ALICIENTE
Hace un
rato tuve un intercambio interesante con una persona que aprecio mucho. Le
había enviado un escrito de hace tan sólo dos
semanas, pero tras este verano en que ha pasado tanto, parece como si
fuera de hace mucho tiempo. Ella elogió
el ensayo, particularmente porque disfrutó de un humor sutil, que se escondía
detrás de las denuncias hechas. En
respuesta, le dejé saber que sus comentarios me servían de aliciente. Ella, que es un ser luminoso a quien no le
avergüenza admitir que no sabe algo, me expresó que “aliciente” era una palabra
nueva, por lo que debía acudir al diccionario.
Me reí, pero su comentario me hizo reflexionar sobre la manera en que me
expreso y me retrotrajo a una reflexión que tenía pendiente tras los
comentarios de dos personas desconocidas, hechos de forma no muy halagüeña que
digamos.
Utilizo
la red de Facebook porque me permite estar al tanto de
acontecimientos que de ordinario pudieran pasar por desapercibidos. A través de esa plataforma comparto muchos de
mis escritos y en ocasiones, comento en páginas que me son de interés. Debido a los sucesos históricos que hemos
vivido las últimas semanas, hice un comentario sobre la canción Afilando los cuchillos, que me parece
muy bien hecha, con la participación de Calle 13, a quien le reconozco un
talento extraordinario, Ilé y Bad Bunny.
Hice un breve comentario de que para ser consistente, no compartiría la
canción, porque pienso que Bad Bunny ha contribuido a propiciar lenguaje violento,
machista y promotor del uso de drogas.
Eso no tiene que ver con su talento, ni con la denuncia que hace de los
actos de Ricky, sino que como una expresión muy personal mía, no puedo aplaudir
por un lado su protesta y por el otro criticar el mismo lenguaje que utilizó
Ricky en su chat.
Una
persona comentó “tanta palabrería para decir que no vas a compartir la canción”
y otra que “Bad Bunny hace más que tú con tus palabras”. Esto me hizo detenerme
a pensar. Hay mucho de cierto en que Bad
Bunny logró movilizar miles de personas con su participación y ayudó a crear conciencia
sobre los actos del hasta hace poco gobernador, mientras que yo soy una total
desconocida que salvo dos o tres personas que puedan haberse motivado con mis
escritos, no movilicé a nadie. Pero yo
no soy figura pública. Hago lo que está
a mi alcance, de acuerdo con mis principios.
El otro
comentario, también me hizo analizar si mi uso del lenguaje sea tal vez muy
sofisticado para algunos lectores y que conste, que no me considero una
intelectual. Por el hecho de que soy una
ávida lectora, he aprendido mucho vocabulario.
Es interesante que he criticado a un autor por el uso excesivo de
palabras rebuscadas, cuando una palabra más conocida estaba accesible. Dicen que cuando uno señala a una persona,
tres dedos apuntan a uno mismo. El
inocente comentario de mi amiga me ha hecho reflexionar sobre las palabras que
utilizo para comunicar, ya que creo firmemente que quien escribe busca de algún
modo conectar con otras personas, no alejarlas.
El asunto
no es tan sencillo, porque no se puede dejar de ser quien se es para complacer
a los demás, como otra amiga que me pidió que no hiciera escritos tan largos,
lo cual me incomodó, porque a fin de cuentas, yo escribo lo que sienta. Sería como pedirle a un pintor que usara
menos colores o a un escultor que hiciera estatuas más chiquitas. Es una cuestión de gusto, lo cual no se puede
imponer. El hecho de que no me guste la
pintura El grito, de Munch, no quiere decir que yo vaya a sugerir que la
debió pintar de otro modo, o como escuché decir a un ingeniero que criticó la
escultura Mujer reclinada, de Botero,
que se instaló en la plazoleta de Minillas “¿pero por qué la tiene que hacer
tan gorda?”
Sí, he
pensado mucho sobre cómo me expreso y cómo escribo, porque después de todo, lo
hago para acercarme más a la gente, no para alejarlas. Vamos, que tampoco soy una escritora famosa y
no pretendo compararme con grandes autores.
Pero hoy el comentario honesto y sin ánimo de crítica de una amiga me
hizo reflexionar mucho sobre cómo me expreso y me ha servido de aliciente para
profundizar aún más en las palabras que escojo. Debo reconocer que hay veces que escojo una
como “aliciente”, porque me parece más bonita que “incentivo” o más precisa que
“estímulo”. Las voy a mirar con más
detenimiento y al final, usaré las que me mantengan fiel a quien soy, sin
alejarme de aquéllos a quienes pretendo llegar.
22 de
agosto de 2019
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