LAS TRES PUERTAS
Ayer
salió publicada una columna escrita por José B. Carrión, presidente de la Junta
de Supervisión Fiscal -a quien no me referiré por el mote que se le conoce,
porque no pasaría la prueba de 2 de las puertas- y por Andrew Biggs, otro miembro de la Junta. La susodicha fue publicada originalmente en
inglés en el periódico The Washington
Post, 3 días antes. Evidentemente la
intención era llevar el mensaje a las esferas de poder en Washington. El mensaje de la columna es que Puerto Rico
no ha cambiado sus políticas económicas y eso es lo que tiene al país sumido en
un desastre económico y no los huracanes.
De paso, vuelve a defender el asunto de la eliminación de las licencias
a los empleados y el bono de Navidad,
que ha sido una empecinada cantaleta de la Junta. La insistencia es en comparar la isla con las
jurisdicciones de E.U., como si les reventara que aquí haya un llamado bono de
Navidad y allá no, así como varios beneficios laborales no existentes en otras
jurisdicciones de E.U.
Lo que el
señor Carrión no acaba de entender es que el bono de Navidad es parte de la
compensación del empleado, cuyos salarios son menores que los salarios en
E.U. Para todos los efectos, pudiese
incorporarse el llamado bono al salario, pero la realidad es que esa
compensación sui generis opera como
una especie de Christmas Club –es decir,
el empleado no lo recibe mensualmente en cuyo caso se vería tentado a gastarlo,
porque no hay una cultura de ahorro en muchos de nuestros hogares.
En cuanto
a otros beneficios, sabido es que culturalmente le damos énfasis a la vida
familiar. Tener más días de licencia
frecuentemente no es tan sólo para vacacionar, sino también para asistir a
actividades de los hijos o acompañar a padres enfermos a citas médicas. Nuestra población está envejeciendo y con
ello vienen más enfermedades, que obligan a los empleados a ausentarse para ir
al médico. Sabido es que un empleado
satisfecho produce más. Yo no sé hasta
qué punto los beneficios laborales en Puerto Rico impiden un aumento en los
negocios que quieran establecerse cuando han sido muchas las empresas
norteamericanas que se han establecido aquí, porque pese a que pagan estos
beneficios, reciben grandes ganancias. Creo
recordar comentarios en torno a que la tienda J.C. Penney de Plaza es la más
que vende en todo E.U.
En términos
de los comercios locales, he estado viendo un auge de jóvenes empresarios que
han establecido nuevos locales de comida, ventas de artículos especializados y hasta un
resurgir de la agricultura. Los
beneficios salariales no los han detenido.
Incluso, recientemente escuché que son los negocios locales los que más
empleos generan. Hay algunos, como el
caso de los restaurantes de comida rápida El Mesón, que hasta han comenzado a
expandir operaciones hacia la Florida.
La
columna añade la reciente polémica en torno a la implantación del requisito de
que los recipientes de la tarjeta de la Familia trabajen y señala que el
gobierno ha tardado en implantar este programa.
Así que el señor Carrión enjareta (o como se dice por ahí, incluyendo a yours truly “enjereta”) todas estas llamadas razones y se
las pone en bandeja de plata al gobierno de Donald Trump para que nos mastique
y escupa por malamañosos, vagos, corruptos, que es después de todo, lo que
opina de nosotros. Vergüenza le debe dar
a un puertorriqueño que ande por ahí hablando pestes de nosotros.
Y no nos
llamemos a engaño. Hay muchos males que
hemos arrastrado por años y nos han traído hasta aquí. Comencemos por no atender el asunto del
estatus. Lo seguimos posponiendo,
posponiendo y esto ya no aguanta más. Pero
a fin de cuentas, ¿no es esto una característica casi genética de la mayoría de
nosotros? A ver, piense en cuántas cosas usted sabe que tiene que hacer y no ha
hecho. Lo otro es que aunque los males
datan de años, este gobierno botó la bola con la improvisación y lo de tratar
de hacer como los gatos con su cajita, que tapan las caquitas, pero si no se
limpia, eventualmente sale la pestecita.
Pues son muchas las pestecitas y pestazas que se han ido descubriendo.
El
desastre de María se combinó con el desastre administrativo de la actual
administración y del propio gobierno federal, ese que supuestamente lo hace
todo bien. Pues en Puerto Rico metieron
la pata hasta el ñu y parecía un programa de los 3 Chiflados. ¿Cómo es que un ejército
que invade países y construye puentes temporales de un día para otro no podía
ni tan siquiera repartir agua eficientemente?
¿Cómo es que los toldos necesarios para cubrir lo que quedó de las casas
tardaron meses? Y el contratito con el
peje blanco con vínculos con altas esferas en Washington?
Procede
que hagamos un examen de conciencia colectivo. Todos somos responsables en mayor o menor
grado –unos por acción y otros por omisión.
No queríamos tocar el asunto del estatus, pues ahí van enredadas las
leyes de cabotaje. No quisimos escuchar
las advertencias sobre los descuadres en los planes de pensión, pues ahora
muchos tenemos pensiones reducidas y otros ni saben qué va a pasar cuando se
retiren. No se atendió adecuadamente al
asunto de la financiación de la obra pública, lo que creó la monumental deuda,
pues ahí está la Junta de Supervisión Fiscal, con el señor Carrión al mando y
Natalie Jaresko de Directora Ejecutiva.
Esta señora ha tenido la desfachatez de decir que todos tenemos que
sacrificarnos, pero que ella no está dispuesta a reducir su compensación de $625,000
anuales. No se atendieron tantos y tantos asuntos que están reventando ahora,
como el tumorcito minúsculo que no atendimos y ahora amenaza con matarnos.
La
pregunta es ¿y ahora qué? Podemos seguir
quejándonos como alma en pena, sin hacer nada para resolver el problema;
podemos escapar al ritmo de Bad Bunny
y viendo el programa de La Comay, que
ya anunciaron regresará; podemos seguir hablando mal del país ante los círculos
de poder, como ha hecho el señor Carrión o como lo hacen algunos que se fueron
y se distancian de sus raíces, para que no los confundan. Es lamentable que haya muchos dispuestos a
alzar su voz para hablar mal de un país como el nuestro, que con todas sus
debilidades, carencias y contradicciones, lucha por salir adelante y se ocupó
de sí mismo tras María.
La
columna del señor Carrión es deleznable.
No aporta nada a la solución de nuestros problemas –es una pataleta
porque el gobierno no accedió a su capricho de derogar la ley 80 sobre despido
injustificado, ni recortó otros beneficios, como el bono de Navidad. Es un acto mezquino, que no cumple con el
análisis de las 3 puertas que vi en una entrada en Facebook y que se le
atribuye a Buda. La primera puerta -¿es
verdadero? Es parcialmente cierto que
muchos de los problemas no se deben a los huracanes, pero deja fuera grandes
verdades y distorsiona otras. La segunda
- ¿es amable? Obviamente, no lo es. La
tercera: ¿es necesario? Claro que no. Luego de fracasar en cumplir con esta prueba,
me pregunto qué se logra con esta columna.
Dicen que
uno no le da armas al enemigo. No
podemos tapar nuestra realidad, pero tampoco vamos a mostrarle nuestro flanco
más débil a un truhán como Trump, acostumbrado a imponer su voluntad. Señor Carrión, shame on you.
21 de
diciembre de 2018