LAS VOLUNTARIAS TAMBIÉN SOMOS MUJERES TRABAJADORAS
Hoy, 8 de
marzo, conmemoramos el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en recuerdo
de las luchas de mujeres que por años reclamaron mejores salarios y condiciones
de trabajo. Esa lucha se puso aún más de
manifiesto a comienzos del siglo 20, cuando cientos de mujeres quedaron
atrapadas en una fábrica en llamas. En
1975, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 8 de marzo como
el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Desde entonces, se han celebrado miles de actividades que pretenden, a
veces sin lograrlo, destacar la aportación de la mujer.
Algunas
de esas celebraciones se centran en la imagen tradicional de madres abnegadas y
perpetúan la grave injusticia de la doble jornada, destacando que muchas
mujeres laboran de forma asalariada durante 8 o más horas, para luego llegar a
la casa a hacer los oficios del hogar –cocinar, limpiar, ayudar a los hijos con
las tareas y terminar extenuadas. Es de
notar que en muchos hogares hay varones que muy bien pueden compartir las
tareas, pero ni se inmutan. Algunas
mujeres no trabajan fuera del hogar, pero trabajan sin remuneración manteniendo
un hogar y resolviendo los problemas de la familia inmediata y de la lejana
también.
Hay otro
grupo de mujeres que trabajen asalariadas o no, deciden hacer trabajo
voluntario. A ese grupo pertenecemos las
voluntarias de la Fundación Luis Muñoz Marín, quienes nos dedicamos a trabajar
con documentos históricos de Puerto Rico relacionados no sólo con Muñoz, sino
con todo lo que acontecía en el país o el mundo durante su tiempo. Cabe destacar que también hay hombres
voluntarios, pero constituyen, como excepción a la regla de que las mujeres
somos más, una exigua minoría. Las
razones son múltiples y no soy socióloga, pero una conocida me ofreció su
versión al intentar justificar por qué ella no trabajaba como voluntaria.
Según
esta mujer, los hombres no están dispuestos a trabajar sin remuneración y son
siempre las mujeres las que se ofrecen.
En su caso, no está dispuesta a ofrecer su tiempo de forma
gratuita. De ese modo, ella “nivela” la
disparidad entre hombres y mujeres. Las generalizaciones son peligrosas y
aunque hay algo de verdad en lo que ella plantea, hay muchos hombres que hacen
trabajo voluntario. Las razones por las
cuales muchos no lo hacen son complejas y tienen que ver con un
condicionamiento social. Sostengo, como
teoría y porque lo he visto, que tanto hombres como mujeres tienen la capacidad
de dar de sí de forma desinteresada.
Lo otro
que resulta peligroso es la actitud de muchas mujeres que –en un reclamo
legítimo de igualdad, pretenden acercarse al modelo tradicional del hombre
trabajador, cuando debería ser al revés.
No se trata de que los imitemos en todo, sino en aquello de beneficio
como sociedad. Por eso me parece horrible
que muchas mujeres quieran practicar el boxeo-una actividad cruenta cuyo
objetivo es golpear al oponente hasta que no se pueda levantar. El objetivo debería ser que todos –hombres y
mujeres- no entraran en esa actividad.
Del mismo modo, para alcanzar el éxito laboral las mujeres debemos hacer
uso de nuestra mayor fortaleza –la empatía, la atención a los detalles, en
lugar de tratar de imitar unos estilos agresivos del mundo corporativo. Y los estilos son sólo eso, no pertenecen a
un género, pero nos han sido inculcados generación tras generación y tanto
hombres como mujeres somos presa de ese condicionamiento social.
La mujer
que me expresó su resistencia a ser voluntaria es presa de ese condicionamiento
y se pierde una oportunidad de oro. Quienes
ejercemos el voluntariado, contrario a lo que se dice, sí recibimos algo a
cambio, aunque no lo buscamos. En mi
caso, el orgullo de aportar algo en beneficio de la preservación de nuestra
historia. He tenido la oportunidad de
participar de varias actividades culturales.
Tengo el privilegio de transitar por los predios donde una vez vivió un
matrimonio que con los errores que décadas después se sacan de proporción o de
contexto, estuvo dedicado al servicio al país.
Tod@ puertorriqueñ@ debería ver esa casa y sus alrededores. Por último y
no menos importante, he conocido mujeres extraordinarias, de diversos
trasfondos, pero todas dando lo mejor de sí.
Algunas de ellas se han convertido en verdaderas amigas.
Las
mujeres voluntarias, como las asalariadas o las amas de casa, también somos
trabajadoras, porque por definición hacemos un trabajo. Ese trabajo se remunera de forma distinta,
pero sigue siendo un trabajo, que en este caso debo decir que es sagrado. A todas las voluntarias, independientemente
del tipo de organización en la que presten servicios, les extiendo mi
felicitación en este Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
8 de
marzo de 2022
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