CANGREJOS
Todavía
estamos en Navidad y es un poco pesado hablar de los asuntos gubernamentales,
pero lo cierto es que el tiempo sigue pasando y las barrabasadas se siguen
acumulando. Tal vez tenga que seguir
escribiendo sobre estos temas, a riesgo de sonar cantaletera, pero mejor que me
llamen cantaletera a que me llamen cómplice del silencio.
Mis
nuevas molestias comenzaron con el anuncio de que la Oficina de la Procuradora
de las Mujeres (OPM) había eliminado las multas impuestas a la Compañía de Turismo por los incidentes de
hostigamiento sexual cometidos por su entonces director. Luego de que la propia OPM investigara, se
concluyó que en efecto, los actos ocurrieron. De hecho, las mujeres habían ido
a quejarse a Fortaleza antes de que el director fuese confirmado. Christian Sobrino, quien creo presidía la junta a la cual el
director ejecutivo de Turismo debía responder, escuchó de las quejas y las
atribuyó a un problema laboral. Aquí
mucha gente sabía del asunto y no hicieron absolutamente nada.
La ley 17
de 1988 según enmendada que prohíbe el hostigamiento sexual le impone una
responsabilidad absoluta a un
patrono por los actos de sus supervisores, independientemente de si se conocía
o no de los hechos. Además, impone una
obligación de divulgar la política pública contra el hostigamiento sexual y
proveer un procedimiento adecuado y efectivo para atender las querellas que se
presenten por este motivo, que no tienen que ser escritas. Lo que ocurrió en Turismo violenta todos los
principios en los que se fundamenta la ley.
Según un
reportaje, la Procuradora de la OPM indicó que el protocolo de Turismo no se
podía implantar porque no había una querella verbal o escrita. Helloooo, pues evidentemente el
protocolo no era el mecanismo adecuado y efectivo que exige la ley. Medio mundo sabía lo que estaba pasando,
incluyendo al director de Recursos Humanos y no hicieron nada. Podría entrar en más aspectos de esto, pero
me parece que abordaré el tema en futuros escritos.
Otro
ángulo que muestra cuán mal nos va son los incidentes que han surgido en la
pasada semana en la Policía. Sabido es que la fuerza policiaca está
desmoralizada. Bueno, sabido por todo el
país menos el comisionado Escalera y el mandamás de Pesquera. Ha habido reportajes de cuarteles con un solo
policía, que es algo parapelos para el policía y los ciudadanos que merecemos
sentirnos seguros. Pese a esto, el
miércoles salió a relucir que el
representante Georgie Navarro –ese que ha protagonizado incidentes en que alega
ser víctima de agresiones- había desmentido que tuviese escolta asignada. El jueves “aclaró” que no se trata de
escolta, sino que se le asignó un agente en destaque para hacer labores
administrativas. El detalle es que el
agente pertenece nada más ni nada menos que al Cuerpo de Investigaciones
Criminales. Esta es la gente que
investiga los crímenes.
El jueves
de la semana pasada el Nuevo Día publicó
un artículo donde indicaba que al 30 de noviembre del pasado año se habían
esclarecido tan sólo el 23% de los asesinatos. Quisiera que alguien me explicara cómo es que
con una fuerza disminuida y la necesidad de personal especializado, se remueve
a un agente que está en la unidad a cargo de investigaciones para que haga
labor administrativa en la oficina de Georgie Navarro. El senador Miguel Romero, anterior secretario
del Trabajo aludió a que estos destaques son permisibles en ley para evitar
tener que contratar personal adicional.
A ver,
vamos a suponer que usted opera un restaurante gourmet y tiene dos chefs para
servir una clientela que va en aumento y a duras penas puede cubrir la
demanda. Una cafetería con la que tiene
negocios le solicita le transfiera uno de los chefs para preparar emparedados
de jamón y queso, labor que pudiese hacer casi cualquiera y usted accede,
porque la cafetería le va a pagar el salario al chef que usted ya no
tendrá. Tendrá que ver cómo se resuelve
para atender su clientela. No parece lógico, ¿verdad? Pues algo así es el negocio que el comisionado
de la Policía autorizó, porque la ley lo permite, según explicó Romero, siempre
que la rama que utiliza al empleado, en este caso la legislatura, cubra el
salario. Escalera dejó claro que las
funciones no serían de escolta. Ah,
bueno, siendo así…
Me
pregunto dónde es que esta gente deja enganchado el cerebro cuando entran en
funciones. A mí no me cabe en la cabeza
que estas transacciones de personal beneficien al pueblo, pero para todos estos
personajes es perfectamente admisible.
Del mismo modo se implantó aquélla infame Ley 7 bajo Fortuño, donde se
establecía una fecha de corte y todo empleado que tuviese menos de los años
requeridos en el empleo sería cesanteado.
Fui testigo de oficinas donde sólo quedó un supervisor, sin nadie a
quien supervisar. Y después tenían la desfachatez de decir que los servicios no
se afectarían.
El
descontento en la uniformada es palpable.
Según informes, el 31 de diciembre, fecha en que se teme un alza en el
uso de armas, hubo 1,000 policías ausentes. Lo que le puso la tapa al pomo,
como diría mi Tía Laura, fue el incidente del policía que entró a una
cooperativa federal y mantuvo de rehén a empleados y clientes, mediante amenaza
a un empleado de mantenimiento. El
policía dijo que quería llevar un mensaje, aunque no dijo cuál era. Pues yo creo que el mensaje está más que
claro: la fuerza policial está enferma emocionalmente. Y hay que entender el porqué está enferma.
Tienen
los salarios más bajos, en unión a los maestros. Arriesgan sus vidas todos los días con equipo
y vehículos obsoletos. Sufren una
incertidumbre con respecto a sus beneficios de retiro, que pese a que fue su
decisión no aceptar los beneficios del seguro social, no sabemos si se les orientó
adecuadamente al momento de tomar la decisión.
Es muy fácil juzgar, con un sueldo adecuado, a aquél que se resiste a
que le reduzcan aún más la paga quincenal que recibe, que es ya de por si poca.
Encima de
todo esto, la paga de horas extra demora en llegar y muchos de ellos tienen que
vivir en cuarteles, lejos de su familia durante la semana, porque viven muy
lejos del lugar donde están destacados.
Por si fuera poco, el jefe máximo, un individuo arrogante, prepotente,
ha dicho que si él fuera policía, renunciaba.
Luego del incidente de la cooperativa, ha dicho, cuando se le dijo que
los policías estaban cansados, que cansados estamos todos. Así es bien fácil, con un salario de
$248,000, guagua último modelo comprada con los fondos nada más ni nada menos
que del Sistema de Emergencia, escolta y no tener que estar solo, de retén en
un cuartel a las tantas de la madrugada, a la merced de individuos que le
limpian el pico a cualquiera, sin contemplaciones.
Y ahí no
queda esta saga digna de una novela de Luis Rafael Sánchez que podría llamarse La guaracha del más que mea Pesquera. Resulta
que otra vez los fiscales del departamento de Justicia metieron la pata en un faux
pas apoteósico. Durante la vista
celebrada ayer contra el policía ahora delincuente, no se pudo encontrar causa
porque la fiscalía no pudo establecer la identificación del individuo. ¿En serio?
Un caso que mantuvo al país en vilo por varias horas, con un hombre que
aunque evidentemente desquiciado, ha cometido un delito y la fiscalía no pudo
establecer su identidad, cuando unas 50 personas lo vieron, aparte de los
policías que lo esposaron finalmente.
El hecho
de que la persona esté mal emocionalmente no quiere decir que está apto para
ejercer funciones, como pretende uno de los líderes de las organizaciones
policiales, quien solicitó que no fuera despedido. El hecho de que tuviera razones para actuar
de forma errática no excusa su comportamiento, que puso en riesgo su propia
vida y la de otros ciudadanos. Como dice una expresión en inglés,
the writing is on the wall. Sólo Pesquera y Escalera no
la ven. El gobernador tampoco ve que
Pesquera debe salir del gobierno ya.
El
periódico da cuenta de que 1744 agentes fueron referidos a la División de
Sicología y Trabajo Social de la Policía en el 2018 y se espera que este año
sea una cantidad mayor. 1744 es un montón de gente y resulta inquietante que
éstos puedan estar portando un arma. Los
policías no se merecen el trato que reciben de sus superiores y la ciudadanía
no merece caer de rehén en esta pugna entre los policías y sus jefes.
Sigue
pasando el tiempo y los problemas se siguen acumulando, agravados por el hecho
de que la alta cúpula gubernamental demuestra la mayor incapacidad para atenderlos
–no admiten la existencia de los problemas.
Y cada día, en lugar de mejorar, vamos pa’ tras como el cangrejo. Nos
toca a nosotros, los que vemos estos problemas, exigir su solución.
4 de
enero de 2019
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