucha gente podrá ver una ola no de las que apasionan a los surfers, sino un tsunami. Yo escojo ver la luna o la ola de los surfers.  ¿Cuál escoges tú?



14 de enero de 2020




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