CONTROVERSIAL
La muerte
de Rafael Hernández Colón ha provocado en mi una profunda reflexión sobre lo
que significa una vida –la de él o la de cualquiera de nosotros. En los últimos
años desarrollé una antipatía hacia sus posturas conservadoras y su obstinado
apego al actual estatus colonial, empeñado en no ver lo que creo la mayor parte
ve –que lo que creímos ya no era. Por supuesto, su insistencia en las escoltas
que tanto nos cuestan empeoró el malestar.
Cuando
Rafael Hernández Colón lanzó su primera candidatura a la gobernación yo tenía
18 años y mi visión de mundo estaba coloreada por el prisma de mi papá, un
popular “de clavo pasa’o”, que además había sido empleado gubernamental hasta
que la elección de Luis Ferré le obligó a renunciar a su puesto, que entonces
era de confianza, pero que en su inicio era de carrera. Papi fue escalando posiciones poco a poco y
de él aprendí lecciones de honestidad, de orgullo por el trabajo bien hecho y
la importancia de ser imparcial. Papi
trabajaba largas horas y fueron muchas las veces en que no lo vi llegar a casa,
porque Mami imponía las 7 de la noche como hora de ir a dormir.
Hernández
Colón captó la atención de muchos con su juventud, sus nuevos estilos y lo
cierto es que a muchas de nosotras nos atraía su presencia. El jingle
de “Hernández Colón me encanta, Hernández Colón me encanta…pa’ gobernador”
tenía para muchas una doble connotación.
Yo me lancé a ayudar a Papi y serví como funcionaria de colegio a su
lado. Al finalizar los trabajos nos
trasladamos a un cuartel de la policía que quedaba en la Ponce De León para
velar los maletines con las papeletas.
No sé cómo nos comunicamos con Mami –debe haber habido un teléfono
público y ella estaba emocionadísima porque comenzaban a llegar los resultados
favoreciendo al nuestro. Le supliqué que
se calmara, porque ya la enfermedad hacía estragos y su emoción se interrumpía con
una tos persistente. Yo sé que gran
parte de esa emoción se debía a que veía esa victoria como una reivindicación por
los sufrimientos que Papi había tenido.
En ese
cuatrienio Hernández Colón intentó hacer grandes cambios, pero la crisis del
petróleo le afectó grandemente. Cuando
retorna al gobierno en 1985 yo ya estaba casada, era abogada y había
establecido una pequeña oficina por mi cuenta, con una amiga, bajo
circunstancias que no me es grato recordar.
Papi tenía un amigo que a su vez conocía al que llegó a ser director ejecutivo
de una pequeña corporación pública llamada CODREMAR. Buscaban un@ abogad@ con urgencia, por lo que
el nombramiento sería transitorio. Mi
papá me dijo que yo lo que necesitaba era una oportunidad para entrar en
gobierno y que de ahí en adelante yo debía demostrar mi capacidad. Así fue.
Me convertí en la persona de confianza de ese jefe, a pesar de que el
abogado que estaba allí llevaba años.
Trabajé
largas horas y hasta llegué a presentar un recurso al Tribunal Supremo que resultó
exitoso, en defensa de pescadores comerciales para recobrar compensación tras
el paso de un huracán. Hubo veces que
era yo la que cerraba las oficinas y debía atravesar el oscuro
estacionamiento. No sé si hoy día me
atrevería a hacer lo mismo. Había un
grupo de compañeros igualmente comprometidos, que dábamos el todo por el todo
por lograr un trato justo para los pescadores comerciales- esos que no tienen
grandes lanchas, sino que salen en sus yolas al amanecer, arriesgando sus vidas
para alimentar a sus familias. Estuve
cinco años en esa agencia y aprendí de pesca, de finanzas, de redacción, de
funcionamiento gubernamental, en fin, adquirí las destrezas que me sirvieron
durante mis 30 años en el servicio público –años en los que me enfrenté a
situaciones difíciles. Mi proceder
siempre fue pulcro, fiel a los principios que me inculcó mi padre.
A menudo,
ese proceder chocaba con el de los que querían actuar de otra forma para
favorecer intereses particulares,
incluyendo hacer las cosas de cierta manera porque “siempre se había hecho así”.
Fueron muchas las veces que se me vio como una persona controversial,
difícil. El hecho de ser mujer tampoco
ayudaba. Me sorprende como muchos
soportaban hasta improperios de jefes varones, pero no soportaban que yo los
mirara de manera particular, con una ceja levantada. Tal como me anunció Papi, mis ejecutorias me
abrieron camino en el servicio público y por mis méritos fui escalando
posiciones. Para mi último puesto –el que
ocupé por 15 años- me desvinculé de la política activa, porque aunque no era un
requisito, yo consideraba que mi imagen de imparcialidad se podía ver afectada
si me asociaban con un partido en específico.
Me resulta gracioso que cuando el Partido Popular estaba en el poder
muchos pensaron que yo era PNP y viceversa.
Aparte de
la circunstancia de mi puesto gubernamental, la situación en el Partido Popular
se fue deteriorando al punto que pese a mis simpatías con muchos de sus
postulados, no me considero miembro de éste y comencé a votar mixto, cosa que
antes no hacía. Lo que ocurrió en los
últimos tiempos, relacionado con la ley PROMESA, el caso Sánchez Valle y la
postura empecinada de Hernández Colón y otros que afectaban el libre flujo de
ideas en el partido terminaron por desilusionarme. Lo cierto es que hasta la mera mención de
Hernández Colón me irritaba.
Entonces
ocurre su muerte. Y no es que operase
eso que ocurre cuando alguien se muere y de inmediato todo el mundo empiece a
hablar de lo bueno que era, sino que al hacerse un recuento de su vida comencé
a repasar todo lo que logró: leyes de avanzada para la mujer, nombramientos de jueces
probos para el Tribunal Supremo, aportaciones en el campo jurídico y en los
últimos tiempos, una batalla de frente contra la Ley Promesa. Esto no borra sus posturas equivocadas en
torno a múltiples asuntos. No quiere
decir que se convirtió de un día para otro en un santo, pero me hace ver su
vida en la justa perspectiva - como debemos ver la de todos nosotros. Ninguno de nosotros ha actuado de forma
encomiable en todos los aspectos.
Con
respecto a mi, se ha dicho que soy intensa, honesta, responsable, mandona, fiel,
comprometida, inteligente, arrogante, cariñosa, comemi…, buena amiga,
controladora, justa, injusta y estoy segura que bi.. –aunque nadie se ha
atrevido decírmelo a la cara- usted escoja cómo me ve. Creo que soy todo eso
(excepto bi.., claro), aunque no al mismo tiempo. Hernández Colón ha hecho aportaciones
extraordinarias al país, particularmente en momentos difíciles y con ideas
totalmente innovadoras. Muchos de
nosotros podemos sentarnos desde nuestra zona cómoda a juzgar, sin haber hecho
ni una pequeña parte de su esfuerzo para lograr cambios verdaderos en el país.
Sí, ha cometido errores y se negó a ver unas realidades, pero ¿no nos pasa lo
mismo a todos?
Muchos no
estarán de acuerdo con mis decisiones ni proceder, pero espero, que en el
balance del análisis la balanza se incline a lo positivo, como hoy puedo decir
que veo la balanza de Rafael Hernández Colón.
5 de mayo
de 2019
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