500 PESOS
Hace unos
días explotó otra de esas anécdotas que nos dejan molestos, indignados y
finalmente llevan a formar un relajo con el asunto, por lo absurdo del
mismo. Se trata del pago de $500 por uno
de esos dispositivos plásticos anaranjados que suelen colocarse para demarcar
obras de construcción en las carreteras.
Tras el revuelo, la directora ejecutiva de la Autoridad de Carreteras y
Transportación (ACT) y luego el gobernador procedieron a dar sus
explicaciones. En síntesis, la teoría es
que se trataba de subastas por invitación a raíz de la emergencia de María y
que el dinero pagado había que verlo dentro del contexto de todo el proyecto,
que según la explicación, resultaba más económico que todos los otros. Es decir, pese a lo caro que a cualquiera
pueda parecerle un dron anaranjado
plástico, si se mira todo el proyecto, resultaba más barato. Algo así como mirar el total de la cuenta de
un restaurante que cobra $10 por una botellita de agua, con un total de consumo
de $40, versus uno que cobra $1 por la botellita, con un total de consumo de
$100.
Debido a
que trabajé en la ACT, vi varias explicaciones como estas cuando observé costos
muy bajos en partidas que mi oficina debía revisar como parte de un programa
para empresas en desventaja. En muchas
ocasiones, las explicaciones parecían lógicas –es decir, el contratista pone
unos precios más altos para unas partidas y en otras, muy bajos. Lo que la agencia observa, grosso modo, es el total. Por los años de experiencia me consta que
muchos contratistas tienen, como se dice “espuelas larguísimas”. La situación
de la economía agrava el problema, porque licitar se convierte en la
supervivencia del más fuerte. Y vamos,
nadie opera un negocio para perder; no hay nada incorrecto en hacer
ganancias. De hecho, en la medida que
cualquier persona de negocios tenga ganancias legítimas, nuestra economía
mejora.
El asunto
de los $500 pesos por dron debe
provocar un análisis profundo de cómo se contrata por parte del gobierno en
proyectos de construcción. Hay que
escudriñar si algunas partidas están muy por debajo de su valor porque hay una
expectativa de órdenes de cambio futuras, lo cual ocurre frecuentemente y ocasiona que
el proyecto termine costando hasta el doble.
Sí, puede ser que el contratista tenga las espuelas x large, pero del lado de la agencia, ¿quién vela por los intereses
del pueblo? Fui testigo, a través de los
años, de situaciones que representaron pérdidas para la agencia y no pasaba
absolutamente nada. Eran épocas de vacas
gordas, pero ahora que estamos en tiempo de vacas flacas, parece que la desidia
se ha entronizado.
Me consta
que supe de un caso donde el contratista siguió cobrando por un equipo que
permanecía en el proyecto, a pesar de que estuvo detenido por semanas. Como la agencia no le notificó al contratista
que removiera el equipo, éste seguía cobrando.
En otro caso de proyecto detenido, la agencia retuvo empleados
irregulares que no eran necesarios, pese a que no tenían absolutamente nada que
hacer. Los empleados irregulares de ACT para
construcción no son iguales que los de agencias tradicionales. Se reclutan precisamente para trabajar en un
proyecto. Si el proyecto se detiene por
meses, ¿cómo se justifica pagarle a una persona por leer el periódico, salir a
comprar meriendas y almuerzo y estar vegeleteando
todo el día? En otros casos, el
contratista hacía sustituciones de subcontratistas sin autorización, a ciencia y
paciencia de los administradores del proyecto, que se supone están allí para
velar por el fiel cumplimiento de los términos del contrato, en defensa de los
mejores intereses de la ACT. Y ni hablar de las bonificaciones mensuales,
dietas y millaje o el pago de horas extras que se hacía en automático, sin que
los supervisores verificaran la validez del reclamo.
Lo de los
drones a $500 resulta ser un pellizco ‘e ñoco
al lado de las barbaridades que deben estar ocurriendo en estos tiempos de
ambición desmedida. Lo que ocurre,
ocurre porque no hay una verdadera conciencia en muchos servidores públicos de
que se nos ha encomendado una misión sagrada: velar por los fondos que no son
de un ente aparte; son, a fin de cuentas los fondos de todos nosotros. No son $500, son millones que se pierden
porque mientras hay alguien buscando hacer dinero fácil, hay alguien del otro
lado que con su desidia se lo permite. A
todos en el gobierno debemos exigirles el fiel cumplimiento del deber. En tiempos donde se obliga a tomar cursos de
ética, ésta está más ausente que nunca.
Y esa ética debe partir de cada uno de nosotros, porque muchas veces se
señala a otros, pero no se mira la gansería de querer obtener beneficios a los
que no tenemos derecho.
Los
drones a $500 son solo un síntoma de la enfermedad que nos corroe.
23 de
mayo de 2019
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