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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 24 de diciembre de 2019

MÁGICA










MÁGICA Y DULCE NAVIDAD

Desde hace varios años disfruto de preparar dulces y variantes de coquito para regalar durante estos días de Navidad.  No siempre preparo los mismos –todo depende de mi ánimo.  No obstante, hay algunos que se repiten año tras año –las bolitas de nueces con la receta de mi amiga Elena y el coquito en alguna de sus modalidades. Últimamente lo hago de café.  Hubo un tiempo que hacía el tradicional, luego preparaba de chocolate y dado el gusto de mi Buddy por la lavanda, llegué a hacerlo con este ingrediente singular.  En tiempos de la fiesta familiar solía llevar un bizcocho –a veces al revés, a veces un ponqué decorado con flores de pastillaje.  Ya no recuerdo la última vez que me embarqué en una de esas complicaciones.

En tiempos más recientes comencé a incluir el majarete en mi repertorio culinario.  Este año, por primera vez, incorporo una receta que aprendí el año pasado en Italia. Fue un viaje con énfasis en la comida y el vino y tuvimos la oportunidad de ver cómo se preparaban unos platos de la regiónToscana. 
Los cantuccini son parecidos a esas pequeñas galletas tostadas que vemos en cafés, conocidas como biscotti.  Tienen almendras y para mí fue como presenciar la revelación de cómo se prepara algo de una forma insospechada.  Una vez terminados, es como descubrir un secreto.

Lo primero que me sorprendió y que requiere ese grado de fe indispensable en la cocina, es ver cómo se forma un pozo en medio de un círculo de harina con azúcar, mantequilla y se depositan en el centro los huevos, la vainilla y medio vaso de Sambuca, un licor de anís.  Como no tenía Sambuca, usé Ouzo que había traído de un viaje a Grecia.









 Finalmente, se añaden las almendras enteras, que resulta sorpresivo al ver el producto final, con las almendras picadas –ya verán por qué. Ya había hecho esto el año pasado, cuando regresé del viaje, pero no deja de asombrarme la transformación que opera cuando se empiezan a incorporar estos ingredientes sobre una mesa, formando una masa pegajosa.  Este año tuve que añadir más harina, porque la masa quedó tan blandita que todo se me pegaba a las manos.

Terminada la preparación, procedí a meter al horno los cordones estirados que formé con la masa.  En este punto sentí algo de miedito -¿y si no queda bien; y si pasé todo este trabajo y echo a perder todo lo invertido?  Ahí es que entra en acción el grado de fe que tenemos los que nos encanta cocinar.  Mientras esto se transformaba en el horno, comencé la preparación de las bolitas o mantecaditos de nueces de la receta de Elena. 
Esta es una que he hecho tantas veces que no me da miedito.  Además, es más fácil –es de esas recetas agradecidas. Con el tiempo descubrí que la receta puede estar basada en unas galletitas norteamericanas que se conocen como snowball cookies, que presumo se llaman así por la apariencia que tiene su forma redondeada cubierta de azúcar pulverizada.






Finalmente, me asomé al horno y vi la masa expandida, con si fueran hogazas de pan doraditas.  


















Las saqué del horno para que enfriaran un poco antes de cortarlas.  Mientras tanto, formé las bolitas de las otras galletas y las puse al horno. 

















Retorné al paso final de los cantuccini, que es como  cuando el mago culmina su acto.  Fui cortando las hogazas al sesgue, para revelar la famosa forma de estas galletas y las almendras que se pican con cada corte.  ¡Ta-taaaan!


Saqué del horno las bolitas y las polvoreé con la azúcar de repostería.  Ya las galletas estaban listas y era cuestión de que terminaran de enfriar.  Decidí tomar un descanso antes de emprender la próxima tarea: el majarete.  Este es un postre muy tradicional y descubrí que ya poca gente lo hace.  A mí me encanta y me recuerda mucho a mi Madrinita, que lo hacía exquisito, con leche del coco rallado.  Yo no llego a tanto, así que uso leche de coco de lata. Después de todo la receta de Giovanna Huyke - que es la que uso, alterándola para disminuir la cantidad de azúcar - no dice que tenga que ser la leche del coco rallado.


Terminé los tres postres, los cuales repartiré entre vecinos y amistades y me regocijé en la sensación que me produjo esta tarea de amor que me asigno todos los años.  Hoy, como otras veces, me sentí conectada a toda la línea materna, que la componían extraordinarias cocineras: Mami, Titi Leo, Madrinita, pero más allá, me sentí conectada a toda la tradición culinaria de mi país a través de un simple, pero exquisito majarete.  Me sentí conectada a toda la rica tradición culinaria norteamericana que muchas veces se desdeña pensando que todo es hamburguesas y steaks. Muchos  ignoran que las mujeres desarrollaron toda una cocina tradicional usando los productos de temporada, como nueces, manzanas, calabaza y otros.  Todo esto me vino por la vía insospechada de mi amiga Elena.

Me sentí conectada a la tradición culinaria italiana, a través de esas galletas que hemos visto muchas veces, sin saber el misterio que encierran y hasta  me conecté con el gozo griego que hace exclamar un Opa! tras un trago de Ouzo.  Hoy en mi cocina hubo magia, como la dulce magia que deseo para todos y todas en esta Navidad.

24 de diciembre de 2019



domingo, 15 de diciembre de 2019

El guineo










EL GUINEO COMO ARTE O…

A ver cuántos de ustedes me compran lo que expondré a continuación.  La foto que ven, no es un guineo pegado con masking tape. Es una metáfora de cómo nuestra agricultura está asida por un endeble tape que ni siquiera es tan fuerte como el duct tape que usó otro artista.  Es metáfora también de lo perecedera que es la vida –algo así como que todos somos guineos que en un momento tuvimos carnes firmes y poco a poco vamos perdiendo dureza, aparecen manchas y finalmente, si no se dispone adecuadamente de nosotros, terminamos podridos.

El guineo de la foto que tomé me lo regaló un vecino a quien aprecio.  Me encanta contemplar cómo se ocupa de su jardín y el entusiasmo que pone en sus cosechas.  Recientemente cultivó guineos, por lo que compartió con los vecinos el fruto de su esfuerzo.  Sí, sí, él junto a sus hijos, es – en palabras de  Alberto Carrión- algo así como  la semilla del futuro, que va alumbrando los senderos campesinos –bueno, en este caso los senderos del complejo donde vivo.  Así que este guineo, que se maduró antes de que pudiera echarlo a hervir, es una oda al buen vecino –ese que comparte lo que tiene.  No es un guineo cualquiera. Si se fijan bien, semeja la figura de un pájaro atrapado, por lo que podríamos decir que simboliza nuestra Patria aprisionada por el yugo colonial de la Junta de Control Fiscal.

Nada, que esta foto que he compuesto se presta para un sinfín de interpretaciones, por lo que podría exhibirla, como el guineo que recientemente se hizo famoso y una pareja adquirió por $120,000.  Creo que nadie comprará mi análisis ni mi creación, en primer lugar porque no soy artista plástica.  En este género, como en todas las otras facetas del arte hay unos círculos elitistas que se asombran de las “creaciones” de sus colegas y le buscan significados que cualquiera puede encontrar, como los que ven designios divinos en objetos cotidianos.  Esos que se maravillan con estas creaciones me recuerdan el cuento del niño que delató al emperador que desfilaba desnudo, cuando los aduladores alababan las ropas inexistentes.

En segundo lugar, el aspecto del arte es bien relativo y depende de diversos factores, uno de los cuales es el gusto.  Una obra puede ser arte, pero si a usted no le gusta, no hay manera que quiera exhibirla en la sala de su casa.  Por otro lado, hay objetos de arte que no son en sí bellos, pero tienen una historia, reflejan una técnica, retratan una época.  Me parece que hay algo de esto último en el retrato del guineo -el del otro, no el mío.  Dijo el que pagó $120,000 por él: Estamos sumamente conscientes del flagrante absurdo del hecho de que “Comedian” es una pieza otramente barata y perecedera de un producto agrícola y un par de pulgadas de cinta de embalar.  Básicamente sentimos que el guineo de Cattelan se convertirá en un objeto histórico emblemático.

Vayan tallando en bronce  la frasesita famosa del chat, porque es reflejo emblemático del breve pero angustioso período de un gobernante y sus alzacolas: Cojemos de pend… hasta a los nuestros.

15 de diciembre de 2019

martes, 10 de diciembre de 2019

Wanda






QUIEREN QUE WANDA MANTENGA LA COMIDA CALIENTE

Comienzo por decir que Wanda Vázquez no es santa de mi devoción, que tiene muchas acciones u omisiones durante su incumbencia como secretaria de Justicia por las cuales no ha respondido y que si se lanza como candidata a la gobernación, no votaré por ella.  Por Pierluisi tampoco, que conste.  Y por si se le ocurre y por si acaso, menísimo por Rivera Schatz (la Virgen nos favorezca y acompañe, como diría mi mamá). Es más, aun no estoy segura de por quién voy a votar –es algo así como lo que me pasa con otros aspectos en mi vida- tengo más claro lo que no quiero, que lo que quiero, pero eso es otro tema. Para estas elecciones mi papeleta se asemejará a un pedido de restaurante de sushi: deme un rollito de esto, dos raciones de sashimi, dos nigiri de esto y uno de esto otro.

Ha sido interesante observar la evolución de esta mujer a quien le creo que de verdad no le interesaba ser gobernadora, pero que con el tiempo, por las razones que sean, se ha ido encariñando con la idea de permanecer en el puesto, esta vez con el voto del pueblo.  Nunca he estado en una posición tan alta, pero sí estuve en un puesto de confianza por tres semanas y media, cuando se me pidió asumiera la jefatura de una agencia mientras se designaba a la persona que asumiría el puesto en propiedad. Las horas de trabajo eran intensas y los retos inmensos, entre otras razones por el desmadre administrativo que había –y que me sospecho todavía hay.  Honestamente, no tenía interés en permanecer en el cargo, como no lo tuve en hacerlo con otras oficinas que me ofrecían mejor salario, pero que me robarían la paz.

Durante ese corto período aparecieron coros de aduladores y alzacolas ofreciéndose a hacer gestiones que yo sabía no se hacían de forma desinteresada.  También había personas que genuinamente estaban satisfechas con la labor que realicé en ese corto tiempo y me impulsaban a permanecer en el puesto que yo sabía no era posible, o a pedir puestos de envergadura una vez terminara el interinato.  Hace falta tener bien claro quién se es y qué se desea –o no se desea- para dejar a un lado esos coros que apelan al ego.

Traigo esto a colación porque un artículo en el periódico sobre unas expresiones del representante Rodríguez Aguiló me revolcó estos recuerdos.  En el artículo, se cita a este representante diciendo que la gobernadora tiene muchos retos por delante, muchos proyectos que le consumen mucha energía que debe ser dirigida a completarlos y no dirigirlos a una campaña política.  Me pregunto si le diría algo similar a un aspirante varón. Dijo que las gestiones administrativas de la gobernadora catapultan la posibilidad de un triunfo de la Palma.  En otras palabras, ha hecho un buen trabajo, pero es meramente mantener el barco navegando, en lo que llega otro a capitanearlo. ¡Qué coj…!

Me acordé de mi experiencia, porque durante aquél breve interinato, finalmente se hizo público el anuncio que yo sabía que vendría, de la persona que ocuparía el puesto en propiedad.  Esa persona me llamó para decirme que necesitaba tiempo para resolver unos asuntos, por lo que me pedía lo que no me pidió quien me designó -que permaneciera en el interinato unos días más. Pensé lo mismo que pensé cuando leí las expresiones de Rodríguez Aguiló.  Vamos, que no es lo mismo hacer un interinato porque sentimos es un deber, que hacerlo para hacerle la camita a otro.  Le dije que yo ya había cumplido con mi deber y que ahora le tocaba a esa persona hacerlo, porque para eso se le designó mediante anuncio público.  Wanda, no te dejes.  A Pierluisi que sude lo suyo; no le hagas el camino más fácil. Que se prepare él su propia comida, aunque yo no pruebe el plato de ninguno de los dos.


10 de diciembre de 2019




lunes, 9 de diciembre de 2019

Justicia poética




JUSTICIA POÉTICA

Empiezo por decir que estoy prejuiciada en contra de los concursos de belleza.  Me parece un anacronismo que en estos tiempos haya mujeres desfilando ante un jurado que las va a inspeccionar con detenimiento, incluso en traje de baño, para escudriñar cada pulgada, cada paso, cada gesto, cada inflexión de voz.  Cierto es que con los tiempos, el concurso de Miss Universo se ha modificado, para que refleje un espectro más amplio en el que la mujer se destaque no sólo por su belleza, sino también por su capacidad de expresarse.  Pero no deja de ser un concurso de belleza.  Si no se tienen ciertas medidas y características físicas, por más elocuente e inteligente que sea, no llega ni a una competencia municipal.

Y entonces llega como representante de Puerto Rico una joven -sí, porque tiene que ser joven- con nombre de cadena de tiendas o presidente norteamericano. En la competencia local no pudo expresarse en español porque su primer idioma es el inglés, ya que nació y se crió en Estados Unidos, de madre puertorriqueña y padre norteamericano.  Esto generó un debate sobre qué es lo que hace a alguien puertorriqueñ@.  Cierto es que hay miles de puertorriqueñ@s en la diáspora cuyo primer idioma es el inglés.  Creo que la culpa de que Madison no haya aprendido suficiente español no es sólo de ella, sino de su madre, que no se ocupó de que su hija fuese totalmente bilingüe.  Distinto ha sido el caso de la familia de Lin Manuel, de Marc Anthony, de Sonia Sotomayor, de Esmeralda Santiago, quienes pese a haberse trasladado a Estados Unidos y criar allí a sus hij@s, se ocuparon de que aprendieran español.

Pero el asunto del idioma no es lo único que a mí personalmente me hace cuestionar la legitimidad de su representación de nuestra isla -es el hecho de que previo a representar a Puerto Rico, compitió para representar al estado de Florida, que dicho sea de paso, es uno de los estados con más población hispana y en particular, de puertorriqueños.  Ella reside hace años allí y no se ocupó de aprender español a cabalidad, hasta que ¡zas! se le ocurrió que tenía otra oportunidad de competir para ser la mujer más bella del universo (¿cómo serán las marcianas?) porque su mamá es puertorriqueña y eso la legitima para representarnos.

Madison se encargó de aprender español en tres meses, porque boba no es.  Claro, está el pequeño detalle de que antes no le interesó, pero ahora sí porque tiene motivos ulteriores.  El diseñador de trajes típicos se ocupó de hacer una creación verdaderamente hermosa, en contraste con aquélla monstruosidad post María que la pobre Kiara Liz tuvo que exhibir –porque no puedo decir lucir, ya que nadie podía hacer lucir aquello.  Madison fue afortunada al lucir todos los vestidos que vi.  En el caso del traje típico, la flor de maga con el coquí es algo más que representativo, así que ella ciertamente tenía en su persona los símbolos patrios.

Observé en grabaciones posteriores al certamen- porque no soporto verlo- algunas de las participaciones de Madison.  Es innegable que es hermosa, tiene porte y puede expresarse con soltura –porque el concurso es en inglés- ante las preguntas que se le hicieron. Ya la mayoría de los puertorriqueños que se expresaban en las redes le habían perdonado el que no supiera español y creo que muchos hasta ignoraban el pequeño detalle de que Puerto Rico no fue su primera opción para competir.  Observé dos entrevistas a Madison y a la ganadora –representante de Sudáfrica, que me parecen muy reveladoras.  Mientras desfilaba con el vestido de gala, Zuzibini dijo que sentía que Sudáfrica iba con ella. En otro momento, expresó que hace unos años no era posible que una mujer como ella, con su color de piel y su pelo crespo, llegara a ganar este certamen, por lo que era importante que niñas como ella vieran en ella un ejemplo.  Y ejemplos necesitamos tod@s, porque lo cierto es que la mayor parte de las mujeres boricuas no nos parecemos a Madison y ni hablar de las que niegan que tengan más parecido con Zuzibini.

En contraste con Zuzibini, Madison expresó que el mensaje que quiere llevar es que hay que perseverar en los objetivos que nos trazamos y que lo verdaderamente importante es que reflejemos lo que verdaderamente somos.  Interesantes comentarios a la luz de su realidad. La perseverancia es una virtud y no hay duda de que Madison perseveró en su empeño de lograr la corona como la mujer más hermosa del universo, ya bien fuera representando a los Estados Unidos o Puerto Rico.  Nosotros fuimos plato de segunda mesa.

Honestamente deseo que Madison aproveche esta oportunidad para descubrir todo lo hermoso que hay en este país al que decidió representar como segunda opción.  Para ello, tendrá que escudriñar en su interior para encontrar aquello que la hace ser quien es.  Hasta ahora, demostró que tiene talento para el modelaje, es perseverante y lucha por lo que quiere.  En el caso de Zuzibini, me quedó claro su orgullo por su país, su raza y su deseo de ser ejemplo para otras niñas que por su color, no han tenido las mismas oportunidades.   Por el momento,  veo a Madison como una Gigi Fernández cualquiera –con talento y determinación  a cualquier costo.  El certamen de anoche resultó ser un ejercicio en justicia poética –triunfó la identidad por sobre la determinación.


9 de diciembre de 2019

sábado, 30 de noviembre de 2019

Mesa para una









MESA DE ACCIÓN DE GRACIAS PARA UNA

Desde hace más de 35 años, cuando mi vida era muy distinta, he disfrutado de preparar un almuerzo de Acción de Gracias para mi entorno más íntimo, que en la mayoría de los casos se componía de tres personas.  Esta celebración se inició tras la muerte de mi mamá –nunca fue parte de nuestros ritos familiares.  Papi decía que no le gustaba el pavo.  Luego que me casé, como suelo experimentar en la cocina, decidí hacer un pavo e invitar a mi papá, quien disfrutó el almuerzo.  De ahí en adelante seguí confeccionándolo casi  todos los años.  Tras la muerte de Papi y mi divorcio, llegué incluso a transportar el pavo y todos sus acompañamientos a casa de su viuda, para que ella pudiera disfrutar  de esta tradición.  Algo en mí me impulsa a querer preparar este almuerzo especial.  Es el mismo impulso que me requiere preparar el pescado en escabeche para Semana Santa; el coquito y el majarete en Navidad.

Este impulso es tan fuerte, que aún cuando me repito que es demasiado esfuerzo para mi menguado grupo familiar, lo sigo haciendo, salvo cuando me invitan al almuerzo de Acción de Gracias a casa de alguna amistad y decido ir.  Cuando no preparo el pavo, siento que me falta algo.  De hecho, el año pasado ya lo había comprado, pero celebré en otro lugar y lo preparé  luego para compartir con unas amigas en fecha más cercana a la Navidad.  Y por supuesto, soy consciente que no es el pavo- es la sensación de que estoy conectada a otras personas, aunque no me unan lazos de sangre.  Para alguien cuya familia se ha reducido sustancialmente y que vive sola, esto es esencial.

Este año decidí modificar el plan y comprar sólo una pechuga, porque tengo varias amigas vegetarianas y un amigo que no come  pavo porque insiste que esta es una tradición impuesta y propiciarla es el equivalente a una traición a la Patria.  Mis amigas estaban indecisas y el amigo atrincherado en su oposición pavística –que incluye un ataque verbal a lo que considera ataduras en términos de horarios y fechas para celebrar, así que tras una complicada planificación mental para incluir platos vegetarianos, al final terminé sabiendo que el almuerzo sería sólo para mí.  Debo confesar que el jueves en la mañana me sentí triste, cuestionando todas mis decisiones en torno a la celebración.  No obstante, continué los preparativos.  Decidí que yo iba a celebrar mi almuerzo de agradecimiento.

Este almuerzo no es la única demostración de agradecimiento a Dios/Universo.  Tengo un diario en el que todos los días, en un ritual matutino,  plasmo palabras de agradecimiento por lo grande o lo pequeño que me haya ocurrido el día anterior. Celebrar el Día de Acción de Gracias es algo especial –como el día del cumpleaños o Navidad.  Me encanta hacer un alto en la rutina y celebrar de manera singular. Me involucré en los preparativos.  Puse mantel, una copa de las que saco una o dos veces al año y un plato de la vajilla de mi mamá.  Una vela que me regaló una amiga completaba la sencilla mesa.

Puse la pechuga de pavo que había adobado el día anterior al horno, preparé un relleno que es una denominación incorrecta, ya que no iba a rellenar nada, pero en fin, es una receta que encontré hace unos años y me encanta por su sencillez y sabor: relleno de croissants y setas -por supuesto, usé setas del país.  Preparé unas batatas mameyas con malvavisco, lo cual provocó risa en mi Buddy cuando le conté, porque claro, solemos llamarlos marshmallows, pero ciertamente la palabra en español es más linda.  De postre, serviría un pastel de calabaza que preparé el día anterior, variando la receta para utilizar una corteza de nueces pecanas que descubrí hace un tiempo en el supermercado.  Era un acto de fe, porque después de todo no sabía cómo iba a resultar, pero decidí arriesgarme.  Total, no habría nadie más a la mesa. Una vez me enganché en los preparativos, me entusiasmé y hasta me sentí contenta.  Me arreglé con colores de los llamados otoñales y seleccioné la música para acompañar el almuerzo.


Una vez estuvo todo listo, me senté a disfrutar, en primer lugar, lo hermoso que resultaba el plato que se ofrecía a mi vista.  Los colores se veían en armonía – hasta el vino francés que seleccioné aportó a la hermosa composición visual.  La música era un festín en sí misma, comenzando con Mercedes Sosa en un disco que incluye –mais bien sur Gracias a la vida.  El grupo Chambao aportó dos canciones que contienen frases que me han hecho reflexionar a través de los años. La primera, Pokito a poko le da nombre al disco y dice algo que nos debemos grabar en la mente: poquito a poco entendiendo, que no vale la pena andar por andar, que es mejor caminar pa’ ir creciendo… La segunda, Te la creí’o tú, es como un bofetón de realidad para todos aquell@s con un espíritu controlador:                                                       
 Tú y tú, sí tú lo tendrás to’ pensa’o
la familia y el trabajo
 el plan de jubilación [ouch!]
lo tienes to’ controla’o  
te la creí’o tú
que sí, te la creí’o tú

Dos discos de Yo-Yo Ma me han acompañado por años: el primero Classic Yo-Yo, incluye una canción que se llama Butterfly’s Day Out, sobre la que he dicho que casi puedo ver la mariposa volando.  El segundo, Yo-Yo Ma & Friends – Songs of Joy and Peace, es un disco que compré hará tal vez 12 años para Navidad y que disfruté tanto que regalé varias copias.  Yo-Yo Ma se reúne con amigos de diversas partes del mundo a celebrar la vida.  Hay una canción que me encanta –This Little Light of Mine, de las denominadas Afro-american spiritual, que repite: this little light of mine, I’m gonna let it shine…Completaba el concierto el eterno Pavarotti, con su magistral Nessun dorma y con un aria que me hizo dejar salir una lagrimita –por supuesto, Una furtiva lagrima.

El almuerzo resultó exquisito.  La carne de pavo quedó tan jugosa que la salsa resultó innecesaria.  El relleno mmmmmm exquisito y las batatas hicieron su trabajo, todo acompañado con el vinito que le iba de show. El pastel de calabaza con corteza de nueces me hizo decidir que de ahora en adelante, esa es la corteza que voy a utilizar. 




Mi pancita estaba feliz y  también mi espíritu.  Mientras comía, reflexionaba que después de todo, paso la mayor parte del tiempo sola, pero no en soledad.  Esa tarde me acompañaba el recuerdo de tantas experiencias maravillosas y el disfrute de una música extraordinaria.  Me acompañaba también la conciencia de que mi soledad era momentánea, porque afortunadamente tengo familia y amistades a quienes puedo acudir en otros momentos.  Esa no es la realidad de muchos, que no sólo viven solos, sino que están solos, porque no tiene a quien acudir.  En algunos casos, ni siquiera tienen alimentos y cada día representa despertar a una triste realidad.

Este jueves me recordé algo que siempre he sabido, pero que a veces olvido: que la vida me ha dado tanto; que es muy poco lo que puedo controlar; que mi imaginación puede evocar lo que no veo; que hay belleza en las lágrimas y que siempre debo dejar que mi luz brille, aunque otros no estén ahí para verla.  Después de todo, siempre habrá otros.  Este jueves, sola en mi casa, me sentí bendecida y una vez más, dí gracias por ello.

30 de noviembre de 2019












miércoles, 30 de octubre de 2019

Lecciones inesperadas






LECCIONES INESPERADAS DE LATÍN

El viernes pasado se efectuó el velatorio de Juan Alfredo, el esposo de mi prima Socorrito.  Fue una muerte inesperada –un derrame cerebral masivo lo sorprendió el  sábado de madrugada, seguido por unos días en coma hasta su deceso el martes en la tarde.  Todo ocurrió muy rápido, sin tiempo para prepararnos para lo que deberíamos estar preparados, ya que ninguno de nosotros es eterno.  Sabemos que vamos a morir, aunque no el momento exacto, lo cual es una ventaja.  No puedo imaginarme la angustia si viviésemos -como la leche de cajita- con fecha de expiración.  Sin embargo, para la familia es un jamaqueón demasiado fuerte enfrentarse a una muerte que no viene precedida de una enfermedad más o menos prolongada, que ofrece la oportunidad de “prepararnos”.

En el caso de mi prima, esta es su segunda experiencia desgarradora, porque su hija Carla falleció cuando sólo tenía 35 años, en circunstancias similares.  Otras muertes, aunque dolorosas, habían seguido el curso “normal” de vejez, enfermedad y deceso. Y yo sé que mi prima es fuerte, pero no sé si estos y otros golpetazos la habrán aflojado.

Acudí a la funeraria temprano en la mañana y la vi tan fuerte como siempre.  Poco a poco fueron llegando amigos y parientes y nos sentamos a contemplar las fotos que resumen la vida de esta pareja: la boda – en la cual yo fui dama; los hijos, los viajes, los nietos. Un reflejo de una vida bien vivida. Tras unas dos horas, decidí ir a almorzar, para luego regresar a la misa.  Soy algo alérgica a las misas, por aquello de que pueden ser monótonas y pro forma, dependiendo de la personalidad y formación del sacerdote.  Me encontré con mi otra prima Mayi, a quien hacía tiempo no veía y tuvimos un momento muy agradable de compartir experiencias, previo al comienzo de la ceremonia.  Ya había conversado con su hermano y su esposa en la mañana, en otro agradable intercambio de esos en los que una se alegra de tener la familia que tiene- cosa que no todo el mundo puede hacer.

La ceremonia comenzó y el sacerdote leyó como carretilla pasajes usuales en estos casos.  Para colmo, insistía en referirse a José Alfredo, en lugar de Juan Alfredo, por lo que comencé a exasperarme y debí repetirme mentalmente que Dios debía estar claro que se trataba de Juan Alfredo y no José Alfredo.  Cuando subieron dos personas a hacer lecturas, rogué que alguna sacara al hombre del error, pero el sacerdote continuaba refiriéndose a José Alfredo, hasta que en un pequeño intercambio, creo que la misma Socorrito lo corrigió.  El sacerdote se disculpó y procedió a llamar por su nombre a Juan Alfredo. Para ese momento ya yo estaba resignada a una perorata, hasta que la homilía tomó un cariz más profundo.

Comenzó por expresar que él no conocía a los presentes, como tampoco lo conocíamos a él, pero que como hijos de Dios, éramos, en efecto, hermanos, así que estábamos allí para celebrar la vida de ese hermano que iba ahora a la casa del Padre. Expresó lo usual en estos casos, en torno a la alegría que eso representa, pero tuvo –en esa y en otras instancias, la sensibilidad de recalcar que respetaba el dolor por la pérdida de la presencia física.  Logró captar plenamente mi atención cuando  aludió a la etimología de la palabra difunto, palabra harto conocida –de hecho, hemos tenido demasiada exposición a ella, pero debo confesar que desconocía el origen de la palabra, que proviene del latín defunctus. El significado original no estaba ligado a la muerte, sino a la persona que había pagado su deuda o cumplido su misión.

En este punto, el sacerdote preguntó cuántos hijos tenía Juan Alfredo y habló sobre la misión que cada uno de nosotros trae, como la misión que trajo Jesús al mundo.  Nos hizo reflexionar sobre el hecho de que la imagen más conocida no es la del niño en brazos de María o de cuando se perdió en el templo, sino de su muerte en la cruz, porque nos recuerda los sacrificios que un padre hace por sus hijos.

La imagen que yo tengo de Juan Alfredo es la de un hombre bueno –un buenazo, como decimos.  Desde mi perspectiva, siempre me pareció -y puedo estar equivocada- que la instigadora de embelecos en esa pareja era Socorrito y que Juan Alfredo era el apoyo que siempre estaba allí para asegurar que los proyectos se llevaban a cabo.  Y eso no es poca cosa.  Todos nosotros necesitamos alguien en quien apoyarnos –alguien que sabemos va a estar ahí siempre animándonos, ofreciendo consejos.  Juan Alfredo podía hacer cuentos interminables de los proyectos y a veces, cuando había alguna complicación de negocios, hacía una defensa férrea de Socorrito.  Si algo había resultado injusto para ella, él lo tomaba personal.

Mientras el sacerdote hablaba de la misión que todos traemos, yo pensaba en la misión de Juan Alfredo, aunque a veces el cura le volvía a cambiar el nombre y lo llamaba José Juan.  No importa – yo sabía de quien hablaba.  Pensé también que había una lección subyacente en las palabras que este sacerdote pronunció.  Mi impresión original fue negativa y me formé un juicio sobre él por su lectura apresurada y los equívocos con el nombre.  Más tarde, me di cuenta que una impresión negativa no debe cerrar nuestro entendimiento sobre una persona. Lo que este hombre dijo ese día trascendió el momento y me hizo reflexionar sobre mi propia misión, que por momentos pienso se queda corta.

Juan Alfredo se fue luego de haber vivido una vida plena, en la que dio lo mejor de sí a su familia y a su comunidad –con gozo, con entrega, con entusiasmo. Yo me siento honrada de que Socorrito, junto a él, me ofrecieron albergue en su casa durante el huracán María.  Allí estuve recogida como un pajarito al que le dan albergue en un nido amoroso.

Yo tenía pendiente recibirlos para unos garbanzos con patitas cuando encontrara los ingredientes de calidad, porque mi mamá decía que las cosas se hacen bien o no se hacen.  No se pudo, pero cuando nos volvamos a ver, considéralo hecho Juan Alfredo.  Y descansa, que tu misión ha quedado más que cumplida.

30 de octubre de 2019






sábado, 19 de octubre de 2019

CONFUSIÓN








CONFUSIÓN PRECIOSA

En días recientes ha habido una discusión sobre la propuesta nueva Ley de Armas, que está pendiente de la firma de la gobernadora.  No me he adentrado demasiado en el análisis, porque no es un asunto que me interese mucho.  No obstante, a base de lo que he leído, parece ser que el objetivo es liberalizar los procesos para obtener licencia para la tenencia e incluso portación de armas, con miras a que los ciudadanos “decentes” puedan protegerse de los delincuentes que están armados hasta los dientes.  Las armerías y los que tienen o aspiran a tener armas legalmente están muy a favor de estos cambios –los primeros por razones obvias y los segundos, porque necesitan aferrarse a un falso sentido de seguridad que les brinda tener un arma a su alcance.

Digo que es un falso sentido de seguridad, porque hay personas, como la fiscal asesinada hace unos años, cuya arma dentro de su cartera no le sirvió de nada.  Del mismo modo, un arma no va a servir de nada al pasar por una concurrida vía pública cuando se desata una balacera.  Son varias las personas inocentes que han caído víctimas de esta guerra entre dueños de los llamados “puntos”, que utilizan rifles de asalto, ametralladoras y otras armas potentes.  He visto este tipo de armas en fotografías de armerías y me pregunto: ¿para qué un ciudadano “decente” necesita un rifle de asalto? Porque vamos, no es que usted pueda andar con eso mientras va al supermercado, por más grande que sea su cartera.  Más aún, pienso que tener un arsenal en la casa se presta para que esas armas sean robadas y sean “recicladas” por los maleantes.  No podemos perder de vista que se robaron armas  de  nada más ni nada menos que el depósito  de éstas en la Policía.

Además del problema de las armas, hoy hay una discusión en el periódico sobre el número de balas que se adquieren, para lo que la Policía dice quiere crear un registro, pero que los dueños de armería dicen tal registro existe.  De hecho, la propia Policía ha dicho que hay personas que compran hasta 300,000 balas, lo cual abona a lo dicho por los armeros de que el registro existe porque si no, ¿cómo lo sabrían?  Que conste, que puedo pensar que haya gente que practique el tiro al blanco que les requiera comprar muchas balas –no sé si tanto como 300,000.  Hubo una deportista que se expresó en el reportaje, a quien se le identifica como vicepresidenta de las Damas de la Segunda Enmienda. Tengo una imagen de un escuadrón de mujeres uniformadas de rosita, rifle al hombro, marchando al compás del Battle Hymn of the Republic.  Ella se opone a que se limite el número de balas que pueda adquirir.

Dice esta dama de la segunda enmienda –a quien me imagino enfundada en un atuendo rosa, por aquello del toque femenino –gorra, guantes, protectores para los oídos- que ella ha gastado hasta 1,000 balas en un día de entrenamiento, por lo que ella entiende- y créanlo o no, estoy citando textualmente: “limitar eso es como limitar la cantidad de palabras que puedo leer en un libro. Es un derecho fundamental”.

En estos tiempos, ya pocas veces me quedo anonadada con la falta de mesura y cordura en lo que la gente dice.  Equiparar la cantidad de balas que puedan adquirirse con las palabras que puedan leerse es tan absurdo como la afirmación de que comprar balas es un derecho fundamental.  Me parece que debe acudir al  Diccionario de la Real Academia y buscar la definición de fundamental. En tiempos post María y post Junta, donde todavía hay gente sin techo; donde peligran las pensiones de miles de empleados públicos; donde está en riesgo la educación universitaria de nuestros jóvenes; donde nuestros viejos tienen que decidir si compran el medicamento o pagan la luz; donde miles de niños no tienen las herramientas adecuadas para el tratamiento a sus condiciones y sí, donde hay balaceras en las que se disparan hasta mil balas a plena luz del día -para matar, no como deporte- las palabras de esta mujer son una afrenta.  Debería comprar menos balas y leer más palabras; palabras que aludan a la solidaridad, a la empatía, a la comprensión de la complicada situación política y fiscal que nos ha llevado a donde estamos.

Tal vez, si esta dama lee más de estas palabras, salga de eso que un ex profesor mío llamaba, irónicamente,  una confusión preciosa.

19 de octubre de 2019

viernes, 11 de octubre de 2019

Los tres chiflados















RECORDANDO A LOS TRES CHIFLADOS

Antes de compartir mis impresiones sobre los sucesos de las últimas dos semanas, quiero dejar establecido que reconozco que la tarea que la gobernadora tiene ante sí es harto complicada.  En primer lugar, ha asumido una responsabilidad que no buscó.  Para más, tiene que lidiar con el desastre que le dejó su inmaduro antecesor (sin contar a Pierluisi el breve), que ha hecho palidecer el desastre anticipado que dejó su mal recordado padre.  Pese a que Rosselló hijo se fue, permanecen ahí unos personajes nada recomendables –el secretario de Salud, el secretario de Obras Públicas y el de Agricultura, así como más recientemente el de Educación, el comisionado de la Policía y la directora de ATM -el personaje de reparto que puso de manifiesto de manera patente  los faux pas de esta administración,.  Eso sin contar todos los personajes secundarios que administran asuntos menores en las agencias, que en muchos casos son seleccionados –por la administración que fuera- en procesos que constituyen una burla al sistema de mérito.

Tras los últimos sucesos de la saga de intriga protagonizada por Mara y el comisionado Escalera, muchos claman porque la gobernadora les destituya, así como a los otros que ya he mencionado.  No obstante, el asunto no es tan sencillo.  Reclutar un personal altamente capacitado, competente y de reputación intachable es de por sí complicado.  Para los puestos en cuestión no puede ponerse ahí a cualquiera –eso precisamente es lo que ha generado el  descalabro que tenemos.  No podemos perder de vista que falta tan sólo un año y un mes para las elecciones.  No hay muchos profesionales que tengan la preparación necesaria y estén dispuestos a asumir tanta responsabilidad, sabiendo que estarán en la mirilla pública, sus vidas se alterarán durante este período y tal vez más allá.  No puedo imaginarme las horas angustiosas que deben haber pasado la gobernadora y Zoe Laboy, a quien su cabello parece haberse rebelado en medio de este desbarajuste, tras su desafortunado recorte.  Se le revoluciona el pelo a cualquiera.

Establecido que esto no está nada fácil, paso a decir que pese a que creo que la gobernadora está haciendo unos grandes esfuerzos y que ciertamente hay un cambio de estilo con su antecesor, ya va siendo hora de que deje saber qué es lo que está ocurriendo, porque el pueblo no aguanta más incertidumbre y ya a nadie le creen la mitad de lo que dice.  Empecemos por el episodio de Mara, quien alegó haber sido secuestrada en Vieques, por lo que llamó a ese paladín de la seguridad y el orden en Puerto Rico, el flamante comisionado de la Policía Henry Escalera.  Esto generó que se le solicitara a un piloto de FURA que saliera en helicóptero en una operación de “emergencia”.  El piloto se negó. Los detalles han salido a relucir poco a poco.  En resumen, no había tal “emergencia” que requiriera despachar a un helicóptero cuyo uso está altamente regulado.

En una conferencia de prensa luego de que saliera a relucir el asunto, el secretario de Seguridad Pública Elmer Román, quien creo o creía que era una persona competente, anunció que respaldaba la acción de Escalera al decir que los actos del piloto constituían una insubordinación.  Ahí quedaron los dos más enredados que mi pelo tras un paseo por la playa y de las explicaciones que siguieron ni se diga –que si era un traslado a Morovis; que si era una medida cautelar; que si luego se revirtió el traslado físico, pero se le quitaron las funciones de piloto.  En todo esto se evidencia que parece que nadie allí sabe un divino de administración de recursos humanos.  Para empezar, los traslados no pueden ser medidas disciplinarias.  No se siguió proceso alguno de notificación del alegado “traslado” y cuando se hizo, fue de forma escueta.  No hay un ápice de fundamento para la acción.  Luego, se modifica la acción para dejar al piloto en su área, pero sin funciones de piloto, como medida “cautelar”.  El vocablo cautelar implica que es algo preventivo, pero ¿qué es lo que se intenta prevenir, si él es piloto y lo que motivó el suceso es precisamente que no piloteó el helicóptero?

En vistas ante el Senado, tanto Román como Escalera ofrecieron sus versiones por separado, en algo que produce vergüenza ajena.  Es evidente que Escalera metió la pata hasta el ñu, pero no es menos cierto que Román debió haber investigado más a fondo el asunto.  Tal parece que en la Policía hay un desconocimiento craso de la administración de personal o peor aún, que alguien hizo las advertencias necesarias y optaron por ignorarlas.

Mientras todo esto sucedía, la gobernadora dijo que relevaba a Mara de todo asunto relacionado con Vieques y Culebra, para en la misma ocasión decir que le relevaba de lidiar con los residentes de las islas municipio.  Esas gestiones las haría ella personalmente, o su jefa de gabinete, Zoe Laboy, en lo que constituye un ejemplo claro de micro management.  Si usted tiene que atender personalmente lo que se supone que atiendan los funcionarios a cargo de las agencias, usted está en problemas. Hay que recordar además, que cuando Mara asumió el puesto, designaría a un subdirector para hacerse cargo de la operación de día a día, debido a su desconocimiento del área de transporte marítimo.  Es decir, que sigue limitándose en sus funciones.  Me sospecho que no ha recibido limitación en su salario.  ¡Se indigna cualquiera; qué no serán los residentes de Vieques y Culebra!

Luego de esto, salió a relucir que la gobernadora había referido a Justicia al secretario de Agricultura, por alegados actos impropios, whatever that means.  Acto impropio puede ser interrumpir con ruidos un concierto de Bach en la sala sinfónica (que supongo el secretario no hará porque pienso que tal vez ni sepa quién era Bach), dejar sonar el celular, tratar con excesiva confianza a altos dignatarios, hacer chistes de mal gusto -en fin, vaya usted a saber.  Pero claro, al referirse a Justicia tiene que tratarse de actos que pudiesen constituir delito, así que no estamos hablando de cualquier cosita. Y a este señor, que se le paga con fondos públicos, se le refiere a Justicia y no tenemos la más mínima idea de por qué.  Él, como cualquier ciudadano, está cobijado por la presunción de inocencia.  No obstante, como funcionario de confianza no está cobijado por un derecho propietario a su empleo.

Si la gobernadora no quiere separarlo del puesto, pudo haber tomado una medida “cautelar”, como se hizo con el piloto de FURA, pero cómo es que nos enteramos de todo lo que se hizo contra ese empleado de carrera y con el de confianza no sabemos ni por qué se le refirió a Justicia, lo cual puede ser hasta peor, porque se especula cuál puede ser el posible delito, así que su reputación está en entredicho de todos modos.

Poco después sale a relucir que el gobierno federal ha congelado unos fondos del Departamento de Educación y el secretario -con explicaciones cantinflescas- ha dado pa' tras y pa' lante con esto, así como con la reducción a los fondos de educación especial mientras se aumentan partidas administrativas. Y last, but not the least, ahora resulta que a estas alturas -a dos meses de la fecha para su pago, no se sabe dónde habrán de aparecer los $70 millones necesarios para el pago del bono de Navidad a los empleados públicos.  Esto sin contar la fiesta de contratos en la legislatura, con personas sin competencia conocida, a quienes se les paga sin pedirles cuentas, mientras muchos están desempleados o tienen ínfimos sueldos. Nada, que en dos semanas hemos tenido un repertorio completo de intrigas y evidencia de cuán enredado está todo lo relacionado la administración pública en nuestro país.  De lo que ocurre en Estados Unidos no hablo, porque no acabo.

A los que sean de mi generación o disfruten de ver antiguos programas televisivos famosos en su tiempo, les dejo saber que he tenido grabadas en mi mente escenas frecuentes de un programa de comedia norteamericana que en ese tiempo se transmitía -como otros- doblado al español.  El programa se llamaba Los 3 chiflados (The 3 Stooges en inglés).  Se trata de las peripecias de tres personajes –Curly, Larry y Moe, cuya torpeza les creaba divertidas situaciones.  En las escenas que recuerdo, los personajes comenzaban a dar vueltas alocadas en círculo mientras permanecían en el mismo lugar y se iba enredado hasta Moe, que era el que supuestamente imponía el orden.  Pues así veo las acciones de esta administración: un grupo de tontos dando vueltas en el mismo sitio, sin que la persona al mando sea capaz de dar un alto a las alocadas vueltas.

11 de octubre de 2019