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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 11 de abril de 2020

LA PÁGINA QUE NO PODEMOS PASAR






LA PÁGINA QUE NO PODEMOS PASAR

En agosto del año pasado escribí a raíz de la efímera estadía de Pedro Pierluisi en la Fortaleza y la juramentación de Wanda Vázquez, tras el reclamo que hacían muchos de la necesidad de “pasar la página”.  Decía yo que no podíamos pasar la página –que era necesario, al menos, marcar la página para ver cómo se desenvolvía el asunto, ya que había muchas interrogantes en torno a la figura de la gobernadora.  Hoy retornamos a la página que muchos dejamos marcada, porque la crisis de la pandemia del coronavirus se da en medio de una gran crisis: la crisis en la institución gubernamental.

Hace muchos años tuve grandes diferencias con una persona –los que me conocen bien saben quién es y su nombre no es relevante para lo que quiero expresar. Durante los años que interactuamos enfrentamos varias situaciones difíciles que pusieron a prueba nuestra relación.  A mi reclamo de atender el asunto, siempre recibía la misma respuesta: estamos en una crisis; cuando esto termine, bregamos con el asunto. Y las crisis se sucedían una tras otra, hasta que finalmente deduje que no eran crisis distintas; era una misma crisis fundamental con diversas ramificaciones.  Lo mismo ocurre en estos momentos en que estamos sumidos en la crisis de manejar la pandemia del coronavirus.  Los traspiés, las decisiones sin sentido, los contratos –o como prefiere la gobernadora- las órdenes de compra, se otorgan a compañías sin experiencia a precios que no guardan proporción con la patética situación de las finanzas públicas.

Lo que ha ocurrido recientemente con el otorgamiento del contrato –perdón Wanda, la orden de compra por $38 millones a una compañía de construcción para la compra de pruebas de detección del COVID-19, nos trae un leve recuerdo de los contratos con Whitefish tras el paso del Huracán María. En aquél momento se levantó la excusa de que nunca antes habíamos lidiado con una situación como esa.  Curiosamente, esa misma excusa se utiliza para esta nueva ramificación de la misma crisis. Cierto es que nunca habíamos lidiado con un huracán como María, ni con una pandemia de esta magnitud, pero no es menos cierto que hay unos controles para efectuar compras o suscribir contratos que debieran funcionar, sin importar la magnitud del problema.

Lo que ha ocurrido con los contratos u órdenes de compra –escoja usted cómo les quiera llamar- revela que algo no marcha bien en los organismos de gobierno a cargo de efectuar compras o contratos en términos de evaluar objetivamente la conveniencia de adquirir determinados bienes o servicios.  Lo que se ha ido develando poco a poco es que hay unas personas con poca preparación en el campo de contratación gubernamental –que es distinta a la privada-, pero con mucha influencia y mollero político que han presionado para que se hagan unas compras de forma inmediata, amparándose en la necesidad.

No puede negarse que la adquisición de las pruebas de COVID-19 es un asunto de alta prioridad, pero no por ello debe actuarse de manera apresurada, sin mucha consideración a aspectos que tienen consecuencias ulteriores, sobre todo en nuestra delicada situación económica.  Salir en estampida a comprar pruebas a sobreprecio, pensando sólo en la inmediatez es como salir a apagar un fuego de grandes proporciones, sin tener el equipo necesario y peor aún, usando técnicas que pudieran avivar aún más el fuego en lugar de apagarlo.  Lo revelado hasta ahora con respecto a la compra de las pruebas, es, por lo menos, que varias personas actuaron de forma impulsiva, sin tener pleno conocimiento de los controles que debieron activarse al hacer una compra de $38 millones.  Por lo más, hay la posibilidad de la existencia de un esquema de corrupción que está aún por verse.

Luego de revelado todo lo que podía haber salido mal que en efecto salió mal, sale a relucir que hay unos personajes que son como esos actores que salen en más de una serie.  Ahí entra el licenciado Juan Maldonado, anterior director de la Autoridad de Transporte Marítimo, con sus contactos con otro personaje -un activista del partido en el poder. Supongamos que como alega el Dr. Rodríguez Quillichini, él no tenía relación alguna con el Lcdo. Maldonado y que sólo sirvió de mensajero para canalizar la oferta que se hizo para adquirir las pruebas.  No obstante, el manejo una vez él transmite el mensaje denota que nadie en toda la cadena que desembocó en el contrato u orden de compra demostró que los controles que se supone existan estuviesen funcionando.  Aparenta haber demasiada gente sin experiencia pero con mucho poder moviendo la pesada rueda burocrática para lograr objetivos que bajo el palio de una emergencia, operan en contra del pueblo a quien se le debe lealtad absoluta.

Hechas las denuncias, el Dr. Rodríguez Quillichini reaccionó indignado y solicitó se pusiera fin a lo que catalogó como chisme.  El secretario de Salud, quien normalmente se muestra ecuánime, se notaba molesto y aludió a que los profesionales que aceptaron formar parte del grupo de trabajo habían puesto su reputación al servicio de ayudar a la gobernadora en su intento de detener el virus.  No recuerdo cuál de ellos fue el que pidió “pasar la página” en torno a este asunto y concentrarse en combatir el virus.  Al igual que no podíamos pasar la página tras la salida de Pierluisi, tampoco la podemos pasar ahora. Qué más hubiese querido yo, en plena Semana Santa, que poder dedicar más pensamientos a cultivar mi paz espiritual, en lugar de pensar que hay algo que anda muy mal en nuestro gobierno desde hace años y que much@s han preferido pasar la página.

La gestión gubernamental no se detiene porque tengamos que lidiar con combatir el virus.  Hay que emitir pagos a empleados, a jubilados; efectuar compras para otros servicios esenciales, como Policía, Bomberos.  Hay que prestar vigilancia, operar sistemas de iluminación, bombas para suplir agua, en fin, la operación gubernamental de día a día no cesa  mientras se  lucha contra el virus.  El problema estriba en que por años el gobierno no ha querido atender unos problemas de fondo, porque ha estado atendiendo x crisis.  Para mí, es una sola crisis que nace de que se ha ignorado que hay que modificar los requisitos para reclutar en el gobierno, porque evidentemente se ignoran o no se han adaptado a las exigencias modernas.

Modificar las especificaciones de los puestos en gobierno es una tarea que se ha intentado varias veces pero siempre termina inconclusa porque falta voluntad política para garantizar que de verdad se honra el principio del mérito que se supone es piedra angular del servicio público.  Se requiere dar una mirada muy escrutadora al reclutamiento del personal en general y muy particularmente al de confianza, que es en estos momentos culpable en gran medida de que haya gente en las agencias con mucho poder y lealtad al partido, pero  poco conocimiento y experiencia al mando de divisiones clave en las agencias.  Ese es el germen de la crisis y mientras no lo atendamos, seguirán habiendo contratos, perdón, órdenes de compra escandalosas.  Por eso, no podemos pasar la página.


11 de abril de 2020

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