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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

lunes, 11 de enero de 2021

DE CORAZÓN

 



DE CORAZÓN

Hoy se conmemora el natalicio de Eugenio María de Hostos, educador, escritor y defensor de nuestra identidad puertorriqueña que ha sido proclamado “ciudadano de América”.  No hay mejor día que este para escribir sobre el obsequio inesperado que recibí por correo estas navidades.  Es preciso hacer referencia a quién es la persona que me hace el obsequio.  Lo conocí hace unos 17 años, en un templo muy pequeño de Unity que ofrecía los servicios en inglés.  Llegué allí no porque buscara servicios en inglés, sino porque asistí a unos talleres de desarrollo personal en los que conocí a unas personas asiduas de ese templo que me invitaron a un servicio, precisamente para Pascua.  En ese tiempo comenzaba a salir de lo que yo llamo mi periodo de estar “peleada con Dios”.

La razón para mi distanciamiento de Dios tiene que ver con la muerte de mi mamá y ese periodo duró hasta –irónicamente- un tiempo después de la muerte de mi papá.  Estaba sentada en el balcón de mi apartamento cuando de repente sentí algo que no puedo explicar; algo como sentir que mi papá estaba –sin estar- allí.  Y me dije a mí misma, si puedes sentir la presencia de tu papá que ya no está, ¿cómo es que no sientes la presencia de Dios? Poco a poco fui acercándome y Unity fue instrumental en ello, porque no me sentía presionada.  Iba allí porque quería, no porque sintiera que si no iba sería condenada.  Tampoco sentía que nadie me recriminaba si algún domingo decidía no asistir, del mismo modo que no siempre siento esa conexión con Dios.  Sin embargo, me esfuerzo por no perderla a través de la lectura de La Palabra Diaria, la cual perdura hasta el día de hoy

Calculo que cuando conocí al motivo de este escrito, ya llevaba bastante tiempo asistiendo a Unity.  El templo tenía –y no sé si todavía existe, porque hace mucho tiempo que no voy- un área con libros, tarjetas y otros objetos con mensajes.  En una ocasión me detuve a ver unas postales navideñas y resulta que allí estaba su creador, el artista Carlos Sueños.  Nos detuvimos a hablar un rato y allí inició una rutina en la que yo adquiría tarjetas navideñas creadas por él, las cuales enviaba a amistades especiales, porque estas no eran tarjetas producidas en masa.  Además, Carlos las realizaba en un papel especial.

Fueron varias las veces de encuentros en lugares que una no asociaría con arte, como una cafetería operada por dominicanos en Santurce, o un restaurante de comida rápida Subway.  Era como si fueran encuentros clandestinos para traficar en mercancía ilegal.  Yo le pagaba las tarjetas y él me entregaba su obra, en medio de unas interminables conversaciones. En una ocasión sí nos encontramos en el Museo de Arte de Puerto Rico, en uno de los bancos del vestíbulo, en un ambiente más cónsono con el objeto de nuestros intercambios.

Siempre que me encuentro con Carlos, hay conversaciones extensas, que giran en torno a temas variados.  Carlos puede hablar de la naturaleza, de procesos químicos, de las conexiones de las neuronas cerebrales, de los cristales en el agua, de teología, de  sus experiencias en distintas galerías o entornos del arte.  Su pensamiento es en ocasiones difícil de seguir, porque él hace unas conexiones que yo, honestamente, no siempre veo.  Su mente parece estar todo el tiempo como acelerada y un poco su obra refleja esa diversidad, esa manera distinta de ver el mundo.  Pese a que miramos el mundo desde prismas distintos, hay algo en su obra que alguien como yo -con una mente más lineal- percibe, porque es reflejo de que somos una unidad de mente, cuerpo y espíritu.  Y eso, mi corazón lo percibe.

A principios de diciembre recibí un mensaje de Carlos solicitándome mi dirección postal.  Pensé que iba a enviarme alguna promoción de alguna exhibición y hasta olvidé que no habíamos efectuado el encuentro en clandestinaje para la entrega de las acostumbradas tarjetas.  Le envié mi dirección y olvidé el asunto, hasta que a fines de diciembre recibí la obra cuya foto engalana este escrito, como felicitación navideña de su parte. Tengo que decir que se me saltaron las lágrimas.  Nunca pensé que un artista como él se preocupara por enviar este regalo a alguien que salvo por la compra anual de tarjetas y una obra que no representó un gasto sustancial, no puede haber significado gran cosa en sus ingresos como artista.  Lo llamé para agradecerle su regalo y tuvimos otra de esas extensas conversaciones.  Me dijo que estas navidades decidió hacer estos envíos de felicitación, usando un papel distinto.  Le comenté sobre lo que percibo como conchas de caracol en el diseño y se embarcó en otro de sus viajes por su mundo de artista al que yo no puedo acceder por otro medio que no sea el corazón.

En algún momento voy a enmarcar este singular regalo, que salió, como él dice, del corazón y así mismo yo lo recibo.  Namasté, Carlos.



11 de enero de 2021


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