CONFUSIÓN PRECIOSA
En días
recientes ha habido una discusión sobre la propuesta nueva Ley de Armas, que
está pendiente de la firma de la gobernadora.
No me he adentrado demasiado en el análisis, porque no es un asunto que
me interese mucho. No obstante, a base
de lo que he leído, parece ser que el objetivo es liberalizar los procesos para
obtener licencia para la tenencia e incluso portación de armas, con miras a que
los ciudadanos “decentes” puedan protegerse de los delincuentes que están
armados hasta los dientes. Las armerías
y los que tienen o aspiran a tener armas legalmente están muy a favor de estos
cambios –los primeros por razones obvias y los segundos, porque necesitan
aferrarse a un falso sentido de seguridad que les brinda tener un arma a su
alcance.
Digo que
es un falso sentido de seguridad, porque hay personas, como la fiscal asesinada
hace unos años, cuya arma dentro de su cartera no le sirvió de nada. Del mismo modo, un arma no va a servir de
nada al pasar por una concurrida vía pública cuando se desata una
balacera. Son varias las personas inocentes
que han caído víctimas de esta guerra entre dueños de los llamados “puntos”,
que utilizan rifles de asalto, ametralladoras y otras armas potentes. He visto este tipo de armas en fotografías de
armerías y me pregunto: ¿para qué un
ciudadano “decente” necesita un rifle de asalto? Porque vamos, no es que
usted pueda andar con eso mientras va al supermercado, por más grande que sea
su cartera. Más aún, pienso que tener un
arsenal en la casa se presta para que esas armas sean robadas y sean “recicladas”
por los maleantes. No podemos perder de
vista que se robaron armas de nada más ni nada menos que el depósito de éstas en la Policía.
Además
del problema de las armas, hoy hay una discusión en el periódico sobre el número
de balas que se adquieren, para lo que la Policía dice quiere crear un
registro, pero que los dueños de armería dicen tal registro existe. De hecho, la propia Policía ha dicho que hay
personas que compran hasta 300,000 balas, lo cual abona a lo dicho por los
armeros de que el registro existe porque si no, ¿cómo lo sabrían? Que conste, que puedo pensar que haya gente
que practique el tiro al blanco que les requiera comprar muchas balas –no sé si
tanto como 300,000. Hubo una deportista
que se expresó en el reportaje, a quien se le identifica como vicepresidenta de
las Damas de la Segunda Enmienda. Tengo
una imagen de un escuadrón de mujeres uniformadas de rosita, rifle al hombro, marchando
al compás del Battle Hymn of the Republic.
Ella se opone a que se limite el
número de balas que pueda adquirir.
Dice esta
dama de la segunda enmienda –a quien me imagino enfundada en un atuendo rosa,
por aquello del toque femenino –gorra, guantes, protectores para los oídos- que
ella ha gastado hasta 1,000 balas en un día de entrenamiento, por lo que ella
entiende- y créanlo o no, estoy citando textualmente: “limitar eso es como
limitar la cantidad de palabras que puedo leer en un libro. Es un derecho
fundamental”.
En estos tiempos,
ya pocas veces me quedo anonadada con la falta de mesura y cordura en lo que la
gente dice. Equiparar la cantidad de
balas que puedan adquirirse con las palabras que puedan leerse es tan absurdo
como la afirmación de que comprar balas es un derecho fundamental. Me parece que debe acudir al Diccionario
de la Real Academia y buscar la definición de fundamental. En tiempos post María y post Junta, donde todavía hay
gente sin techo; donde peligran las pensiones de miles de empleados públicos;
donde está en riesgo la educación universitaria de nuestros jóvenes; donde nuestros
viejos tienen que decidir si compran el medicamento o pagan la luz; donde miles
de niños no tienen las herramientas adecuadas para el tratamiento a sus
condiciones y sí, donde hay balaceras en las que se disparan hasta mil balas a
plena luz del día -para matar, no como deporte- las palabras de esta mujer son
una afrenta. Debería comprar menos balas
y leer más palabras; palabras que aludan a la solidaridad, a la empatía, a la comprensión
de la complicada situación política y fiscal que nos ha llevado a donde
estamos.
Tal vez,
si esta dama lee más de estas
palabras, salga de eso que un ex profesor mío llamaba, irónicamente, una
confusión preciosa.
19 de
octubre de 2019
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