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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

lunes, 25 de diciembre de 2017









¿FELIZ NAVIDAD?

Para los que adornan el alma aun en tiempos difíciles...

Este año nos ha puesto a prueba.  Se dice que este es el país más feliz, donde se celebran las navidades más largas del mundo – esas navidades que son una mezcla de tradición jíbara; música inspirada, festiva, pícara; excesos de comida y bebida; fervor religioso; compras desmedidas; luces por doquier.  Pero vino María –el huracán, no la Virgen y nos cambió la vida.  A más de tres meses del huracán se estima que la mitad de los  puertorriqueños  todavía no tiene luz en sus hogares o comunidad, incluyendo los pequeños negocios.

Antes del huracán ya teníamos una economía en crisis, así que María ocasionó que nos sumiéramos en un hoyo más profundo –algo que jamás imaginamos.  Nosotros, que somos los primeros en salir a ayudar al mundo con sus catástrofes, ahora seríamos los recipientes de ayuda.  Causa dolor ver los vídeos y fotos de casas destrozadas, puentes colapsados, personas con la mirada perdida, naturaleza devastada.  Causa indignación ver la reacción humillante de Trump –me resisto a llamarle presidente- y los torpes esfuerzos de este gobierno que no sale de su marasmo porque se niega a ver la realidad.

Todos hemos tenido más gastos, aún los que como yo no poseen una de esas tan codiciadas “plantas”.  Me acostumbré a beber el agua caliente y  usaba leche de “cajita” para mi café, lo que se convirtió en un reto porque debía buscar cajitas de verdad, de las que sólo tienen ocho onzas, ya que al no tener refrigeración desperdiciaría una completa.  Estas, por supuesto, son mucho más caras.  Compraba alimentos que normalmente no compro.  Antes de María comía salchichas quizás tres veces al año; luego de María se convirtieron en un alimento regular.  Mi gusto por la cocina me llevó a crear platos interesantes con este alimento: sancocho con salchichas, pasta con salchichas y cocido de garbanzos con salchichas.

Me sobrepuse al miedo que me causaba la pequeñísima estufita de gas de una sola hornilla para preparar mis alimentos.  Las familias que no poseyeran una planta ni una estufa de gas gastarían horrores en comidas preparadas.  Otros, los que ni siquiera tenían casa, dependerían de que alguien les proveyera alimento.  Ese alguien, muchas veces fue un vecino, una organización comunitaria, algún empresario con conciencia social.  Las historias de grupos comunitarios que salieron a ayudar son tan abundantes como las historias de dolor.

Después de María nuestra vida giró alrededor de asegurar la subsistencia: buscar agua, comida, asegurar nuestras pertenencias.  Con el paso del tiempo fuimos logrando lentos avances y se acercaba la época festiva.  Parecería que no hay motivo para celebrar en medio de tanto sufrimiento, particularmente de aquéllos que perdieron su hogar y viven en condiciones precarias.  Para algunos oír Feliz Navidad puede generar coraje o desesperanza, porque su vida en estos momentos no es nada de feliz.

Hace poco más de una semana asistí a la misa de aguinaldo que se celebra en el Centro Gubernamental Minillas.  Solía ir cuando trabajaba allí y luego de retirarme quise mantenerme conectada a esa tradición.  La ceremonia sencilla, oficiada por un sacerdote que emana humildad y apego a nuestras tradiciones, que incluyen trovadores, me emocionó y me hizo pensar una vez más en la importancia de volver a lo básico.  Ayer vi un vídeo de una señora que perdió sus pertenencias porque aparentemente el huracán se llevó el techo, adornando con latas, gomas vacías y otros desechos, porque en medio de todo, hay que celebrar la Navidad.  Y ese es el verdadero espíritu de la Navidad –no son los adornos costosos, ni lo regalos que se ofrecen por cumplir, sino los adornos que  ponemos para alegrarnos el alma –que hasta los psicólogos recomiendan que cuando estamos deprimidos y sin deseos de nada, nos animemos a pintarnos la cara y salir a interactuar con otros.

Celebrar la Navidad en los tiempos post María no quiere decir que no vamos a denunciar los errores que haya que denunciar en el manejo de esta crisis, ni que vamos a olvidar a los que menos tienen.  Quiere decir que nos vamos a adornar el alma para ayudar a otros y a nosotros mismos a ver lo que es esencial en la vida: el amor de familia y amigos.  Ya preparé coquito, majarete que me recuerda a Madrinita junto a  unos polvorones de nueces que me enseñó a hacer mi amiga Elena y comencé a repartir, como hacía mi mamá con sus vecinos.  Tengo un pequeño arbolito en una mesa –ya hace varios años que no me embarco en el proyecto de comprar un árbol grande que requiere estar horas adornando y un retablo que me regaló mi amiga de la niñez Carmencita, con quien compartí una sencilla, pero elegante- que María no se llevó el caché- cena que preparé con mucho amor.

Con todas las bendiciones que tengo, he tenido momentos en que me deprimo –la situación del país no es para menos, pero he escogido adornar mi alma para esta Navidad y hacer que lo verdaderamente importante esté presente, como estuvo presente en aquél pesebre hace miles de años.  Feliz Navidad.


25 de diciembre de 2017

Me puedes escribir a: anaolivencia.1954@gmail.com

#Navidad


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