MÁGICA Y DULCE
NAVIDAD
Desde hace
varios años disfruto de preparar dulces y variantes de coquito para regalar durante
estos días de Navidad. No siempre
preparo los mismos –todo depende de mi ánimo.
No obstante, hay algunos que se repiten año tras año –las bolitas de
nueces con la receta de mi amiga Elena y el coquito en alguna de sus
modalidades. Últimamente lo hago de café.
Hubo un tiempo que hacía el tradicional, luego preparaba de chocolate y
dado el gusto de mi Buddy por la lavanda, llegué a hacerlo con este ingrediente
singular. En tiempos de la fiesta
familiar solía llevar un bizcocho –a veces al revés, a veces un ponqué decorado
con flores de pastillaje. Ya no recuerdo
la última vez que me embarqué en una de esas complicaciones.
En
tiempos más recientes comencé a incluir el majarete en mi repertorio
culinario. Este año, por primera vez,
incorporo una receta que aprendí el año pasado en Italia. Fue un viaje con
énfasis en la comida y el vino y tuvimos la oportunidad de ver cómo se
preparaban unos platos de la regiónToscana.
Los cantuccini son parecidos a
esas pequeñas galletas tostadas que vemos en cafés, conocidas como biscotti.
Tienen almendras y para mí fue como presenciar la revelación de cómo
se prepara algo de una forma insospechada.
Una vez terminados, es como descubrir un secreto.
Lo
primero que me sorprendió y que requiere ese grado de fe indispensable en la
cocina, es ver cómo se forma un pozo en medio de un círculo de harina con
azúcar, mantequilla y se depositan en el centro los huevos, la vainilla y medio
vaso de Sambuca, un licor de anís. Como
no tenía Sambuca, usé Ouzo que había traído de un viaje a Grecia.
Finalmente,
se añaden las almendras enteras, que resulta sorpresivo al ver el producto
final, con las almendras picadas –ya verán por qué. Ya había hecho esto el año pasado,
cuando regresé del viaje, pero no deja de asombrarme la transformación que
opera cuando se empiezan a incorporar estos ingredientes sobre una mesa,
formando una masa pegajosa. Este año
tuve que añadir más harina, porque la masa quedó tan blandita que todo se me
pegaba a las manos.
Terminada
la preparación, procedí a meter al horno los cordones estirados que formé con
la masa. En este punto sentí algo de
miedito -¿y si no queda bien; y si pasé todo este trabajo y echo a perder todo
lo invertido? Ahí es que entra en acción
el grado de fe que tenemos los que nos encanta cocinar. Mientras esto se transformaba en el horno, comencé
la preparación de las bolitas o mantecaditos de nueces de la receta de
Elena.
Esta es una que he hecho tantas
veces que no me da miedito. Además, es
más fácil –es de esas recetas agradecidas. Con el tiempo descubrí que la receta
puede estar basada en unas galletitas norteamericanas que se conocen como snowball cookies, que presumo se llaman
así por la apariencia que tiene su forma redondeada cubierta de azúcar pulverizada.
Finalmente,
me asomé al horno y vi la masa expandida, con si fueran hogazas de pan
doraditas.
Las saqué del horno para que
enfriaran un poco antes de cortarlas.
Mientras tanto, formé las bolitas de las otras galletas y las puse al
horno.
Retorné al paso final de los cantuccini, que es como cuando el mago culmina su acto. Fui
cortando las hogazas al sesgue, para
revelar la famosa forma de estas galletas y las almendras que se pican con cada
corte. ¡Ta-taaaan!
Saqué del
horno las bolitas y las polvoreé con la azúcar de repostería. Ya las galletas estaban listas y era cuestión
de que terminaran de enfriar. Decidí
tomar un descanso antes de emprender la próxima tarea: el majarete. Este es un postre muy tradicional y descubrí
que ya poca gente lo hace. A mí me
encanta y me recuerda mucho a mi Madrinita, que lo hacía exquisito, con leche
del coco rallado. Yo no llego a tanto,
así que uso leche de coco de lata. Después de todo la receta de Giovanna Huyke
- que es la que uso, alterándola para disminuir la cantidad de azúcar - no dice
que tenga que ser la leche del coco rallado.
Terminé
los tres postres, los cuales repartiré entre vecinos y amistades y me regocijé
en la sensación que me produjo esta tarea de amor que me asigno todos los años. Hoy, como otras veces, me sentí conectada a
toda la línea materna, que la componían extraordinarias cocineras: Mami, Titi
Leo, Madrinita, pero más allá, me sentí conectada a toda la tradición culinaria
de mi país a través de un simple, pero exquisito majarete. Me sentí conectada a toda la rica tradición
culinaria norteamericana que muchas veces se desdeña pensando que todo es
hamburguesas y steaks. Muchos ignoran
que las mujeres desarrollaron toda una cocina tradicional usando los productos
de temporada, como nueces, manzanas, calabaza y otros. Todo esto me vino por la vía insospechada de
mi amiga Elena.
Me sentí
conectada a la tradición culinaria italiana, a través de esas galletas que
hemos visto muchas veces, sin saber el misterio que encierran y hasta me conecté con el gozo griego que hace
exclamar un Opa! tras un trago de Ouzo.
Hoy en mi cocina hubo magia, como la dulce magia que deseo para todos y
todas en esta Navidad.
24 de
diciembre de 2019