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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 7 de abril de 2020

El otro virus







EL OTRO VIRUS

Durante el mes de febrero comenzó a acrecentarse –para la mayoría- la preocupación por un virus que se originó en la China.  Digo para la mayoría, porque para el entonces secretario del Departamento de Salud esto no presentaba mayor riesgo, ya que a Puerto Rico no arribaban vuelos directos de ese país.  La entonces epidemióloga del estado, la Doctora Deseda evidenció tener un problema mayor que el mío en términos de conocimientos de geografía al afirmar que Italia tenía mayor número de contagios por su cercanía al país que construyó la gran muralla.  Tras una serie de traspiés, la gobernadora se deshizo de estos patéticos personajes y designó un nuevo secretario, que parece ser una persona competente e inspira confianza.  Además, creó un grupo de trabajo compuesto por médicos de la academia y otras ramas para que le sirviera de cuerpo asesor.

Debo deducir que fue el grupo de trabajo el que hizo la recomendación de la imposición de la cuarentena, que tuvo su efecto completo el lunes 16 de marzo, ya que el toque de queda se inició el domingo previo, a las 9 p.m. Bajo esa directriz, que luego se enmendó recientemente, todas las personas deben estar en sus casas -ahora desde las 7 pm hasta las 5 a.m. del día siguiente, salvo para recibir tratamiento médico, asistir a ciertos trabajos designados esenciales, comprar alimentos, medicamentos y otros artículos de primera necesidad. El impacto sobre la economía aún no se calcula en toda su extensión.  Miles de personas han quedado desempleadas, así como múltiples negocios han tenido que suspender operaciones.  Mi mente humanística no es capaz de visualizar los miles de millones en pérdidas que esto implica.

Lo que puedo comprender mucho mejor es el impacto sobre las familias que ya de por sí estaban sufriendo una reducción en sus ingresos y de momento se enfrentan a que no es que reciban menos; es que no reciben nada.  Para personas con salarios muy bajos o que fluctúan porque son cuentapropistas, esto es devastador.  Muchos de ell@s ya se habían reinventado, preparando comidas para vender, haciendo bizcochos, ofreciendo servicios de transportación y cualquier cosa que contribuyera a poder llevar alimento y artículos de primera necesidad a la familia.  Una vez entra en vigor la cuarentena, se hizo imperativo volver a reinventarse.

Tengo una amiga que comenzó a hacer mascarillas de tela, un artículo que se hace indispensable ahora que el gobierno recomienda su uso para cuando se hace necesario salir al supermercado. También ha habido empresas locales que han transformado su operación para ofrecer el que quizás es el producto más preciado: alcohol o desinfectantes de manos.  En ese esfuerzo se han asociado con otras compañías que producen productos de limpieza para ampliar la oferta.  Según se ha informado, aparte de vender los productos a gran escala, también hacen donaciones a instituciones médicas o de cuidado de ancianos.  Es el mejor ejemplo de una operación comercial con sentido de comunidad –que no se trata sólo de devengar ganancias, sino también de contribuir a la sociedad.  Después de todo, si una empresa se ocupa de mantener saludable a un sector de la población, podrá en un futuro ofrecer su producto a un mayor número de personas.

Son incontables los casos de artistas, maestros de yoga, de música, de danza, de cocina, de you name it que ofrecen sus servicios de forma gratuita a través de las redes sociales.  Nos ofrecen momentos de puro gozo, de paz espiritual y de esa risa tan necesaria en estos tiempos. En estos momentos, muchos de ellos no tienen ingresos.  La recompensa podrá llegar luego, pero mientras tanto, ¿qué?  Nos toca a los que por circunstancias de la vida estamos más estables económicamente, asegurarnos de que apoyamos de algún modo a quienes más lo necesitan.  Y de eso, sobran los ejemplos.  Hay much@s que se ofrecen a comprar víveres u ofrecer transportación.  El espíritu de solidaridad se desborda de una forma que me emociona hasta las lágrimas.

Mientras todo esto ocurre, hay otros que muestran el lado más oscuro del ser humano.  No bastó con Whitefish, con los que ostentaron puestazos, con los que repartieron generadores a los panas o a los del corazón del rollo en medio de la tragedia del huracán.  Ha salido a relucir que en medio de esta pandemia hubo unos seres despreciables que decidieron reinventarse -¡y cómo!  Supimos que una compañía dedicada a la construcción decidió de súbito dedicarse a la distribución de pruebas de diagnóstico para el COVID-19.  Vamos, que puedo entender que el que fabricaba ron modificara la operación para hacer desinfectante –después de todo el ron es alcohol, pero de la construcción a pruebas de diagnóstico va un enorme trecho.  Presumo que la compañía sabe de cemento, de varilla, de piedra, pero de esto otro, como diría la mamá de una amiga: ¿qué tiene que ver el culo con la primavera? Y me disculpan la vulgaridad –es que con esto de la cuarentena estoy viendo mucha televisión española.

Al preguntársele al dueño de de la compañía de construcción ahora diversificada a distribuidora de pruebas de detección de virus, respondió que diversificó las operaciones de una torrefactora también de su propiedad a productos de higiene y protección personal y recibió el ofrecimiento de ofrecer las pruebas –nada, que lo mismo vende cemento, que café que guantes o estas pruebas que pocos conocíamos.  Su ayudante en esta nueva faceta fue el ex director de la Autoridad de Transporte Marítimo ahora convertido en su asesor legal y de negocios, que parece también haberse diversificado –lo mismo administra una operación marítima, que ofrece asesoramiento legal y de negocios en tiempos de un virus que arropa el globo terráqueo.  Por cierto, este asesor fue el que despidieron por permitir a una lancha de las que administraba atracar en un muelle de Vieques para que los pasajeros pudieran participar de una boda –imagino que muy tus tus, en tiempos en que los muelles estaban casi deshabilitados tras el paso del huracán María.

Las peripecias del constructor/torrefactor/distribuidor de pruebas de detección de virus se dan porque hay una contraparte en las agencias de gobierno que también se diversifica, cuando no se supone que lo haga, para ofrecer beneficios a sus amigos, al partido y por qué no, a su propio bolsillo, mientras recibe un salario por un puesto en el gobierno. Esa contraparte es la gente que no tiene claro que su lealtad es al pueblo, no a una persona o a un partido.  Esos son los Yamil Koury, los Víctor Fajardo, los Anaudi de la vida, que tenían el virus de la codicia en su sangre.  Ese virus ha mutado y sigue infectando a muchos.  Resulta insidioso y se cuela en los círculos de poder, contagiando poco a poco a funcionarios de varios niveles.  Permanece indetectado por décadas  y no sabemos cuánta gente lo padece.  La cura es la toma de conciencia, pero hasta que cada persona no asuma su responsabilidad, no se podrá erradicar del todo, aunque sí se puede contener con las denuncias y penas de cárcel para los que traicionen la confianza del pueblo.

A mí me causa una soberana indignación que mientras hay gente que se muere en Vieques porque no hay un hospital con los equipos necesarios, mientras hay familias que no saben cómo cubrirán los gastos de la próxima semana, un individuo como este que se diversifica para su propio beneficio, haya sido capaz de querer tener una ganancia astronómica, cobrándole al gobierno $38 por cada prueba, al son de $38 millones, por algo que según el reportaje del periódico de hoy, se consigue en el mercado internacional hasta por menos de $10.  Y esto cobrado a un gobierno quebrado, que no tiene suficientes equipos para proteger al personal médico, ni suficientes respiradores para sostener la vida de todos los que pueden estar a riesgo de morir si se materializan las proyecciones de contagio a las personas más vulnerables.

Me indigna que mientras mi amiga, con una preparación académica envidiable y una vasta cultura hace mascarillas para afrontar sus vicisitudes económicas y aún así dona parte de su artesanal producción a los más necesitados, este ser, por no decirle hijo de p… sea capaz de querer hacerse rico de un tirón. Me indigna que mientras hay pequeñas empresas -a las que les ha tomado años levantarse y emplear unas pocas personas-  que ven cerrados sus negocios, este hombre quiera hacer una purruchá de chavos al instante, sin mayor esfuerzo. No hay nada malo en obtener ganancias, pero hay algo intrínsecamente mal en un ser humano que es capaz de aprovecharse de una situación como la que vivimos, con un gobierno en quiebra que a duras penas puede cubrir lo estrictamente necesario y una población en la que casi el 50% de la población vive bajo los niveles de pobreza. Para colmo, estas acciones retrasan aún más la adquisición de las pruebas que necesitamos desesperadamente para medir el progreso de la enfermedad y determinar cuánto tiempo más debe durar la cuarentena.

Me causa desasosiego que este hombre haya puesto una mancha en tantas acciones hermosas de nuestro pueblo, que una vez más demuestra solidaridad en momentos de adversidad.  Precisamente en esta semana, que se denomina Semana Santa, este hombre me ha alterado mi paz espiritual; despertó en mí una indignación visceral; me ha hecho proferir por lo bajo esas palabras que contienen ñ, porque se ha dejado seducir por  un virus que aún no hemos podido erradicar: la codicia. Permita Dios que hombres como este empresario y los que le ayudaron tomen conciencia de sus acciones. Ruego por que nos encaminemos a sanar pronto del COVID-19 y reduzcamos a un mínimo el virus de la codicia que por tanto tiempo – mucho antes que este último- nos ha atacado.

7 de abril de 2020




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